jueves, 31 de diciembre de 2020

Como dicen que a la oportunidad la pintan calva ¡asegúrate de al menos tú no estar manco!


 

Una frase muy conocida por todos señala que a la oportunidad la pintan calva, esto hace referencia a lo difícil que es poder atraparla, como si quisieras atrapar a un calvo de sus cabellos, pero al mismo tiempo implica el estar preparado para aprovechar la oportunidad.

 

¿Te gustaría ser Jeff Bidelman? Jeff Bidelman estaba realizando trabajos de limpieza en una casa que estuvo abandonada por 20 años, cuando se derrumbó una parte del primer piso, cayendo varias monedas de oro sobre él. Se estima que el valor real de las piezas podría ser de 200,000 dólares, ¿te gustaría ser él? La historia anterior, aunque real, son esos casos de uno en un millón donde el golpe de suerte que le cambia para siempre la vida a una persona llega sin que uno siquiera lo imagine.

 

La vida real es un poco ¿o un mucho? diferente. Más allá de las monedas sin mucho valor que uno pueda encontrar en la calle o incluso de ese billete que olvidamos en un pantalón y nos sorprende encontrarlo en algún momento, nuestra  vida transcurrirá sin que encontremos un tesoro como el que encontró Jeff.

 

Pero el no encontrar un tesoro no quiere decir que no tengamos ya uno. Piensa en la capacidad que tienes de pensar, de sentir y en el gran milagro que implica el estar vivo y poder construir tu vida, vamos, piénsalo, ¿cuánto vale eso?

 

En una ocasión en un taller de liderazgo alguien comentó, a mi comentario anterior, que el prefiriera de todas formas encontrarse un tesoro. Yo le pregunté que si cuánto le gustaría encontrarse a lo que me dijo que con un millón de dólares para empezar se conformaría. Muy bien –le contesté yo-, supongamos que alguien te ofrece un millón, no, mejor dos millones por tus ojos. Te quedarías ciego pero tendrías dos millones, ¿aceptarías? La persona no tuvo más que aceptar que no, que por nada del mundo vendería su vista. Bueno –entonces le dije- acabas de descubrir que ya posees un tesoro que supera al que inicialmente deseabas encontrar.

 

Bueno, tenemos un tesoro, podemos estar de acuerdo, pero ahora lo que falta es que le saquemos provecho, ¿y cómo es eso?, pues explotando nuestros potencialidades, habilidades y capacidades y aprovechando cada momento que la vida nos presente para alcanzar nuestra excelencia en la misma.

 

El trabajar nuestra persona tiene muchas aristas, no solo intelectuales como pudiera pensarse sino también emocionales e incluso espirituales, ese trabajar va de la mano con desarrollar nuestro carácter como guerreros en una vida donde las oportunidades se nos presentan pero que depende de nosotros el aprovecharlas.

 

En una ocasión en otro taller de liderazgo hicimos una dinámica sencilla. Todos los participantes parados en círculos debían tener las manos en la espalda y no debían separarlas. Yo tomaba una pelota, suave, de esas que se inflan con aire, y se las lanzaba para que la atraparan. Obvio que nadie podía. ¿Qué pasa? –les pregunté. La respuesta fue que con las manos en la espalda no podían atrapar la pelota. ¡Exacto! –les dije- ahora piensen cada que no logren algo ¿qué es lo que me falta para alcanzar eso que no puedo?

 

Fíjate en la pregunta, el cuestionamiento no va en función de ¿por qué no puedo alcanzar esto o lo otro que quiero?, ya que por experiencia sé que las razones que da la gente en su mayoría va hacia cuestiones ajenas a ellas que les impide lograr lo que quieran, como si quisieran hacer ver que si no han logrado algo es por algún factor externo que se los ha impedido. La pregunta va hacia ese ámbito personal de la responsabilidad individual donde siempre, ante un logro que no se ha concretado, habrá un área de oportunidad para mejorar.

 

Cada momento que experimentemos en nuestra vida esconderá detrás de sí oportunidades para ser y hacer, para crecer como personas y para realizarnos como seres de excelencia, pero eso, como todo, requerirá de nuestra acción decidida, después de todo como dicen que a la oportunidad la pintan calva ¡asegúrate de al menos tú no estar manco!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/NXiJA2bm0YY

 

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jueves, 24 de diciembre de 2020

¿Fracasos?, para nada, mejor velos como entrenamientos para tu éxito futuro


 

Todos deseamos que nuestros proyectos se coronen con el éxito, de eso no hay duda, pero en ocasiones el camino hacia ese éxito pasa por muchos obstáculos, por muchas caídas, por muchos fracasos, situaciones que al igual que un entrenamiento pueden verse como adquisición de experiencia, valor y carácter.

 

¿Sabías que Walt Disney fundó en 1922 la empresa Laugh-O-Gram Films que terminó en bancarrota un año después?, ¿o que el proyecto de Steve Jobs, Next, se convirtió en un pozo sin fondo para inversores?, ¿o que Stephen King cansado de tantos rechazos a su primer novela quiso tirarla?, ¿o que los estudios y los productores rechazaban a Charles Chaplin porque consideraban que su forma de actuar no se entendería?, ¿o que la empresa de Henry Ford, Detroit Automobile Company, terminó en la bancarrota por las exigencias de Ford en el desarrollo de prototipos y las escasas ventas?, ¿o que a Soichiro Honda, Toyota lo rechazó como ingeniero, un punto de inflexión que aprovechó para dedicarse a su verdadera pasión (las motos) y crear su imperio?

 

Cuando uno ve a las personalidades que han alcanzado éxitos icónicos en la historia de la humanidad tiende a no reconocer los grandes fracasos que acompañaron su ascenso, fracasos que solo templaron su carácter haciéndolos prácticamente invencibles en su determinación y por lo tanto líderes de su propia vida.

 

Las contrariedades de la vida pueden verse de dos maneras, una es fatalista donde uno se deja vencer por esos golpes que la existencia nos da y en la cual dejamos todo de lado tirando nuestros proyectos por la borda. La otra es de serenidad al entender que es mucho más lo que no depende de nosotros, tomando las cosas con calma y filosofía, aprendiendo de las circunstancias y volviendo de nuevo a la carga. Independientemente de que estas dos posturas son diametralmente opuestas ambas tienen una cosa en común: cualquiera de esas dos decisiones es responsabilidad única y exclusivamente de uno.

 

Me ha tocado ver gente que estando en la primera de las actitudes busca responsabilizar a los demás de sus decisiones, es así como su familia, sus amigos, la sociedad, el gobierno, la vida o Dios es quien tiene la culpa de lo que pasa. Esa es una actitud por demás infantil que a lo mejor le sirve para paliar sus emociones pero que no termina por convencer a nadie, ¿por qué? porque siempre habrá ejemplos de gente en peores circunstancias que salió adelante, además nunca habrá evidencia alguna que permita sostener que la decisión tomada les fue impuesta, al contrario, cada quien decide de manera libre en su fuero interno el camino que desea seguir.

 

En un taller de liderazgo donde toqué este tema, en el receso del mismo se me acercó una persona a la cual le había llegado el comentario pues acaba de pasar por una derrota que aún le calaba hondo y de la cual, según esta persona, había muchas responsabilidades que no eran suyas y que prácticamente la habían llevado a tomar esa decisión.

 

Cuando alguien aborda un tema como este que se comenta con una postura de defensa o de justificación el enfoque que dicha persona trae sigue anclado en el problema, en la caída, en el fracaso, con lo cual su avanzar en la vida se ha detenido, por ello mi estrategia fue diferente, en vez de ahondar más y más en el problema para ver quien tenía la responsabilidad de sus decisiones lo que hice fue salir de ese radio de acción y preguntar por lo que había aprendido de esa situación. Al inicio las respuestas eran bastantes negativas como el “no confiar en”, “no ilusionarme con”, “no volver a”, con lo que el enfoque seguía de nueva cuenta siendo reactivo, pero no solo reactivo sino incluso negativo, así que la siguiente pregunta fue en el sentido de qué cosas en base a lo aprendido sí se podían hacer y sí se podían emprender.

 

En este momento las respuestas ya fueron diferentes y avanzaron en un sendero de la proactividad positiva con aseveraciones tales como “planear a la otra tal o cual cosa”, “pensar en lo que puedo o no puedo hacer”, “tener cuidado con”, etc. Mi comentario final fue que con ese nuevo bagaje saliera de nuevo a la carga ya que el resultado necesariamente debía ser otro. Con el tiempo me informó esta persona de su éxito, aunque no de la forma que pensaba pues la vida abre sus propios caminos, pero sí como un éxito que no se hubiera logrado si el fracaso hubiera derrumbado permanentemente toda intención por realizar sus metas.

 

Cada golpe que la vida nos da no va en el sentido de hacernos caer sino, al igual que el acero, de templar nuestro carácter y de formar nuestra personalidad para habilitarnos para logros cada vez mayores, así que ya lo sabes ¿fracasos?, para nada, mejor velos como entrenamientos para tu éxito futuro.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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miércoles, 16 de diciembre de 2020

Un sueño puede ser algo difícil de lograr, no lograrlo es aún más difícil de aceptar


 

Los sueños, las metas, aquello que sentimos que tenemos que lograr en nuestra vida, guarda la proporción entre el esfuerzo y la conquista, es decir, mientras mayor sea uno mayor será lo otro, como quiera que sea y a pesar de los pesares, no lograr eso que deseamos supongo es aún más difícil de aceptar que todo el sacrificio para lograrlo.

 

Quiero que pienses en la conquista del polo norte, de la cima del Everest, de la luna, por no mencionar más que algunas de las grandes proezas de que está matizada la historia de la humanidad en todas las áreas, ¿te imaginas todo el esfuerzo que detrás de cada logro individual o colectivo existe? Ahora hazte esta pregunta ¿ese esfuerzo se compensó con el logro de la meta?

 

Tengo una frase personal en la que señalo que el esfuerzo siempre será momentáneo pero que la conquista de la meta es para siempre. Piensa en esto: todo esfuerzo llega un momento en que termina, pero lo que hayas logrado quedará ya para siempre en tu vida como un éxito para ti.

 

Con esto en mente quiero hacerte ver esos momentos de desasosiego donde la carga que implica el esfuerzo pesa tanto que tentados estamos a tirar todo por la borda y a dejar que el fracaso nos arrope. Tengo otra frase en la que digo que ante el cansancio de nuestras luchas uno tiene todo el derecho de descansar, pero nunca de claudicar en lograr lo que nos hemos propuesto.

 

Quiero tengas en mente ambas frases. Cuando cansado estés por la lucha, descansa, retírate, toma un respiro, pero siempre ten en mente que todo tu esfuerzo solo será momentáneo y que una vez que logres la meta ese esfuerzo se diluirá cediendo su espacio al gozo de la conquista.

 

Otro ejercicio que puedes hacer y que recomiendo es pensar en algún logro que te llene de orgullo, que te haga sentir sumamente satisfecho contigo. Puede ser un logro personal, profesional, etc., pero debe cumplir la característica de ser algo que realmente te haga sentir bien, piensa en todo lo que en su momento tuviste que esforzarte para conseguir, momentos en que seguramente el fantasma de la claudicación sacó su cabeza sin que te lograras amedrentar por ello, ¿tu vida sería la misma si te hubieras dado por vencido?

 

Ahora bien, en este punto de la argumentación quiero hacerte ver una cosa, el esfuerzo y el logro de la meta son dos cosas relacionadas pero distintas, eso ya se ha comentado, lo otro que debes tener en mente es que toda lucha que emprendas te estará formando, no, mejor aún: transformando, en una persona diferente, con mayores recursos, con mayor carácter, con mayor fortaleza, es como un entrenamiento solo que en este caso aunque logres la meta el cambio personal no desaparece sino que te habilita para lograr más y mejores cosas en tu  vida.

 

Las batallas que constantemente estarás enfrentando en tu vida lograrán en ti grandes cambios pues modificarán la manera en que tienes de ver el esfuerzo y el logro, de la misma forma los sacrificios que el logro de las metas impliquen dejarán su espacio a la satisfacción de haber conseguido lo que te habías propuesto, así que no lo olvides: un sueño puede ser algo difícil de lograr, no lograrlo es aún más difícil de aceptar

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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jueves, 10 de diciembre de 2020

Los sueños son tan fugaces que se nos dotó de las alas de la voluntad para darles alcance


 

Yo creo que todos hemos tenido alguna experiencia donde casi casi sin pensar hemos aprovechado una oportunidad que la vida nos ponía, oportunidad que seguramente no hubiésemos explotado si los miedos, la duda o la inseguridad hubieran tomado en sus manos nuestra decisión.

 

“Luego lo hago”, “más delante”, “déjame pensarlo”, “ya habrá otra oportunidad”, frases como esas que seguramente hemos oído y que incluso tal vez en más de una ocasión hemos hecho nuestras, esconden detrás de las mismas esos sentimientos de desconfianza, duda o turbación frente a las oportunidades que se nos presentan.

 

No incluyo aquí aquellas situaciones donde desde el inicio sabemos que algo está mal, es incorrecto o simplemente no es nuestro camino y que optamos mejor por no hacerlas nuestras, hablo de esas situaciones donde algo muy dentro de nosotros grita que es nuestro tren que hemos estado esperando pero que las voces del desasosiego y la ansiedad terminan ahogando en nosotros.

 

Esto de ir por nuestros sueños es muy complejo, pero no debería serlo. Todos tenemos esa voz interna que nos señala cuando aparece uno pero que a veces no dejamos nos guíe. En una ocasión me preguntaron cuál debía ser la actitud correcta para ir con ganas por un sueño aunque la vacilación estuviera presente, mi respuesta fue la siguiente: “preguntas por la actitud correcta y claro que hay una actitud correcta, es más, es una actitud que todos hemos conocido alguna vez. ¿En alguna ocasión se han quedado sin gas en tiempo de frío y han tenido la imperiosa necesidad de bañarse?, yo creo que sí, que a todos nos ha pasado, ¿cómo le hemos hecho?, ¡ah!, pues esa misma actitud de lanzarse a pesar de todo debajo del chorro helado del agua para tomar nuestro baño es la actitud que debes tener cuando aparezca un sueño y con él nuestros titubeos”.

 

Los miedos, la duda, la inseguridad, el desasosiego, la ansiedad, los titubeos, todo eso surge de la experiencia que hemos acumulado por ejemplo de los errores y caídas que hemos experimentado, cuando decidimos en función de esto lo único que hacemos es que estiramos ese pasado dándole continuidad no solo en el presente sino incluso en el futuro.

 

Ahora bien, dado que no podemos dejar de experimentar esas sensaciones, las cuales por cierto son útiles para los casos de peligro como los comentados cuando sabemos que algo está mal, es incorrecto o simplemente no es nuestro camino, lo que sí podemos hacer es sobreponernos al sentimiento actuando, y para actuar de esta forma debemos apelar más que a nuestra razón (la cual está abrumada por la experiencia, sobre todo y en este caso la experiencia negativa) debemos apelar a nuestra voluntad.

 

La voluntad no eso que surge cuando estamos plenamente convencidos de algo o cuando después de sopesar pros y contras la balanza se inclina a favor de una decisión, en todo caso en estos ejemplos estaríamos hablando de la razón, la voluntad es esa fuerza que incluso teniendo todo en contra o experimentando esos sentimientos adversos somos capaces de dar ese paso que posibilita y facilita el resto de nuestro andar en pos de la meta.

 

Dicen que la oportunidad la pintan calva, yo agregaría que cuando hablamos de una oportunidad relacionada con el logro de nuestros sueños no solo está calva sino embadurnada de aceite, esto para ejemplificar que en muchas ocasiones se requerirá de un gran aplomo para aprovechar el momento preciso en que se de, después de todo los sueños son tan fugaces que se nos dotó de las alas de la voluntad para darles alcance.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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jueves, 3 de diciembre de 2020

Un líder ve una meta, no como el final del camino, sino como el inicio de otro


 

Muchas son las características que definen a un líder, una de estas es precisamente el que nunca considera la conquista de una meta como el final del camino pues sabe que por delante le quedan más batallas que ganar.

 

Si pudieras señalar cuál ha sido hasta la fecha el mayor logro que has tenido en tu vida, ¿cuál sería ese? Ahora bien, si te preguntara qué tuviste que hacer antes para lograr eso, ¿cuál sería tu respuesta? Y si todavía más aún te preguntara qué tuviste que hacer para lograr eso que fue requisito para luego lograr tu meta ¿qué responderías?, ¿ves el patrón?

 

Todo logro que hayas obtenido en la vida hasta hoy, sea éste grande o pequeño, depende a la vez de otras metas que has ido logrando y que como peldaños de escaleras te han ido conduciendo a conquistas cada vez mayores; luego entonces, el mayor logro que a la fecha puedas señalar en tu vida puede verse como un peldaño para algo más que estás por conseguir, ya que la vida sigue y con ello las batallas cotidianas por ser mejor.

 

En una ocasión en un taller de liderazgo les propuse el siguiente ejercicio. Les pedí señalar qué meta, logro o conquista necesitarían se diera en su vida para ya no hacer ni intentar absolutamente nada. Como nadie contestaba comencé a proponer “¿sacarte millones en la lotería?”, la respuesta era que no pues con esos millones podrían hacer todavía muchas cosas más, “¿sacar a tus hijos adelante?” respuesta negativa también ya que vendrían los nietos y si no al menos la vida de uno seguía, “¿jubilarte?” tampoco ya que muchos tenían planes para cuando tuvieran mayor cantidad de tiempo a su disposición.

 

Es así como quedó claro que realmente no hay un destino en la vida que podamos llamar meta. Una meta, al menos en el argot de los deportes, es un punto al cual se llega y listo. Ya no hay nada más después de él. Quien lo cruza o llega primero gana, el resto quedan en lugares subsecuentes, pero la competencia termina, no hay una continuación, ni más metas.

 

En la vida no es así, lo que consideramos metas, tal como señalé antes, pueden verse más bien como fases de un andar que como destinos finales. Cada meta nos capacita y nos habilita para logros mayores y nos da mayores alcances de miras para establecer esos logros por venir.

 

Considero que esa es una característica del liderazgo, ya que quién lo detenta está en una permanente lucha consigo mismo para mejorarse constantemente, luego entonces nunca puede decir que ese proceso ha concluido pues siempre encontrará áreas de mejora que trabajar, trabajo que en muchas ocasiones tienen su referente en el logro de lo que llamamos, con todas las limitaciones que la palabra tiene, metas

 

Sé que tendrás una meta de la cual sentirte orgulloso, pero de la misma forma sé que si te preguntas seriamente “¿qué es lo que sigue?” Encontrarás muchas otras metas cuyos caminos a ellas se han abierto una vez que lograste la meta actual de la que te sientes orgulloso. Así que a la respuesta que siga a la pregunta “¿qué es lo que sigue?” conviene prestarle mucha atención pues es la señal de los caminos que esperan tu andar.

 

El principal liderazgo que puede cultivar uno es el personal, con eso puedes luego replicar un liderazgo grupal, comunitario, social. Y en ese liderazgo personal tener presente que no hay destinos propiamente dichos en la vida, sino más bien estaciones de paso, después de todo un líder ve una meta, no como el final del camino, sino como el inicio de otro.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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jueves, 26 de noviembre de 2020

Si los cambios se van a dar contigo o sin ti, ¿por qué mejor no participar en ellos?


 

La vida tiene tal dinamismo que prácticamente no hay nada que pueda semejársele, pudiéramos tratar de semejarla a un mar donde las olas van y vienen y nunca está en calma, pero aún con esta imagen nuestro símil se quedaría corto. Ante este escenario, y dado que no podemos hacer nada para impedirlo, las opciones que tenemos es participar o no de los cambios que la vida conlleva.

 

Muchos ejemplos de la vida nos remiten a la idea del cambio y de un cambio donde podemos ser partícipes o no. En una ocasión hablando de elecciones políticas, un amigo mío se negaba a participar pues estaba bastante decepcionado de los gobiernos en turno. Una vez que pasaron las elecciones se seguía quejando del gobierno a lo que le comenté que él tuvo en sus manos, con su voto, cambiar las cosas, pero que optó por dejar ser, por decirlo en cierta forma, lo que ahorita era.

 

Igual si no te gusta ese ejemplo podemos pensar en muchos más: un amanecer, la edad, los amigos que vienen y van, el dinero, la salud, etc., lo que quieras, cualquier cosa en la que pienses sea de tu ámbito personal, familiar, profesional o social o de tu aspecto físico, mental, emocional o espiritual, lo veras sometido al constante cambio.

 

Ese cambio forma parte de la vida misma, ya que si te fijas, mientras menos cambios tienen algo es señal que no está vivo. Piensa en una piedra. Pueden pasar décadas y casi no cambiar. Está muerta. Pero algo vivo no, la vida imprime una característica de dinamismo realmente avasallante si pensamos en ello. Así que en ese tenor de ideas es realmente imposible que puedas detener los cambios que la misma vida tiene.

 

Ahora bien, si no puede detener esos cambios lo que sí puedes hacer es ser parte de ello, a veces originándolos y otras veces simplemente participando en la dinámica misma. Esto es muy importante ya que a veces solo puedes participar de los cambios, no ser quien los origine, otras veces, sobre todo cuando las circunstancias dependen de ti, sí podrás originar los cambios, pero en todas las ocasiones lo que siempre podrás hacer es participar de ellos e imprimir tu sello personal en los mismos.

 

Este imprimir tu sello personal quiere decir sacar algo bueno de ellos y poner algo bueno de ti en ellos, quiere decir aprender y madurar en los mismos y prepararte para lo que viene, quiere decir usarlos antes que ellos te usen y decidir en la medida de lo posible la manera en que permitirás incidan esos cambios en tu proyecto de vida.

 

En este momento mismo cambios se están dando en ti y alrededor tuyo, cambios que solo requieren que exijas tu parte en ellos para que comiences a incidir en los mismos y para que de una forma decisiva comiences a reclamar el control y dirección que puedas imprimir en tu vida a pesar de los cambios.

 

Piensa en todos los cambios que desde que tienes memoria se han dado en tu vida, ahora imagínate todos los cambios que aún te esperan en este camino que llamamos vida, si los cambios se van a dar contigo o sin ti, ¿por qué mejor no participar en ellos?

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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jueves, 19 de noviembre de 2020

Recuerda: ecuanimidad en las caídas y ecuanimidad en los triunfos


 

El tren que hemos abordado y que nos lleva camino hacia la excelencia pasa por muchas estaciones, algunas, que son los triunfos que experimentamos, son en extremo agradables, otras, que son los fracasos que experimentamos, son por el contario desagradables, podemos bajarnos del tren, recorrerlas, gozarlas o sufrirlas, pero no quedarnos en ellas pues nuestro destino está más allá.

 

Vamos iniciando este tema con un pequeño ejercicio. Piensa en una situación de euforia relacionada con algún evento que te trajo mucho gozo y felicidad por algún logro que obtuviste, ahora piensa en un evento completamente opuesto donde lo que prevalecía era un ánimo de tristeza y depresión por alguna derrota experimentada. Te pregunto ¿dónde quedaron esos sentimientos tan fuertes que en su momento experimentaste? Así es: simplemente se han ido.

 

Los sentimientos que experimentamos son como olas que rompen en la playa de nuestra vida, algunas veces esas olas son limpias, frescas y cristalinas y otras son aguas sucias, turbias y enrarecidas. En muchas ocasiones no podemos controlar eso, pero sí podemos no aferrarnos a ello como para tratar de definir nuestra vida con base en un momento específico de la misma.

 

¿Has tratado alguna vez de aferrarte a una ola? Es imposible, ¿verdad? El símil anterior de los sentimientos que como olas golpean la playa de nuestra vida nos lleva a concluir que, al igual que la ola real que tratamos de apresar, estos deben ser dejados para que completen su ciclo, se retiren y nos permitan seguir avanzando en el nuestro camino.

 

Ecuanimidad. No podemos controlar nuestra vida para cuidar estos aspectos que llegan a ella, pero no importa ya que la cuestión no es controlarlos sino vivirlos y seguir adelante. Los triunfos y fracasos forman parte de tu camino, son como las pisadas que te van desarrollando como persona, pero los mismos no son el destino de tu viaje, solo son una estación en ese recorrido. Los grandes éxitos que obtengas en la vida, esos logros que desborden tu corazón de alegría, deben ser disfrutados, eso sí, pero nunca con el espíritu de hacerte perder el piso. De la misma forma las derrotas que experimentes, con los sentimientos negativos que llevan aparejado, no debe llevarte a tirar todo por la borda con la finalidad de entregarte a una autocompasión por lo sufrido.

 

Toma con serenidad ambos puntos y en el medio de los mismos podrás encontrarte con tu propia persona. Esa persona no es esos estados extremos de alegría y tristeza relacionados con tus éxitos y tus fracasos, tampoco esta persona es definida por esos estados, por el contrario, esta persona, tu verdadero yo, puede experimentar y, mejor aún, aquilatar lo que cada triunfo y fracaso trae a la playa de su vida.

 

Bueno, pero ¿qué es ecuanimidad y cómo se logra? Ecuanimidad, como la expongo en este tema es no aferrarte a esos estados de ánimo que vienen con los triunfos y fracasos, ¿cómo se logra? No hay una fórmula mágica para ello pero el darte cuenta de esto ya es el primer paso, el segundo es permitir que los estados de ánimo vengan y vayan a tu vida y nunca detenerte en ellos como algo definitivo.

 

El camino de tu vida, cual sendero que recorra valles y montañas, experimentará subidas y bajadas que te irán convirtiendo en el ser de excelencia que estás llamado a ser, así que recuerda: ecuanimidad en las caídas y ecuanimidad en los triunfos.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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jueves, 12 de noviembre de 2020

Tus objetivos deben tener tres características, no solo dos: ser alcanzables, ser medibles, ¡y ser apasionantes!


 

Cuando hablamos de cuestiones de liderazgo, emprendedurismo y motivación, la idea subyacente estriba en la existencia de una fuerza dinámica que nos impulse a alcanzar nuestros sueños, de ahí la necesidad de que esa fuerza se soporte sobre objetivos que también posean esa característica.

 

Como parte de las líneas que desarrollo, Formación • I+D+i • Consultoría, y las áreas que trabajo, Consultoría Empresarial · Liderazgo Emprendedor · Gestión

Universitaria, entiendo la necesidad básica de todo proceso de contar con metas y objetivos que permitan no solo tener dirección de la intención sino evaluación de la acción. Esta necesidad se subsana cuando esas metas y objetivos que nos planteamos reúnen las características de ser alcanzables y medibles, pero a esas características yo les adiciono aquella de que sean apasionantes.

 

Las características de las metas y objetivos de ser alcanzables y medibles yo creo que a todos nos quedan claros, alcanzables significa que exista una convicción real de que nuestras acciones pueden lograr lo que nos hemos planteado, medible se refiere a esa cualidad de los objetivos mediante la cual sabemos qué vamos a lograr, así como el avance en ello, para verificar contra lo que vamos obteniendo.

 

La característica de ser apasionantes no es tan clara, ¿por qué? porque a diferencia de las dos características anteriores que son objetivas y externas de uno, en el caso de hablar de un objetivo apasionante esa cualificación queda en el ámbito de lo subjetivo e interno, es decir, depende de cada quien. Con todo y eso hay cuestiones que nos pueden permitir identificar esos objetivos apasionantes e incluso crearlos.

 

Yo creo que todos en algún momento dado hemos emprendido algo que, como se dice, nos apasionaba. Esa pasión puede verse reflejada de muchas formas, una de ellas es esa fuerza interna prácticamente inagotable que nos impulsaba en alcanzar lo que habíamos establecido. Cuando se tiene esa pasión no hay cansancio, no hay desánimo, no hay agobio que nos detenga en nuestro camino hacia lo que queremos. Hay algo sobrenatural en esas metas y objetivos que nos apasionan que nos dan la fuerza para seguir en pos de ellos a pesar de todo.

 

Pero bueno, hay que ser objetivos y honestos y señalar que muchas de las cosas que hacemos no siempre son necesariamente apasionantes, aunque sí pueden ser necesarias. Esta dicotomía entre algunas cosas que nos apasionan y otras que no, es similar a la analogía de las materias que se cursan en una universidad para obtener un título: todas las materias son necesarias, aunque hay unas que nos gustan en extremo (nos apasionan) y otras que si por nosotros fuera ni las lleváramos.

 

Claro que siempre recomendaré seguir con ánimo esas metas y objetivos que nos apasionan, incluso cuando sea paralelamente a nuestro proyecto oficial de vida; pero en el caso de las cosas que no nos apasionan no quiero dejar de poner a tu consideración algunas ideas para despertar esa pasión en el mejor de los casos o al menos hacerlas más agradables en el peor de ellos.

 

Cada cosa que haces, aunque no sea apasionante, te faculta para hacer alguna otra cosa que sí sea apasionante. Es como la secretaria que trabaja en una oficina (lo cual no le apasiona mucho), pero gracias a ello obtiene los recursos para darse tiempo para leer, pintar, cantar, oír música o lo que sea que la apasione. Así que esta es una técnica que bien puedes usar. Piensa en algo que tienes que hacer aunque no te guste del todo, luego ve estableciendo una ilación donde vayas viendo la relación entre esa cosa y otra y otra y otra hasta llegar a la que sí te apasiona. El solo hecho de ver esas cosas que no te apasionan con esta luz les da otro valor en nuestra vida y, créeme, si no las hace apasionantes al menos las vuelve más agradables.

 

Todo lo que tengas que hacer, lo que te propongas, las acciones que emprendas, son los pasos necesarios que te irán convirtiendo en la persona completa, total y trascendente que estás llamado a ser, así que recuerda tus objetivos deben tener tres características, no solo dos: ser alcanzables, ser medibles, ¡y ser apasionantes!

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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