viernes, 27 de abril de 2018

Lo mejor de la vida es que si bien no puedes desandar tus pasos, sí puedes iniciar nuevos caminos



Cuantas veces no hemos oído, e incluso nosotros mismo dicho “de haberlo sabido”, y es que la experiencia sin duda alguna nos permite tener un conocimiento vivencial mayor que, al mirar en retrospectiva, nos hace ver como mejoraríamos lo hecho; la mala noticia es que el pasado no se puede cambiar, la buena es que el futuro sí.

Nadie nace sabiendo todo, y es más, me gustaría decir que nadie se va de este mundo habiendo sabido todo. Pero en ese inter tenemos un potencial enorme que nos permite aprender, y no solo aprender sino aplicar lo aprendido, y no solo aplicar lo aprendido sino a través de ello llegar a ser.

Esto último es el meollo de todo: llegar a ser, y si bien algunos confunden nuestra finalidad en la vida con el llegar a tener, una visión equilibrada de nuestra existencia nos debe llevar de manera natural a entender que el tener es un medio para llegar a ser.

Pero en este aprendizaje que vamos experimentando hay algo que a nadie nos gusta y que son los errores, las caídas, los tropiezos que en la vida sufrimos. Errores, caídas, tropiezos que si bien son una consecuencia natural de nuestra inexperiencia son a la vez el pago que tenemos que dar por conseguir dicha experiencia.

Pero lo que sucede es que en ocasiones nos quedamos viendo ese pago como si nuestra vida se hubiese ido en ello, cuando no vemos que hemos obtenido algo de mayor valía pues a cambio de un error, de una caída, de un tropiezo, hemos llegado a obtener experiencia, sí, pero también a transformarnos en una persona diferente de la que éramos.


Y es en esto precisamente donde debemos prestar atención, ya que si nos quedamos viendo el error, la caída, el tropiezo, podemos dejar de aquilatar la experiencia adquirida y por ende dejar de usar ésta en la construcción de nuestro proyecto de vida.

Dicen que el ser humano es el único que tropieza dos veces con la misma piedra, yo diría que no sólo dos sino incluso varias veces; pero esto sucede porque no se aquilata la experiencia sino que al contrario se vive viendo el error, la caída, el tropiezo, como lo que definió nuestra vida, y ahí es cuando pagamos un costo doble: el de la caída propiamente dicho y de la experiencia que no aprovechamos.

Está bien dolerse y condolerse de los errores, caídas o tropiezos que experimentemos, de otra forma no habría manera de reconocerlos ni mucho menos de hacer nuestra la experiencia que de ellos deviene, pero el fin de los mismos no es sabotear nuestro proyecto de vida sino de darnos mayores elementos de conocimiento, sabiduría y conciencia que nos permitan avanzar en la construcción de nuestro proyecto de vida y concluir en un mejor hacer, un mejor tener y un mejor ser.

La experiencia acumulada nos permite ver las mejores formas de ser y de hacer, y más que mirar el costo que hemos tenido que pagar para obtenerla, hay que ver eso como una inversión para explotar nuestro potencial, después de todo lo mejor de la vida es que si bien no puedes desandar tus pasos, sí puedes iniciar nuevos caminos.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/AS22ddZtAc4


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viernes, 20 de abril de 2018

Sin objetivos ni estrategias llegaras a cualquier lugar, menos a donde querías



Hablando de metas de vida, una parte muy importante es la capacidad de automotivación que se pueda tener lo mismo para avanzar camino a dichas metas que para levantarse de las caídas propias del andar; pero de la misma forma, y por más motivados que se pueda estar, necesaria y forzosamente se requerirá que las metas planteadas tengan objetivos y estrategias claros y medibles para el logro de las mismas.

Hablando de metas, generalmente este término hace referencia a logros ulteriores y generales que se buscan conseguir, por ejemplo, tener éxito en esto o en aquello,  ser el mejor en esto o en aquello, o llegar a dominar esto o aquello, pero para lograr esa meta necesariamente se requerirán objetivos (o sub-metas) que por su propia naturaleza deberán ser específicos en cuanto a los cómos y cuándos para ser susceptibles de evaluación. De la misma forma el o los objetivos que se establezcan como necesarios para lograr una meta deberán ir acompañados de estrategias, es decir, de acciones puntuales que permitan lograr esos objetivos.

Estas observaciones pueden parecer muy evidentes pero parten de un hecho que también es mucho muy evidente y es que cada día podemos ver frases motivacionales que impulsan lo mejor que tenemos para llevarnos a alcanzar nuestros sueños, solo que esa motivación requiere de guía y dirección para ello, curiosamente la motivación –como seguro muchos de nosotros hemos experimentado-, puede venir de fuera, pero los objetivos y estrategias necesariamente deben venir de nosotros pues solo nosotros sabemos nuestros recursos y nuestras limitaciones para alcanzar estas metas.

¿Por qué esta serie de sugerencias?, pues por el simple hecho de que la vida misma, por su propia naturaleza, implica acción y dinamismo, pero en ocasiones esa acción y ese dinamismo  puede ser puesto por factores externos, es decir, que nuestras acciones estén en función, no de nuestras metas, objetivos y estrategias, sino en función de la operatividad diaria que impongan esos factores externos (trabajo, sociedad, amigos).

La vida es una serie de eventos en los cuales interactuamos como actores de nuestra propia existencia, en la medida que esta interacción sea pensada y voluntaria más dueños de nuestra vida seremos, es así como debemos tener claridad en lo que queremos y en cómo lo lograremos, después de todo sin objetivos ni estrategias llegaras a cualquier lugar, menos a donde querías.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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viernes, 13 de abril de 2018

Cuando eres libre, nadie más que tú eres el responsable de tus errores pero también de tus aciertos



Sin duda alguna uno de los más grandes anhelos del ser humano como individuo es la búsqueda de lo que identifica como libertad. Esa libertad le permite, sí, buscar no solo su felicidad sino el desarrollo de las potencialidades que tiene buscando siempre la excelencia en ello, pero de la misma forma lo hace responsable de los fracasos que experimente.

A todos nos gusta que nos reconozcan por lo que hemos logrado, que nos feliciten por las metas que hemos alcanzado. En ocasiones podemos cubrir esa sensación tan satisfactoria con un intento de modestia, pero en el fondo es agradable recibir ese tipo de reconocimiento.

En el otro extremo tenemos cuando no hemos conseguido lo que buscábamos, cuando el fracaso se hace presente en nuestra vida y las metas establecidas se nos han escapado furtivamente dejándonos sólo con el esfuerzo impreso. En esta situación, si alguien pregunta la razón de ello, en la mayoría de los casos tendremos una retahíla de explicaciones donde faltará el elemento principal: nuestra responsabilidad.

Es curioso cómo es cuando logramos algo es porque imprimimos esfuerzo, constancia, disciplina y pasión, pero cuando no logramos lo que procurábamos es culpa de los demás, de las circunstancias, del sistema.

Que quede claro que no se está negando el que en ocasiones existan elementos externos a nosotros que se yergan como  obstáculos prácticamente insalvables; lo que busca esta exposición de ideas es traer la noción de responsabilidad a todos los quehaceres de nuestra vida, lo cual nos permite no solo hacernos responsables de la misma sino aprender de la experiencia.

En el caso de los fracasos, ¿qué aprendizaje podemos tener si fueron los demás, las circunstancias o el sistema lo que impidió lográramos lo que procurábamos? Ninguno. Pero si, teniendo en cuenta esos factores externos, nos enfocamos en lo que fue nuestra responsabilidad ¿podremos sacar algún aprendizaje? Ya lo creo.

Cuando uno se hace responsable de su proyecto de vida deja de andar buscando a quién culpar por no lograr lo que uno se propone, al contrario, incluso en esos momentos uno es capaz de evaluar el nivel de responsabilidad en los resultados obtenidos y aprender de lo que se hizo bien o de lo que se hizo mal.

La libertad es una condicionante para alcanzar lo que estamos llamados a ser, no es el fin sino el medio, pero conseguirla implica que nadie más que nosotros responderemos por lo que logremos o dejemos de lograr, después de todo cuando eres libre, nadie más que tú eres el responsable de tus errores pero también de tus aciertos.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
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viernes, 6 de abril de 2018

Qué curioso: cien errores te pueden conducir a un gran acierto, ¡nunca dejes de intentarlo!



El devenir de la historia humana demuestra con creces que lo que en ocasiones parece una derrota no es más que los preparativos para un éxito futuro, de ahí la importancia de no desistir en los intentos por lograr nuestros sueños

Todos conocemos la historia de Thomas Alva Edison a quien los historiadores le adjudican más de mil intentos para fabricar la bombilla eléctrica, y su respuesta al señalamiento de estos fracasos en el sentido de que él no había fracasado sino que al contrario había descubierto mil formas de no hacer una bombilla, hasta que tuvo éxito.

Una de las características de nuestro tiempo es precisamente la rapidez y facilidad para lograr las cosas, lo cual contrasta grandemente con el tiempo y el esfuerzo necesario en el pasado para cualquier acción, simplemente pensemos que para cruzar el atlántico en la época de Colón eran necesarios alrededor de dos meses, hoy con 12 horas podemos pasar de un continente a otro.

Lo anterior genera una nueva personalidad en los individuos que tiende a desistir si las cosas no se obtienen fácil y rápido, pero a diferencia de los avances tecnológicos, la naturaleza del ser humano no ha cambiado por lo que sigue requiriendo de tiempo y esfuerzo para generar lo que denominamos carácter. Pensemos por ejemplo en las plantas, muchos avances científicos se han dado al respecto pero los tiempos de nacimiento y maduración no han cambiado por lo que uno tiene que ajustarse a estos a fin de obtener fruto abundante.

De la misma forma el carácter de las personas requiere de tiempo y esfuerzo para crecer y madurar, tiempo y esfuerzo que permite, por un lado, la adaptación física de nuestro ser a las condiciones del mundo que vivimos, y por otro, la adaptación emocional e intelectual a ese mismo entorno, siendo la conjunción de estos elementos lo que forma lo que se llama carácter.

Ahora bien, ¿qué sucede entonces si a la primera de cambios se desiste en los intentos de conseguir nuestras metas? Curiosamente lo de menos es que no conseguiremos los objetivos planteados, el problema real y mayor es que no se desarrollará el carácter necesario para ser un triunfador. ¿Y qué puede hacerse ante lo anterior? Simple y sencillamente no desistir de nuestros intentos por conseguir nuestras metas, lo cual generará –ojo- independientemente de si se consiguen o no las metas, un carácter a prueba de caídas y vendavales pues nuestra fortaleza interna será tal que permitirá sortear los más grandes obstáculos.

¿Lo anterior quiere decir que nunca se resentirán las caídas? ¡Claro que no!, por más carácter que se tenga uno no deja de ser humano, de sentir, de alegrarse lo mismo que sufrir, la ventaja con el carácter desarrollado es que tendremos la fuerza necesaria para salir por nosotros mismos hasta el otro lado de la orilla lo que nos permitirá retomar nuestro camino haciéndonos dueño de nuestra vida y por lo tanto de nuestro destino.

Lo que en nuestra vida y ante los ojos de los demás pueden parecer errores, con el paso del tiempo y si uno persevera en conquistar no solo las metas planteadas sino la vida misma, después de todo qué curioso: cien errores te pueden conducir a un gran acierto, ¡nunca dejes de intentarlo!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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