viernes, 31 de mayo de 2019

El mediocre siempre se andará justificando del por qué no hizo las cosas, el excelente dejará que sus resultados hablen



El hacerse dueño de de nuestra propia vida no solo se refiere a tomar por uno mismo las decisiones que considere pertinentes, sino –y  más importante aun- hacerse responsable de las consecuencias de ello. Ambas acciones, el decidir con madurez y el aceptar los resultados de las decisiones, forman parte del carácter y de la verdadera libertad con responsabilidad.

Dicen que una vez existió una persona que constantemente se ponía metas y las lograba. Mientras más ambiciosas las metas más empeño le ponía y los éxitos se acumulaban uno tras otro. La gente estaba intrigada del dinamismo y fuerza que esta persona ponía en sus planes y se cuestionaba sobre la fuerza interna que lo facultaba a lograr todo lo que se proponía. Cuentan que ya en la vejez un reportero que hacía la reseña de su vida le hizo la pregunta que todos tenían en mente “¿Cómo era posible que aún y cuando las cosas parecían imposibles, él se las arreglaba para hacer realidad sus metas?”, la respuesta no pudo ser más sencilla a la vez que sorprendente: “Sabes, ahora que veo en retrospectiva me doy cuenta de eso que me dices, pero en su momento nadie me dijo que eso era imposible y yo tampoco lo pensé”.

Es curioso cómo cambia la percepción de las cosas y la motivación de nuestras acciones cuando la palabra imposible o difícil aparece en el horizonte. No quiere esto decir que todo lo que uno piense que es fácil por ese simple hecho lo sea, pero sí que el andar cobra otro dinamismo cuando queremos, sabemos y creemos  que se puede hacer.

Y en esa dinámica de querer y poder, la parte de aceptar los resultados es sumamente importante. ¿Cuánta gente conocemos que constantemente tiene para cada fracaso o inacción una justificación, la cual generalmente es una justificación externa? Yo creo que hemos de conocer varias: cuando no es el gobierno, es la familia, son los amigos, es la vida, la mala suerte o Dios quienes se han confabulado para hacer irrealizable las metas propuestas.

Si uno observa a los niños, estos tienen dos facetas: son muy libres (hacen lo que les da la gana y por eso uno debe guiarlos) y son fácilmente manipulables por la falta de carácter y conciencia que tienen.  Conforme uno va creciendo ambas facetas tienden a un desarrollo pleno donde ese “hacer lo que le venga en gana” se transforma en un actuar libre pero responsable, donde el egoísmo deja paso a la solidaridad, de la misma forma ese carácter altamente manipulable cede para dejar ver un carácter donde uno toma las decisiones y se hace responsable de las acciones.

Esta última parte es sumamente importante pues el peso que la sociedad actual da sobre la libertad es claro y contundente, pero el peso en cuanto a la responsabilidad de las acciones es difuso y leve.  La responsabilidad es hacerse dueño de nuestro propio destino, no dejando en actores externos (aunque sí considerándolos), las decisiones que tengan que ver con nuestro desarrollo, superación y excelencia.

Puedes ir por la vida señalando que tal o cual cosa o persona es la responsable de tu desdicha o estancamiento, pero la realidad ha sido, es y será, que eres tú quien es responsable de tu destino, tu felicidad y de eso que dura un momento pero que trasciende hacia la eternidad y que llamamos vida.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/uCpj8Jd5pOk

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viernes, 24 de mayo de 2019

Cuida ante todo quedar bien contigo mismo, ¡eres la única persona que estará contigo toda la vida!



La vida es una interacción constante entre diferentes fuerzas y diferentes actores, en esa interacción la dinámica de dar y recibir se vuelve parte fundamental, como fundamental debe ser el hecho de cuidar nuestra participación en esta interacción para no buscar fuera de nosotros un reconocimiento que debe estar en nuestro interior.

Todos conocemos la historia del anciano, el niño y el burro. Un anciano, un niño y un burro iban por un camino y la gente primero criticaba fueran a pie cuando tenían el burro, luego criticaban fueran los dos sobre el burro forzando al animal, luego criticaban que el anciano fuera encima mientras el niño caminaba, luego que el niño fuera encima mientras el viejo iba a pie, la moraleja final es que no puede dársele gusto a todo mundo y en eso puede uno perder su propia esencia.

Si bien la moraleja del cuento anterior es muy clara, esa claridad pareciera difuminarse en la vida cotidiana donde en ocasiones lo que guía nuestro andar pareciera más bien ser el querer recibir un reconocimiento, reconocimiento que más bien debería ser buscado en nuestro interior.

Lo anterior no quiere decir que nos convirtamos en islas donde no consideremos a los demás, lo que quiere decir es que pongamos los caballos delante de la carreta (como coloquialmente se dice), es decir, que el orden de ideas en cuanto a prioridades en nuestra vida sea el correcto.

Piensa por un momento en toda esa gente que en ocasiones has tratado de agradar, ¿dónde están?, tal vez algunos sigan en tu vida, pero otros, muchos otros, ya habrán pasado por ello. Entonces, ¿dónde quedó ese esfuerzo por obtener su reconocimiento? Lo que es peor: ¿qué pasa cuando las exigencias de los demás son contradictorias no solo entre ellos sino contigo mismo?

La claridad en la vida implica que uno sabe concretamente qué es lo que uno desea, como piensa conseguirlo, pero, y más importante, que puede uno responder a los ¿qué? y ¿para qué? con lo que le da sentido a la existencia. Y así, en esa claridad, el reconocimiento externo se vuelve secundario pues la satisfacción del andar por el camino elegido hace satisfactorio simplemente recorrerlo.

La vida está llena de retos, de desafíos, de luchas, en la medida que nuestros esfuerzos estén dirigidos y motivados desde y por nosotros mismos, podremos aspirar a una vida plena donde la satisfacción por la realización personal sea nuestro principal reconocimiento. 


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 17 de mayo de 2019

Recuerda esto: muchas cosas han parecido imposibles... ¡hasta que llega alguien y las hace!



El caminar por la vida presenta en ocasiones retos de tal alcance que los mismos parecen prácticamente imposibles de resolver, es en este momento cuando realmente nuestro ingenio, nuestra capacidad y nuestra entereza son puestas a prueba y fortalecidas para llegar a estadios de desarrollo ulteriores.

Hasta el siglo XVIII la Academia de Ciencias de Francia declaraba que “las rocas no caen del cielo”, esto hasta 1794 que Ernst Chladni demostró lo contrario al proponer los meteoritos.  En 1895 Lord Kelvin declaró que “máquinas voladoras más pesadas que el aire eran imposibles”, error comprobado sólo 8 años después por los hermanos Wright. En Diciembre 29 de 1934, Albert Einstein fue citado en Pittsburgh Post-Gazette diciendo: “No hay el mínimo indicio de que será alguna vez alcanzable. Significaría que el átomo tendría que ser descompuesto a voluntad”, hoy la energía nuclear es un hecho.

Todos estos ejemplos nos demuestran que lo más difícil de romper para la mente humana son los paradigmas que señalan con énfasis “no es posible” pero que una vez superados son tan evidentes que nos asombra que no lo hayamos visto así desde el principio.

Nuestra vida es igual, vamos avanzando poco a poco por ella pero en ocasiones  ese avance se topa con un reto que implica ir más allá de nuestras fuerzas y/o ir más allá de los límites autoimpuestos por nuestra mente, en ambos casos el esfuerzo es considerable y el resultado incierto, pero una vez que se ha avanzado y superado el reto nos damos cuenta, casi con asombro, que nuestra capacidad no estaba circunscrita a lo que inicialmente creíamos como tal, sino que más bien eran las condiciones las que así hacían que nos pareciera.

Dicen que en retrospectiva todo es entendible, es decir, viendo al pasado todo es explicable, pero de la misma forma podemos extrapolar al contario esto y señalar que en prospectiva todo es incierto, no sabemos a ciencia cierta lo que el futuro nos depara ni lo que resultara de nuestros esfuerzos, y para complicar más el asunto, los retos que encontremos en ocasiones pueden hacernos dudar del camino que hemos escogido. Entonces, ¿cómo avanzar en la vida ante la incertidumbre y ante los retos que parecen imposibles?

Piensa por un momento algo que te guste, pero que te guste mucho, puede ser leer, escribir, cantar, bailar, etc., ahora ponle un objetivo a eso (por ejemplo, si te gusta pintar, un objetivo puede ser convertirte en una pintora famosa o presentar tus obras en tal o cual ciudad), por último, contesta lo siguiente: si ese objetivo nunca se lograra y si eso lo supieras desde ahorita, ¿dejarías de hacer esa actividad que te gusta tanto? ¡Ahí está la clave de todo: hacer lo que te fascina! De esta forma, aparte de que mantienes una dinámica interna de motivación ¡el resultado no es condicionante pues el mismo gozo de la actividad compensa el esfuerzo!

¿Y en cuanto a la percepción de “imposible” de algunas cosas? Esto es más sencillo pues creo que en tu vida habrás estado en situaciones en las que “parecía” no podías dar más y sin embargo aquí estás. Desde que nacemos nos vamos enfrentando paulatinamente a pequeños (y en ocasiones grandes muy grandes retos) que, por un lado nos van mostrando que no hay imposibles sino más bien apreciaciones de imposibilidad y por otro nos van habilitando (a través del esfuerzo que implican los retos) para avanzar de imposible e imposible.

La vida es un andar fascinante donde no solo vamos creciendo y madurando de manera física sino también mental y espiritual, siendo que cada esfuerzo nos lleva a otro estadio de desarrollo como personas donde nos damos cuenta de que podemos realizar incluso aquello que inicialmente pensamos que no, después de todo recuerda esto: muchas cosas han parecido imposibles... ¡hasta que llega alguien y las hace!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 10 de mayo de 2019

La vida está llena de incertidumbre, la única manera de tener certezas es ¡intentándolo!




La misma naturaleza de nuestra existencia impregna por completo nuestra vida con la condición permanente de la incertidumbre, este hecho, si bien es algo que puede no gustarnos, nos permite desarrollar una fortaleza de mente y de espíritu al momento de emprender nuestras metas.

Esa incertidumbre está en prácticamente todo lo que hacemos, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos el no tener la certeza de lo que sucederá es algo con lo que convivimos a diario, incluso aquello que damos por hecho drásticamente puede cambiar como efecto de alguna circunstancia no considerada.

Si bien lo anterior puede ser muy frustrante, sobre todo cuando el resultado es completamente adverso a lo esperado, hay que ver eso como una oportunidad para desarrollar un carácter a prueba a de todo, entendiendo por carácter esa entereza de mente y de espíritu al momento de iniciar cualquier acción.

Pero bueno, al final de cuentas a nadie nos gusta esa incertidumbre que en ocasiones rodea nuestra vida, nuestras decisiones y nuestras acciones así que ¿qué podemos hacer para disminuirla o incluso eliminarla? Una pregunta puede ayudarnos a ello: si nos llega un paquete cerrado, sin remitente ni nada que nos permita inferir de qué se trata, ¿cómo salimos de la duda respecto de su contenido? Obvio que abriéndolo. Pues en la vida es igual, la incertidumbre se reduce e incluso se elimina una vez que accionamos, que tratamos, que lo intentamos, ya que después de ello, se logre o no lo deseado, la incertidumbre se vuelve certeza.

El no saber a ciencia cierta el resultado de nuestras acciones nos obliga a ese esfuerzo extra que nos hace ir más allá de nuestras limitaciones superándonos a nosotros mismos día a día hasta llegar a ser el ser e excelencia que estamos llamados a ser, después de todo la vida está llena de incertidumbre, la única manera de tener certezas es ¡intentándolo!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 3 de mayo de 2019

Dos piernas necesitas para andar por la vida: los sueños y la acción



La cuestión de la dualidad en nuestra vida no es algo únicamente de reflexión filosófica sino eminentemente de aplicación práctica: dos ojos para ver, dos oídos para escuchar, dos brazos para abrazar, dos piernas para avanzar. Este último caso, el de las piernas, es un reflejo de nuestro andar donde la dualidad sueño-acción es  la manera que tenemos para avanzar en la vida.

La maravilla del diseño humano está en todas y cada una de sus células, en cada miembro y articulación, y en cada función y constitución orgánica; si bien la lista es interminable, una de estas maravillas es la que nos habilita para caminar de pie. Ese solo hecho nos hace diferentes del resto de los seres vivos e implica todo un mecanismo en extremo complejo para su realización: desde la forma en que está diseñado el pie y la columna, hasta la activación de áreas específicas del cerebro para controlar el equilibrio. Todo ello nos permite una funcionalidad que no se encuentra en ningún otro ser tanto de eficiencia energética como de optimización corporal.

Este es un ejemplo que si bien es físico del ser humano, puede extrapolarse para tener una aplicación análoga en lo que es nuestra vida, los retos que enfrentamos y los logros que alcanzamos. El andar vivencial (el caminar por la vida, pues) también implica acción, dinamismo, esfuerzo. Si viene es mucho más cómodo quedarse sentado, eso no nos lleva a ninguna parte. Por otro lado, el ponernos en acción es solo el inicio, la acción debe tener dirección, dirección que es dada a través de la motivación: irás a donde desees ir.

 Es en este punto donde los sueños toman un papel preponderante pues son la semilla de la acción que llevará  a la realización. Cuando hablamos de sueños nos referimos a los deseos, a las intenciones, a las ambiciones que individuales o comunitarias, materiales o espirituales, inmediatas o trascendentes, surgen en nuestro interior como una visión del lugar a donde queremos llegar con nuestro caminar.

Todo sueño tiene su referente en una necesidad interior, la cual puede ser tan específica o tan amplia como queramos, tan concreta o abstracta como sea posible, y tan egoísta o caritativa como la permitamos. Independientemente de ello, esa necesidad marcará las acciones que de ella surjan y esas acciones marcarán nuestra persona en cuanto a nuestro ser, nuestra mente y nuestra alma, es decir nuestro ser en su totalidad.

De ahí la importancia de tener sueños, si, pero sueños que nos permitan realizarnos como personas, de ir más allá de lo inmediato y de nuestras limitaciones y que nos permitan llegar a desarrollar el potencial que como seres humanos tenemos.

Hagamos un pequeño ejercicio. Piensa en algo que desees alcanzar, es decir, en un sueño que desees lograr. Piénsalo con calma unos cuantos segundos. Ahora voy a iniciar una frase la cual tú debes de terminar con todo lo que se te venga a la mente sin pensarlo mucho, ¿listo? Va: “Este sueño, esta meta, este deseo que anhelo una vez que lo logre me hará una mejor persona ya que… … …”

Vamos comentando el resultado del ejercicio. Primero, no debiste haber dudado mucho para responder, si así fue habría que ver que te motiva entonces pues la idea de la claridad de la intención implica que uno sabe qué quiere, por qué lo quiere y para qué lo quiere. Segundo, si no pudiste completar la frase con comentarios más que de sobra habría que evaluar la calidad de la meta establecida en función de tu persona, no vaya a ser que tú estés en función de la meta cuando debería ser al revés. Por último, este ejercicio puedes aplicarlo a otras metas de tu vida y evaluar de manera más amplia lo que eres, lo que tienes y lo que quieres.

Es bueno soñar, nos ayuda a desear, y es bueno accionar, nos permite lograr, en la medida que ambas condiciones se complementen, se nutran y se fortalezcan  nuestro andar tendrá sentido, después de todo dos piernas necesitas para andar por la vida: los sueños y la acción



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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