miércoles, 31 de enero de 2024

Éxito no solo es lograr una meta, sino también saberte mejor que cuando comenzaste tu andar


 Cuando nos fijamos una meta suceden dos cosas. Una muy perceptible es la manera con que cada paso nos acerca a la meta, la otra menos perceptible son los cambios internos y personales que produce en nosotros ese andar.

 

Las metas surgen de las necesidades o deseos que todos como humanos tenemos. Hay metas materiales otras intelectuales e incluso espirituales, las hay del corto, mediano y largo plazo, también hay metas individualistas y otras que por ser compartidas se vuelven colectivas, pero todas las metas comparten algo en común y es el hecho de que quien la persigue está dispuesto a dar algo a cambio de esa meta, generalmente tiempo, recursos y esfuerzo.

 

Cuando de recursos personales hablamos, sea este nuestro tiempo, nuestros recursos o nuestro esfuerzo, es normal y natural que estemos dispuestos a darlos a cambio de conseguir la meta que nos hemos planteado, esa es la percepción subjetiva del valor: consideramos de mayor valor lo que hemos de obtener que lo que entregamos a cambio.

 

Pero de la misma forma hay que ver que eso que entregamos implica que cedemos aspectos que tienen que ver con nosotros mismos y que por lo tanto reconfiguran nuestra misma persona y traen aparejados cambios que generalmente no consideramos, ¿y por qué no consideramos esos cambios en nuestra persona?, pues por la simple y sencilla razón de la complejidad de las variables y sus interrelaciones que hacen imposible el saber que va a pasar con nosotros en el camino hacia la meta.

 

Pero el no saber que va a pasar no quiere decir que no nos vayamos dando cuenta de qué es lo que va pasando y en función de eso evaluarlo y en caso de ser necesario ajustar nuestro andar. ¿Cuántos casos no podríamos enumerar de personas que llegan a las metas de éxito o triunfo que se han planteado pero que al final terminan peor como individuos que como comenzaron? Eso es porque no había nada de mayor importancia (que no confundir con valor) que la meta trazada, siendo que estuvieron dispuestos a sacrificar lo que fuera por alcanzarla, el problema es cuando se sacrifican cosas de mayor valor que la meta como el carácter, el autorespeto, la honestidad, la congruencia, la veracidad, la tranquilidad, la familia, los valores, etc.

 

Para cuidar lo anterior se requieren dos cosas, una es tener muy en claro cuáles son aquellos valores que nos definen como personas y que consideramos que no son susceptibles de sacrificarse por una meta, lo otro es hacer de vez en cuando un alto en el camino hacia la meta para vernos y sabernos y entender qué cambios se han dado en nuestra persona, sobre todo cambios profundos en este sentido. Es así como podemos ver qué el éxito entonces tiene dos vertientes: una se refiere propiamente a la consecución de las metas que uno se plantea, pero la otra tiene que ver con la mejora como persona que pudiéramos experimentar como parte del andar hacia esa meta.

 

Cuando uno descuida lo segundo es cuando se dan los vacíos depresivos pues la meta (que es algo externo) no alcanza a compensar lo perdido como personas (que es algo interno), de ahí tener muy en claro qué cosa quiere uno y en qué persona quiere transformarse uno, después de todo éxito no solo es lograr una meta, sino también saberte mejor que cuando comenzaste tu andar.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/8TOtrtQqzpg

 

 

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miércoles, 24 de enero de 2024

Mejor contar aquellos pequeños logros que en el andar se han obtenido en vez de contemplar lo que aún no se obtiene



Cuando nos fijamos una meta debemos tener muy claros dos aspectos, uno se refiere a las acciones que en su momento serán necesarias para alcanzar la meta señalada y el segundo es que esas acciones, y por ende la consecución de la meta, llevarán tiempo.

 

Una de las principales razones de desanimo cuando avanzamos en el camino de la vida hacia las metas que nos hemos fijado tiene que ver con que en ocasiones la consecución de la meta se difiere en el tiempo siendo muy tentador el claudicar de su búsqueda. Pero de la misma forma, todo caminar hacia cualquier meta que nos fijemos necesariamente generará resultados en el corto, mediano y largo plazo, resultados que pueden ayudarnos a sobrellevar ese andar si somos capaces de valorarlos.

 

Pensemos un ejemplo muy a la mano: la educación. La mayoría de nosotros tenemos en nuestro haber la experiencia que surge de los procesos formativos, sean de nivel básico, medio o superior. No importa si hablamos de un certificado de primaria, secundaria, preparatoria o un título universitario, todos ellos requirieron acciones y llevaron tiempo. Ahora bien, pensemos en todos esos pequeños (o grandes) logros que, pensados o no, formaron parte de nuestro andar hacia la meta final establecida, son muchos ¿verdad?

 

Pues bien, esos pequeños (o grandes) logros forman parte del camino, forman parte del andar, son como los peldaños de una escalera. El problema surge cuando ante lo distante de la meta, ante lo tardado de su consecución, el desánimo abruma el alma y argumenta en contra del esfuerzo que implica el andar por el camino de la vida. ¿Cuál es la solución? Como en todo no hay una sola solución ni mucho menos una única y fácil solución, pero si estrategias que nos permitan remontar los intentos de sabotaje hacia nuestras metas que surgen de nuestro interior, siendo una de las estrategias más efectivas el relacionar esos pequeños (o grandes) logros que se han obtenido en el andar hacia la meta.

 

¡Ah!, pero no se trata nomas de aquellos logros relacionados con la meta sino incluso aquello que no tienen (aparentemente) relación alguna. Por ejemplo, en la referencia que se hizo a la educación, el estudiar y finalmente conseguir un certificado o título lleva aparejados logros incluso sociales como los nuevos amigos o conocidos que se cultivan en el proceso formativo. Es así que para relacionar esos logros que hemos comentado se sugiere que se aborde de la siguiente manera: desde que empecé a trabajar para conseguir X meta, ¿qué cosas me han traído gustos o satisfacciones personales o profesionales?

 

Esa simple pregunta permite poner en perspectiva el andar hacia la meta e identificar (y por ende valorar) aquellos pequeños (o grandes) logros que han llegado a formar parte de nuestra vida y que nos permitirán al llegar a la meta ser más de lo que inicialmente habíamos pensado.

 

El tiempo que nos lleva conquistar una meta no es tiempo ocioso sino un tiempo en el cual se dan muchos pequeños o grandes logros que pueden hacernos más llevadero el caminar si sabemos darnos cuenta y valorarlos, después de todo es mejor contar aquellos pequeños logros que en el andar se han obtenido en vez de contemplar lo que aún no se obtiene.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/tdrvqiban_8

 

 

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miércoles, 17 de enero de 2024

Cuando uno tiene bien claras sus metas y sus valores, es mucho más difícil perder el rumbo


 

Hay una frase que sabiamente señala que si de que vale ganar el mundo cuando se pierde el alma, creo que la respuesta es obvia: de nada, sería tanto como comprar un billete de cien pesos pagando por ello mil. Pues en la vida es igual, las metas deben estar pensadas en función de uno mismo, y no al revés.

 

El mundo pragmático actual hace un énfasis en el pensamiento de que “el fin justifica los medios”, este pensamiento ejerce una presión considerable sobre los principios y los valores de las personas pues en ocasiones estos últimos son considerados prescindibles sobre todo si se interponen entre uno y lo que se desea. En este orden de ideas hay que tener muy claro que las acciones para lograr una meta no necesariamente dependen de la meta misma, es así que una meta noble puede tener acciones que no lo sean, un ejemplo de esto sería la intención de dar de comer al hambriento, meta noble, pero que si se busca conseguir robando a los demás para alcanzarla pierde todo su mérito.

 

La simulación, la mentira, la traición, la conveniencia pueden llegar en su momento a presentarse como atajos tentadores para lograr la meta propuesta, y ahí es donde intervienen los valores. Desafortunada y tristemente hay ejemplos de sobra de gente que propone cambios, formas diferentes, mejores, de hacer las cosas, y cuando se les confía simple y sencillamente cambian dando paso a los antivalores pues la meta se vuelva de mayor importancia que su propia persona.

 

Pensemos esto: la meta es algo externo, los principios y valores son algo interno. Sacrificar en el altar de la meta los principios y valores es reconocerle a aquella mayor importancia que uno mismo, tan así que uno es capaz de traicionar lo que siente y lo que piensa en función de lo que quiere.

 

Pero también está el otro lado de la moneda, aquellas personas que hacen de su andar motivo de orgullo por la congruencia entre sus ideas y sus acciones. En ocasiones ese andar se vuelve pesado, es más, tal vez el camino se vuelva un poco más largo, pero al final trae más satisfacciones, sobre todo personales ya que la esencia de uno no se pone en venta para alcanzar las metas que se propongan. Ahora bien, este análisis tiene un sentido también mucho muy práctico, ya que cuando uno es capaz de defender sus ideas, sus principios y valores incluso a costa de alcanzar de manera rápida y fácil la meta, puede entonces estar seguro que cuenta con un carácter a toda prueba y que no habrá factor externo que condicione su andar y la vida misma.

 

Pero, el gran pero, para lograr lo anterior primeramente es necesario que uno tenga muy claro aquello en lo que cree. La justicia, la verdad, la paz, no son cuestiones abstractas sino eminentemente prácticas que matizan las ideas, los sentimientos y las acciones de uno, siendo que el discurso queda de lado cuando lo que se hace es congruente, claro y palpable.

 

El caminar hacia las metas que uno se plantea puede hacerse a través de diferentes caminos, en ese sentido hay que escoger aquellos caminos que fortalezcan nuestro carácter y definan nuestro espíritu, después de todo cuando uno tiene bien claras sus metas y sus valores, es mucho más difícil perder el rumbo.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/oiJRJf5G0Gc

 

 

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jueves, 11 de enero de 2024

Servicio es entender y aceptar que en muchas ocasiones tú serás quien haga el camino, pero otro quien lo recorrerá


 

En cuestión de desarrollo y motivación, pocos conceptos son tan difíciles de entender y más aún de aceptar, que la cuestión del servicio. En un mundo donde nuestros esfuerzos y acciones están encaminados siempre al logro de metas y objetivos personales, entender que en ocasiones esos frutos podrán ser

cosechados por otros es algo complicado.

 

La historia humana está llena de ejemplos de esfuerzos personales e incluso comunitarios que les han otorgado a sus autores el beneficio de la consecución de sus metas, pero de la misma forma hay muchos ejemplos de esfuerzos, de luchas, que han iniciado una cadena de eventos cuyos resultados finalmente han venido a beneficiar a otros actores.

 

Pensemos nomás en las luchas de independencia o revoluciones que matizan la historia de muchos países, en ocasiones quienes han comenzado o participado tenazmente en esos movimientos no lograron ver el resultado final, pero creían tanto en algo que fueron capaces de dar la vida por ello. Ese ejemplo, si bien difícil de aceptar por quien desea que lo que busque consiga en su tiempo para su propio beneficio, no se compara en grado de dificultad para entender como

aquellas luchas que aún no terminan y cuyos guerreros han dado vidas y vidas por ellas, ejemplo de esto, la lucha contra el hambre, las guerras, la corrupción, la injusticia.

 

¿A qué viene todo esto? En otras ocasiones hemos abordado los temas del esfuerzo, de la superación, de la lucha en pos de metas y objetivos, todo eso está bien, pero una parte decisiva de la trascendencia es ir más allá de las motivaciones personales y emprender luchas que nos trasciendan tanto en cuestión de tiempos, como de logros y beneficiarios. Un pensamiento por demás mediocre es ese de “ese no es mi asunto, a mi no me atañe eso, no es mi problema”, pensar así es recluirse en un caparazón de autocomplacencia que

impide no solo el desarrollo comunitario sino incluso personal.

 

Imagina nomás si los que lucharon antes que tú por libertad, igualdad, justicia, si ellos hubieran tenido la visión utilitarista de solo luchar por aquello que los beneficiara a ellos de manera no solo personal sino también inmediata, ahorita no estarías tu disfrutando de los frutos de su esfuerzo. ¿Ves cómo es que al final incluso el esfuerzo en beneficio de la comunidad termina siendo en beneficio personal?, eso es pensar como grupo, de manera solidaria, pero, sobre todo, por intentar con todas las fuerzas por hacer un mundo mejor.

 

Es cierto, afortunadamente aún hay mucho por hacer en este mundo, y digo afortunadamente porque esto nos permite poner nuestro granito de arena en el presente para la trascendencia de nuestras acciones a través del servicio, pero esto se logra cuando vamos más allá de la inmediatez de nuestro tiempo y de nuestras propias necesidades, cuando nos sabemos co-creadores del mundo y edificadores del futuro, cuando nos reconocemos como parte activa del destino no solo de nuestra vida sino de las de los demás.

 

Cuando creas que tus luchas no tienen el efecto inmediato que esperas, no desesperes, ofrécelas al mundo que heredarás en el entendido que tú eres parte de los demás y los demás son parte tuya, después de todo servicio es entender y aceptar que en muchas ocasiones tú serás quien haga el camino, pero otro quien lo recorrerá.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/9ZMySehKqpM

 

 

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jueves, 4 de enero de 2024

Cada paso que das te acerca o te aleja de tu objetivo, piénsalo muy bien y ¡actúa!


 

Cuando hablamos de metas y objetivos hemos dejado muy claro la necesidad de ponerle acción a las ideas, pero de la misma manera, estas acciones deben estar pensadas en función de lo que se desea lograr, de otra forma, no solo es posible que no avances a tu meta, sino que incluso retrocedas.

 

En una ocasión me tocó realizar un trabajo de consultoría en una empresa, su dueño se quejaba amargamente de que era el primero que llegaba, el último que se iba y que todos sus empleados trabajaban muy duro pero que la empresa no salía de sus problemas. No tiene caso relatar aquí los pasos que se dieron para realizar un diagnóstico serio de la situación, lo que sí quiero comentar es que al final nos dimos cuenta (sobre todo el empresario) que las acciones, si bien había muchas, no estaban encaminadas a los objetivos que se deseaban.

 

La vida es nuestra empresa, a ella le damos nuestro tiempo, nuestros esfuerzos, pero en ocasiones sucede que hay una diferencia entre lo que deseamos y lo que estamos haciendo para conseguirlo. A diferencia de un destino físico (una ciudad, una plaza) a donde podemos por diferentes caminos solo dirigiéndonos a ese destino llegar, generalmente las metas de la vida son un poco más complejas y requieren de ponerle al asunto tanto razón como corazón.

 

Esto de ponerle razón significa analizar concienzudamente el objetivo planteado así como los pasos para alcanzarlo, lo de ponerle corazón se refiere a que tanto el objetivo planteado como los pasos para alcanzarlo motiven en uno sentimientos muy fuertes de motivación y esperanza para que el andar sea autosustentable.

 

¿Y cómo podemos hacer lo anterior? Antes de decir cómo hay que aclarar que esto es un poco complicado, ¿por qué? pues por varias razones, una es que las metas de la vida cambian constantemente (en otras palabras los deseos de uno traducidos en metas cambian), otra razón es que aunque los deseos de uno no cambien a veces es uno el que cambia, con lo que deben redirigirse las acciones, y por último, porque aunque las metas no cambien y tampoco uno cambie, las circunstancias externas pueden cambiar a tal grado que obliguen a cambio de planes. Y en ocasiones estas tres observaciones dadas se dan ¡al mismo tiempo! Pero bueno, uno no puede quedarse sin hacer nada. Así que ¿cómo podemos en cierta forma analizar las metas y las acciones a la luz de nuestra razón y nuestro corazón?

 

Primero, en una hoja escribir de la manera más clara en la parte superior la meta, el objetivo o lo que se desea lograr. A continuación, debajo del enunciado de nuestra meta/objetivo/deseo dividir la hoja en tres columnas. Posteriormente en la primera columna hay que escribir las razones emocionales por las que uno desea alcanzar esa meta/objetivo/deseo, ojo con esto, son razones emocionales, es decir, aquello que motive sentimientos fuertes en nuestro interior para alcanzar la meta/objetivo/deseo en cuestión. En la segunda columna hay que poner de una manera muy clara, precisa y concisa, las acciones (con tiempo y resultados medibles) que uno realizará para alcanzar esa meta/objetivo/deseo. En la tercera columna y para cada acción hay que poner las razones emocionales para realizar cada una de esas acciones.

 

Pero esto no termina aquí, ahora viene la prueba de fuego. Después de todo este ejercicio hay que escribir una pregunta y contestarla tan sinceramente como sea posible (después de todo a nadie vamos a engañar contestando de otra manera).   La pregunta con la que este ejercicio cierra es la siguiente: si hicieras todas esas acciones, pero no lograras la meta, ¿cómo te sentirías?

 

Desafortunadamente debo adelantarte la respuesta, y esa es que si lo que contestas va en términos de "me sentiría mal, deprimido, triste, fracasado, etc.", quiere decir que algo está mal, que tus acciones no son lo suficientemente satisfactorias como para sentirte pleno por el solo hecho de realizarlas, ¿Y a qué viene esto?, casi a nada, recuerda lo que platicamos al principio de la dificultad de alcanzar metas, en ocasiones factores externos a ti impedirán alcanzar esas metas, eso no depende al 100% de ti, lo que si depende totalmente de ti son las acciones. La meta es agradable, pero las acciones deben ser plenas pues son las que te definen a ti como persona.

 

Esto es un pensamiento complejo pero que si lo llegas a dominar hará de ti (paradójicamente) un triunfador aunque no logres todas las metas que te propongas.

 

Mientras esto llega pon claridad en tus ideas y en tu corazón para las metas que te plantees y, sobre todo, para los pasos que des para alcanzarlas, después de todo cada paso que das te acerca o te aleja de tu objetivo, piénsalo muy bien y ¡actúa!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/LXjDlJx0oUo

 

 

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