viernes, 28 de octubre de 2016

No puedes cambiar lo que eres, pero de todo lo que eres cada día puedes optar por lo mejor de ti


No creo que exista una persona que esté conforme al 100% con lo que es, tal vez quisiera poder cambiar algo de su físico, de su personalidad, de sus sentimientos, de la manera en que reacciona ante ciertas circunstancias o de lo que hace o puede hacer, independientemente de lo que no nos guste de nosotros tenemos mucho bueno, mejor o excelente que diariamente podemos elegir para nuestro pensar, sentir y actuar.

Antes que nada quiero aclarar eso de que “no puedes cambiar lo que eres”. Con esta frase no me estoy refiriendo a aquellas áreas de mejora que sí puedes trabajar en ti. Es más que obvio y evidente que tenemos un increíble potencial de cambio y adaptación, de que podemos dejar viejos y dañinos hábitos y costumbres por otras mejores, de que podemos siempre avanzar con un ánimo de ser cada vez mejores.

A lo que me refiero es a eso que te define como lo que eres, a eso que te hace diferente, a esas cualidades que puedes explotar y a esos defectos que estás llamado a disminuir. Aquello puedes y debes trabajarlo todos los días pues el más importante proyecto que tienes eres tú mismo, pero esto es lo que te da las características de tu personalidad y que difícilmente eliminarás de tu persona.

Pero el meollo del asunto no es discutir que eres o que no eres, o si puedes cambiar tal o cual cosa de ti o no, lo realmente importante del día a día que independientemente de lo que seas, de lo que tengas, todos los días puedes elegir lo mejor de ti para usarlo en tu proyecto de vida.

Imagínate que vas a hacer una comida. Para realizar la receta puedes escoger los mejores o los peores ingredientes. Ingredientes de primera, de calidad, frescos, sanos, o bien ingredientes de segunda o tercera, de nula calidad, llenos de químicos y procesados. La decisión será tuya así como las consecuencias de lo que comas.

Pues bien igual en tu proyecto de vida, cual si fuera una receta puedes usar los mejores ingredientes que tengas. ¿Eres desesperado, tienes mal humor o no tienes paciencia? Obvio no elijas esos ingredientes para tu receta. ¿Por qué no mejor elijes la confianza, la esperanza, el buen humor?, ¿no los tienes?, bueno pues igual que en la alacena de tu cocina busca en la alacena de tu vida otros ingredientes que sí tengas y que sí puedas elegir para tu receta.

¿Qué a veces no puedes elegir? Mira, pensar así de inicio establece un fatalismo en nuestra vida donde prácticamente decidimos que no podemos decidir. Yo quiero pensar que sí, incluso cuando en ocasiones es eso casi imposible (como por ejemplo en cuestiones de carácter), ¿por qué? por qué el simple hecho de pensar que la decisión final está en mí me permite estar en plenitud de mis capacidades, de mis habilidades, para enfrentar mi proyecto de vida.

Por ejemplo, alguien te fastidió, ni modo, a veces así pasa, eso no lo puedes controlar, pero lo que si puedes controlar es el ingrediente con que sazonaras tu receta de vida. En este caso tienes la opción de enojarte (o de continuar enojado) o bien de dejar pasar ese mal estado de ánimo no aferrándote a él con ideas justificatorias que hacen permanezca ese mal estado de ánimo. La decisión es tuya.

¿Qué a veces lo anterior es difícil? No digo que no lo sea. Igual una buena receta de cocina, una receta elaborada, es difícil y requiere de tiempo y esfuerzo, pero te pregunto ¿qué será más difícil?, o mejor aún ¿qué hará más fácil o más difícil tu vida: seguir molesto, enojado o enfadado o tratar (a veces tratar es el primer paso para lograr) que se te pase el enfado? Finalmente la decisión es tuya.

Todos los días tendrás muchas experiencias que te permitirán decidir qué parte de ti deseas trabajar para tu proyecto de vida, así que no lo olvides: No puedes cambiar lo que eres, pero de todo lo que eres cada día puedes optar por lo mejor de ti.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/t0u5ff_C9A0

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viernes, 21 de octubre de 2016

Tú no sostendrías en la mano un carbón ardiendo, entonces ¿por qué guardar en tu alma sentimientos que te dañan?


La forma en que uno aborda la cuestión del liderazgo, el emprendedurismo y la motivación, necesaria y forzosamente pasan por la manera en que uno es capaz de administrar los tropiezos, caídas y frustraciones que tarde que temprano experimentaremos en nuestra vida.

Una de las características básicas del ser  humano, independientemente de su género, nacionalidad, historia, cultura o creencias es que siempre se encuentra éste en un permanente estado de insatisfacción. Este estado de insatisfacción no quiere decir que no esté disfrutando de la vida o que siempre esté amargado sino que de una u otra forma en su mente y en su corazón siempre está viendo que más puede ser, hacer o tener.

Esta inconformidad es parte inherente de nuestra naturaleza y a mí, en lo personal, me dice mucho sobre el increíble potencial humano que todos tenemos. Déjame te lo explico. El que uno desee siempre ser, hacer o tener más es una muestra tangible de que estamos llamados para niveles de excelencia, perfección y totalidad que difícilmente podemos alcanzar como humanos, y mira que digo difícilmente aunque creo que la palabra correcta más bien sería imposiblemente.

Si bien este logro de la excelencia, perfección y totalidad, al menos en su grado completo, nos es imposible por nuestra propia naturaleza inferior, imperfecta e incompleta, esto no impide que en nuestra mente y en nuestro corazón esté el deseo, deseo perennemente insatisfecho, de alcanzar aquello.

Este deseo nos lleva a ser, hacer y tener cada vez más o por lo menos a intentarlo; y es en este intento donde debemos saber, entender, comprender y aceptar que en ocasiones lograremos lo que nos propongamos pero en otras ocasiones no.

Son esas ocasiones en las que no logramos lo que nos proponemos, lo que llamo tropiezos, caídas y frustraciones las que, dado necesaria y forzosamente experimentaremos, debemos desarrollar alguna forma de administrar para que no malogren el resto de nuestro andar por la vida.

Y mira que uso intencionalmente el término de “administrar” pues cual si fuera un proyecto, los tropiezos, caídas y frustraciones también deben hacernos establecer una estrategia para pasar del punto A (el tropiezo, las caídas o la frustración) al punto B de continuar avanzando en nuestra vida.

En la actualidad, a través de la increíble cantidad de información a la que todos tenemos alcance, podemos encontrar un sinfín de sugerencias, tácticas y estrategias que nos permitan de una manera práctica enfrentar el fracaso, entendiendo por fracaso, fracaso temporal, esos tropiezos, caídas y frustraciones.

Lo que en esta ocasión quiero proponerte es reflexionar sobre la actitud ante el mismo, más que las sugerencias, tácticas y estrategias que encontrarás para enfrentar ese fracaso temporal.

¿A qué me refiero con actitud? A esos sentimientos, a esos pensamientos, que bien pueden embargarnos cuando experimentamos esos tropiezos, caídas y frustraciones. Mira que en esto hay una trampa: nuestra insatisfacción surge del deseo permanente de cada vez más y mejores niveles de excelencia, perfección y totalidad, pero como esto último es imposible lograrlo en grado total esa insatisfacción permanece generando en nosotros sentimientos y pensamientos que para nada nos sirven en nuestro andar. Es así como esa insatisfacción que bien puede ser usada para avanzar en nuestra vida hacia más y mejores estados de desarrollo puede también volverse en nuestra contra para intentar (y lograr si se lo permitimos) sabotear nuestro proyecto de vida.

Visto de esta forma, ¿cuál es la aportación de este artículo? Simplemente el que te des cuenta de lo anterior. Así como que quien vela dificulta que un ladrón se meta a su casa, de igual forma el que tú te des cuenta de que esos sentimientos y pensamientos negativos que experimentamos ante los tropiezos, caídas y frustraciones si permitimos nos controlen y nos definan terminarán deteniéndonos en nuestro andar y socavando la posibilidad de avanzar en nuestro proyecto de vida.

Los tropiezos, caídas y frustraciones son algo que tarde que temprano todos experimentaremos varias veces en nuestra vida, pero los mismos, curiosamente, nos servirán para desarrollar carácter, entereza y capacidad para avanzar con mayor decisión en nuestro proyecto de vida, claro siempre y cuando no cedamos el control de nuestra vida a los sentimientos negativos que surgen cuando enfrentamos las adversidades, después de todo tú no sostendrías en la mano un carbón ardiendo, entonces ¿por qué guardar en tu alma sentimientos que te dañan?


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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viernes, 14 de octubre de 2016

Una grieta en el camino: el necio cae en ella, el listo le saca la vuelta, pero el trascendente la tapa para los demás


La vida está llena de problemas, dificultades y caídas, esto es un hecho y no está a discusión, pero lo que sí podemos discutir es si enfrentamos esto como víctimas, exitosos o trascedentes.

¿Recuerdas la última vez que enfrentarse en tu vida alguna situación difícil, un problema o un reto en verdad considerable? ¿Cuál fue la manera en la que lo abordaste? Te pregunto esto porque en esta ocasión quisiera reflexionáramos sobre las tres maneras en que uno puede enfrentar las adversidades que en la vida se encuentre: como víctimas, exitosos o trascedentes.

La primera opción, como víctimas, se refiere cuando uno, a pesar de las advertencias y señales, tropieza cayendo ante los problemas y adversidades. En esta situación, repito: de víctima, uno le echa la culpa a todos los demás, es decir, todos los demás son responsables de nuestra situación.

Una actitud así es más que inmadura pues si bien es cierto que los demás pueden influir en nuestras decisiones la responsabilidad de las mismas, al menos la responsabilidad última, será siempre de nosotros. Comenzar a pensar así nos hará conscientes de nuestro andar  y por ende más juiciosos.

La segunda opción, como exitosos, es cuando logramos ver los problemas y adversidades y, adelantándonos a ellos, no tropezar ni caer sino lograr superarlos. Esta situación, que yo creo todos desearíamos, nos hace sentir satisfechos con nuestro actuar pues no solo no caímos ante los eventos negativos que experimentábamos sino que salimos avante.

Esta actitud implica mucha capacidad de análisis, de síntesis, de razonamiento, de conciencia, pues, entre otras cosas, requiere el poder experimentar en cabeza ajena para aprender  de las experiencias de los demás para no incurrir en sus mismos errores sino detectarlos, enfrentarlos y superarlos.

Pero hay una tercera opción, la trascendente, que es aquella superior a la anterior ya que no solo implica que somos capaces de salir avante ante las adversidades que enfrentamos sino que, en un sentido de solidaridad con los demás, somos capaces de compartir con ellos algo de nuestra vida para ayudarlos en la construcción de sus propios proyectos.

Respecto de esta última opción hay que aclarar que no se trata de, como se dice, “hacerle la tarea a los demás”, cada quien como dijimos es responsable de su propio andar, pero lo que sí podemos compartir con ellos son las lecciones, las enseñanza, las riquezas que nuestro andar ha traído a nuestra vida para que ellos, en el libre ejercicio de su razón y voluntad, decidan qué hacer con eso.

En nuestro andar por la vida, si uno no aprende, cae; si uno aprende no cae; pero si uno se solidariza trasciende. Es como caminando encontrarse con una grieta en el camino: el necio cae en ella, el listo le saca la vuelta, pero el trascendente la tapa para los demás

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/G-xkUl_g9HI

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viernes, 7 de octubre de 2016

La adversidad tiene objetivo, recuerda que se requiere obscuridad para apreciar el brillo de las estrellas


A nadie le gustan los malos ratos, los malos momentos que la vida pueda traer consigo, pero en muchas ocasiones, una vez que esas malas experiencias se han ido podemos darnos cuenta de que en algo han servido para nuestro crecimiento como personas.

Un breve ejercicio que aplico en mis conferencias y talleres sobre liderazgo, emprendedurismo y motivación: piensa en una mala experiencia que la vida te haya traído. Trata de recordarla tal cual como fue en su momento así como las sensaciones y pensamientos que esa experiencia generó en su momento en tu persona. Por último, y aquí viene la parte interesante, aunque te cueste trabajo aceptarlo o reconocerlo encuentra por lo menos una cosa positiva que dicha experiencia también haya traído a tu vida.

En el ejercicio menciono eso de que identifiques algo bueno que esa mala experiencia te haya traído aunque eso te cueste trabajo, sea por aceptarlo o por reconocerlo, ya que en mi experiencia de buenas a primera uno no está dispuesto a aceptar o reconocer que una mala experiencia trajo algo bueno a nuestra vida. En lo personal en ocasiones he tenido que repetir el ejercicio hasta que los participantes bajen la guardia y son capaces de, siendo objetivos, reconocer algo bueno que esa experiencia haya traído a sus vidas.

Por ejemplo casi siempre aparece como algo positivo que la mala vivencia dejó en la vida de cada quien la cuestión de la experiencia. Por más mala que ésta haya sido bien puede  quien la experimentó señalar de que ya no le volverá a pasar algo semejante por qué ha aprendido la lección. Aunque esto a veces se diga con un dejo de amargura en muchas ocasiones es verdad ya que esa experiencia algo nos hizo aprender que nos hará enfrentar mejor la vida.

Otra respuesta muy frecuente también es la cuestión de la fortaleza, es decir, que tal o cual mal experiencia hizo que tal o cual persona se fortaleciera a grados que nunca hubiera imaginado de no haber sido por eso que paso. Claro que esto es difícil reconocer pues generalmente las experiencias negativas traen malestar, incluso dolor, pero es precisamente eso lo que hace que reaccionemos fortaleciéndonos para enfrentarlas.

Una última respuesta referida a esto es la generación de carácter, es decir, que a pesar de las adversidades que uno estuviere experimentando es capaz de hacer lo correcto aunque eso acarree problemas.

Tengo que aclarar esto porque lo más probable es que en el ejercicio inicial no respondieras con algo positivo que la mala experiencia que pensaste haya traído a tu vida, pero una vez que te he ejemplificado estas respuestas ¿realmente no hay nada bueno que esa mala experiencia haya traído a tu vida? Te pido lo vuelvas a intentar de una forma objetiva, seria, fría.

Por experiencia puedo decirte que hasta ahorita no me he encontrado una mala experiencia que no haya traído algo bueno a la vida de la persona que lo experimentó, pero –y aquí viene la paradoja- se requería de esa mala experiencia para que eso bueno llegara a la vida de la persona, de ahí el título de este artículo.

 Las caídas, problemas y dificultades siempre estarán en nuestra vida, pero si somos capaces incluso de ellos podemos aprender, fortaleceremos y desarrollar carácter, después de todo la adversidad tiene objetivo, recuerda que se requiere obscuridad para apreciar el brillo de las estrellas.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/VvWzx_oF-xo


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