martes, 27 de octubre de 2020

En el viaje por la vida es cómodo ser pasajero, pero mil veces más satisfactorio ser el conductor


 

Cada quien podrá tener una visión particular y personalísima de lo que es la vida,, pero en lo que todos podríamos estar de acuerdo es que con nosotros, sin nosotros e incluso a pesar de nosotros la vida sigue su curso. En ese ir y venir de la vida, ¿qué papel deseamos desempeñar en la misma: el que sigue o el que guía?

 

Me ha tocado dar ya varias conferencias y talleres sobre liderazgo, parece ser que en la actualidad es una moda el querer ser líder, sin entrar en discusiones si todos podemos ser líderes lo que sí puedo señalar es que no todos quieren serlo, ¿y eso por qué? pues porque es mucho más cómodo dejar que otros tomen las decisiones, y por lo tanto asuman las responsabilidades de ellas, en vez de nosotros.

 

En esos eventos que comento a mi pregunta de quién quiere ser líder casi todos, por no decir todos, levantan la mano, pero conforme vamos platicando de lo que significa ser líder son pocos los que mantienen el compromiso inicial. ¿Estás dispuesto a pensar por ti mismo, no dejar que otros piensen por ti?, ¿estás dispuesto a aceptar las responsabilidades de tus acciones sin echarle la culpa a nadie más?, ¿estás dispuesto a vivir en la zozobra que implica ir al frente liderando por caminos no recorridos?, y las más difícil ¿estás dispuesto a ser diferente ya que eres único aunque eso implique que no te entiendan e incluso te rechacen?

 

Ya cuando las cosas se ponen en esa perspectiva pues como que no es tan agradable el pensar en ser líder. Es algo así como cuando uno ve un auto muy lujoso y desea tenerlo, solo piensa en las ventajas y los beneficios de ello, pero cuando comienzan a decirle el precio y los años que tardará en pagarlo, además del mantenimiento y cuidados, como seguros para evitar robos o accidentes, uno se da cuenta que con la posesión del vehículo en cuestión no solo vienen cosas buenas sino también cosas que a uno no le gustan tanto.

 

Pero en verdad, y esto te lo digo sinceramente, no hay absolutamente ningún problema  n que uno no desee ser líder, para nada, es tu decisión y es tu vida. Con lo que sí hay problema es con querer, desear, trabajar por ser líder sin tener en cuenta y en ocasiones incluso sin aceptar, los aspectos no tan agradables de lo que ello implica, como los que hemos ya comentado. ¿Por qué con esto sí hay problema? Pues porque con esta actitud vendrán luego los sinsabores, las depresiones y la amargura de tener a cuestas una carga que no se deseaba ni se quería. Ser líder es toda una responsabilidad.

 

Y en esto del liderazgo hay varias acepciones, la más común es la del que guía a otros, a mi me gusta pensar en otra más básica. La del que se guía a sí mismo. Si uno no puede guiarse a sí mismo, ¿podemos pensar que pueda guiar a los demás? Y ¿cómo guiarse a sí mismo?, hay muchas condiciones que cumplirse, una de ellas es pensar por ti mismo, otra es sentir por ti mismo, otra es actuar por ti mismo. ¿Ves el patrón?

 

Ser líder es ser uno mismo, en ese ser uno mismo motivar a los demás a que nos sigan pero luego llevarlos a ser ellos mismos, y si no pueden o no quieren esto último tratar en ese seguimiento que pudieran darte como líder que eres el llevarlos lo más cercano de lo que pueden ser. ¿Y cómo puede lograrse esto?

 

Aunque hay muchos métodos, muchas herramientas para forjar el liderazgo, la primera por la que yo iniciara es por dejar de preguntar eso, ya que haces líder a otro y tú te vuelves seguidor, y comenzar a intentarlo, así, aunque no estés seguro y a tientas, ya que liderazgo también es forjar carácter y vivir y administrar la incertidumbre.

 

El liderazgo no se da de la noche a la mañana, requiere no solo de visión, estrategia y acción sino también de carácter, decisión y voluntad, si estás de acuerdo con el esfuerzo y la responsabilidad que ello implica adelante, después de todo en el viaje por la vida es cómodo ser pasajero, pero mil veces más satisfactorio ser el conductor.

 


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/9O87gaoZl_Q

 

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jueves, 22 de octubre de 2020

 


Cuando escuchamos la palabra éxito generalmente la asociamos a un cúmulo de logros externos que permiten evidenciar el logro de nuestras metas, y es una acepción del mismo que es correcta y aceptada pero no completa como tal ya que existe otro ámbito, en ocasiones más rico y totalizador, que tiene que ver con la persona en la que nos vamos convirtiendo.

 

En un taller de liderazgo pedí a los asistentes que escribieran en un papel el más grande logro que hubieran tenido el año pasado y, si podían, los tres más grandes logros que hubieran tenido en su vida. Igual tú puedes hacer este ejercicio. La mayoría de los presentes anotó cuestiones laborales, empresariales e incluso sociales que dejaban patente un esfuerzo que se había convertido en resultado, lo cual está bien, pero ¿y la persona dónde queda?

 

El mundo actual se ha vuelto cada vez más competitivo y en ese sentido las personas en ocasiones pasan a formar parte de una maquinaria que reconoce lo que hacen antes que lo que son. No hay que ser ingenuos y pretender que las cosas no son así, pero tampoco tan fatalistas como para pensar que de todo eso no pueden rescatarse cuestiones de valor para cada uno como personas. El logro de metas, la obtención de resultados, es algo que es inherente a nuestra naturaleza y con mucho a nuestra sociedad actual, pero eso no debe ser pretexto para perder de vista lo que somos y, más aún, lo que podemos llegar a ser.

 

En otras ocasiones he escrito sobre las grandes personalidades del cine, la industria, la política, cuyos logros pudiéramos tomar como referentes de vida, pero que al final terminan de maneras deplorables evidenciando un tremendo vacío existencial. ¿Qué fue lo que pasó? Que olvidaron la persona que eran, con todo el potencial que tenían, y se enfocaron en lo que no eran, es decir, en cosas externas a ellas.

 

Con esto no estoy haciendo una apología del desarrollo interior en detrimento de los logros externos que podemos llegar a obtener, nada más lejos de la realidad, pero sí estoy abogando por ese equilibrio necesario que permita desarrollarnos hacia afuera y hacia adentro y lograr completarnos y totalizarnos como personas.

 

El ser humano es un ente eminentemente complejo y multidimensional. Complejo ya que debe equilibrar los logros externos, loables, necesarios y perseguibles, con sus logros internos relacionados con su persona, sus deseos, sus gustos. Multidimensional en el sentido que no solo es un ente material sino que como persona también tiene aristas intelectuales, emocionales e incluso espirituales que deben ser atendidas.

 

En una ocasión que apliqué el mismo ejercicio inicial, después de la reflexión que he plasmado aquí, uno de los que estaban participando me preguntó que si entonces qué debía hacerse, pero no lo preguntó con un sentido de sugerencias generales sino más bien de una serie de pasos que esperaba se le dieran para lograr ese equilibrio. Tal vez tú estés pensando lo mismo así que quiero aclarar este punto tal como lo hice en aquel entonces.

 

No puedes pretender transferir la responsabilidad de lo que significa tu proyecto de vida a las directrices de otra persona, pensar algo así es injusto tanto para ti como el otro. Es injusto para ti porque dejas de lado tus gustos, ideas, potencialidades para someter tu proyecto de vida a la concepción que tenga otra persona, y es injusto para la otra persona por que la miras como lo que no es dándole un lugar privilegiado por encima de ti cuando es alguien que como tú está en la lucha diaria.

 

Pero para responder a esa inquietud comienza planteándote en los aspectos material, intelectual, emocional y espiritual qué es lo que quisieras. Ese “qué es lo que quisieras” se refiere a identificar eso que en esos planos te llene, te queme por dentro, te regocije solo el pensar en ello. Una vez identificado eso que quieres ser, tener u obtener, el siguiente paso es que establezcas las acciones para lograrlo, pero tú, no otra persona, y cada día pongas empeño en avanzar hacia la meta.

 

En la medida que llegues a ser todo lo que puede ser podemos hablar de que tu proyecto de vida ha sido exitoso, después de todo éxito no es lograr todo lo que quieres, sino convertirte en la persona de excelencia que estás llamado a ser.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/CsfTH2ixVvQ

 

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jueves, 15 de octubre de 2020

La diferencia entre "querer" y "tener" se llama "hacer"


 

Todas las personas somos seres con prácticamente infinitos deseos; estos deseos, personales, profesionales, emocionales, intelectuales e incluso espirituales, definen con mucho nuestra vida, pero con todo y todo la realización de cada uno de ellos pasa necesariamente por las acciones requeridas para lograrlos.

 

Te propongo un ejercicio que hago en mis talleres de liderazgo, para iniciar este artículo: haz una lista de las más grandes y trascendentales metas u objetivos que tengas en tu vida, después escribe al lado de cada una de esas metas u objetivos al menos una acción que hayas realizado el día de ayer para lograrlo, si no hubo una acción para lograrlo el día de ayer pon una efectuada en el mismo sentido en la última semana aclarando esto, si tampoco hubo una acción para lograr esa meta u objetivo realizada la última semana pon una realizada el último mes también con esta aclaración.

 

No sé cuál es el resultado de este ejercicio de tu parte, por experiencia en estos talleres puedo decirte que arriba del 90% no tiene una acción realizada al día anterior para lograr esas grandes y trascendentales metas, un 70-80% no tiene acción alguna en el mismo sentido en la última semana y un 50-60% no tiene acción relativa en el último mes.

 

Es curioso como si nos preguntan sobre las más grandes y trascendentales metas que tengamos para nuestra vida prácticamente no batallemos en nombrarlas, y no son una, dos o tres, generalmente son más esas metas de lo que queremos ser y hacer en nuestra vida. Pero en este sentido es aún más curioso que cuando se nos pregunta, o nos preguntamos, por las acciones requeridas para que estas metas se hagan realidad prácticamente dichas acciones brillan por su ausencia.

 

Es de sentido común el saber y decir que para lograr algo tenemos que poner manos a la obra, ¿luego entonces porque esas metas que deberían ser prioritarias carecen de acciones concretas y prácticas en nuestra vida para lograrlas? Cada quien podrá tener una respuesta, te doy la mía: lo que pasa es que la naturaleza humana inercial está hecha para el diario, para las cuestiones de inminencia, si bien es cierto que tenemos esa capacidad de soñar con un futuro, o solo en el mediano sino incluso en el largo plazo, mientras no hay un acicate no hay acciones que sean establecidas.

 

Pero este estado inercial no es determinista sino que puede ser cambiado, pero para cambiarlo se requiere la acción de la voluntad. Una sugerencia práctica que propongo en el inter de estos talleres es que escojamos una de esas metas que anteriormente señalamos como grandes y trascendentales y establezcamos una acción a realizar al día siguiente para lograrla.

 

En la siguiente sesión lo que propongo, antes de preguntar y verificar que una mayoría hizo algo por esa meta o acción, es que se establezcan acciones por semana o al menos por mes que lleven el sentido de avanzar hacia la consecución de lo que nos hemos planteado. A esto se le llama visión estratégica, es decir, un alcance en las metas y objetivos de largo plazo (visión) pero con acciones prácticas, concretas y cotidianas (estrategia) que nos llevan en ese sentido.

 

Las más grandes y trascendentales metas que puedas ver y proponer para tu vida generalmente nacen del destino que estás llamado a cumplir, es así como esa voz interna que nos llama a ello debe ser escuchada y poner nuestras fuerzas en acción para desarrollar las semillas de grandeza que están en nosotros, así que recuerda la diferencia entre "querer" y "tener" se llama "hacer".

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/VgIQLMuNPD0

 

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miércoles, 7 de octubre de 2020

Tal vez nunca alcances un ideal, pero el solo seguirlo te convertirá en un ideal que otros buscarán alcanzar


 

Hay dos formas de ver la vida, una es aquella en la cual pretendemos alcanzar un ideal, la otra es aquella en la cual pretendemos convertirnos en uno; la búsqueda del primero nos permitirá lograr el segundo en la medida que nuestro carácter como persona se conforme a prueba de todo.

 

 

En una ocasión en un taller de liderazgo les pedí a los participantes establecieran una meta que desearan con todo su corazón conseguir, esa meta bien podía ser personal, profesional, material, intelectual, emocional e incluso espiritual. Les aclaré que no me entregarían ni compartirían lo escrito para que escribieran con mayor libertad.

 

 

Después les hice una serie de preguntas que cada quien tenía que ir resolviendo para sí mismo. La primer pregunta era que si para qué deseaban alcanzar esa meta, luego e independientemente de la respuesta que hubieran dado de nueva cuenta les pregunté para qué de eso que habían respondido, por último e independientemente de la nueva respuesta que hubiesen dado de nueva cuenta los cuestioné con un para qué.

 

 

Por experiencia propia sé que solo se necesitan tres para qué para llevar a una respuesta específica a la generalidad, así que al terminar de preguntar los tres para qué, les pedí por favor que levantaran la mano aquellos cuya última respuesta estuviera cerca de algunas de las ideas que yo iría diciendo: paz, felicidad, prosperidad, tranquilidad. Todos quedaron con las manos levantadas.

 

 

Lo anterior no es cuestión de magia sino de sentido común ya que todas nuestras metas tienen ocultas intenciones relacionadas con altas metas y valores que con este ejercicio quedan evidenciadas, y esa es la idea del ejercicio mismo, el permitir a los participantes ver que sus metas están relacionadas con cuestiones de mucho mayor valor que la meta misma.

 

 

Esto les permite a quién desarrolla una visión de mayor nivel y alcance mayor margen de  maniobrabilidad pues la meta ya no se convierte en un fin en sí misma sino en un medio  ara algo mayor y si no se logra la meta uno puede seguir en la lucha por ese bien mayor por otro camino.

 

 

Lo anterior permite entender que la meta es el pretexto para lo que realmente somos, necesitamos una justificación, una motivación, ¿o por qué no decirlo? Un acicate que nos impela a movernos hacia mejores estadios de desarrollo, ese acicate es la meta y ese mejor estadio de desarrollo nuestro máximo potencial.

 

 

Ahora bien, cuando uno entiende esto pasa algo curioso ya que uno se pone en mayor posesión de sus habilidades y capacidades convirtiéndose en un ideal en sí mismo, un ideal marcado por la lucha, la tenacidad y el carácter; un ideal que se sabe sustentando y con las miras en algo mucho más grande que la meta misma o incluso que uno mismo; un ideal para sí mismo y ¿por qué no? para los demás que evidencia no solo lo mejor que tenemos sino lo mejor que podemos llegar a alcanzar.

 

 

Entender que la vida es un camino y que la meta es uno mismo, permite tener la perspectiva de lo que somos y de lo que podemos ser, así que no lo olvides tal vez nunca alcances un ideal, pero el solo seguirlo te convertirá en un ideal que otros buscarán alcanzar.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/bcYJmhNbrU4

 

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jueves, 1 de octubre de 2020

Lo mejor es quedar bien contigo mismo, después de todo ¡eres la única persona que te acompañara toda tu vida!


 

Las decisiones que uno toma en la vida necesariamente son excluyentes, es decir, se opta por algo rechazando otra cosa, esto siempre es así; de la misma forma lo que siempre es así es y será que dichas decisiones dejarán a algunos conformes mientras que a otros no, siendo que tu persona es la primera y última quien debe quedar satisfecha.

 

Todos conocemos el cuento del viejo, el niño y el burro, donde primero el viejo y el niño van de pie, luego los dos arriba del burro, luego solo el niño y luego solo el viejo, y en todos los casos la gente los criticaba; que si eran unos tontos por desaprovechar el burro, que si eran unos desconsiderados por ir los dos arriba, que si era un maleducado el niño por dejar a un viejo ir a pie o que si se era un inconsciente el viejo al dejar un niño ir a pie. El caso es que nunca le dieron el gusto a nadie, y esa era precisamente la moraleja, el mostrar cómo es que cuando uno quiere quedar bien con todos, finalmente con nadie queda bien.

 

Esto es muy obvio, tal vez bastante y por eso nos pasa desapercibido, pero ni nuestros padres, ni nuestros hijos, ni nuestra esposa o esposo, ni nuestros amigos, nadie vivirá la vida por nosotros; de igual forma nosotros no podemos vivir las vidas de los demás. Nos tenemos que conformar (si es que puede decirse conformar con el milagro maravilloso que implica vivir) con vivir nuestra vida.

 

Pero para vivir nuestra vida se requieren dos cosas, así es, solo dos cosas, complicadas y valiosas, pero solo dos: una es visión y la otra es decisión. Visión se refiere a saber que queremos, que pensamos, que deseamos. Ojo con esto en su consecución día con día.

 

Internamente, la visión es lo más difícil; externamente lo es la decisión. La visión es lo más difícil internamente hablando pues implica un ejercicio mental y emocional para dilucidar cuáles ideas y sentimientos son realmente nuestros y cuáles no, lo cual implica depurar, reorganizar, reestructurar nuestro mundo interno.

 

La decisión es lo más difícil externamente hablando pues se ve sometida a los embates de factores externos –familia, amigos, líderes- quiénes cuando no estén de acuerdo con nuestras ideas o acciones pretenderán de una forma u otra el cambiarnos no hacia algo mejor que podemos ser sino a lo que ellos creen es mejor y tal vez lo sea, pero para ellos.

 

Un pequeño ejercicio: escribe en una hoja las principales actividades que hayas hecho el día de ayer, después señala la meta final que quieres lograr con cada una de esas actividades, por último argumenta el por qué quieres lograr esa meta, qué valores intrínsecos para ti ves en ello, que satisfacción personal obtendrías con eso. Esto te dará muchas luces para ver si estas construyendo tu vida o siguiendo las indicaciones de otro proyecto ajeno.

 

Dado que vida tienes solo una y cada día es una oportunidad para alcanzar tu pleno potencial, cuida cada instante para que nada ni nadie te quite este derecho de ser, así que recuerda lo mejor es quedar bien contigo mismo, después de todo ¡eres la única persona que te acompañara toda tu vida!

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/xu0W4b-rUg4

 

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