jueves, 26 de octubre de 2023

Tus sueños se alimentan de esperanza, tus logros de acciones


 El ser humano es una entidad doble, por un lado se mueve en mundo intangible de los sueños, las ilusiones y las esperanzas y por el otro trabaja y construye en las realidades cotidianas de la vida, un equilibrio de ambos mundos requerirá necesariamente de ideas y resultados.

 

Cuando un artista está inspirado suele decirse que las musas están con él, esto en alusión a aquellas entidades que según la mitología griega eran inspiradoras de la música y la poesía. Esta alegoría hace alusión al hecho de que como seres humanos podemos acceder a realidades que ningún otro ser vivo puede. El solo hecho de poder hacer planes, de poder soñar, de poder visualizar, es una maravilla asombrosa de nuestro increíble potencial. Ejemplo de esto el caso de Beethoven quien prácticamente escribió sus 9 sinfonías padeciendo gradualmente problemas de sordera aunque la novena la escribió en sordera total.

 

De la misma forma, nuestro ser interno es capaz de plantarse grandes metas, y por grandes hacemos referencia a que son metas que sobrepasan a uno mismo, que necesariamente lo llevan a ser más que lo que uno es en determinado momento, metas tan grandes, y por lo tanto tan valiosas, que necesariamente deben ser alimentadas siendo este alimento precisamente el de la esperanza.

 

La esperanza es ese sentimiento que permite a una persona dada el construir día a día un futuro mejor para sí y los demás, por ende este sentimiento requiere de una actitud optimista con lo que puede volverse difícil de tener en casos de depresión, angustia o ansiedad.

 

Pero como no podemos soslayar que a todos, absolutamente a todos nos llegan en momentos dados esos estados anímicos negativos, una sugerencia mucho muy práctica es escribir, cuando nos encontremos optimistas, y por ende esperanzados, una brevísima carta a nosotros mismos para esos momentos de depresión, angustia o ansiedad. Así es, una carta donde nosotros mismos nos demos ánimo. Una carta hacia un yo futuro para no decaer y buscar, no tanto salir de ese estado anímico, sino esperar a que pase para continuar nuestro andar.

 

Ahora bien, no podemos fincar todas nuestras esperanzas única y exclusivamente en esperanzas y estados positivos de pensamiento, en el mundo real, por llamarlo de cierta forma, se requieren de acciones. Acciones que sustentadas en la esperanza, permitan construir ese futuro deseado, acciones que tengan un objetivo concreto y maneras de medir su avance.

 

Las metas para alcanzarse requieren de dinamismo, un dinamismo que permita avanzar hacia ellas. Ese dinamismo, reflejado en las acciones, debe sentirse como un caminar hacia las metas dispuestas, y no solo sentirse, sino también permitir apreciar los avances de manera tangible. Acciones que no cumplan ese criterio pueden estarnos desviando.

 

Lo interesante de estas ideas, es que tanto la esperanza como las acciones deben tener su coincidente en las metas planteadas. Esto no es algo mínimo que cuidar. Las esperanzas pueden apuntar hacia un lado y las acciones hacia otro. De vez en cuanto hay que sentarse y comparar ambas para hacer los ajustes que permitan lograr lo planeado después de todo hay que recordar que tus sueños se alimentan de esperanza, tus logros de acciones.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/99ab-afZudo

 

 

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jueves, 19 de octubre de 2023

Comienza intentándolo... terminarás lográndolo


 Una de las cualidades más fascinantes de la vida es precisamente el hecho de que no sabemos lo que el futuro nos depara, esto nos obliga a trabajar con todos nuestros recursos internos y externos en pos de metas que nos sabemos si lograremos alcanzar pero que al final, se alcancen o no, nos habilitaran con el carácter a prueba de todo que tienen los triunfadores.

 

La incertidumbre de la vida plantea el enorme reto de trabajar con carácter y esperanza para lograr lo que deseamos, de la misma forma en ocasiones este hecho puede ser tan abrumador que lleve a pensar en intentar solo aquello que tiene grandes posibilidades de éxito, esto último nos hace reo de circunstancias externas pues solo cuando todo este de nuestra parte es cuando decidiremos intentar algo. Este pensamiento no solo no nos hace líderes de nuestra vida sino que nos quita en vez de darnos.

 

Ejemplos de sobra hay: en el deporte, la ciencia, la política, la vida misma; cientos, miles de ejemplos donde personas se han jugado el todo por el todo incluso cuando las circunstancias les eran adversas; curiosamente lo más importante de esto es que independientemente del resultado, sea este favorable o no, el carácter obtenido es algo que permanece.

 

Este carácter es el que permite continuar avanzando aún y cuando todo está en contra, el que nos habilita a soñar incluso con lo imposible, el que nos lleva a levantarnos ante grandes caídas, y el que nos permite erigirnos como líderes de nuestra propia vida.

 

Otro hecho interesante es que ese intentar aunque a veces no se tenga el resultado deseado inmediato, puede verse, más que como fracasos o derrotas, como prácticas para un éxito futuro.

 

Veamos el caso de Abraham Lincoln: Fracasó en los negocios a los 31 años, fue derrotado a los 32 como candidato para unas legislativas, volvió a fracasar en los negocios a los 34, perdió en unas elecciones a los 38, no consiguió ser elegido congresista a los 43, no consiguió ser elegido congresista a los 46, no consiguió ser elegido congresista a los 48, no consiguió ser elegido senador a los 55, a los 56 fracasó en el intento de ser vicepresidente, fue derrotado y no salió senador a los 58, por último fue elegido presidente de los Estados Unidos a los 60.

 

Una cuestión incómoda pero real es que en ocasiones se requiere de esos pequeños tropiezos en la vida para moldear el carácter de las personas que les permita posteriormente desempeñarse con éxito. Al igual que cuando a un hijo se le da todo sin esfuerzo y éste termina maleándose, lograr todo y a la primera no nos permitirá generar un carácter no solo de fortaleza sino también de comprensión y entendimiento.

 

Los sueños y las metas que realmente valen la pena generalmente requieren de tiempo y esfuerzo para ser alcanzadas, tiempo y esfuerzo que conlleva a un intentar constante pues generalmente el éxito no viene a la primera. En un mundo donde lo rápido es norma, entender esto nos evitará muchas frustraciones y nos habilitará para no darnos por vencido a la primera, recuerda: comienza intentándolo... terminarás lográndolo.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/VLL5zLj-alg

 

 

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jueves, 12 de octubre de 2023

El quedarte sentado solo hará que más pasos te separen de tu meta


 

La vida como tal es un regalo maravilloso lleno de retos, enseñanzas y sorpresas; retos para crecer, enseñanzas para aprender y sorpresas para gozar, siendo la conjunción de estas tres aristas las que la hacen realmente maravillosa.

 

Al igual que una carrera, donde el destino final es la conquista de una meta, la vida presenta caminos con retos cuyos fines por tramos conducen a metas planteadas, de la misma forma, estos retos en ocasiones pueden ser tan abrumadores que requerirán no de una, ni dos, ni tres, sino más intentos para ser superados. En este escenario es factible en ocasiones sentir el cansancio fatigoso del andar e incluso la frustración del no avanzar, siendo que en ocasiones puede pasar por la mente la idea de desistir de la búsqueda de la meta.

 

A veces este desistir es momentáneo, esto sucede cuando se requiere de tiempo para recuperarse física, anímica o mentalmente, y decir momentáneo significa que una vez recuperada la totalidad de la energía, uno se lanza de nuevo a la conquista de la meta; pero en otras ocasiones la intención es desistir completamente de cualquier intento subsecuente por alcanzar el objetivo. En ambos casos sucede un fenómeno curioso: a diferencia del símil de la carrera donde uno puede descansar y la meta permanece fija en el horizonte, en el caso de las metas de la vida la meta no solo no permanece fija sino que se aleja.

 

El estar en lucha constante por alcanzar algo va generando en nosotros mismos una condición que nos va capacitando para superar los retos planteados, pero una vez que uno cesa en esa lucha inmediatamente comienza a avanzar el deterioro del desarrollo logrado haciendo que lo avanzado se pierda.

 

Es como cuando uno comienza a dominar un idioma, constantemente se tiene que estar avanzando hacia el dominio del idioma mismo, pero ¿qué pasa si se deja de practicar uno, dos o tres años? pues que el pleno dominio se vuelve más complicado pues incluso lo que ya se dominaba comienza a ser olvidado. De la misma forma, un atleta, como parte de su acondicionamiento físico constantemente se somete a esfuerzos físicos que le van dando mayor capacidad, pero al dejar de ejercitarse al cabo de unos meses todo lo logrado se pierde y debe comenzar de nuevo si es que quiere conseguir lo deseado.

 

De la misma forma en la vida, cuando nos planteamos metas que valen la pena, el reto de las mismas nos va imprimiendo un carácter de conducta que nos va habilitando no solo para conseguir la meta planteada sino -ojo- incluso para vivir la vida a plenitud.

 

Y es en este no desistir donde los retos nos hacen crecer, las enseñanzas nos hacen aprender y las sorpresas nos permiten gozar. Crecer en sentido de horizontes, de visión, de carácter, de logros y alcances; enseñanzas en sentido de lecciones, de conocimientos, de sabiduría; y sorpresas en sentido de alegrías, tristezas y trascendencia.

 

Cuando sientas que la vida pesa y te pase por la mente la intención de desistir, recuerda que la meta no te esperará, sino que al contrario se alejará haciendo más difícil su consecución después de todo el quedarte sentado solo hará que más pasos te separen de tu meta.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/50n2xttJBzw

 

 

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jueves, 5 de octubre de 2023

La vida no es algo que se nos da cuando se nace, sino algo que debemos de ganarnos día a día con el fragor de la batalla cotidiana


 

El don más valioso que sin duda alguna podemos tener es el de la vida, ya que ello nos capacita para todo lo demás: aprender, crecer, amar, trascender; solo que

contrariamente con lo que suponemos, la vida, lo que realmente puede llamarse

vida, es algo que debemos ganarnos.

 

La definición físico-químico-biológica de vida la refiere a la capacidad de administrar los recursos internos de un ser físico de forma adaptada a los cambios producidos en su medio, sin que exista una correspondencia directa de causa y efecto entre el ser que administra los recursos y el cambio introducido en el medio por ese ser, sino una asíntota de aproximación al ideal establecido por dicho ser, ideal que nunca llega a su consecución completa por la dinámica del medio.

 

Pero esa definición no nos remite a lo que somos, al cúmulo no solo de interacciones físico-químico-biológicas sino también de sueños, de sentimientos, de ideas. La definición anterior curiosamente no nos define como seres humanos, cuando mucho nos presenta un referente mínimo y básico sobre el cual se construyen los tangibles e intangibles de nuestra historia.

 

Y es precisamente en este referente cuando la vida adquiere un significado trascedente ya que podemos ver cómo es que la vida es algo que vamos conquistando día a día. Estar vivo es una cosa, vivir la vida es otra. Para lo primero basta con realizar las funciones básicas de nuestro cuerpo, para lo segundo se requiere la interacción de nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestra voluntad. En ese contexto podemos ver que nuestra vida no es lo que somos, sino en lo que nos vamos convirtiendo. Los éxitos y fracasos, las alegrías y tristezas, lo infinito y lo limitado, todo nos va moldeando, nos va construyendo, nos va transformando, y en ese proceso la participación activa de nosotros va dando la guía de lo que somos y más aún de lo que seremos.

 

Si uno ve esto y entiende que ante los retos, obstáculos y limitaciones se requiere de toda nuestra fuerza, valor y entereza, se comprenderá entonces el porqué la vida nos reclama nuestra participación activa ya que una actitud pasiva lo único que hará es que todo lo anterior sea quien decida sobre nuestra vida llevándonos a una paradoja donde estaremos vivos, pero no viviremos nuestra vida.

 

Volteando a nuestro alrededor podemos ver constantemente ejemplos de gentes que se sobrepusieron a adversidades físicas, sociales, económicas, culturales; ellos se hicieron dueños de su propia vida, ellos decidieron finalmente qué vida querían vivir, ellos nos dicen con su actitud que sí se puede y que la decisión final es nuestra.

 

Cuando uno sienta que la vida pesa demasiado, que el desánimo abruma, o que el camino parece nunca llegar a buen término, solo es cuestión de hacer una breve pausa, voltear a nuestro alrededor, y ver casos que estando en un momento dado en condiciones más adversas, han sabido sobreponerse y salir adelante llegando a ser personas no solo de éxito sino de excelencia, después de todo hay que entender que la vida no es algo que se nos da cuando se nace, sino algo que debemos de ganarnos día a día con el fragor de la batalla cotidiana.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/oFDkhlYLpWE

 

 

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