viernes, 29 de junio de 2018

Los retos por más difíciles que sean no son imposibles, lo que sí es difícil a veces es creer esto



La vida nos presenta constantemente retos, algunos implican un mayor desafío que otros, considerando que todo reto puede tener una solución, habríamos de abordarlos tratando de encontrarla antes que justificando anticipadamente nuestra derrota.

¿Cuál crees debería ser el primer paso, el requisito ineludible que tendría que darse, presentarse antes de buscar resolver algo, vencer un obstáculo o conquistar una meta? Personalmente considero que ese primer paso, ese requisito ineludible para resolver algo, vencer un obstáculo o conquistar una meta, es creer que eso, lo que sea, puede resolverse, vencerse o conquistarse.

Si uno de inicio no considera que sea lo que sea que enfrentemos puede resolverse, vencerse o conquistarse, no tendría ningún sentido el encarar lo que la vida nos presente ya que ante lo inevitable cualquier tipo de esfuerzo es fútil.

“Esto es obvio –tal vez comentes-, pero en ocasiones habrá obstáculos que realmente sean insuperables”. Y ¿sabes qué? tienes toda la razón, en ocasiones los retos que enfrentamos real, objetiva y concretamente no podemos resolverlos, vencerlos o conquistarlos, pero no estamos hablando de la cualidad en sí de los retos, sino del carácter con el que los enfrentamos.

Cuando hablo del carácter con el que los enfrentamos me refiero a si de antemano nos damos por vencidos o si por el contrario, al menos en lo que a nosotros corresponde, hacemos todo lo que esté de nuestra parte para resolver, vencer o conquistar lo que enfrentemos. Esta es la parte difícil.

Comento que lo anterior es lo más difícil ya que, como primer paso, puede impulsarnos o sabotear nuestro intento por resolver, vencer o conquistar lo que enfrentemos. De igual forma es difícil porque en mucho de nosotros está muy arraigado el “no puedo”, “es difícil”, peor aún: “es imposible” Y mucho antes de comenzar la batalla prácticamente estamos claudicando de la guerra.

Lo interesante es que si bien lo anterior puede ser una reacción natural en nosotros, hay que tener en cuenta que es una reacción aprendida, después de todo nacimos en blanco y lo vivido nos fue moldeando. Es así como esa reacción puede modificarse para que, en vez de fijarnos en el reto, nos fijemos en lo que queremos lograr.

Cuando en la vida enfrentes algo, lo que sea, hazlo de inicio, de manera consiente, voluntariosa, con un ánimo de resolver, vencer o conquistar, ya veremos cuál es el resultado final que le depara a tu lucha, después de todo los retos por más difíciles que sean no son imposibles, lo que sí es difícil a veces es creer esto.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/992CulunK3I


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viernes, 22 de junio de 2018

Cuando uno tiene bien claras sus metas y sus valores, es mucho más difícil perder el rumbo



Hay una frase que sabiamente señala que si de que vale ganar el mundo cuando se pierde el alma, creo que la respuesta es obvia: de nada, sería tanto como comprar un billete de cien pesos pagando por ello mil. Pues en la vida es igual, las metas deben estar pensadas en función de uno mismo, y no al revés.

El mundo pragmático actual hace un énfasis en el pensamiento de que “el fin justifica los medios”, este pensamiento ejerce una presión considerable sobre los principios y los valores de las personas pues en ocasiones estos últimos son considerados prescindibles sobre todo si se interponen entre uno y lo que se desea. En este orden de ideas hay que tener muy claro que las acciones para lograr una meta no necesariamente dependen de la meta misma, es así que una meta noble puede tener acciones que no lo sean, un ejemplo de esto sería la intención de dar de comer al hambriento, meta noble, pero que si se busca conseguir robando a los demás para alcanzarla pierde todo su mérito.

La simulación, la mentira, la traición, la conveniencia pueden llegar en su momento a presentarse como atajos tentadores para lograr la meta propuesta, y ahí es donde intervienen los valores. Desafortunada y tristemente hay ejemplos de sobra de gente que propone cambios, formas diferentes, mejores, de hacer las cosas, y cuando se les confía simple y sencillamente cambian dando paso a los antivalores pues la meta se vuelva de mayor importancia que su propia persona.

Pensemos esto: la meta es algo externo, los principios y valores son algo interno. Sacrificar en el altar de la meta los principios y valores es reconocerle a aquella mayor importancia que uno mismo, tan así que uno es capaz de traicionar lo que siente y lo que piensa en función de lo que quiere.

Pero también está el otro lado de la moneda, aquellas personas que hacen de su andar motivo de orgullo por la congruencia entre sus ideas y sus acciones. En ocasiones ese andar se vuelve pesado, es más, tal vez el camino se vuelva un poco más largo, pero al final trae más satisfacciones, sobre todo personales ya que la esencia de uno no se pone en venta para alcanzar las metas que se propongan. Ahora bien, este análisis tiene un sentido también mucho muy práctico, ya que cuando uno es capaz de defender sus ideas, sus principios y valores incluso a costa de alcanzar de manera rápida y fácil la meta, puede entonces estar seguro que cuenta con un carácter a toda prueba y que no habrá factor externo que condicione su andar y la vida misma.

Pero, el gran pero, para lograr lo anterior primeramente es necesario que uno tenga muy claro aquello en lo que cree. La justicia, la verdad, la paz, no son cuestiones abstractas sino eminentemente prácticas que matizan las ideas, los sentimientos y las acciones de uno, siendo que el discurso queda de lado cuando lo que se hace es congruente, claro y palpable.

El caminar hacia las metas que uno se plantea puede hacerse a través de diferentes caminos, en ese sentido hay que escoger aquellos caminos que fortalezcan nuestro carácter y definan nuestro espíritu, después de todo cuando uno tiene bien claras sus metas y sus valores, es mucho más difícil perder el rumbo


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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viernes, 15 de junio de 2018

Todo problema o tiene una solución o tiene una enseñanza



Nuestro andar por la vida nos va llevando en muchas ocasiones a situaciones donde no existe una solución previa sino que nosotros mismos tenemos que encontrarla, en ocasiones esa solución puede resolver el problema, pero incluso en caso de no ser así, algo habremos aprendido de ello.

La vida es como andar de paseo por el campo, en ocasiones uno podrá encontrarse ríos, hondonadas; de la misma forma en ocasiones uno podrá encontrar puentes ya hechos para cruzar esos obstáculos naturales, pero habrá también otras ocasiones en que no se tendrá manera de cruzar y uno tendrá que buscar la forma de ello.

Ante los problemas de la vida, la experiencia, propia o ajena, actúa como puentes con los cuales podemos salvar los obstáculos que enfrentemos, pero dado que la vida misma es dinámica, cambiante, habrá ocasiones en que las respuesta de las que disponemos no nos sirvan para resolver el problema que enfrentamos.

En esos momentos uno deberá proponer una solución diferente, una manera innovadora de resolver el problema que uno enfrenta.

En ocasiones esa respuesta nos será de mucha utilidad, sea que resuelva completamente el problema o al menos nos de otra perspectiva del mismo que nos permita subsecuentemente resolverlo, pero de la misma forma habrá ocasiones en que lo que intentamos no permita solventar el problema que estamos enfrentando.

Es en esos momentos, cuando incluso lo que intentemos no permita resolver los problemas que enfrentemos, que podemos de igual forma utilizar la experiencia para salir mejores personas ¿cómo? aprendiendo de ello.

Si el problema fue resuelto esa respuesta pasará a formar parte de nuestro arsenal para enfrentar lo que la vida nos traiga, pero incluso si la manera en que abordamos el problema no permite resolverlo ya tendremos una experiencia de cómo no debemos abordar ese tipo de problemas, e incluso en esta situación algo de la experiencia podrá ser utilizado posteriormente para construir una nueva manera de enfrentar los obstáculos que en el camino de nuestra vida encontremos.

Cuando en la vida enfrentes algo, puedes bien resolverlo y con ello salir fortalecido en el avance hacia las metas que te has propuesto, o bien incluso en el caso de no resolverlo, puedes aprender de ello, después de todo, todo problema o tiene una solución o tiene una enseñanza.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 8 de junio de 2018

Servicio es entender y aceptar que en muchas ocasiones tú serás quien haga el camino, pero otro quien lo recorrerá



En cuestión de desarrollo y motivación, pocos conceptos son tan difíciles de entender y más aún de aceptar, que la cuestión del servicio. En un mundo donde nuestros esfuerzos y acciones están encaminados siempre al logro de metas y objetivos personales, entender que en ocasiones esos frutos podrán ser cosechados por otros es algo complicado.

La historia humana está llena de ejemplos de esfuerzos personales e incluso comunitarios que les han otorgado a sus autores el beneficio de la consecución de sus metas, pero de la misma forma hay muchos ejemplos de esfuerzos, de luchas, que han iniciado una cadena de eventos cuyos resultados finalmente han venido a beneficiar a otros actores.

Pensemos nomás en las luchas de independencia o revoluciones que matizan la historia de muchos países, en ocasiones quienes han comenzado o participado tenazmente en esos movimientos no lograron ver el resultado final, pero creían tanto en algo que fueron capaces de dar la vida por ello. Ese ejemplo, si bien difícil de aceptar por quien desea que lo que busque consiga en su tiempo para su propio beneficio, no se compara en grado de dificultad para entender como aquellas luchas que aún no terminan y cuyos guerreros han dado vidas y vidas por ellas, ejemplo de esto, la lucha contra el hambre, las guerras, la corrupción, la injusticia.

¿A qué viene todo esto? En otras ocasiones hemos abordado los temas del esfuerzo, de la superación, de la lucha en pos de metas y objetivos, todo eso está bien, pero una parte decisiva de la trascendencia es ir más allá de las motivaciones personales y emprender luchas que nos trasciendan tanto en cuestión de tiempos, como de logros y beneficiarios. Un pensamiento por demás mediocre es ese de “ese no es mi asunto, a mi no me atañe eso, no es mi problema”, pensar así es recluirse en un caparazón de autocomplacencia que impide no solo el desarrollo comunitario sino incluso personal.

Imagina nomás si los que lucharon antes que tú por libertad, igualdad, justicia, si ellos hubieran tenido la visión utilitarista de solo luchar por aquello que los beneficiara a ellos de manera no solo personal sino también inmediata, ahorita no estarías tu disfrutando de los frutos de su esfuerzo. ¿Ves como es que al final incluso el esfuerzo en beneficio de la comunidad termina siendo en beneficio personal?, eso es pensar como grupo, de manera solidaria, pero sobre todo, por intentar con todas las fuerzas por hacer un mundo mejor.

Es cierto, afortunadamente aún hay mucho por hacer en este mundo, y digo afortunadamente porque esto nos permite poner nuestro granito de arena en el presente para la trascendencia de nuestras acciones a través del servicio, pero esto se logra cuando vamos más allá de la inmediatez de nuestro tiempo y de nuestras propias necesidades, cuando nos sabemos co-creadores del mundo y edificadores del futuro, cuando nos reconocemos como parte activa del destino no solo de nuestra vida sino de las de los demás.

Cuando creas que tus luchas no tienen el efecto inmediato que esperas, no desesperes, ofrécelas al mundo que heredarás en el entendido que tú eres parte de los demás y los demás son parte tuya, después de todo servicio es entender y aceptar que en muchas ocasiones tú serás quien haga el camino, pero otro quien lo recorrerá.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 1 de junio de 2018

No es tan malo tropezarse: cada error te vuelve más sabio



Sin duda alguna a ninguno de nosotros nos gustan los errores, las caídas que en nuestro andar por la vida experimentamos, pero, siendo honestos, ¿qué sería de nosotros si no pudiéramos aprender de esa experiencia?

Supongo habrás conocido a personas para las cuales un error casi significa como si se les acabara el mundo. Son altamente exigentes consigo mismas al grado de no perdonarse esos tropiezos que nuestra propia inexperiencia nos acarrea en el andar cotidiano.

Lo anterior no es una crítica a ese sentimiento negativo que experimentamos al caer en nuestro andar, de hecho ese sentimiento negativo significa que estamos funcionando bien, y no sólo eso sino que nos declara que no estamos hechos para el fracaso.

Pero una cosa es sentir malestar ante los errores que cometemos y otra muy distinta maximizar a tal grado esos errores que los mismos prácticamente terminen por definirnos.

Cuando hablo de que los errores pueden llegar a definirnos me refiero a que ese poder que le damos a nuestras caídas, en vez de ser utilizadas para aprender, sean usadas para boicotear nuestro proyecto de vida.

Considerarse un fracasado, alguien que no sirve, una persona sin valor y condenada a no  lograr nada en la vida son los resultados de considerar un fracaso como la norma que rija el resto de nuestra vida.

Obvio que no podemos, ante un fracaso, una caída, optar por simplemente sacudirnos el polvo y seguir caminando. Existen una serie de sentimientos y pensamientos encontrados que deberemos resolver, pero sólo podremos avanzar en esa resolución si así lo establecemos y la mejor manera de ello es plantarnos frente al fracaso y ver que podemos sacar de él en provecho nuestro.

Tal vez esta opción de sacar del fracaso algo en provecho nuestro pueda parecer algo absurdo, después de todo el fracaso lo sentimos como algo negativo ¿cómo sacar de él algo positivo? Pero si lo piensas bien el fracaso, la caída, tuvo que haber ocurrido por algo que no sabías, por algo que no sentías, por algo que, dado aún no lo usabas en construir tu carácter, te tomó de sorpresa terminando por abatirte.

Es ahí donde puedes comenzar  a sacar algo bueno de esa caída, de ese tropiezo, después de todo no puede uno caminar sin nunca trastabillar, la única forma de nunca caer sería negarnos a caminar por la vida, lo cual sería peor pues terminaríamos tirando por la borda este momento del que disponemos para llegar a ser lo que estamos llamados a ser.

La próxima vez que experimentes una caída, un tropiezo en tu andar por la vida, en medio de la vorágine de sentimientos y pensamientos encontrados que puedas experimentar, date un espacio de tiempo para ver qué puedes aprender de ello, después de todo no es tan malo tropezarse: cada error te vuelve más sabio.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
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Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/a3svuzD6XyU


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