miércoles, 24 de abril de 2024

Cuando te canse el camino, recuerda qué fue lo que te hizo iniciar tu andar


 

El caminar por la vida, sin duda alguna, presenta tramos donde el cansancio físico, mental o espiritual hacen muy pesado el avanzar, es en ese momento donde el sentido común debe llevarnos a tomar las decisiones que nos permitan, sin dejar de avanzar, recobrar las fuerzas necesarias para continuar nuestro andar.

 

Imagínate un viaje de varios días con temperaturas congelantes, con vientos que te azotan constantemente, con una falta creciente de oxigeno y con un esfuerzo cada vez más exigente, esto es lo que vivió Sir Edmund Percival Hillary durante su ascenso durante varios días de 8.848 metros al Everest, del cual alcanzó su cima el 29 de mayo de 1953.

 

Al igual que el ejemplo anterior, durante nuestra vida enfrentamos retos que en ocasiones parecen insalvables y que no son conquistados de manera inmediata sino que requieren días e incluso en ocasiones años. De la misma forma que el ejemplo anterior, esa lucha requerirá por salud física, mental y espiritual, el que se tomen descansos en el inter con la finalidad de recargar fuerzas.

 

El tema del descanso, del detener un momento la marcha, de tomarse un respiro, es un tema que pocas veces se aborda en las cuestiones de motivación ya que las mismas están enfocadas en dinamizar a la persona para que alcance la meta, pero un buen entrenador, un buen líder, un buen guía sabe que es necesario e incluso indispensable el tomarse un descanso y esto por una razón muy práctica: el rendimiento no es el mismo estando cansados.

 

Todos hemos oído el consejo apremiante de no conducir cansados cuando viajamos en vehículo por carretera, la razón es que los reflejos disminuyen y el riesgo de sufrir un accidente se incrementa. De la misma forma en la vida el conducir cansados, es decir, el querer seguir avanzando a pesar del cansancio que se experimente, puede conducir a una disminución de los reflejos, entendiendo por reflejos la capacidad de tomar buenas decisiones, de resistir los embates de la vida, y de actuar de manera oportuna.

 

Ahora bien, este descansar no es sinónimo de claudicar, volviendo a la historia inicial de la conquista del Everest, vemos como es que el ascenso de varios días era intercalado con descansos programados, pero una vez recargadas las fuerzas, el viaje continuaba pues en la mira se tenía lo que de inicio motivó la odisea.

 

De la misma forma, cuando iniciamos algo, lo que sea, un proyecto, una meta, un sueño, se establece un objetivo más o menos claro, pero detrás del objetivo en su momento hay una serie de motivaciones intangibles, internas, personales, que hacen iniciar ese andar. Esas motivaciones pueden ser traídas de nuevo a la mente cuando el cansancio se haga presente para hacer ver y revalorar el caminar.

 

Lo anterior es un poco complicado porque las mismas motivaciones tienen un carácter emocional muy fuerte, carácter que puede verse diluido con el tiempo dejando solo la parte racional del objetivo, es decir, lo que queremos lograr, pero el por qué o para qué es aquello emocional que de inicio nos empujó a iniciar la conquista de ese sueño.

 

Luego entonces, la sugerencia práctica es que antes de, como coloquialmente se dice, tirar la toalla, tomarse un tiempo para con calma recordar los motivos internos que nos movieron hacia el reto que se enfrenta.

 

La conquista de todo sueño lleva dos fuerzas, la que nos impele al logro de la meta trazada y aquella que nos jala para detener nuestro avance, cuando este balance tienda al cansancio, el desánimo y la desazón, hay que recordar, tener muy en cuenta y reavivar los motivos iniciales que nos empujaron nuestro caminar, en otras palabras, cuando te canse el camino, recuerda qué fue lo que te hizo iniciar tu andar.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/MXwUaxPzkik

 

 

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miércoles, 17 de abril de 2024

Prepárate desde ya para que cuando encuentres tu camino es que tengas la capacidad, coraje y fortaleza de seguirlo


 

Nuestro andar por la vida nos exige en ocasiones un esfuerzo extra, tanto físico, como mental e incluso espiritual, sobre todo cuando consideramos situaciones inesperadas que sirven para resaltar le verdadera esencia de lo que estamos hechos.

 

Cuenta una historia que un niño no quería estudiar y cuando le preguntaban que si por qué, señalaba que por que aún no sabía que quería ser de grande. Dicen que después, ya de joven, no quería trabajar, cuando le preguntaban por qué, señalaba que por que aún no estaba seguro a qué quería dedicarse. Ya de adulto de igual forma no se dedicaba a nada con el pretexto que aún no sabía a ciencia cierta qué quería hacer de su vida. Finalmente dicen que al final de su vida, al voltear en retrospectiva, lo único que pudo decir fue: “cuántos caminos, y ninguno recorrí”.

 

La historia anterior tiene un símil parecido en la vida de muchos los cuales, por estar esperando esa seguridad en cuanto a lo que viene, dejan pasar muchas oportunidades, pero peor aún, ni siquiera se preparan para las oportunidades que están por venir, es decir, no aprovechan lo que la vida les ofrece pero tampoco se preparan para lo que les puede ofrecer.

 

El hecho de reflexionar sobre nuestra vida, fugaz, efímera y momentánea, nos debería de motivar a prepararnos para estar listos para cuando la oportunidad se presente. Dice un dicho que a la oportunidad la pintan calva, ese dicho va en el sentido que a veces la oportunidad pasa tan veloz que ni siquiera da tiempo a asirla de los cabellos (como en el caso de alguien calvo). Luego entonces la cuestión es estar preparado como quien se agazapa para atrapar a un animal salvaje.

 

Juega un poco en tu mente con la imagen del animal salvaje, imagínate por un momento que fueras a África a atrapar a un animal salvaje, ¿qué harías?, supongo que pensarás que previamente tendrías que prepararte, no solo con los materiales que necesitarías para ello sino también con una condición física y mental que te permitiera esa faena. Después, ya en el lugar, supongo verías cuál es la parte idónea para lo que quieres lograr y, tal vez lo más importante, que estarías en todo tiempo a la expectativa por si surge otra oportunidad, tal vez otro animal más grande, más ágil o más veloz.

 

Pues esa imagen es la misma que debes aplicar en tu vida ¿y sabes por qué?, porque de la misma forma nuestra vida es como estar en un lugar salvaje: no sabemos qué pasará, todo es cambiante, todo es riesgoso, y no solo eso sino que también hay otros que están cazando, muchas veces incluso lo mismo que tú, por lo que lo no puedes confiarte y creer que el conejo caerá en la bolsa con solo abrirla (y eso que no estamos atrapando conejos ¡sino tu futuro, tus sueños y tu misma realización!).

 

No se trata de vivir en una tensión constante, pero tampoco de comenzar el esfuerzo hasta que la claridad de las metas y objetivos sea tal que prácticamente esté garantizada su consecución. El esfuerzo es constante y cansa, en ese momento puede uno descansar, pero no con el ánimo de dejar la lucha sino más bien de recargar fuerzas.

 

La vida por su misma naturaleza cambiante en muchas ocasiones se nos presentará con oportunidades imprevistas, oportunidades que si las tomamos con fuerza como si nuestra vida dependiera de ello nos permitirán desarrollarnos e ir a un lugar más allá de los límites que en muchas ocasiones nos autoimponemos, un lugar que es precisamente donde nuestros sueños se hacen realidad.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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jueves, 11 de abril de 2024

No seas tú quien te ponga límites... y no dejes que sean los demás quienes lo hagan


 Como seres humanos experimentamos constantemente las limitaciones, sobre todo físicas, propias de nuestra condición, pero de la misma forma, la voluntad, la tenacidad y la perseverancia son condiciones que si bien son humanas pueden conducirnos al mundo de lo ilimitado.

 

Philippe Croizon, tal vez su nombre no te diga mucho, pero lo que él ha hecho retumbará en tu mente: sin brazos ni piernas ha logrado cruzar a nado tramos de mar entre continentes mostrando que nada es imposible. En 1994 Philippe Croizon perdió sus cuatro extremidades tras un accidente en el que resultó electrocutado cuando reparaba la antena del techo de su casa; hoy la historia es totalmente asombrosa: Usando unas patas de rana colocadas sobre sus prótesis, Philippe Croizon recorrió a nado las aguas heladas del estrecho de Bering entre la isla estadounidense de Diómedes Menor y Diómedes Mayor, uniendo de este modo Asia y América. Durante los últimos tres meses pasó a nado de Papúa Nueva Guinea (Oceanía) a Indonesia, enlazando así Oceanía y Asia. Luego unió Asia con África cruzando el Mar Rojo, y pasó el estrecho de Gibraltar que separa África de Europa.

 

Ejemplos como el anterior vemos todos los días, ejemplos que nos dicen que los límites no existen, que podemos llegar mucho más allá de lo que creemos, y que lo único que en ocasiones lo impide somos nosotros. Pero de la misma forma vemos constantemente (y en ocasiones experimentamos) actitudes derrotistas ante las adversidades que prácticamente ponen en estado de postración ante la vida a quién las permite.

 

Y fíjate que digo “permite”, porque de eso depende todo, de permitir o no que se impongan límites a nuestras aspiraciones. Y en esto de limitar hay dos fuentes: la externa, es decir de los demás, y la interna, es decir de nosotros mismos.

 

La fuente externa son esas opiniones que incluso bienintencionadas limitan con mucho los alcances de nuestras acciones, de esto hay que aclarar que curiosamente estas opiniones limitadoras “bienintencionadas” son a veces más difíciles de captar y de rechazar pues en su forma y en su fondo buscan y creen hacer un bien cuando en realidad no nos permiten llegar a donde deseamos y podemos.

 

La otra fuente, la interna, es cuando nosotros mismos, por nuestros miedos, nuestra historia, nuestra zona de confort, nos limitamos en nuestras acciones por miedo a perder o simplemente a actuar sin lograr. Lo curioso de esta forma, es como los argumentos que crea nuestra mente para “justificar” las limitaciones que nos autoimponemos pueden llegar a ser muy lógicos, correctos y convincentes. Independientemente de que las limitaciones vinieran de fuentes externas o internas, ambas nos impiden en muchas ocasiones intentarlo y hay que reconocer que tienen tal fuerza que fácilmente pueden socavar cualquier intento por remontarla, ¿qué hacer ante esto?

 

Técnicas para superar nuestras limitaciones hay muchas, te propongo una fácil de hacer: cuando estés por iniciar algo y sientas esas voces de fuera o de dentro que te dicen no hacer, no actuar, no avanzar, escribe los argumentos que se te vengan para ello, pero –y aquí está el truco- comienza escribiéndolos con esta frase: “No intentaré alcanzar mi sueño, la vida se me va, se me acaba, y aún así ni siquiera me voy a permitir luchar por lo que quiero por…”, en esta parte tu completas la frase escribiendo la “razón” por la que creas no puedes hacer lo que quieres. Una vez escrito debes leerlo en voz alta frente a un espejo.

 

No uses la lógica para entender lo anterior, experiméntalo. La mente es otra cuando se siente observada, y más cuando se siente expuesta. Exponla frente a ti mismo para que veas como eso que temes no es tan grande como crees o al menos no tan grande como tus sueños, tu fuerza y tu capacidad de lograr lo que quieres.

 

La vida es una danza eterna entre lo que podemos hacer y las limitaciones que se nos ponen para no hacerlo, en la medida que aprendamos poco a poco ir más allá de esos límites, nos daremos cuenta que nunca existieron, pero que eran necesarios para permitirnos crecer y alcanzar las estrellas.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/FKyp_SQxHxA

 

 

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miércoles, 3 de abril de 2024

El mediocre siempre se andará justificando del por qué no hizo las cosas, el excelente dejará que sus resultados hablen

 


El hacerse dueño de nuestra propia vida no solo se refiere a tomar por uno

mismo las decisiones que considere pertinentes, sino –y más importante aun hacerse responsable de las consecuencias de ello. Ambas acciones, el decidir con madurez y el aceptar los resultados de las decisiones, forman parte del carácter y de la verdadera libertad con responsabilidad.

 

Dicen que una vez existió una persona que constantemente se ponía metas y las lograba. Mientras más ambiciosas las metas más empeño le ponía y los éxitos se acumulaban uno tras otro. La gente estaba intrigada del dinamismo y fuerza que esta persona ponía en sus planes y se cuestionaba sobre la fuerza interna que lo facultaba a lograr todo lo que se proponía. Cuentan que ya en la vejez un reportero que hacía la reseña de su vida le hizo la pregunta que todos tenían en mente “¿Cómo era posible que aún y cuando las cosas parecían imposibles, él se las arreglaba para hacer realidad sus metas?”, la respuesta no pudo ser más sencilla a la vez que sorprendente: “Sabes, ahora que veo en retrospectiva me doy cuenta de eso que me dices, pero en su momento nadie me dijo que eso era imposible y yo tampoco lo pensé”.

 

Es curioso cómo cambia la percepción de las cosas y la motivación de nuestras acciones cuando la palabra imposible o difícil aparece en el horizonte. No quiere esto decir que todo lo que uno piense que es fácil por ese simple hecho lo sea, pero sí que el andar cobra otro dinamismo cuando queremos, sabemos y creemos que se puede hacer.

 

Y en esa dinámica de querer y poder, la parte de aceptar los resultados es sumamente importante. ¿Cuánta gente conocemos que constantemente tiene para cada fracaso o inacción una justificación, la cual generalmente es una justificación externa? Yo creo que hemos de conocer varias: cuando no es el gobierno, es la familia, son los amigos, es la vida, la mala suerte o Dios quienes se han confabulado para hacer irrealizable las metas propuestas.

 

Si uno observa a los niños, estos tienen dos facetas: son muy libres (hacen lo que les da la gana y por eso uno debe guiarlos) y son fácilmente manipulables por la falta de carácter y conciencia que tienen. Conforme uno va creciendo ambas facetas tienden a un desarrollo pleno donde ese “hacer lo que le venga en gana” se transforma en un actuar libre pero responsable, donde el egoísmo deja paso a la solidaridad, de la misma forma ese carácter altamente manipulable cede para dejar ver un carácter donde uno toma las decisiones y se hace responsable de las acciones.

 

Esta última parte es sumamente importante pues el peso que la sociedad actual da sobre la libertad es claro y contundente, pero el peso en cuanto a la responsabilidad de las acciones es difuso y leve. La responsabilidad es hacerse dueño de nuestro propio destino, no dejando en actores externos (aunque sí considerándolos), las decisiones que tengan que ver con nuestro desarrollo, superación y excelencia.

 

Puedes ir por la vida señalando que tal o cual cosa o persona es la responsable de tu desdicha o estancamiento, pero la realidad ha sido, es y será, que eres tú quien es responsable de tu destino, tu felicidad y de eso que dura un momento pero que trasciende hacia la eternidad y que llamamos vida.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/uCpj8Jd5pOk

 

 

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miércoles, 27 de marzo de 2024

Cuida ante todo quedar bien contigo mismo, ¡eres la única persona que estará contigo toda la vida!


 

La vida es una interacción constante entre diferentes fuerzas y diferentes actores, en esa interacción la dinámica de dar y recibir se vuelve parte fundamental, como fundamental debe ser el hecho de cuidar nuestra participación en esta interacción para no buscar fuera de nosotros un reconocimiento que debe estar en nuestro interior.

 

Todos conocemos la historia del anciano, el niño y el burro. Un anciano, un niño y un burro iban por un camino y la gente primero criticaba fueran a pie cuando tenían el burro, luego criticaban fueran los dos sobre el burro forzando al animal, luego criticaban que el anciano fuera encima mientras el niño caminaba, luego que el niño fuera encima mientras el viejo iba a pie, la moraleja final es que no puede dársele gusto a todo mundo y en eso puede uno perder su propia esencia.

 

Si bien la moraleja del cuento anterior es muy clara, esa claridad pareciera difuminarse en la vida cotidiana donde en ocasiones lo que guía nuestro andar pareciera más bien ser el querer recibir un reconocimiento, reconocimiento que más bien debería ser buscado en nuestro interior.

 

Recuerdo en una ocasión la historia que me contó una religiosa (supongo a manera más bien de reflexión que de realidad concreta). Una orden de religiosas buscaba afanosamente que se reconociera a su fundadora como una persona santa. Empujaban el proceso presentando todo lo necesario para que esto se diera y todos los días iban y rezaban ante la imagen de la fundadora pidiendo su intervención para el éxito de esta tarea. La historia termina en el sentido que finalmente no se concedió el reconocimiento a la santidad de la fundadora, es así como la encargada de todo el proceso se presenta en oración ante la imagen de su fundadora para informarle de esto y dicen (aquí viene la reflexión) que la imagen hizo un movimiento y expresó unas palabras: levantó los hombros y lo único que dijo fue “ni modo”.

 

La reflexión de la historia anterior gira en el sentido de que para la fundadora el reconocimiento externo era algo completa y totalmente secundario, su caminar por la vida había sido otro y estaba tan completa, tan llena, tan satisfecha, que el no obtener el reconocimiento externo realmente no tenía mayor trascendencia.

 

Lo anterior no quiere decir que nos convirtamos en islas donde no consideremos a los demás, lo que quiere decir es que pongamos los caballos delante de la carreta (como coloquialmente se dice), es decir, que el orden de ideas en cuanto a prioridades en nuestra vida sea el correcto.

 

Piensa por un momento en toda esa gente que en ocasiones has tratado de agradar, ¿dónde están?, tal vez algunos sigan en tu vida, pero otros, muchos otros, ya habrán pasado por ello. Entonces, ¿dónde quedó ese esfuerzo por obtener su reconocimiento? Lo que es peor: ¿qué pasa cuando las exigencias de los demás son contradictorias no solo entre ellos sino contigo mismo?

 

La claridad en la vida implica que uno sabe concretamente qué es lo que uno desea, como piensa conseguirlo, pero, y más importante, que puede uno responder a los ¿qué? y ¿para qué? con lo que le da sentido a la existencia. Y así, en esa claridad, el reconocimiento externo se vuelve secundario pues la satisfacción del andar por el camino elegido hace satisfactorio simplemente recorrerlo.

 

La vida está llena de retos, de desafíos, de luchas, en la medida que nuestros esfuerzos estén dirigidos y motivados desde y por nosotros mismos, podremos aspirar a una vida plena donde la satisfacción por la realización personal sea nuestro principal reconocimiento.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/ejAM6jIDDx8

 

 

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miércoles, 20 de marzo de 2024

Recuerda esto: muchas cosas han parecido imposibles... ¡hasta que llega alguien y las hace!


 

El caminar por la vida presenta en ocasiones retos de tal alcance que los mismos parecen prácticamente imposibles de resolver, es en este momento cuando realmente nuestro ingenio, nuestra capacidad y nuestra entereza son puestas a prueba y fortalecidas para llegar a estadios de desarrollo ulteriores.

 

Hasta el siglo XVIII la Academia de Ciencias de Francia declaraba que “las rocas no caen del cielo”, esto hasta 1794 que Ernst Chladni demostró lo contrario al proponer los meteoritos. En 1895 Lord Kelvin declaró que “máquinas voladoras más pesadas que el aire eran imposibles”, error comprobado sólo 8 años después por los hermanos Wright. En Diciembre 29 de 1934, Albert Einstein fue citado en Pittsburgh Post-Gazette diciendo: “No hay el mínimo indicio de que será alguna vez alcanzable. Significaría que el átomo tendría que ser descompuesto a voluntad”, hoy la energía nuclear es un hecho.

 

Todos estos ejemplos nos demuestran que lo más difícil de romper para la mente humana son los paradigmas que señalan con énfasis “no es posible” pero que una vez superados son tan evidentes que nos asombra que no lo hayamos visto así desde el principio.

 

Nuestra vida es igual, vamos avanzando poco a poco por ella pero en ocasiones ese avance se topa con un reto que implica ir más allá de nuestras fuerzas y/o ir más allá de los límites autoimpuestos por nuestra mente, en ambos casos el esfuerzo es considerable y el resultado incierto, pero una vez que se ha avanzado y superado el reto nos damos cuenta, casi con asombro, que nuestra capacidad no estaba circunscrita a lo que inicialmente creíamos como tal, sino que más bien eran las condiciones las que así hacían que nos pareciera.

 

Dicen que en retrospectiva todo es entendible, es decir, viendo al pasado todo es explicable, pero de la misma forma podemos extrapolar al contario esto y señalar que en prospectiva todo es incierto, no sabemos a ciencia cierta lo que el futuro nos depara ni lo que resultara de nuestros esfuerzos, y para complicar más el asunto, los retos que encontremos en ocasiones pueden hacernos dudar del camino que hemos escogido. Entonces, ¿cómo avanzar en la vida ante la incertidumbre y ante los retos que parecen imposibles?

 

Piensa por un momento algo que te guste, pero que te guste mucho, puede ser leer, escribir, cantar, bailar, etc., ahora ponle un objetivo a eso (por ejemplo, si te gusta pintar, un objetivo puede ser convertirte en una pintora famosa o presentar tus obras en tal o cual ciudad), por último, contesta lo siguiente: si ese objetivo nunca se lograra y si eso lo supieras desde ahorita, ¿dejarías de hacer esa actividad que te gusta tanto? ¡Ahí está la clave de todo: hacer lo que te fascina! De esta forma, aparte de que mantienes una dinámica interna de motivación ¡el resultado no es condicionante pues el mismo gozo de la actividad compensa el esfuerzo!

 

¿Y en cuanto a la percepción de “imposible” de algunas cosas? Esto es más sencillo pues creo que en tu vida habrás estado en situaciones en las que “parecía” no podías dar más y sin embargo aquí estás. Desde que nacemos nos vamos enfrentando paulatinamente a pequeños (y en ocasiones grandes muy grandes retos) que, por un lado nos van mostrando que no hay imposibles sino más bien apreciaciones de imposibilidad y por otro nos van habilitando (a través del esfuerzo que implican los retos) para avanzar de imposible e imposible.

 

La vida es un andar fascinante donde no solo vamos creciendo y madurando de manera física sino también mental y espiritual, siendo que cada esfuerzo nos lleva a otro estadio de desarrollo como personas donde nos damos cuenta de que podemos realizar incluso aquello que inicialmente pensamos que no, después de todo recuerda esto: muchas cosas han parecido imposibles... ¡hasta que llega alguien y las hace!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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miércoles, 13 de marzo de 2024

La vida está llena de incertidumbre, la única manera de tener certezas es ¡intentándolo!

 


La misma naturaleza de nuestra existencia impregna por completo nuestra vida con la condición permanente de la incertidumbre, este hecho, si bien es algo que puede no gustarnos, nos permite desarrollar una fortaleza de mente y de espíritu al momento de emprender nuestras metas.

 

Frases como el que “La única constante es el cambio” o que “Nadie se baña dos veces en el mismo río”, hacen referencia a esa condición de la vida que tiene que ver con la incertidumbre que constantemente la envuelve, incluso los mejores planes, las mejores estrategias, la mejor prospectiva, se ve sujeta a una incertidumbre que puede cambiar completamente el destino y consecuencia de los eventos y de las acciones que emprendemos.

 

Esa incertidumbre está en prácticamente todo lo que hacemos, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos el no tener la certeza de lo que sucederá es algo con lo que convivimos a diario, incluso aquello que damos por hecho drásticamente puede cambiar como efecto de alguna circunstancia no considerada.

 

Si bien lo anterior puede ser muy frustrante, sobre todo cuando el resultado es completamente adverso a lo esperado, hay que ver eso como una oportunidad para desarrollar un carácter a prueba a de todo, entendiendo por carácter esa entereza de mente y de espíritu al momento de iniciar cualquier acción.

 

En una ocasión surgió este tema en un taller de liderazgo que me encontraba dirigiendo y surgieron las dos posturas (a favor y en contra) con relación a esa incertidumbre que muchas veces da al traste con los proyectos que uno trae. En ese momento les propuse un ejercicio (mismo que te propongo a ti en este momento). Les dije que por favor escribieran en una hoja las acciones que desearían realizar mañana como si estás dependieran totalmente de ellos, es decir, como si lo que escribieran se fuera a dar partiendo del hecho de que no existiera incertidumbre alguna. Para esto se dieron diez minutos.

 

Una vez que escribieron su día “perfecto” (por llamarlo en cierta forma), les pedí que lo leyeran de manera individual pero (aquí vino el pero), tachando aquellas acciones que involucraran a otras personas. Por ejemplo, si alguien puso “reunirme con fulano o zutano” pues tendría que tachar eso. Al principio no entendían el por qué de ello pero al final les expliqué. Les dije que así como cada uno había redactado lo que sería su día “ideal” donde su voluntad imponía la agenda descartando cualquier incertidumbre, de la misma forma las personas que ellos consideraron en su relatoría también tenían su agenda y pues ellos no podían imponérsela pues así como ellos descartaban la incertidumbre, los otros también tendrían esa prerrogativa de disminuir la incertidumbre y darle la certeza a sus agendas.

 

En ese momento se captó que no puede darse un mundo sin incertidumbre pues los deseos de las personas son diferentes, divergentes y aunque sean convergentes son cambiantes, y todo eso sin considerar las variables que escapan de nuestro control.

 

Pero de la misma forma luego el análisis derivó en señalar que si todo lo que intentamos no tuviera esa incertidumbre que lo acompaña, no diéramos ese extra que en muchas ocasiones damos para alcanzar lo que queremos, lo cual nos hace ir más allá incluso a veces de nuestras propias expectativas llegando más allá de los límites que en ocasiones nos autoimponemos.

 

Pero bueno, al final de cuentas a nadie nos gusta esa incertidumbre que en ocasiones rodea nuestra vida, nuestras decisiones y nuestras acciones así que ¿qué podemos hacer para disminuirla o incluso eliminarla? Una pregunta puede ayudarnos a ello: si nos llega un paquete cerrado, sin remitente ni nada que nos permita inferir de qué se trata, ¿cómo salimos de la duda respecto de su contenido? Obvio que abriéndolo. Pues en la vida es igual, la incertidumbre se reduce e incluso se elimina una vez que accionamos, que tratamos, que lo intentamos, ya que después de ello, se logre o no lo deseado, la incertidumbre se vuelve certeza.

 

El no saber a ciencia cierta el resultado de nuestras acciones nos obliga a ese esfuerzo extra que nos hace ir más allá de nuestras limitaciones superándonos a nosotros mismos día a día hasta llegar a ser el ser e excelencia que estamos llamados a ser, después de todo la vida está llena de incertidumbre, la única manera de tener certezas es ¡intentándolo!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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