Yo
creo que todos hemos tenido alguna experiencia donde casi casi sin pensar hemos
aprovechado una oportunidad que la vida nos ponía, oportunidad que seguramente
no hubiésemos explotado si los miedos, la duda o la inseguridad hubieran tomado
en sus manos nuestra decisión.
“Luego
lo hago”, “más delante”, “déjame pensarlo”, “ya habrá otra oportunidad”, frases
como esas que seguramente hemos oído y que incluso tal vez en más de una
ocasión hemos hecho nuestras, esconden detrás de las mismas esos sentimientos
de desconfianza, duda o turbación frente a las oportunidades que se nos
presentan.
No
incluyo aquí aquellas situaciones donde desde el inicio sabemos que algo está mal,
es incorrecto o simplemente no es nuestro camino y que optamos mejor por no
hacerlas nuestras, hablo de esas situaciones donde algo muy dentro de nosotros
grita que es nuestro tren que hemos estado esperando pero que las voces del
desasosiego y la ansiedad terminan ahogando en nosotros.
Esto
de ir por nuestros sueños es muy complejo, pero no debería serlo. Todos tenemos
esa voz interna que nos señala cuando aparece uno pero que a veces no dejamos
nos guíe. En una ocasión me preguntaron cuál debía ser la actitud correcta para
ir con ganas por un sueño aunque la vacilación estuviera presente, mi respuesta
fue la siguiente: “preguntas por la actitud correcta y claro que hay una
actitud correcta, es más, es una actitud que todos hemos conocido alguna vez.
¿En alguna ocasión se han quedado sin gas en tiempo de frío y han tenido la imperiosa
necesidad de bañarse?, yo creo que sí, que a todos nos ha pasado, ¿cómo le
hemos hecho?, ¡ah!, pues esa misma actitud de lanzarse a pesar de todo debajo
del chorro helado del agua para tomar nuestro baño es la actitud que debes
tener cuando aparezca un sueño y con él nuestros titubeos”.
Los
miedos, la duda, la inseguridad, el desasosiego, la ansiedad, los titubeos, todo
eso surge de la experiencia que hemos acumulado por ejemplo de los errores y
caídas que hemos experimentado, cuando decidimos en función de esto lo único que
hacemos es que estiramos ese pasado dándole continuidad no solo en el presente
sino incluso en el futuro.
Ahora
bien, dado que no podemos dejar de experimentar esas sensaciones, las cuales
por cierto son útiles para los casos de peligro como los comentados cuando sabemos
que algo está mal, es incorrecto o simplemente no es nuestro camino, lo que sí
podemos hacer es sobreponernos al sentimiento actuando, y para actuar de esta
forma debemos apelar más que a nuestra razón (la cual está abrumada por la experiencia,
sobre todo y en este caso la experiencia negativa) debemos apelar a nuestra
voluntad.
La
voluntad no eso que surge cuando estamos plenamente convencidos de algo o cuando
después de sopesar pros y contras la balanza se inclina a favor de una decisión,
en todo caso en estos ejemplos estaríamos hablando de la razón, la voluntad es
esa fuerza que incluso teniendo todo en contra o experimentando esos
sentimientos adversos somos capaces de dar ese paso que posibilita y facilita
el resto de nuestro andar en pos de la meta.
Dicen
que la oportunidad la pintan calva, yo agregaría que cuando hablamos de una
oportunidad relacionada con el logro de nuestros sueños no solo está calva sino
embadurnada de aceite, esto para ejemplificar que en muchas ocasiones se requerirá
de un gran aplomo para aprovechar el momento preciso en que se de, después de
todo los sueños son tan fugaces que se nos dotó de las alas de la voluntad para
darles alcance.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/aDsuoqMLMW8
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