jueves, 10 de diciembre de 2020

Los sueños son tan fugaces que se nos dotó de las alas de la voluntad para darles alcance


 

Yo creo que todos hemos tenido alguna experiencia donde casi casi sin pensar hemos aprovechado una oportunidad que la vida nos ponía, oportunidad que seguramente no hubiésemos explotado si los miedos, la duda o la inseguridad hubieran tomado en sus manos nuestra decisión.

 

“Luego lo hago”, “más delante”, “déjame pensarlo”, “ya habrá otra oportunidad”, frases como esas que seguramente hemos oído y que incluso tal vez en más de una ocasión hemos hecho nuestras, esconden detrás de las mismas esos sentimientos de desconfianza, duda o turbación frente a las oportunidades que se nos presentan.

 

No incluyo aquí aquellas situaciones donde desde el inicio sabemos que algo está mal, es incorrecto o simplemente no es nuestro camino y que optamos mejor por no hacerlas nuestras, hablo de esas situaciones donde algo muy dentro de nosotros grita que es nuestro tren que hemos estado esperando pero que las voces del desasosiego y la ansiedad terminan ahogando en nosotros.

 

Esto de ir por nuestros sueños es muy complejo, pero no debería serlo. Todos tenemos esa voz interna que nos señala cuando aparece uno pero que a veces no dejamos nos guíe. En una ocasión me preguntaron cuál debía ser la actitud correcta para ir con ganas por un sueño aunque la vacilación estuviera presente, mi respuesta fue la siguiente: “preguntas por la actitud correcta y claro que hay una actitud correcta, es más, es una actitud que todos hemos conocido alguna vez. ¿En alguna ocasión se han quedado sin gas en tiempo de frío y han tenido la imperiosa necesidad de bañarse?, yo creo que sí, que a todos nos ha pasado, ¿cómo le hemos hecho?, ¡ah!, pues esa misma actitud de lanzarse a pesar de todo debajo del chorro helado del agua para tomar nuestro baño es la actitud que debes tener cuando aparezca un sueño y con él nuestros titubeos”.

 

Los miedos, la duda, la inseguridad, el desasosiego, la ansiedad, los titubeos, todo eso surge de la experiencia que hemos acumulado por ejemplo de los errores y caídas que hemos experimentado, cuando decidimos en función de esto lo único que hacemos es que estiramos ese pasado dándole continuidad no solo en el presente sino incluso en el futuro.

 

Ahora bien, dado que no podemos dejar de experimentar esas sensaciones, las cuales por cierto son útiles para los casos de peligro como los comentados cuando sabemos que algo está mal, es incorrecto o simplemente no es nuestro camino, lo que sí podemos hacer es sobreponernos al sentimiento actuando, y para actuar de esta forma debemos apelar más que a nuestra razón (la cual está abrumada por la experiencia, sobre todo y en este caso la experiencia negativa) debemos apelar a nuestra voluntad.

 

La voluntad no eso que surge cuando estamos plenamente convencidos de algo o cuando después de sopesar pros y contras la balanza se inclina a favor de una decisión, en todo caso en estos ejemplos estaríamos hablando de la razón, la voluntad es esa fuerza que incluso teniendo todo en contra o experimentando esos sentimientos adversos somos capaces de dar ese paso que posibilita y facilita el resto de nuestro andar en pos de la meta.

 

Dicen que la oportunidad la pintan calva, yo agregaría que cuando hablamos de una oportunidad relacionada con el logro de nuestros sueños no solo está calva sino embadurnada de aceite, esto para ejemplificar que en muchas ocasiones se requerirá de un gran aplomo para aprovechar el momento preciso en que se de, después de todo los sueños son tan fugaces que se nos dotó de las alas de la voluntad para darles alcance.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/aDsuoqMLMW8

 

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