El
tren que hemos abordado y que nos lleva camino hacia la excelencia pasa por
muchas estaciones, algunas, que son los triunfos que experimentamos, son en
extremo agradables, otras, que son los fracasos que experimentamos, son por el
contario desagradables, podemos bajarnos del tren, recorrerlas, gozarlas o
sufrirlas, pero no quedarnos en ellas pues nuestro destino está más allá.
Vamos
iniciando este tema con un pequeño ejercicio. Piensa en una situación de euforia
relacionada con algún evento que te trajo mucho gozo y felicidad por algún logro
que obtuviste, ahora piensa en un evento completamente opuesto donde lo que
prevalecía era un ánimo de tristeza y depresión por alguna derrota experimentada.
Te pregunto ¿dónde quedaron esos sentimientos tan fuertes que en su momento
experimentaste? Así es: simplemente se han ido.
Los
sentimientos que experimentamos son como olas que rompen en la playa de nuestra
vida, algunas veces esas olas son limpias, frescas y cristalinas y otras son aguas
sucias, turbias y enrarecidas. En muchas ocasiones no podemos controlar eso,
pero sí podemos no aferrarnos a ello como para tratar de definir nuestra vida con
base en un momento específico de la misma.
¿Has
tratado alguna vez de aferrarte a una ola? Es imposible, ¿verdad? El símil anterior
de los sentimientos que como olas golpean la playa de nuestra vida nos lleva a
concluir que, al igual que la ola real que tratamos de apresar, estos deben ser
dejados para que completen su ciclo, se retiren y nos permitan seguir avanzando
en el nuestro camino.
Ecuanimidad.
No podemos controlar nuestra vida para cuidar estos aspectos que llegan a ella,
pero no importa ya que la cuestión no es controlarlos sino vivirlos y seguir
adelante. Los triunfos y fracasos forman parte de tu camino, son como las
pisadas que te van desarrollando como persona, pero los mismos no son el
destino de tu viaje, solo son una estación en ese recorrido. Los grandes éxitos
que obtengas en la vida, esos logros que desborden tu corazón de alegría, deben
ser disfrutados, eso sí, pero nunca con el espíritu de hacerte perder el piso.
De la misma forma las derrotas que experimentes, con los sentimientos negativos
que llevan aparejado, no debe llevarte a tirar todo por la borda con la
finalidad de entregarte a una autocompasión por lo sufrido.
Toma
con serenidad ambos puntos y en el medio de los mismos podrás encontrarte con
tu propia persona. Esa persona no es esos estados extremos de alegría y
tristeza relacionados con tus éxitos y tus fracasos, tampoco esta persona es
definida por esos estados, por el contrario, esta persona, tu verdadero yo, puede
experimentar y, mejor aún, aquilatar lo que cada triunfo y fracaso trae a la playa
de su vida.
Bueno,
pero ¿qué es ecuanimidad y cómo se logra? Ecuanimidad, como la expongo en este
tema es no aferrarte a esos estados de ánimo que vienen con los triunfos y
fracasos, ¿cómo se logra? No hay una fórmula mágica para ello pero el darte
cuenta de esto ya es el primer paso, el segundo es permitir que los estados de
ánimo vengan y vayan a tu vida y nunca detenerte en ellos como algo definitivo.
El
camino de tu vida, cual sendero que recorra valles y montañas, experimentará subidas
y bajadas que te irán convirtiendo en el ser de excelencia que estás llamado a
ser, así que recuerda: ecuanimidad en las caídas y ecuanimidad en los triunfos.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/RsZ1vm13VT4
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