viernes, 26 de enero de 2018

La vida no es algo que se nos da cuando se nace, sino algo que debemos de ganarnos día a día con el fragor de la batalla cotidiana


El don más valioso que sin duda alguna podemos tener es el de la vida, ya que ello nos capacita para todo lo demás: aprender, crecer, amar, trascender; solo que contrariamente con lo que suponemos, la vida, lo que realmente puede llamarse vida, es algo que debemos ganarnos.

La definición físico-químico-biológica de vida la refiere a la capacidad de administrar los recursos internos de un ser físico de forma adaptada a los cambios producidos en su medio, sin que exista una correspondencia directa de causa y efecto entre el ser que administra los recursos y el cambio introducido en el medio por ese ser, sino una asíntota de aproximación al ideal establecido por dicho ser, ideal que nunca llega a su consecución completa por la dinámica del medio.

Pero esa definición no nos remite a lo que somos, al cúmulo no solo de interacciones físico-químico-biológicas sino también de sueños, de sentimientos, de ideas. La definición anterior curiosamente no nos define como seres humanos, cuando mucho nos presenta un referente mínimo y básico sobre el cual se construyen los tangibles e intangibles de nuestra historia.

Y es precisamente en este referente cuando la vida adquiere un significado trascedente ya que podemos ver cómo es que la vida es algo que vamos conquistando día a día. Estar vivo es una cosa, vivir la vida es otra. Para lo primero basta con realizar las funciones básicas de nuestro cuerpo, para lo segundo se requiere la interacción de nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestra voluntad. En ese contexto podemos ver que nuestra vida no es lo que somos, sino en lo que nos vamos convirtiendo. Los éxitos y fracasos, las alegrías y tristezas, lo infinito y lo limitado, todo nos va moldeando, nos va construyendo, nos va transformando, y en ese proceso la participación activa de nosotros va dando la guía de lo que somos y más aún de lo que seremos.

Si uno ve esto y entiende que ante los retos, obstáculos y limitaciones se requiere de toda nuestra fuerza, valor y entereza, se comprenderá entonces el porqué la vida nos reclama nuestra participación activa ya que una actitud pasiva lo único que hará es que todo lo anterior sea quien decida sobre nuestra vida llevándonos a una paradoja donde estaremos vivos, pero no viviremos nuestra vida.

Volteando a nuestro alrededor podemos ver constantemente ejemplos de gentes que se sobrepusieron a adversidades físicas, sociales, económicas, culturales; ellos se hicieron dueños de su propia vida, ellos decidieron finalmente qué vida querían vivir, ellos nos dicen con su actitud que sí se puede y que la decisión final es nuestra.

Cuando uno sienta que la vida pesa demasiado, que el desánimo abruma, o que el camino parece nunca llegar a buen término, solo es cuestión de hacer una breve pausa, voltear a nuestro alrededor, y ver casos que estando en un momento dado en condiciones más adversas, han sabido sobreponerse y salir adelante llegando a ser personas no solo de éxito sino de excelencia, después de todo hay que entender que la vida no es algo que se nos da cuando se nace, sino algo que debemos de ganarnos día a día con el fragor de la batalla cotidiana.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/oFDkhlYLpWE


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viernes, 19 de enero de 2018

Nunca sabrás de lo que eres capaz hasta que lo intentes


Independientemente de que lo andemos buscando en la vida, el hecho de caminar hacia lo desconocido genera siempre y en todo momento una aprensión, cierto miedo, del riesgo que se corre al intentar algo, pero visto de otro modo, no habría forma de saber si lograremos algo o no que intentándolo.

“¿Y si no resulta?, ¿y si fracaso?, ¿y si salgo perdiendo?”, yo creo que todos, o hemos oído estas frases en boca de alguien que dudada de hacer algo o no o bien incluso nosotros mismos las hemos dicho cuando la incertidumbre del resultado de una acción se apoderaba de nuestro ser.

La vida misma es un riesgo desde el mismo momento que desconocemos el futuro. La acción más insignificante, la más rutinaria, la de menor impacto en nuestra vida, por más cierto que la veamos, es incierta desde el momento mismo que no sabemos si la podremos realizar –pues cualquier cosa puede pasar- ni del resultado de la misma.

A pesar de lo anterior aprendemos a vivir en esa incertidumbre ya que la mayoría de las cosas son muy previsibles ya que la misma recurrencia de ellas en nuestra vida nos da esa sensación de seguridad.

Pero hay situaciones que por su misma naturaleza salen de esa recurrencia, por  ejemplo cuando iniciamos nuestro andar en pos de una meta, sueño u objetivo, y dado lo novedosos de esa acción la incertidumbre, que siempre está existente, se nos vuelve más palpable.

Esa incertidumbre también está relacionada con el resultado de la ecuación riesgo-valor pues no es lo mismo intentar algo de poco riesgo y de poco valor -como resultado de la acción- a intentar algo que tenga un mayor valor pero cuyo riesgo sea considerable.

Independientemente de esto, ante esa sensación que la incertidumbre genera en nuestra persona, tenemos dos opciones, opciones que, contrariamente a lo reactivo de la sensación que estamos mencionando, tiene su asiento en la voluntad. Esas decisiones son intentarlo o no intentarlo.

Decir que esa decisión tiene su asiento en la voluntad quiere decir que aunque sintamos miedo, incertidumbre, turbación, aun así damos el paso e iniciamos el andar en pos de lo que estamos buscando.

No hay una receta mágica, un consejo válido, una acción realizable, que pueda quitar de nuestro ser esa sensación adversa cuando iniciamos algo que conlleva riesgo, pero si hay una receta mágica, un consejo válido, una acción realizable para que a pesar de eso avancemos en pos de nuestra meta: dar el primer paso y seguir caminando, de otra forma de lo único seguro que podremos estar es que de no intentar algo no lograremos nada.

El riesgo es parte de nuestra vida y saber enfrentarlo implica que nuestro carácter y madurez se van acentuando y dándonos esas habilidades para erigirnos como constructores del éxito que es nuestra vida, así que ante la sensación adversa que genera la incertidumbre en nuestra vida solo nos queda el seguir avanzando, después de todo nunca sabrás de lo que eres capaz hasta que lo intentes.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/f5EdyT8znak


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viernes, 12 de enero de 2018

Mientras más factores externos sean los que inciden en tus decisiones, menos dueño de las mismas eres


Cuando hablamos de vivir nuestras vidas todos quisiéramos tener el referente de una libertad casi total para ello, pero al ser parte de un sistema social son muchos los factores que inciden en nuestras decisiones, en la medida que la última decisión sea de nosotros más dueños de nuestra vida seremos.

En todas las épocas han existido aquellos que se autocatalogan como "rebeldes", gente que no está de acuerdo con el estatus quo de la sociedad y quiere vivir, según ellos, sin ataduras, libres, pero si uno analiza esos grupos lo único que hacen es salir de un sistema social para entrar en otros, en otros que también tiene sus reglas, sus normas, acciones que reconoce y acciones que sanciona.

De lo anterior lo rescatable es esa sensación que el ser humano trae como parte de su propia naturaleza de querer ser dueño de su propio destino, es así como muchos buscan romper tantos lazos como le sean posibles con el mundo para lograr eso, lo cual es prácticamente es imposible. Vivimos en un sistema social, nos relacionamos con personas, y es en esa relación que existe por decirlo así un intercambio entre lo que damos y lo que recibimos.

Este dar y recibir no se circunscribe a las relaciones sociales sino también a las laborales y a las personales, y no hay nada de malo en ello, así es como funciona la sociedad y las personas, el problema radica cuando los factores externos tienen tal peso en nuestras decisiones que prácticamente son ellos los que comandan nuestra vida.

En cuestión laboral, apagar nuestros deseos de realización personal en tal o cual actividad por otra que nos dé más dinero solo implica que hacemos dueño de nuestra vida a aquel que pueda pagarnos por ella; de la misma forma en la cuestión social, el acallar nuestra forma de ser para agradar y ser aceptado implica una traición a nuestro ser interno a cambio de una aceptación comunitaria; por último, en la cuestión personal, ceder a las exigencias de la relación entre amigos, pareja, etc. solo implica que es otro quien decide por nosotros.

Ahora bien, lo anterior no quiere decir que no deban de considerarse todos esos factores externos, entendamos algo: vivimos en una sociedad,  necesitamos de los demás tanto como ellos necesitan de nosotros, el problema es ceder cómoda y convenencieramente las decisiones de nuestra vida a los factores externos que inciden en ella.

Siempre existirán esos factores externos, hay que valorarlos y analizarlos, para finalmente ser uno quien tome la decisión final sobre las acciones que hagamos. Que quede claro que todos los factores externos, absolutamente todos, van de paso por nuestra vida, ninguno se quedará toda nuestra existencia, al final nuestra vida es nuestra, es por ello que las decisiones finales deben también serlo.

Pon atención en lo siguiente: Generalmente cuando no hay conflicto entre la influencia que ejercen los factores externos y nuestros propios deseos, sueños e intereses, no hay problema alguno; el problema radica cuando se da un conflicto entre los factores externos y nuestros deseos, sueños e intereses, y eso es muy fácil de detectar pues nos hace dudar de las decisiones e incluso aunque sean tomadas nos hace sentir mal, como si algo no estuviera bien.

¿Qué hacer? Muy sencillo. La siguiente vez que te sientas así de incómodo ante una decisión que debas tomar, para clarificar tus ideas pon la decisión como una pregunta (por ejemplo, "¿debería estudiar X, o salir con X, o comprar X?"), después pon "Por qué no:" y escribe todo lo que se te venga a la mente para no tomar esa decisión; después escribe "Por qué si:" y escribe todo lo que se te venga a la mente para sí tomar esa decisión. Al final toma nota de en qué momento te sentiste más cómodo, si cuando estabas escribiendo las razones de los "no" o cuando estabas escribiendo las razones de los "si". La conclusión es obvia y evidente y dependerá de ti tomar la decisión correcta.

La madurez de carácter implica que, al igual en un barco de velas con el viento que encuentra, uno es capaz de utilizar lo que la vida le pone para llegar a donde uno desea, después de todo mientras más factores externos sean los que inciden en tus decisiones, menos dueño de las mismas eres.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 5 de enero de 2018

Muchas veces quien te critica no es más que alguien que está sentado a la orilla del camino mientras tu avanzas


En nuestro camino por la vida no estamos solos, hay quienes nos acompañan en nuestro andar, hay quienes nos encontramos mientras avanzamos, y también existen aquellas personas que a orillas del camino nos señalarán.

La naturaleza tiende siempre a la estabilidad, es decir, y yo creo lo has experimentado, todo lo que sea nuevo, diferente, ocasiona incertidumbre y un sentimiento de desasosiego en quien lo experimenta que busca en muchas ocasiones incidir en los eventos y las circunstancias para que todo vuelva a su estado original. Este tipo de reacción, que como comento se da en toda la naturaleza, no excluye de ese comportamiento a las personas.

Este impulso por mantener el statu quo de las cosas es hasta cierto punto bueno incluso necesario, imagínate si todo en nuestra vida estuviera sujeto a cambios constantes e impredecibles, realmente nada podría tomar forma en un mundo así de caótico.

Pero el que sea algo bueno e incluso necesario no quiere decir que nuestro estado natural sea la inacción, la inmovilidad. Cambios pueden y deben hacerse para mejorar lo que somos y lo que tenemos, pero esos cambios –y esto debes tenerlo muy en cuenta- pueden hacer que quienes rechazan lo novedoso nos señalen, nos critiquen, nos censuren.

Es bueno escuchar a la gente, no somos una isla y nuestras acciones inciden en los demás. De la misma forma ellos, al estar alejados de lo que hacemos, sentimos, pensamos, pueden dar una opinión más objetiva, pero el hecho de escuchar a los demás no quiere decir que debemos volvernos títeres sin conciencia que sólo estemos esperando que sean otros los que decidan por nuestra vida.

Yo creo esto es algo muy claro, muy simple, pero no sabes la cantidad de gente que termina abandonando sus proyectos solo porque a los demás no les pareció y tras la crítica negativa de estos los primeros decidieron abortar todo lo que traían en mente.

Aquí llegamos al punto donde debes desarrollar sabiduría, la necesaria para no rechazar las observaciones que los demás nos hagan y que puedan ayudarnos en nuestro proyecto de vida, y de igual forma para rechazar aquellas imposiciones intelectuales y emotivas que puedan socavar la búsqueda de nuestros sueños, metas y objetivos.

No te preocupes si los demás te señalan con el dedo inquisidor mientras avanzas en la vida en pos de lo que te has planteado, preocúpate si no hablan pues es señal de que nada estás haciendo, después de todo muchas veces quien te critica no es más que alguien que está sentado a la orilla del camino mientras tu avanzas.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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