jueves, 29 de abril de 2021

No pienses en las caídas como algo injusto, piensa mejor como algo que te hace humano


 

Desde el primer momento en que en nuestra más tierna infancia nos pusimos de pie todos sabían que en algún momento nos caeríamos, conforme hemos ido creciendo esas caídas físicas han dado lugar a las caídas personales, pero estas últimas al igual que las primeras, solo señalan dos cosas: una es que estamos en la lucha por avanzar en nuestra vida, la otra y muy importante es que somos humanos.

 

A nadie nos gusta equivocarnos. Cuando la responsabilidad de algo que no se logra recae sobre nosotros no hay manera, al menos lógica y creíble, de responsabilizar a los demás por lo que el peso a cargar es doble: el de la caída y el de la responsabilidad de la misma.

 

Una caída, como menciono, puede ser un quebranto momentáneo o bien un fracaso permanente. En el primer caso hablamos de situaciones adversas que nos afectan en nuestro andar sin detenerlo del todo, mientras que en el segundo hablamos de la cancelación de toda esperanza por continuar nuestra lucha.

 

Independientemente de si hablamos de infortunio temporal o definitivo, el verdadero problema es la animosidad negativa que esto nos genera. Piensa en esto: la meta que por una u otra razón has dejado temporal o definitivamente de alcanzar está igual respecto de ti que cuando comenzaste a luchar por ella, es decir, sigue estando fuera de tu alcance, pero la falla experimentada en su consecución ha acarreado a tu vida, sobre todo a tu vida interna, un estado de ánimo que no solo merma la calidad de la misma sino que socava tus proyectos futuros.

 

¿Querías lograr algo y no pudiste? A veces así pasa, ¡ah!, ¿pero eso te ha traído una pesadumbre que como loza aplasta tu vida? Que mal, si antes no tenías lo que buscabas y no estabas mal, ¿por qué ahora sí lo estás? Si vemos de otra forma una situación como esta podríamos concluir que todo tu esfuerzo para lo único que sirvió fue para dejarte peor que antes. Y no creo ese sea el objetivo de nuestra lucha.

 

Entonces, ¿cómo ver las caídas que experimentamos?

 

¿Y quién dijo que las teníamos que ver de una u otra forma? Las caídas no se ven: se experimentan, se aceptan y se dejan de lado mientras retomamos nuestra vida. Pero no solo eso, si logramos hacernos dueños de nuestro andar las caídas, por más estruendosas que sean, pueden incluso traer cosas buenas a nuestra vida, ¿cómo qué? como sencillez, humildad, tolerancia, empatía.

 

En la edad media los alquimistas buscaban con denuedo la famosa piedra filosofal, una sustancia que según esto facultaba para transmutar el plomo en oro. Nunca la encontraron. Pero lo interesante de esto es que tú, yo y todos nosotros podemos erigirnos en estos tiempos como verdaderos alquimistas al tomar nuestra vida en nuestras manos sin permitir que las caídas sean quienes la dominen y convertir, transmutar, esos malos estados internos que las caídas traen a nuestra vida en verdaderas pepitas de oro para nuestro desarrollo humano.

 

Una técnica muy sencilla para lo anterior: cuando estés experimentando un momento aciago motivo de una caída hazte la siguiente pregunta: ¿hasta dónde voy a permitir que este quebranto que acabo de experimentar trastoque mi proyecto de vida? El solo hecho de hacerte esta pregunta te permitirá poner las cosas en perspectiva y recobrar la plenitud de tus habilidades para tomar las decisiones que te permitan retomar tu andar.

 

Quiero cerrar retomando el ejemplo dado al inicio. Piensa en todos los cientos, miles, millones de pasos que has dado y compara con las pocas, poquísimas caídas en comparación que has experimentado, pues bien, de la misma forma los logros y realizaciones que como persona tendrás serán mucho mayores que tus caídas si te mantienes en la lucha, así que no pienses en las caídas como algo injusto, piensa mejor como algo que te hace humano.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

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