La
cuestión del liderazgo empieza por uno mismo, la motivación, el empendedurismo,
la trascedentalidad, son cuestiones que permanentemente deben estar bien arraigadas
en uno para esperar que los demás las vean y por ende crean en nosotros,
curiosamente cuando esto pasa ya no necesitamos del reconocimiento externo,
aunque si viene es bienvenido.
En
un taller de liderazgo hice un ejercicio sencillo el cual te propongo realizar
en este momento, pedí me señalaran que esperaría cada quien que hicieran los demás
para ayudarlos en su proyecto de vida. Frases como apoyo, comprensión, solidaridad,
respeto y demás estuvieron presentes en los comentarios vertidos, pero luego
vino el cierre de ese ejercicio donde pregunté que si qué estaba haciendo cada
quien para lograr eso.
La
naturaleza humana, si bien complicada y fascinante es en muchas ocasiones predecible,
en este sentido es muy natural que todos esperemos que los demás estén
prácticamente a nuestra disposición en lo que ocupemos de ellos, sin darnos
cuenta que en muchas ocasiones esto no puede ser así y en otras, aunque sí
pueda ser así, nosotros debemos trabajar por nuestra cuenta para lograr lo que deseamos.
El
movernos del estado en que de manera natural estamos donde estamos a la expectativa
de lo que los demás puedan darnos a otro estado donde la sinergía dinámica de
nuestro interior nos da la fuerza para salir adelante, conlleva tiempo y esfuerzo,
pero el primer paso es saber que ese otro estado es posible y por lo tanto
desearlo.
Quien
siempre espera que sean los demás quienes lo escuchen, lo apoyen, lo motiven,
lo reconozcan, lo respeten y demás, vivirá en una dependencia donde su proyecto
de vida se supeditará a las personas que lo rodean, de otra forma, hacerse dueño
de su propio destino, si bien implica mucho sacrificio al principio, más
delante se vuelve una manera natural de ser y vivir, más ligera para uno mismo
y para los demás, y curiosamente más fructífera.
Pero
eso no es todo, también en ese otro estado sucede una paradoja ya que llegado
el momento uno ya no requiere ni necesita ni busca ese reconocimiento externo
pues la fuerza que lo mueve a uno está en nuestro interior. Pero esto no quiere
decir que si ese reconocimiento externo viene en la forma de apoyo, respeto,
comprensión o como sea, no se acepte ni se valore, al contrario, se acepta y se
valora pero con un ánimo de libertad, no de necesidad, por lo que él mismo
adquiere una dimensión mayor.
Bueno,
dirás, y a todo esto ¿cómo puede hacérsele para avanzar de un estado a otro?
Como te dije esto lleva tiempo y esfuerzo, lo primero es saber existe otra forma
de vivir, lo segundo es no desesperarse, y lo tercero es reflexionar sobre esa
exigencia natural que reside en nosotros de esperar recibir de los demás lo que
creemos necesitar sobre todo a la luz de lo que nosotros podemos hacer por nosotros
mismos para lograr lo que nos propongamos.
Andar
por la vida se hace de una manera personal y colegiada, personal en el esfuerzo
que imprimimos en nuestro andar y colegiada con la relación que entablamos con
los demás, siendo que ambas deben darse en un ambiente de libertar, así que ya
sabes: el primer paso para que los demás crean en ti es que tú lo hagas.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
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