viernes, 16 de diciembre de 2016

¿Dices que la vida es pesada?, pues no la cargues, ¡vívela!


En nuestro andar por la vida en ocasiones sentiremos que ésta es, por decir poco, más que pesada. Este sentimiento yo creo no nos es extraño, lo extraño, si es que podemos etiquetarlo de esta forma, es que sigamos cargando aquello que nos hace la vida pesada.

“Ya no soporto esta vida”. ¿Alguna vez has escuchado o incluso tú mismo dicho esta frase? Yo creo que en algún momento de nuestra vida, sobre todo ante las adversidades, tropiezos y caídas que experimentemos todos hemos tenido algún lapso de sentimientos de pesadumbre, desánimo y desaliento que nos pueden haber llevado a declarar lo señalado.

Pero al igual que toda frase generalista (como “nunca me escuchas”, o “siempre llegas tarde”), no podemos decir propiamente que es la vida la que pesa sino específicamente algún evento, situación o circunstancia que estemos experimentando.

Antes de continuar quiero dejar muy en claro que los sentimientos negativos que en ocasiones abruman nuestro ser son perfectamente naturales, pero que de la misma forma ante ellos siempre tendremos dos opciones: dejar nos avasallen controlando nuestra vida o verlos como parte de un momento que si bien no podemos controlar sí podemos administrar.

¿A qué me refiero con esto último de “administrar”? Pues a saber qué (1) los momentos malos de la vida van y vienen, es decir, siempre llegan pero no son permanentes; (2) que los sentimientos negativos que devienen de esos momentos malos de igual forma van y vienen y que no podemos ni debemos usarlos para detener nuestro andar ni para definir nuestra vida; y (3) que ante los dos puntos anteriores en ocasiones lo mejor es diferir las decisiones y esperar a que, como se dice coloquialmente, vuelva a salir el sol.

Esto comentado no quiere decir que impedirá que los malos momentos y los sentimientos negativos aunados a esto lleguen a tu vida, pero sí que te permitirán enfocarte en la luz al final del túnel más que en la oscuridad que te rodea mientras vas por él.

De esta forma, en vez de vernos como víctimas de las circunstancias, veremos los eventos y sentimientos experimentados como circunstancias pasajeras que si bien pueden en su momento ser difíciles no por ello nos impedirán seguir con nuestro proyecto de vida.

Nuestro andar por la vida traerá momentos aciagos y sentimientos adversos, pero tanto estos momentos como los sentimientos aunados ni son lo que somos ni mucho menos lo que queremos y podemos ser, así que no olvides ¿dices que la vida es pesada?, pues no la cargues, ¡vívela!

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 9 de diciembre de 2016

Recuerda: eres, no los halagos o críticas que recibes, sino los sueños que conquistes


Es cierto que cuando se nos reconoce por algo que logremos o que hagamos la sensación, por decir lo menos, es más que satisfactoria, pero también una verdad que no debemos de pasar por alto es que eso no debe ser ni lo que busquemos ni mucho menos lo que termine por definirnos.

Los logros que uno conquista en la vida en ocasiones son imperceptibles salvo para uno pero en la mayor parte del tiempo son visibles para quienes nos conocen y nos rodean.  Esto generalmente lleva a un reconocimiento de parte de amigos, vecinos y conocidos que necesariamente, dada nuestra naturaleza, regocijan nuestro ego.

Y esto está bien. Es normal y natural. Aclaro esto para que no se crea que lo señalaré como malo o incorrecto. Es una forma social donde se nos reconoce por el esfuerzo, que si bien es personal, termina de igual forma impactando positivamente a la comunidad.

Pero de igual forma hay que tener muy en claro que si bien esto es un accesorio, un adicional que pueden ver con nuestros logros y conquistas de metas, no es necesaria ni primariamente lo que se busca.

Va esta aclaración por el hecho de que en ocasiones se podrá tener la sensación de conseguir más bien los aplausos de los demás independientemente de la satisfacción que uno pueda experimentar ante lo que enarbolamos como un logro.

Lo que primeramente deberíamos de buscar es precisamente esa satisfacción que nomás, de manera exclusiva y excluyente, nos podemos dar nosotros mismos ante una batalla que hemos luchado y tal vez conquistado.

Y esto no es  una argumentación moralista o ética sino que parte de algo mucho muy práctico: una vez que los aplausos de los demás se han apagado lo único que nos queda somos nosotros.

Es por eso que muchos artistas, cantantes y demás gente famosa, por más aplausos y reconocimientos que reciban, terminan (y en ocasiones trágicamente) con una vida vacía y sin sentido.

Esto no quiere decir que no disfrutemos del reconocimiento social que los demás nos den, pero pregúntate, ¿qué te quedará una vez que los demás se hayan retirado y quedes solo contigo mismo?

Nuestro andar por la vida nos traerá logros y conquistas de metas, sueños y objetivos, la satisfacción personal de ello es el primer fruto a saborear por ti independientemente de los aplausos de los demás que puedan o no venir, así que recuerda: eres, no los halagos o críticas que recibes, sino los sueños que conquistes.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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jueves, 1 de diciembre de 2016

No existen puertas imposibles de abrir, solo puertas para las que aún no has encontrado la llave


Muchas veces en la vida, tal vez incluso más de las que quisiéramos, nos encontraremos ante situaciones que en algún momento dado consideraremos insalvables, pero una cosa es que en ese momento no podamos superarlas y otra muy distinta que en realidad sean insuperables.

Si hiciéramos un recuento por la historia de la humanidad podríamos encontrar casi casi en cada década de su existencia situaciones que se creían insuperables pero que con el tiempo resultaron no ser así. El que un buque de metal flote en el agua, el que un avión de hierro vuele en el aire, las vacunas, el ir a la luna y un sinfín de eventos que lo único que nos dicen es que nada está dicho ante eventos que se consideran imposibles.

Pues bien. De la misma forma podríamos señalar que la vida de cada uno de nosotros es como una historia de la humanidad en pequeño. Nacemos, crecemos, aprendemos, maduramos. Igual como ha sido la historia de la humanidad. Y de la misma forma que ha sido la historia de la humanidad, en muchas ocasiones nos encontraremos ante situaciones que consideraremos imposibles de superar.

Si vemos la historia de la humanidad y todas esas situaciones imposibles que luego llegaron a ser posibles podremos concluir que no hay que ser tan duros en las conclusiones sobre lo que se  puede o no hacer. Es más, basta con que veamos nuestra propia vida, seguro estoy que encontraremos situaciones que, al igual que la historia de la humanidad, consideramos en su momento imposibles de vencer o superar para darnos cuenta después de que no eran así.

¿Y a qué viene todo esto? Simplemente para no constreñir, no enclaustrar a nuestra mente en un paradigma que no solo es falso sino que nos hace daño: el paradigma del “no se puede”.

Digo que ese paradigma es falso por los ejemplos que hemos estado mencionando y que nos muestran que ante la vida nunca se está dicha la última palabra. Digo que nos hace daño pues nos pone en una situación de fracaso, de infortunio, de desesperación.

Pero bien, podrás decir, aun así en ocasiones nos enfrentaremos a situaciones o eventos que consideremos insalvables, ¿qué hacer ante eso? Me gustaría decirte más bien lo que no hay que hacer y es pensar que en efecto son insalvables. Más bien vamos pensando cómo es que aún no hemos visto la manera de superarlos, de resolverlos, pero que como situaciones de vida, sean las que sean, no podemos darle ese poder decisivo de imposibles.

Lo mejor que podemos hacer ante los obstáculos, retos y desafíos que encontremos es no darles ese poder de etiquetarlos insuperables, después de todo no existen puertas imposibles de abrir, solo puertas para las que aún no has encontrado la llave.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 25 de noviembre de 2016

Caer duele un momento, no levantarse duele toda la vida


En algún momento de nuestra vida todos experimentaremos lo que denominamos caídas, es decir, esos tropiezos que se nos presentan en nuestro caminar hacia nuestras metas, y si bien este hecho será en su momento doloroso peor que ello es el tirar la toalla y quedarse tirado.

“¿Ya para qué?, ¿qué caso tiene?, no vale la pena”, ¿cuántas veces has escuchado o incluso tal vez dicho alguna de las frases anteriores ante alguna contrariedad que en tu andar hayas experimentado? Yo creo que a tú, yo y muchos más nos hemos sentido en algún momento de nuestra vida abatidos ante algún tropiezo que hayamos vivido.

Este sentimiento es natural, incluso si me permites la expresión diría que es hasta benéfico pues nos permite desahogar esa contrariedad ante un leve fracaso experimentado, también como nos detenemos un momento en nuestro andar, nos permite descansar y renovar fuerzas.

Pero una cosa es caer y por un momento, como se dice coloquialmente “lamernos las heridas” y otra cosa muy distinta de plano dar la batalla por perdida y, también como se dice coloquialmente, “tirar la toalla”.

“Pero es que esto, esto y esto otro”, podrás argumentar para tratar de justificar un estado no de desánimo sino más bien de derrotismo, y la verdad no es mi intención entrar en una lucha de razonamientos respecto de si vale o no la pena luchar por algo o más bien darse por vencido.

En vez de eso quiero proponerte que veas un tropiezo, una caída, con otra perspectiva: ¿cómo te sentirías si, dentro de unos 5, 10 o 20 años, voltearas atrás y vieras que dejaste de luchar?

Es más que evidente que ante una caída experimentada la sensación, como ya comenté, es de desánimo, pero una vez que pasé ese sentimiento, ¿cómo crees que te sentirías si dejaste de luchar?

Mucha gente con el tiempo se recrimina por las decisiones que en su momento tomó respecto de dar todo por perdido y dejarse vencer por las dificultades que en su momento experimentaba. Por el contrario, los que han seguido luchando, incluso aunque no hayan conseguido por lo que luchaban, se sienten en lo personal satisfechos por el simple y sencillo hecho de que pueden decir que al menos de su parte no quedó, que hicieron todo lo que estuvo a su alcance.

Es así como caerte y levantarte, si bien no garantiza logres en automático lo propuesto, sí genera en ti carácter, madurez y determinación, después de todo caer duele un momento, no levantarse duele toda la vida.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 18 de noviembre de 2016

Caerse puede ser consecuencia de muchos factores, levantarse solo de uno: tú


Parafraseando la expresión que dice que si quieres la paz prepárate para la guerra bien podría decirte que si lo que quieres es caminar prepárate para las caídas.

A nadie nos gusta cuando en la vida experimentamos tropiezos, caídas, fracasos, pero una de las dos realidades sobre esto es que en algún momento todo experimentaremos algo así; con todo y todo la otra realidad es que de esto podemos aprender, mejorar y seguir avanzando.

Piensa en las caídas que experimentes en la vida como en aquellas que experimentaste cuando de pequeño comenzaste a caminar, ¿lo recuerdas? Tal vez tengas aún algún recuerdo de esa etapa, incluso algún recuerdo físico de esas caídas. Pero veámoslo de esta forma ¿qué hubiera pasado si, por temor al tropiezo, te hubieras negado a aprender a andar?

La vida es igual. Hay quienes no quieren experimentar ningún tropiezo, caída o fracaso y en su interior no toman las decisiones para poder avanzar en la vida quedándose atrofiados en cuanto a sus posibilidades. Si fuera aún más sincero contigo te diría que no estás propiamente llamado a caminar o correr sino más bien a volar. Obvio que esto es una paráfrasis para indicarte el increíble potencial que tienes, pero de la misma forma para señalarte las inmensas posibilidades que existen de que en algún momento tropieces, caigas, fracases.

Uso esas expresiones para tratar de transmitir una idea no para señalar una realidad por que el fracaso como tal solo existe cuando te das por vencido y dejas de luchar. Mientras sigues en la pelea, es decir, que aun cuando tropieces o caigas te levantes y continúes avanzando, podemos decir que no has fracasado.

Y de esto quiero señalarte algo. Las caídas pueden tener muchos factores: físicos, mentales, emocionales, espirituales, internos o externos, pero cuando decides levantarte y seguir en la lucha el único factor que tiene peso en esa decisión es tu decisión.

El levantarte de una caída implica que apliques razón, voluntad, percepción y atención, y el hecho de seguir en la lucha implica que apliques constancia, disciplina, esfuerzo y pasión.

Obvio que cuando se experimenta un tropiezo, una caída, un fracaso, lo menos que uno quiere o puede pensar es en levantarse y seguir luchando. Esto es normal, es natural. Incluso podría decirte que es bueno y saludable tomar un  respiro, un descanso, dejar que las aguas tomen de nuevo su curso y entonces levantarse para continuar la batalla de nuestra vida.

Es un hecho que en la vida las caídas que experimentes en tu andar son algo prácticamente ineludible pero esto no es un fatalismo que impida, con valor y con carácter, el levantarte con mayor decisión a cada una de ellas, después de todo caerse puede ser consecuencia de muchos factores, levantarse solo de uno: tú

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 11 de noviembre de 2016

Las metas son nobles si te mejoran, pero son trascendentes sin mejoran el mundo


Todos queremos hacer más, tener más o ser más en esta vida, y eso está bien, forma parte del proyecto inacabado que como seres humanos cada uno de nosotros somos, pero en ese hacer, tener y ser no hay que olvidar que existe también el  trascender.

Hacer, tener y ser forman las tres facetas que necesaria y forzosamente tienen que ver con el ser humano. Esas tres facetas pueden ser o bien viles o bien nobles. Serán viles cuando te lleven por caminos y hacia resultados que te dañen, te denigren, te hagan terminar peor que como comenzaste; serán nobles si por el contario te benefician, te mejoran, hacen que al final el resultado en ti sea mejor que como comenzaste.

Ese hacer, tener y ser prácticamente no podemos eludirlo mientras estemos vivos, es parte de nuestra propia naturaleza y de lo que somos. O dime, ¿conoces a alguien que no haga, que no tenga o que no sea nada? Hacer, tener y ser son prismas que reflejan nuestra esencia, pero con todo y todo esas no son las únicas facetas que podemos tener en nuestra vida sino que existe una cuarta: el trascender.

A diferencia del hacer, tener y ser que son ineludibles en nuestra vida mientras estemos vivos, el trascender es opcional, es algo que podemos llegar a conformar como parte de nuestra vida pero que requiere de constancia, disciplina, esfuerzo y pasión y una visión que exceda lo que hacemos, lo que tenemos y lo que somos.

De lo anterior lo más importante es lo último, es decir, de esa visión que exceda lo que hacemos, lo que tenemos y lo que somos ya que de manera natural nuestra vista está fija de una manera egoísta en nosotros mismos, pero si nos damos cuenta (es decir, si ampliamos nuestro rango de conciencia), formamos parte de una sociedad, si a esa sociedad la va bien a nosotros también nos va bien, si a esa sociedad le va mal a nosotros también nos va mal. Vivimos relacionándonos con otros seres humanos y como parte sistémica de ese conglomerado la manera en que los ayudemos repercute indirectamente en la forma en que nosotros mismos trabajamos en nuestro proyecto de vida.

Pero si te fijas lo anterior requiere un grado de conciencia que exceda al simple “yo” para incluir el “nosotros”. Y en ese “nosotros” no solo entran las personas sino también la naturaleza, el medio ambiente, todo lo que nos rodea. Respecto de esto último date cuenta cómo es que no ha sido sino hasta muy reciente que nos hemos dado cuenta que el daño que hacemos a la naturaleza, el medio ambiente y  todo lo que nos rodea termina por devolvérsenos y repercutir en nosotros.

Pero tú no tienes que esperar hasta que los efectos de nuestra desidia egoísta nos afecte, en la medida de las posibilidades de cada quien puede uno contribuir a mejorar este mundo, en cualquiera de sus aspectos. Ahora bien, tal vez veas en esto una tarea titánica sino imposible y tal vez tengas o no tengas razón, eso no lo voy a discutir, lo único que quiero que tengas en mente es que independientemente de que logres algo en el mundo o no, el sólo hecho de intentarlo te cambia, te mejora, te lleva por el camino de la excelencia y te vuelve trascendente.

No estamos aquí solo para pasar por este mundo como algo que vino y se fue y no significó nada sino para trascender haciendo cada vez más, siendo cada vez más y teniendo cada vez más con un sentido trascendental, después de todo las metas son nobles si te mejoran, pero son trascendentes sin mejoran el mundo.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 4 de noviembre de 2016

Conquistar un sueño es comenzar a soñar uno nuevo


La vida está hecha de sueños, metas y objetivos que nos planteamos y que en muchas ocasiones le dan sentido a lo que hacemos y a lo que somos, pero el hecho de conquistar una meta, sueño u objetivo no implica que nuestro andar se detiene sino que nos habilita para ir a buscar más.

Todos los días nos levantamos para algo, ese algo puede ser tedioso, frustrante, pesado, o bien puede ser retador, excitante, satisfactorio, la diferencia residirá en el grado en que lo que se busca refleja el desarrollo del potencial que tenemos para transformarnos en el ser de excelencia que estamos llamados a ser.

Tal vez hayas escuchado alguna vez a alguien referirse a lo que hiciera si lograra sus más preciados sueños. Generalmente la expresión es de casi casi entrar en un estado de satisfacción tal que no se buscaría nada más, pero la realidad no es así. El ser humano es un proyecto constantemente incompleto que siempre busca ser, tener o hacer más y mejor, en ese sentido prácticamente no hay, por así decirlo, un sitio de descanso donde ya no queramos caminar más en esta vida.

La ventaja de cada sueño, meta u objetivo que conquistamos es que ese mismo hecho nos habilita a ir en pos de otros sueños, metas y objetivos, y esto precisamente porque la lucha emprendida para alcanzar el éxito en lo propuesto generalmente habilita en nosotros mayores capacidades para ir en pos de nuevos retos.

Ahora bien, también es cierto que después de una férrea batalla por alcanzar algo lo que uno puede desear es descansar un poco, y eso está bien, siempre que no se considere ese descanso como permanente ya que la vida no se detiene y nuestro tiempo en ella es limitado.

Ese descansar después de una batalla nos sirve para renovarnos física, mental, emocional e incluso espiritualmente hablando. Nos permite ver las cosas en perspectiva, valorar lo que hemos logrado e incluso disfrutar de ello. Pero después, y eso te va a pasar, llegará esa inquietud interna por ir en pos de nuevos sueños, metas u objetivos.

Ese cúmulo de sueños, metas y objetivos que vayamos logrando tendrán el principal mérito de mostrar lo que somos, de lo que estamos hechos, lo que podemos lograr y la manera en que nuestra lucha nos conduce cada vez a más y mejores estados de desarrollo, superación y excelencia.

Cada vez que logramos algo es como llegar a la cima de una montaña lo cual nos habilita para ver otras cimas que nos están esperando es así como conquistar un sueño es comenzar a soñar uno nuevo


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 28 de octubre de 2016

No puedes cambiar lo que eres, pero de todo lo que eres cada día puedes optar por lo mejor de ti


No creo que exista una persona que esté conforme al 100% con lo que es, tal vez quisiera poder cambiar algo de su físico, de su personalidad, de sus sentimientos, de la manera en que reacciona ante ciertas circunstancias o de lo que hace o puede hacer, independientemente de lo que no nos guste de nosotros tenemos mucho bueno, mejor o excelente que diariamente podemos elegir para nuestro pensar, sentir y actuar.

Antes que nada quiero aclarar eso de que “no puedes cambiar lo que eres”. Con esta frase no me estoy refiriendo a aquellas áreas de mejora que sí puedes trabajar en ti. Es más que obvio y evidente que tenemos un increíble potencial de cambio y adaptación, de que podemos dejar viejos y dañinos hábitos y costumbres por otras mejores, de que podemos siempre avanzar con un ánimo de ser cada vez mejores.

A lo que me refiero es a eso que te define como lo que eres, a eso que te hace diferente, a esas cualidades que puedes explotar y a esos defectos que estás llamado a disminuir. Aquello puedes y debes trabajarlo todos los días pues el más importante proyecto que tienes eres tú mismo, pero esto es lo que te da las características de tu personalidad y que difícilmente eliminarás de tu persona.

Pero el meollo del asunto no es discutir que eres o que no eres, o si puedes cambiar tal o cual cosa de ti o no, lo realmente importante del día a día que independientemente de lo que seas, de lo que tengas, todos los días puedes elegir lo mejor de ti para usarlo en tu proyecto de vida.

Imagínate que vas a hacer una comida. Para realizar la receta puedes escoger los mejores o los peores ingredientes. Ingredientes de primera, de calidad, frescos, sanos, o bien ingredientes de segunda o tercera, de nula calidad, llenos de químicos y procesados. La decisión será tuya así como las consecuencias de lo que comas.

Pues bien igual en tu proyecto de vida, cual si fuera una receta puedes usar los mejores ingredientes que tengas. ¿Eres desesperado, tienes mal humor o no tienes paciencia? Obvio no elijas esos ingredientes para tu receta. ¿Por qué no mejor elijes la confianza, la esperanza, el buen humor?, ¿no los tienes?, bueno pues igual que en la alacena de tu cocina busca en la alacena de tu vida otros ingredientes que sí tengas y que sí puedas elegir para tu receta.

¿Qué a veces no puedes elegir? Mira, pensar así de inicio establece un fatalismo en nuestra vida donde prácticamente decidimos que no podemos decidir. Yo quiero pensar que sí, incluso cuando en ocasiones es eso casi imposible (como por ejemplo en cuestiones de carácter), ¿por qué? por qué el simple hecho de pensar que la decisión final está en mí me permite estar en plenitud de mis capacidades, de mis habilidades, para enfrentar mi proyecto de vida.

Por ejemplo, alguien te fastidió, ni modo, a veces así pasa, eso no lo puedes controlar, pero lo que si puedes controlar es el ingrediente con que sazonaras tu receta de vida. En este caso tienes la opción de enojarte (o de continuar enojado) o bien de dejar pasar ese mal estado de ánimo no aferrándote a él con ideas justificatorias que hacen permanezca ese mal estado de ánimo. La decisión es tuya.

¿Qué a veces lo anterior es difícil? No digo que no lo sea. Igual una buena receta de cocina, una receta elaborada, es difícil y requiere de tiempo y esfuerzo, pero te pregunto ¿qué será más difícil?, o mejor aún ¿qué hará más fácil o más difícil tu vida: seguir molesto, enojado o enfadado o tratar (a veces tratar es el primer paso para lograr) que se te pase el enfado? Finalmente la decisión es tuya.

Todos los días tendrás muchas experiencias que te permitirán decidir qué parte de ti deseas trabajar para tu proyecto de vida, así que no lo olvides: No puedes cambiar lo que eres, pero de todo lo que eres cada día puedes optar por lo mejor de ti.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 21 de octubre de 2016

Tú no sostendrías en la mano un carbón ardiendo, entonces ¿por qué guardar en tu alma sentimientos que te dañan?


La forma en que uno aborda la cuestión del liderazgo, el emprendedurismo y la motivación, necesaria y forzosamente pasan por la manera en que uno es capaz de administrar los tropiezos, caídas y frustraciones que tarde que temprano experimentaremos en nuestra vida.

Una de las características básicas del ser  humano, independientemente de su género, nacionalidad, historia, cultura o creencias es que siempre se encuentra éste en un permanente estado de insatisfacción. Este estado de insatisfacción no quiere decir que no esté disfrutando de la vida o que siempre esté amargado sino que de una u otra forma en su mente y en su corazón siempre está viendo que más puede ser, hacer o tener.

Esta inconformidad es parte inherente de nuestra naturaleza y a mí, en lo personal, me dice mucho sobre el increíble potencial humano que todos tenemos. Déjame te lo explico. El que uno desee siempre ser, hacer o tener más es una muestra tangible de que estamos llamados para niveles de excelencia, perfección y totalidad que difícilmente podemos alcanzar como humanos, y mira que digo difícilmente aunque creo que la palabra correcta más bien sería imposiblemente.

Si bien este logro de la excelencia, perfección y totalidad, al menos en su grado completo, nos es imposible por nuestra propia naturaleza inferior, imperfecta e incompleta, esto no impide que en nuestra mente y en nuestro corazón esté el deseo, deseo perennemente insatisfecho, de alcanzar aquello.

Este deseo nos lleva a ser, hacer y tener cada vez más o por lo menos a intentarlo; y es en este intento donde debemos saber, entender, comprender y aceptar que en ocasiones lograremos lo que nos propongamos pero en otras ocasiones no.

Son esas ocasiones en las que no logramos lo que nos proponemos, lo que llamo tropiezos, caídas y frustraciones las que, dado necesaria y forzosamente experimentaremos, debemos desarrollar alguna forma de administrar para que no malogren el resto de nuestro andar por la vida.

Y mira que uso intencionalmente el término de “administrar” pues cual si fuera un proyecto, los tropiezos, caídas y frustraciones también deben hacernos establecer una estrategia para pasar del punto A (el tropiezo, las caídas o la frustración) al punto B de continuar avanzando en nuestra vida.

En la actualidad, a través de la increíble cantidad de información a la que todos tenemos alcance, podemos encontrar un sinfín de sugerencias, tácticas y estrategias que nos permitan de una manera práctica enfrentar el fracaso, entendiendo por fracaso, fracaso temporal, esos tropiezos, caídas y frustraciones.

Lo que en esta ocasión quiero proponerte es reflexionar sobre la actitud ante el mismo, más que las sugerencias, tácticas y estrategias que encontrarás para enfrentar ese fracaso temporal.

¿A qué me refiero con actitud? A esos sentimientos, a esos pensamientos, que bien pueden embargarnos cuando experimentamos esos tropiezos, caídas y frustraciones. Mira que en esto hay una trampa: nuestra insatisfacción surge del deseo permanente de cada vez más y mejores niveles de excelencia, perfección y totalidad, pero como esto último es imposible lograrlo en grado total esa insatisfacción permanece generando en nosotros sentimientos y pensamientos que para nada nos sirven en nuestro andar. Es así como esa insatisfacción que bien puede ser usada para avanzar en nuestra vida hacia más y mejores estados de desarrollo puede también volverse en nuestra contra para intentar (y lograr si se lo permitimos) sabotear nuestro proyecto de vida.

Visto de esta forma, ¿cuál es la aportación de este artículo? Simplemente el que te des cuenta de lo anterior. Así como que quien vela dificulta que un ladrón se meta a su casa, de igual forma el que tú te des cuenta de que esos sentimientos y pensamientos negativos que experimentamos ante los tropiezos, caídas y frustraciones si permitimos nos controlen y nos definan terminarán deteniéndonos en nuestro andar y socavando la posibilidad de avanzar en nuestro proyecto de vida.

Los tropiezos, caídas y frustraciones son algo que tarde que temprano todos experimentaremos varias veces en nuestra vida, pero los mismos, curiosamente, nos servirán para desarrollar carácter, entereza y capacidad para avanzar con mayor decisión en nuestro proyecto de vida, claro siempre y cuando no cedamos el control de nuestra vida a los sentimientos negativos que surgen cuando enfrentamos las adversidades, después de todo tú no sostendrías en la mano un carbón ardiendo, entonces ¿por qué guardar en tu alma sentimientos que te dañan?


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viernes, 14 de octubre de 2016

Una grieta en el camino: el necio cae en ella, el listo le saca la vuelta, pero el trascendente la tapa para los demás


La vida está llena de problemas, dificultades y caídas, esto es un hecho y no está a discusión, pero lo que sí podemos discutir es si enfrentamos esto como víctimas, exitosos o trascedentes.

¿Recuerdas la última vez que enfrentarse en tu vida alguna situación difícil, un problema o un reto en verdad considerable? ¿Cuál fue la manera en la que lo abordaste? Te pregunto esto porque en esta ocasión quisiera reflexionáramos sobre las tres maneras en que uno puede enfrentar las adversidades que en la vida se encuentre: como víctimas, exitosos o trascedentes.

La primera opción, como víctimas, se refiere cuando uno, a pesar de las advertencias y señales, tropieza cayendo ante los problemas y adversidades. En esta situación, repito: de víctima, uno le echa la culpa a todos los demás, es decir, todos los demás son responsables de nuestra situación.

Una actitud así es más que inmadura pues si bien es cierto que los demás pueden influir en nuestras decisiones la responsabilidad de las mismas, al menos la responsabilidad última, será siempre de nosotros. Comenzar a pensar así nos hará conscientes de nuestro andar  y por ende más juiciosos.

La segunda opción, como exitosos, es cuando logramos ver los problemas y adversidades y, adelantándonos a ellos, no tropezar ni caer sino lograr superarlos. Esta situación, que yo creo todos desearíamos, nos hace sentir satisfechos con nuestro actuar pues no solo no caímos ante los eventos negativos que experimentábamos sino que salimos avante.

Esta actitud implica mucha capacidad de análisis, de síntesis, de razonamiento, de conciencia, pues, entre otras cosas, requiere el poder experimentar en cabeza ajena para aprender  de las experiencias de los demás para no incurrir en sus mismos errores sino detectarlos, enfrentarlos y superarlos.

Pero hay una tercera opción, la trascendente, que es aquella superior a la anterior ya que no solo implica que somos capaces de salir avante ante las adversidades que enfrentamos sino que, en un sentido de solidaridad con los demás, somos capaces de compartir con ellos algo de nuestra vida para ayudarlos en la construcción de sus propios proyectos.

Respecto de esta última opción hay que aclarar que no se trata de, como se dice, “hacerle la tarea a los demás”, cada quien como dijimos es responsable de su propio andar, pero lo que sí podemos compartir con ellos son las lecciones, las enseñanza, las riquezas que nuestro andar ha traído a nuestra vida para que ellos, en el libre ejercicio de su razón y voluntad, decidan qué hacer con eso.

En nuestro andar por la vida, si uno no aprende, cae; si uno aprende no cae; pero si uno se solidariza trasciende. Es como caminando encontrarse con una grieta en el camino: el necio cae en ella, el listo le saca la vuelta, pero el trascendente la tapa para los demás

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