jueves, 28 de abril de 2022

Nunca sabrás de lo que eres capaz hasta que lo intentes


 El flujo de la vida, como si se tratara de un río, va avanzando empujando nuestra existencia más allá de lo que pudiéramos señalar como nuestros límites, pero si bien eso es parte de la dinámica natural de vivir hay otra parte que depende de cada uno de nosotros y es el de con voluntad y carácter colaborar con ello.

 

Ponte por un momento a pensar en algún desempeño humano que te haya asombrado, por ejemplo algún equilibrista caminando varios metros sobre la tierra en una cuerda, un artista tocando en su instrumento una obra maestra, algún deportista rompiendo e imponiendo una nueva marca, etcétera. ¿Crees que todos ellos nacieron sabiendo hacer eso? Claro que no.

 

Tal vez la pregunta y la reflexión que esto conlleva te parezca muy obvia, pero también quiero que veas como es que, a pesar de esa obviedad, cuando de nosotros se trata, parecería que nos erigimos como un fiscal de hierro donde simplemente cancelamos toda posibilidad de ser, hacer y crecer al creer que no podemos auto-limitándonos. Si no, ¿cuántas veces ante algo has dicho “no puedo”?, ¿o más sutilmente “no creo poder?”

 

No quiero con esto decir que todos seamos buenos para todo, pero que esos “no puedo” que levantamos en nuestro desarrollo tampoco deberían de tomarse tan seriamente como si fueran verdades. Después de todo en la mayoría de los casos tras ese “no puedo” no está una incapacidad objetiva sino un miedo subjetivo.

 

Miedo a qué, te preguntarás. Bueno, eso más bien deberías de responder tú.

Dime, ¿cuántas veces has dicho “no puedo”?, vamos, recuerda alguna y después quita ese “no puedo” y cámbialo por uno “no quise” completando la frase. ¿Por qué fue que no quisiste?

 

Muchas veces detrás de ese “no puedo” están los miedos que como monstruos salen debajo de la cama de nuestra vida para espantar nuestro sueño, nuestros sueños. Pero al igual que el símil de esos monstruos de nuestra niñez la mayoría de los casos esos miedos no tienen sustento y si bien el miedo es un mecanismo protector, esto no debe volverse un mecanismo paralizante.

 

Siguiendo con la idea que traemos, eso que en un momento no hiciste por “no poder”, a lo cual ya le cambiaste el “no puedo” por un “no quise” continua completando la expresión con “no quise pues tuve miedo de…”. ¿Miedo de qué?

 

Revisa bien tus justificaciones y trata de encontrar ese miedo, ¿por qué? porque si hay algo que tenga miedo son precisamente los miedos y cuando se les ve fijamente ¡salen corriendo! Así es: salen corriendo.

 

Haz el intento con algo que te creas “no poder” detrás de lo cual se oculte más bien un “no quiero pues me da miedo…”, descúbrelo y trae esa justificación sustentada en el miedo a la luz y verás cómo literalmente saldrá corriendo permitiéndote que entonces sí, sin el miedo inventado, tomes una decisión libre sobre lo que desees lograr.

 

Lo que somos, o más bien, lo que podemos ser, no está limitado más que por lo que nosotros mismos decretemos, en ese sentido trata de que los límites estén día con día siendo empujados más y más hacia adelante en tu andar, después de todo nunca sabrás de lo que eres capaz hasta que lo intentes.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/81iuznSz2W0

 

 

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