jueves, 12 de agosto de 2021

La dificultad de un reto es lo que lo hace interesante, y con el tiempo ¡hasta más provechoso!


 

Cualquier meta que nos pongamos en la vida necesariamente requerirá de esfuerzo, generalmente ese esfuerzo es proporcional al alcance que en dicha meta nos hallamos propuesto y de la misma forma la satisfacción en ello se potencializa.

 

Piensa por un momento en los grandes logros que a nivel personal o colectivo como humanidad hemos logrado, el que sea. Te darás cuenta que gran parte del reconocimiento que hacemos de ese logro está aunado al alcance de la meta y al esfuerzo por alcanzarla.

 

Esa correspondencia del esfuerzo con la meta tiene su referente en la dificultad de esta última para ser alcanzada. Está de más decir que una meta fácil de alcanzar, una meta que no implica mayor esfuerzo, tampoco lleva aunado un reconocimiento.

 

Este reconocimiento puede ser colectivo, es decir, que los demás lo otorguen, pero también, y más importante, puede ser personal, es decir, de uno mismo para consigo. Este reconocimiento personal se refiere a esa satisfacción que, independientemente de que el logro de la meta nos sea reconocido por los demás, nos llena en nuestro interior al sabernos más y mejores, pero sobre todo, capaces de lograr lo que nos propongamos.

 

Pero también hay que hablar de un fenómeno que se da y que se refiere a esa desazón que turba nuestro ánimo cuando de frente a nuestra meta vemos en toda su magnitud el esfuerzo que requeriremos para alcanzarla. Es algo así como estar de pie ante una montaña y sentir que simple y sencillamente no podemos.

 

Este sentimiento es natural, casi casi podríamos decir que necesario, pues surge de esa necesaria reflexión que nos cuida en esta vida y nos impide dotar a nuestras acciones de impericia. Pero de la misma forma ese sentimiento que existe para protegernos puede convertirse no en nuestro protector sino en nuestro carcelero al impedirnos realizar aquello que deseamos.

 

¿Ves lo complicado que se vuelve esto? La sola idea que en muchas ocasiones se vende de hacer las cosas por hacerlas sin darnos por vencido nos lleva a un estado donde el riesgo es inmenso, pero también el otro extremo de pensar y repensar y solo avanzar cuando se tenga la seguridad en el andar nos vuelve pusilánimes en nuestras acciones y débiles en nuestro espíritu.

 

Claro que todo lo que nos propongamos debemos sopesar pros y contras, sobre todo cuando esos contras son claros y objetivos, pero lo que sí no podemos permitir es ese miedo irracional, sin base y con el único sustento de temer el no lograr algo, sea el que nos paralice y nos impida avanzar en nuestro proyecto de vida.

 

Lo que podemos llamar retos no es otra cosa más que la distancia que nos separa de nuestra meta, distancia que debe ser salvada con el esfuerzo que le imprimamos a nuestras acciones, así que no lo olvides la dificultad de un reto es lo que lo hace interesante, y con el tiempo ¡hasta más provechoso!

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/JThJxHAY06o

 

 

 

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