La
vida no es algo frío y rígido como las matemáticas sino cálido y flexible como una
melodía, como tal cada vivencia admite varias interpretaciones dependiendo
éstas de quien las experimenta, sí, pero también de la percepción que se tenga.
¿Cuántas
veces has escuchado a algún amigo o conocido, incluso a ti mismo, señalando
ante algún resultado obtenido la frase de “me fue mal”? Supongo varias veces, pero
¿qué significa ese “me fue mal”? La expresión negativa ante un resultado
advierte que éste último no solo fue diferente a lo que se buscaba o esperaba
sino incluso que fue adverso, pero eso es pensar solo de una forma y en una
sola dirección.
Si
piensas un poco más y con detenimiento en tu vida haciendo hincapié en aquellos
momentos dónde ese “me fue mal” creías iba a ser tu derrotero, pero que con el
tiempo permitió en ti algo que sin esperarlo fue mejor, te darás cuenta de que
un resultado adverso inmediato ante algo que buscamos o deseamos no significa
realmente que “te fue mal”.
Mucha
gente, gente de éxito, al contar la historia de vida nos presenta una serie de
errores, de fracasos, por decir lo menos, que al final se volvieron en la
semilla de donde germinó el éxito que ahora se les reconoce. Esos fracasos
permitieron cambiar de dirección, ver aspectos que no se habían contemplado,
realizar acciones que no se tenían pensadas y cambiar en algunos matices como
persona, todo lo cual devino en eso que llamamos éxito. Entonces la adversidad,
la caída que se experimentó, ¿era un fracaso o bien el principio de un éxito?
Quiero
con esta reflexión hacerte ver que nunca podemos ante un resultado, sea este
bueno o malo, ser tan tajantes y etiquetarlo como tal ya que el tiempo, y la serie
de cuestiones relacionadas con ese primer resultado que resultan posteriormente,
nos lleva a un destino incierto y desconocido en un futuro del cual no tenemos
idea.
Pero
esto que te comento no quiere decir que casi casi andemos a ciegas sin saber
dónde estamos, de dónde venimos, a dónde vamos, o sin tener y ejercer la capacidad
de ir evaluando nuestro andar, para nada, todo eso lo podemos hacer pero sin
ese fatalismo o ese triunfalismo en que en ocasiones se cae ante lo que vamos
obteniendo.
Lo
que sí podemos y debemos tener en mente es que el resultado que obtengamos ante
un esfuerzo, sea ese resultado el que sea, podemos usarlo como un ladrillo en
la construcción de nuestro proyecto de vida, esto a través de la construcción
de nuestro carácter.
Ese
carácter lo defino como la capacidad y la posibilidad de llegar a ser dueños de
nuestro propio destino sin achacarle a los demás, ni a las circunstancias, lo
que se obtenga o deje de obtenerse. Es madurar como persona y saber que así
como hay días soleados también los hay nublados, lluviosos, pero que todo es
parte de esto que llamamos vivir y que lo que hagamos con ellos será
responsabilidad de nosotros.
Ese
carácter no es algo con lo que se nace, tampoco algo que puede lograrse de la
noche a la mañana siguiendo una serie de pasos estructurados, es un punto medio
entre hacer por uno mismo y dejar que la vida haga en nuestra persona donde la
filosofía del esfuerzo, el éxito y el fracaso adquiere su justa dimensión y nos
permite seguir avanzando reconociendo aquello en lo que, a pesar de los resultados,
nos vamos convirtiendo.
El
esfuerzo que imprimes en tu andar es como una semilla que de una u otra forma
germinará, lo importante es tener la paciencia y la perspicacia para darnos cuenta
de la planta que surge para aprovecharla, después de todo no todo reto tiene
una respuesta correcta y otra incorrecta, pero todos son pruebas de carácter.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
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