jueves, 27 de mayo de 2021

Con o sin puentes, los ríos y hondonadas de la vida deben ser cruzados

 


La inventiva humana basada en la creatividad que todos poseemos ha llevado a la humanidad a niveles excepcionales de confort y esparcimiento, pues bien, esa misma iniciativa, que tú, yo y todos poseemos puede ser utilizada, o mejor aún: debe ser utilizada, en mejorar lo más valioso que tenemos y que somos nosotros mismos.

 

Piensa en el invento que quieras, el que gustes, y te darás cuenta que detrás de ese inventó existió una simple pregunta que en su momento se hizo alguien: “¿no hay una mejor forma de hacer las cosas?”. La respuesta creativa del ser humano a los retos que la vida le va poniendo parece no tener fin. A cada necesidad surge una forma de mejorar la situación de uno y por ende de los demás. Pero, ¿y nuestra vida?

 

Así es: nuestra vida. Esa misma creatividad que día con día volcamos en resolver los problemas que se nos presentan pareciera estar ausente cuando se trata de mejorar lo que somos como personas. Piensa simplemente en las áreas de oportunidad que tienes (ya, aquellas cosas que te gustaría cambiar en ti), y te darás cuenta de la enorme oportunidad que tienes de aplicar en ti esa misma creatividad que aplicas en el mundo.

 

En mis talleres de liderazgo personal, hay una dinámica donde les pido que piensen en cada uno como en un producto. Un producto, si lo pensamos así, es algo susceptible de mejora. De hecho día con día vemos como los productos que se ofertan presentan mejoras, a veces pequeñas otras de mayor magnitud pero que todas tienden a mantener el producto en la preferencia de sus consumidores.

 

Pues bien, para facilitar el proceso de introspección pido se vea cada uno como un producto. Ahora te invito a que hagas este mismo ejercicio. Vete como un producto, para ello indica qué producto, si pudieras elegir, te gustaría ser. A lo mejor dices un refresco, un auto, una casa, un lápiz, lo que sea, no hay problema.

 

Nomás recuerda que ese producto eres tú.

 

Como ese producto que elegiste eres tú, di que cosas te gustaría mejorarle. A lo mejor puede ser el tamaño, el color, la utilidad, la duración, no sé, lo importante es que veas por lo menos una mejora del producto. De la misma forma te pido señales cómo lo mejorarías, es decir, eso que señalaste como susceptible de ser mejorado qué le harías.

 

Bien, una vez que has determinado una mejora a ese producto (que recuerda eres tu) así como lo que le harías para mejorarlo, has la analogía de lo que en tu persona (no en el producto, sino en tu persona) sería eso que señalaste en el producto como mejorable, de la misma forma, y por consiguiente, has la analogía de qué sería en tu persona (no en el producto, sino en tu persona) esos cambios que pensaste para lo que según tú era mejorable en el producto.

 

Tal vez te preguntes por qué tantos rodeos, pues bien, la explicación es sencilla.

 

Lo que pasa es que con este ejercicio te alejas emocionalmente de algo que nos es muy conflictivo y que es trabajar con nosotros mismos, así que en vez de directamente señalar en ti aquello que crees podría cambiarse o mejorar, trabajamos la idea de un producto y sus mejoras aunque al final volvemos a ti pero sin el conflicto emocional del abordamiento directo. Ya lo único que queda es que pongas manos a la obra en mejorar y mejorarte.

 

La vida está llena de oportunidades para mejorar y mejorarnos, para ello esa misma creatividad que aplicamos a resolver los problemas y retos que cotidianamente enfrentamos puede ser utilizada en nosotros mismos, no hay pretexto para no hacerlo, después de todo recuerda que con o sin puentes, los ríos y hondonadas de la vida deben ser cruzados.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/ilkg21qAz5U

 

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jueves, 20 de mayo de 2021

Solo hay un riesgo que no vale la pena correr: el riesgo de no lograr tus sueños por no intentarlo


Aunque sea una paradoja, la expresión de que “lo único seguro en este mundo es la incertidumbre” es una verdad que nos salta día con día andemos por donde andemos, pero curiosamente en esa incertidumbre está la semilla de grandes cosas pues si a pesar de ella avanzamos no habrá nada que pueda detenernos.

 

“¿Y si no lo logro?”, imaginemos que esta expresión hubiera sido la que hubiese definido el intentar o no muchas de las cosas que ahora conocemos como historia, simplemente Colón no hubiera llegado a América, Armstrong no hubiera caminado sobre la luna, Hillary no hubiera conquistado el Everest, y cientos si no es que miles de grandes ideas no hubieran llegado a concretarse. La diferencia en todos los casos fue que a pesar de ese “¿y si no lo logro?”, todos decidieron intentarlo.

 

“¿Sabes la probabilidad que tienes de sacarte la lotería con ese boleto?” –le señalaba una persona a otra que compraba un cachito. “No, no lo sé” –le contestaba la otra-“pero lo que sí sé es que de seguro esa probabilidad ha de ser mayor que si no comprara ningún cachito”. No todo es incierto en este mundo, si no intentas algo tienes el 100% de probabilidad de no lograrlo. Si bien estas ideas son obvias, evidentes, la actitud de uno en muchas ocasiones pareciera ser la de intentar solo aquello en lo que no exista riesgo de fallar, lo cual es de inicio imposible.

 

Cuando en mis pláticas sobre liderazgo hablo sobre riesgos y demás aunado al avanzar hacia nuestras metas y objetivos, me gusta ver el tema desde otra perspectiva. Comienzo pidiendo que cada quien señale algo que en un momento dado de su vida no intentó por el miedo al fracaso (obvio que esto es un ejercicio personal, no para comentar los resultados de manera pública). Luego les pido que piensen en lo que no consiguieron por ese no intentarlo. En este punto la mayoría pone precisamente las metas que no conquistaron (un trabajo, un negocio, etc.), luego les pido que señalen lo que, en caso de haber logrado esa meta se hubiera dado en tres niveles: personal, familiar y social. Una vez que hacen esto último les pido que se fijen en todo lo que pusieron en este punto y se den cuenta que en realidad lo que no lograron no fue la meta, sino más bien que lo que no lograron fue todo esto que señalaron al final.

 

Cuando uno piensa en función de una meta puede tener una visión de muy corto alcance en cuanto a los riesgos aunados al esfuerzo-resultado, pero cuando uno analiza todo lo que la conquista de la meta traería a su vida bien puede tener una perspectiva más amplia del verdadero riesgo que está corriendo. En esto quiero hacer el énfasis: El verdadero riesgo no está en no cumplir tal o cual meta, sino en no impactar nuestro desarrollo personal, familiar y social simplemente por no intentarlo.

 

¿Y el fracaso?, ¡ah!, el fracaso es una parte importante que no hay que dejar de considerar pues muchos creen que si fracasan el resultado personal, familiar y social es igual que si no lo hubieran intentado, pero yo no estoy de acuerdo con esta visión pues en mi experiencia quien intenta algo aunque no lo logre aprende y mucho, madura y mucho, crece y mucho, y ya con eso hay una ganancia aunque la meta no se logre tal y como se pensaba.

 

En otras ocasiones he señalado el valor que el esfuerzo tiene por sí mismo, ese esfuerzo dado incluso ante las peores incertidumbres que podamos encontrar en nuestra vida, nos va generando un carácter triunfador que tarde que temprano dará frutos en nuestra existencia. Pero si ni siquiera hay ese esfuerzo será muy difícil que la maduración como personas se dé, y muchas de las metas dependen precisamente del grado de madurez que como personas tengamos.

 

La preocupación de nuestro andar por la vida no debería estar en los riesgos que corremos, sino más bien en las metas que nos proponemos y en el esfuerzo que en el caminar hacia ellas imprimimos, así que recuerda solo hay un riesgo que no  vale la pena correr: el riesgo de no lograr tus sueños por no intentarlo.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/ACaZIvJmQBQ

 

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jueves, 13 de mayo de 2021

Luchar con carácter, por un ideal y con valores te convierte en un guerrero


 

El liderazgo es una lucha constante, una lucha contra uno mismo y contra el mundo. Contra uno mismo porque busca día con día no caer en el pesimismo ni la autocomplacencia, contra el mundo por la cantidad de obstáculos que enfrentamos constantemente. Si esa lucha se desarrolla impecablemente entonces se vuelve trascendente.

 

Pregunta a cuántos quieras qué es lo que según ellos define a un líder. La mayoría dirá, palabras más palabras menos, que un líder estará definido por la cantidad de gente que pueda influenciar. Pero si lo pensamos un poco más esa definición nos habla más del resultado que vemos de lo que consideramos liderazgo más que del proceso, siendo curiosamente que es el proceso el que define el resultado.

 

Si me preguntas a mí te diría que lo que define a un líder es su constante lucha. Una lucha contra él mismo, contra los demás, por ser mejor y hacer cada vez mejor las cosas. En esa lucha está la semilla de la influencia que pueda ejercer en otros y el impacto que pueda tener en el mundo mismo. En otras palabras, en pocas palabras, un líder es alguien que lucha.

 

Ahora bien, esa lucha puede tener varias aristas, pero cuando en la misma se conjunta el carácter, un ideal y los valores, entonces hablamos de una lucha trascendente que nos reconoce como verdaderos guerreros.

 

El carácter se refiere a la integridad de la persona, a esa contundencia en sus acciones fruto de la claridad en su visión. Ese carácter, por lo mismo, no es algo con lo que se nazca sino que es algo que se va formando en la vida misma con el esfuerzo por ser cada vez más y cada vez mejores.

 

El ideal no es esa utopía irrealizable que más que una meta es una evasión de la realidad, sino que por el contrario son objetivos perfectamente alcanzables.

Perfectamente, no fácilmente. La misma característica del ideal implica un estado sublime de las cosas, no etéreo sino real, pero que requiere el esfuerzo y el convencimiento para alcanzarlo.

 

Por último, y no por ello menos importante, están los valores. Sin valores no tenemos un líder sino un mercenario, alguien que busca ganar a como dé lugar sin importar el cómo, alguien que cree que los fines justifican los medios, alguien que, por lo tanto, se supedita a lo que desea lograr como si de un ídolo se tratara y le ofrenda su vida misma con tal de conseguirlo.

 

Por el contrario, el verdadero líder, el líder trascendente, el líder guerrero, establece sus accione sobre valores que le permiten valorar, ponderar y decidir las acciones para conseguir lo que desea pero siempre de la mejor manera. De esta forma su esfuerzo se ve doblemente gratificado ya que la misma lucha sustentada en valores genera por sí misma un mundo mejor y el resultado obtenido guiado por ese ideal del que ya hablamos permite avanzar a él, a sus seguidores y a la sociedad hacia mejores estados de desarrollo.

 

Dicen y es verdad, que la vida es algo sumamente valioso que se nos concede, pero más valioso aún es lo que hacemos con ella y el resultado que de la misma obtenemos cuando de manera íntegra hacemos lo que nos corresponde con una congruencia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Así que no lo olvides: luchar con carácter, por un ideal y con valores te convierte en un guerrero.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/pOMUgEnARDA

 

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jueves, 6 de mayo de 2021

Hacer lo correcto, aunque a veces no sea lo conveniente, requiere de carácter


La construcción de todo proyecto de vida debería partir de una idea clara de lo que quisiéramos lograr el final, algo así como la respuesta a “cuándo todo esto termine, ¿cómo quisiera verme?”, esta respuesta nos permitirá entender la necesidad de hacer lo correcto aunque esto a veces no sea lo conveniente.

 

El autor Stephen R. Covey tiene una obra titulada “El Liderazgo Centrado en

Principios”, en esa obra Covey señala lo que a su parecer son ocho principios que todo líder práctica: (1) aprende continuamente, (2) es orientado a servir, (3) irradia energía positiva, (4) cree en las otras personas, (5) se mueve en balance, (6) enfoca su vida como una gran aventura, (7) entiende y practica la sinergia, y (8) practica la renovación personal. A riesgo de ser muy simplista yo resumiría esos principios en uno: hace lo correcto aunque no sea lo conveniente.

 

En la actualidad una oleada amenaza la vida personal, profesional y social, esa oleada es la del actuar a conveniencia. Este actuar a conveniencia carece totalmente de principios y valores y se enfoca en lo que mejores beneficios y rendimientos a corto plazo sobre todo personales se puedan obtener.

 

La miopía de un proyecto de vida con una visión así estriba en que carece de viabilidad y sustentabilidad pues se fundamenta en los vaivenes de las situaciones, pero peor aún: cede la dirección de nuestro proyecto de vida a las variables y circunstancias ajenas a uno mismo que vayan apareciendo en nuestro camino.

 

Aunque Covey no lo hubiera dicho en su libro, la condicionante de los líderes establece precisamente que tienen y demuestran un carácter como persona que les permite erigirse como líderes. Pensemos en cualquier líder, alguien que aunque ya no esté con nosotros siga manteniendo el reconocimiento de su liderazgo a pesar del paso del tiempo y veremos en él ese carácter que le permite hacer lo correcto más allá de lo conveniente.

 

Lo conveniente generalmente, si no es que siempre, no es otra cosa más que la expresión del miedo: hago esto pues si hago lo otro ganaré menos, o me embroncaré más, o me señalarán, etc., etc., etc., y si se fundamenta en el miedo entonces nos hace reos de una de las peores facetas que como seres humanos podemos experimentar ya que el miedo agota, reprime, destruye.

 

La única manera de vivir un proyecto de vida real es sin miedo, y esto solo puede lograrse cuando se tienen valores y principios pero además se tiene esa fuerza interna personal que llamo carácter para vivir, defender e incluso imponer esos valores y principios a las adversidades, retos y obstáculos que puedan experimentarse.

 

Ese carácter, al igual que esos principios y valores que podríamos tener en nuestra vida, no surgen de la noche a la mañana, se van construyendo desde nuestra más tierna infancia y fortaleciendo conforme vamos creciendo. Pero esto no quiere decir que no podamos hacer nada si a estas alturas todo ello no ha sido cultivado, claro que siempre puede hacerse algo, solo que mientras más tarde comience uno más trabajo, esfuerzo y ¿por qué no? dolor implicará.

 

Cualquier situación que haga que esa voz interna nos diga que no vamos por donde deberíamos puede servirnos para detenernos un momento y pensar y evaluar nuestro actuar. En ese momento son tres preguntas las que puede ayudarnos a generar ese carácter para hacer lo correcto más que lo conveniente: ¿me gustaría me hicieran a mí esto que yo ahora voy a hacer?, ¿este actuar me hace sentir orgulloso ante mí mismo y ante los demás?, ¿seguiría con la decisión de hacer esto si hoy fuera mi último día de vida?

 

Si cualquier cosa que pensemos requiere de esfuerzo para hacerla ¡ahora imaginemos el esfuerzo que se requerirá cuando hablamos de algo como un proyecto de vida!, pero de la misma forma no puede haber mayor satisfacción que trabajar en eso que somos y más aún, en lo que podemos llegar a ser, pero para ello se requiere saber y tener en cuenta que hacer lo correcto, aunque a veces no sea lo conveniente, requiere de carácter.


 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/F81KW5QNLDo

 

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