Una tónica de la
motivación relacionada con la consecución de nuestras metas señala la lucha
constante que debemos hacer para lograr esto, pero algo que en ocasiones se
deja de lado es también señalar con claridad la habilitación de que somos
objeto con cada sueño que conquistamos.
El ser humano es un
ente permanentemente insatisfecho, no lo digo esto con un ánimo de señalar un
vacío existencial sino más bien un constante buscar hacer más, tener más, ser
más. Esa insatisfacción que todos damos por hecha al parecer la olvidamos
cuando estamos trabajando por lograr un sueño o una meta, ¿por qué digo esto?,
pues porque muchos suponen, al menos en la práctica, que una vez que logren lo
que buscan o desean sus esfuerzos terminarán y podrán ponerse a descansar sin
luchar más, lo cual no es así.
¿Qué es lo que
realmente sucede? –y
que por cierto en ocasiones tiende a deprimir a quienes experimentan esto-,
pues que una vez que se conquista un sueño, una meta o un objetivo, lo que
sigue es otra lucha, otro camino, otro esfuerzo. Claro que si tú tienes claro
que este andar es así no experimentarás ese desasosiego sino que al lograr tus
propósitos te sabrás y sentirás listo para lo que viene.
A eso es a lo que me
refiero cuando señalo que el logro de algo te habilita para buscar algo mayor,
ya que la lucha experimentada te ha dado la fortaleza y la experiencia para
sentirte capaz de hacer más, de lograr más, de ser más. Pero esa habilitación
es solo una parte de la consecuencia de tus luchas, la otra está en la responsabilidad que adquieres ante los
demás, responsabilidad que podemos señalar como solidaridad.
Esta solidaridad la
explico señalando que la habilitación que adquieres, si bien te faculta para
nuevos retos, también te faculta para ayudar a los demás a que superen los
suyos. Cuando expreso esta idea, por lo menos en confianza, hay quienes señalan
que eso no es su responsabilidad, que cada quien debe luchar por lo que quiere
y que dependerá solo de ellos el lograrlo o no, pero quiero explicarlo de otra
forma.
Piensa en cualquier
sueño, meta u objetivo que te haga sentir muy orgulloso de haberla logrado,
piensa en este momento en todas esas cosas que tuviste que hacer, incluso esos
pequeños logros que tuviste que alcanzar al lograr lo que buscabas, piénsalo un
momento, ahora te pregunto ¿realmente tú lo hiciste sólo?, ¿no hubo gente que
te ayudó de una u otra forma? Realmente considero muy difícil si no es que
imposible el que alguien logre algo sin deberle nada a nadie, veamos una cosa
tan simple como leer y escribir. Muchos de nuestros logros requieren de eso,
así que estamos en deuda con aquellas personas que desde nuestra más tierna
infancia nos enseñaron esto.
De la misma forma
podemos ir avanzando en nuestra vida y encontrar muchas personas que nos fueron
ayudando a construirnos como personas hasta llegar a ser lo que somos. Obvio
que cuando nos referimos a una meta en concreto podemos identificar o no a
quienes nos hayan ayudado o no para lograrla, pero más allá de quien tuvo una
incidencia directa están las decenas de personas cuya incidencia indirecta –como los ejemplos que acabo
de mencionar- nos facultó para lograr el sueño, meta u objetivo en cuestión.
Así que eso de ayudar
a los demás no es una acto de altruismo o de buena voluntad sino de
reconocimiento de nuestra deuda con muchas personas que antes nos ayudaron y
cuya forma de pagarles es ayudando a los que en nosotros buscan una guía, un
apoyo, un empuje.
La habilitación que
cada esfuerzo va haciendo en nosotros nos genera un carácter, una fuerza y una
voluntad que nos permitirá avanzar en el logro de nuestras metas y ayudar a
avanzar a los demás en la consecución de las suyas, después de todo superar un
reto te capacita para, por un lado, esperar un reto mayor, y por otro, ayudar a
otros a superarlo.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/MG5d9HFT3DY
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