La finitud de los
eventos que experimentamos en la vida nos genera una impresión donde todo tiene
un principio y un final, extrapolado esto a nuestros proyectos de vida el final
de ese esfuerzo se entiende como un éxito o un fracaso en función de si se
cumplió o no lo que se buscaba, pero como todo proyecto se circunscribe dentro
del proyecto mayor que es nuestra vida la derrota no tiene cabida en tanto
sigamos luchando.
La vida conlleva en
su misma esencia una naturaleza de tal dinamismo que es literalmente imposible
el concretizarla como si de un hecho conocido, entendido y explicado a
cabalidad se tratara. Los cambios al orden del día, la infinitud de ideas y
sentimientos subyacentes, las múltiples variables correlacionadas, y la enormidad
de lo que desconocemos le confiere un carácter de misterio reverencial.
Pero por otro lado
nuestra mente busca constantemente el entender lo que experimenta para lo cual
establece parámetros de pensamiento donde reduce al mínimo lo experimentado
tanto en las variables, sus procesos y sus resultados, con la finalidad de
poder manipular la información en un sentido práctico.
Estos dos extremos
deben ser comprendidos para buscar un punto medio donde la maestría sobre
nuestra existencia se lleve a cabo en un ambiente que nos permita avanzar
constantemente hacia mejores estados de desarrollo.
Este comentario va en
el sentido de aquellos proyectos en los cuales definimos el éxito o fracaso de
los mismos en función de las metas y objetivos que nos hayamos establecido, lo
cual es correcto desde el punto de vista de la finitud de nuestro pensamiento
que concretiza lo abstracto, pero en un sentido más amplio y relacionado con el
misterio que es nuestra vida esa percepción no tiene lugar.
Supongamos que
emprendes un proyecto, el que sea, y que éste no resultó en lo esperado por lo
cual consideras se fracasó en el mismo. Visto el proyecto como un proceso de
inicio y fin, donde hay insumos y esfuerzos aplicados, la valoración del éxito
o fracaso está correctamente en función del resultado obtenido, pero, el gran pero,
es que ese proyecto no es tu vida ni mucho menos la define o circunscribe, los
resultados que se obtengan, sean estos buenos o malos, pueden ser aquilatados
como experiencia y usarse en la construcción del proyecto mayor que es tu
existencia.
Yo no conozco una
sola persona de éxito, incluso éxito en el sentido común que todos entendemos,
que no haya experimentado eso que podríamos denominar fracasos; lo que sí
conozco son muchos casos de éxito en los cuales encontramos fracasos pero que
curiosamente éstos no son vistos como tales por estas personas sino más bien
como experiencias que los fueron formando, moldeando, hasta llegar a ser lo que
ahora son.
El fracaso, la
derrota, no existe como tal pues casos hay de sobras donde de la peor situación
puede sacarse un provecho mayor. Esto es innegable. Incluso situaciones que se
vean ya sin sentido alguno, es decir, grandes fracasos de proyectos, han
generado las presiones necesarias para detectar una gran oportunidad de vida en
medio de la crisis experimentada.
La caídas que en
nuestro andar experimentamos deben ser vistas a la luz de un andar mayor que es
nuestra vida, si nuestra vida no se ha terminado entonces no podemos pensar en
un fracaso pues aún estamos en proceso de logro y conquista, no habiendo mayor
proyecto que el de nuestra propia existencia, así que no olvides que solo se
está derrotado cuando se decide dejar de luchar.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/AnuPfslhj2E
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