La
inconformidad permanente que como seres humanos experimentamos nos sirve para
buscar día con día mejorar nuestra situación, la de los demás, y mejorarnos
como personas, pero de la misma forma puede servirnos de pretexto para la
desidia, la desmotivación y para querer cargar en los demás la responsabilidad
de nuestra vida.
Cuando
uno lanza al viento sus palabras nunca sabe qué es lo que éstas traerán de
vuelta, lo que sí es que siempre esto nos sorprenderá. En una ocasión con motivo
de un artículo que sobre liderazgo y emprendedurismo publiqué un lector se tomó
el tiempo para escribirme un comentario donde, a su ver, justificaba el por qué
él no había podido hacer gran cosa de su vida, achacando a lo que le había tocado
vivir la causa de eso y señalando que el artículo, si bien era motivador, era difícil
de aplicar.
He
aprendido que la experiencia personal de cada quien es sumamente valiosa y que
merece respeto aún y cuando su visión no coincida del todo con la nuestra, en este
caso actué de igual forma y más que convencer en la razón personal sobre mi
artículo, le di la razón a quién me escribía en el sentido de lo difícil que le
había resultado su vida, pero al final le lancé la pregunta que regresaba la responsabilidad
de su vida en sus manos “¿qué estás haciendo para cambiar todo eso?”
Esa
misma pregunta me la hago a mí mismo, y en esta ocasión te la hago a ti, cuando
las circunstancias que nos han tocado vivir no son del todo de nuestro agrado,
o peor aún, para nada favorables con nuestro ideal de proyecto de vida:
“¿qué
estás haciendo para cambiar todo eso?”
Las
cosas que nos pasan en muchas ocasiones no son controlables en el sentido que
no dependen de nosotros. Uno es parte de un sistema infinito de variables donde
no puede siquiera el creer que pueda controlarlo como para responsabilizarnos
de nuestro entorno y lo que nos pasa, pero lo que sí podemos responsabilizarnos
es de lo que depende de nosotros, y esas son nuestras acciones, nuestras
emociones, nuestros pensamientos.
A
pesar de lo anterior, hay personas que al parecer razonan ese mismo cuadro de otra
forma: se molestan por las cosas que les pasan como si de ellas dependiera lo
que les sucede y le achacan a los demás, sean eventos o personas, la responsabilidad
sobre los actos que ellos deberían desempeñar. Todo esto es una sinrazón.
Los
demás no son responsables de lo que hacemos o no hacemos, de la misma forma
nosotros no somos responsables de lo que nos pasa y que excede nuestras capacidades
para incidir en dichas eventualidades. Entender esto nos permite retomar la
responsabilidad sobre nuestra vida no buscando ni victimas (nosotros) ni
victimarios (los demás, sean eventos o personas) de lo que llamamos nuestro proyecto
de vida.
Independientemente
de todo esto hay ocasiones en que aunque hagamos y deshagamos no podemos
cambiar ciertas cosas que nos pasan, pero el solo hecho de no quedarnos tirados
a la orilla del camino de nuestra vida nos habilita para encontrar otros
caminos por los cuales transitar.
Siempre
que te encuentres quejándote de lo que te ha pasado en la vida recuerda que
nuestra responsabilidad está en lo que podamos hacer no tanto con lo que hemos
recibido sino incluso a pesar de lo que nos ha faltado, así que recuerda ¿qué
no te gusta el plato que la vida te sirvió? ¡Pues levántate y prepárate otro!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo
puede verse en video en https://youtu.be/hQjiyAS8xmg
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