viernes, 31 de julio de 2020

¿Qué no te gusta el plato que la vida te sirvió? ¡Pues levántate y prepárate otro!


La inconformidad permanente que como seres humanos experimentamos nos sirve para buscar día con día mejorar nuestra situación, la de los demás, y mejorarnos como personas, pero de la misma forma puede servirnos de pretexto para la desidia, la desmotivación y para querer cargar en los demás la responsabilidad de nuestra vida.

 

Cuando uno lanza al viento sus palabras nunca sabe qué es lo que éstas traerán de vuelta, lo que sí es que siempre esto nos sorprenderá. En una ocasión con motivo de un artículo que sobre liderazgo y emprendedurismo publiqué un lector se tomó el tiempo para escribirme un comentario donde, a su ver, justificaba el por qué él no había podido hacer gran cosa de su vida, achacando a lo que le había tocado vivir la causa de eso y señalando que el artículo, si bien era motivador, era difícil de aplicar.

 

He aprendido que la experiencia personal de cada quien es sumamente valiosa y que merece respeto aún y cuando su visión no coincida del todo con la nuestra, en este caso actué de igual forma y más que convencer en la razón personal sobre mi artículo, le di la razón a quién me escribía en el sentido de lo difícil que le había resultado su vida, pero al final le lancé la pregunta que regresaba la responsabilidad de su vida en sus manos “¿qué estás haciendo para cambiar todo eso?”

 

Esa misma pregunta me la hago a mí mismo, y en esta ocasión te la hago a ti, cuando las circunstancias que nos han tocado vivir no son del todo de nuestro agrado, o peor aún, para nada favorables con nuestro ideal de proyecto de vida:

“¿qué estás haciendo para cambiar todo eso?”

 

Las cosas que nos pasan en muchas ocasiones no son controlables en el sentido que no dependen de nosotros. Uno es parte de un sistema infinito de variables donde no puede siquiera el creer que pueda controlarlo como para responsabilizarnos de nuestro entorno y lo que nos pasa, pero lo que sí podemos responsabilizarnos es de lo que depende de nosotros, y esas son nuestras acciones, nuestras emociones, nuestros pensamientos.

 

A pesar de lo anterior, hay personas que al parecer razonan ese mismo cuadro de otra forma: se molestan por las cosas que les pasan como si de ellas dependiera lo que les sucede y le achacan a los demás, sean eventos o personas, la responsabilidad sobre los actos que ellos deberían desempeñar. Todo esto es una sinrazón.

 

Los demás no son responsables de lo que hacemos o no hacemos, de la misma forma nosotros no somos responsables de lo que nos pasa y que excede nuestras capacidades para incidir en dichas eventualidades. Entender esto nos permite retomar la responsabilidad sobre nuestra vida no buscando ni victimas (nosotros) ni victimarios (los demás, sean eventos o personas) de lo que llamamos nuestro proyecto de vida.

 

Independientemente de todo esto hay ocasiones en que aunque hagamos y deshagamos no podemos cambiar ciertas cosas que nos pasan, pero el solo hecho de no quedarnos tirados a la orilla del camino de nuestra vida nos habilita para encontrar otros caminos por los cuales transitar.

 

Siempre que te encuentres quejándote de lo que te ha pasado en la vida recuerda que nuestra responsabilidad está en lo que podamos hacer no tanto con lo que hemos recibido sino incluso a pesar de lo que nos ha faltado, así que recuerda ¿qué no te gusta el plato que la vida te sirvió? ¡Pues levántate y prepárate otro!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/hQjiyAS8xmg

 

 

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viernes, 24 de julio de 2020

Si quieres algo encontraras el camino para alcanzarlo y si no lo hay ¡tú mismo lo trazaras!



La conquista de una meta no solo implica el saber qué es lo que se quiere lograr sino también cómo es que se va a lograr, de la claridad que exista en ambos dependerá la eficiencia de los esfuerzos que hagamos, lo cual no quiere decir que todo esté ya hecho pero sí que podemos hacer lo que haga falta.

 

En ocasiones sucede algo curioso: la mayoría de nosotros tenemos cierta claridad en lo que queremos lograr, pero de manera inversa la forma o el cómo para lograr eso carece de definición. El objetivo, la meta, es algo que tiene características definidas pues responde a un deseo personal, pero el camino para llegar a él es lo que no siempre está claro pues no depende en su totalidad de uno y, peor aún, las condiciones que lo rigen pueden ir cambiando.

 

Lo anterior implica que el no tener un camino claro para avanzar por él hacia la meta trazada nos obligará de manera doble no solo a luchar por dicha meta sino a trabajar por estar construyendo el camino que necesitamos para cumplir lo que deseamos.

 

Seamos claros: en muchas ocasiones no están las formas para lograr nuestros deseos como si alguien ya las hubiera construido solo para que llegáramos nosotros e hiciéramos uso de ellas, en muchas ocasiones hay ciertos indicios de lo que hay que hacer pero en muchas más ocasiones uno mismo va haciendo el camino necesario para avanzar.

 

Te propongo un ejercicio que realizo en mis talleres de liderazgo dinámico: escribe en un papel una meta que desees lograr, puede ser una meta personal, profesional, económica, intelectual, emocional e incluso espiritual. Pon debajo de esa meta aquellas cosas que sabes necesitas hacer para alcanzar tu objetivo, mientras más claro seas en estas actividades mejor y por claridad me refiero a que mientras más preciso seas en los cuándo, cómo y dónde, mejor. A continuación debajo de todo eso pon aquellas cosas que sabes necesitas para lograr la meta pero que no sabes cómo lograrlas. Por último, de estas últimas cosas que apuntaste, escribe qué se te ocurre deberías empezar a hacer para ver si con eso te va dando guía o luz de lo que debes hacer para lograr esto de lo que no tienes idea.

 

En todas las ocasiones en que he efectuado este ejercicio no hay una sola cosa que se necesite hacer y de la cual inicialmente no se tenga idea de cómo entrarle, a la que finalmente no pueda señalársele alguna actividad que nos permita al menos dar el primer paso para comenzar a hacer ese camino.

 

Una vez que haces este ejercicio, mejor aún: una vez que das ese primer paso (aunque no estés del todo seguro que sea el indicado para alcanzar esas cosas que sabes requieres para lograr tu meta pero no sabes cómo entrarles), comenzarás a darte cuenta cómo es que el camino comienza a abrirse paso ante tu andar.

 

El problema no es no saber en muchas ocasiones qué debe hacerse a ciencia cierta sino más bien el no dar siquiera un primer paso que nos permita ir identificando lo que puede hacerse al mismo tiempo que se camina hacia nuestro objetivo.

 

Muchas de nuestras metas no tendrán de manera implícita un camino claro y sencillo para alcanzarlas, pero eso solo quiere decir que nos corresponde a nosotros trazarlo, después de todo si quieres algo encontraras el camino para alcanzarlo y si no lo hay ¡tú mismo lo trazaras!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/FLpHxrz_AuI

 

 

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viernes, 17 de julio de 2020

Tú decides: O conquistas al mundo o el mundo te conquista a ti



Cuando hablamos de sueños, esfuerzos y logro de metas hay dos ideas que deben quedar claras: una es obvia y se refiere a la meta en sí, a lo que queremos lograr; la otra idea más sutil es la que se refiere a mostros y los cambios que experimentamos en nuestro andar, cambios que son más permanentes que la misma meta.

Nuestro andar por la vida está lleno de luchas y esfuerzos, luchas y esfuerzos que en ocasiones dan como resultado éxitos y en otras ocasiones fracasos; quienes tienen solo la vista puesta en la meta que desean pueden llegar a frustrarse si no entiende que en este juego, independientemente de los logros y fracasos, hay cambios sutiles en nuestra persona que pueden hacernos verdaderos triunfadores independientemente del resultado de la lucha.

En una ocasión en un taller les pedí a los asistentes que enlistaran tres grandes fracasos que hubiesen tenido en los últimos cinco años. Una vez que hicieron esa pequeña lista, lo siguiente es que en cada fracaso pusieran lo que a su juicio habían sacado de valor: alguna enseñanza, algún cambio en su carácter, alguna perspectiva de vida. No hubo uno solo de los participantes que no pudiera poner algo positivo relacionado con su persona que tuviera que ver con ese fracaso que había de inicio señalado.

Tú mismo puedes hacer ese ejercicio anteriormente señalado y darte cuenta de lo mismo: los logros y fracasos son una cosa, nuestra persona es otra y ésta siempre sale beneficiada de lo primero. Si puedes darte cuenta de esto en cada paso que des en tu vida no solo aligerarás la carga de la misma, pues tu estado de ánimo ya del argumento quiero hacer una pausa ya que si siempre ganas a nivel personal, independientemente del resultado exterior, podrías estar tentado entonces a no hacer gran esfuerzo, total, en algunos casos lo primero puede compensar a lo segundo, y tal vez tengas razón, no voy a discutir eso, lo que sí quiero hacerte ver que en este caso te vuelves víctima de las circunstancias al actuar de manera pasiva, cuando emprendes, luchas, te esfuerzas, tu participación en los cambios que como personas te van sucediendo se dan de una manera proactiva y dinámica donde tú imprimes tu sello personal.

Piensa esto de otra forma: imagina una casa, la casa te la pueden regalar o bien la puedes construir, en ambos casos al final tendrás un hogar, pero créeme que en el segundo te sentirás inmensamente más satisfecho por el esfuerzo que imprimiste en la meta.

Por último, y relativo a lo anterior, date cuenta que constantemente estamos sujetos a diversas fuerzas externas que ayudan o entorpecen nuestro caminar, si dejas de luchar ellas dictan lo que conseguirás externamente y en lo que te convertirás internamente, si luchas constantemente eres tú el que tiene la directriz de tu vida, aunque triunfes o fracases de manera externa.

Ya en otras ocasiones he señalado que contrariamente a lo que creemos, la vida no es algo que se nos da al nacer sino algo que debemos ganarnos día a día con el fragor de la batalla cotidiana, así que no olvides que tú decides: O conquistas al mundo o el mundo te conquista a ti


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/wferfBNWX-s


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viernes, 10 de julio de 2020

No todo es incierto en la vida: no intentar algo te da 100% de garantía de no lograrlo



Una característica de la vida es precisamente la incertidumbre de la misma, nunca sabemos que es lo que va a pasar; una característica de nosotros como personas es que siempre buscamos certidumbre, seguridad, en lo que hacemos y buscamos; si somos capaces de avanzar a pesar de esa incertidumbre y a pesar de nuestro deseo de certezas, habremos desarrollado un carácter a prueba de todo.

En una ocasión estaba platicando con un compañero, ya hace rato, sobre un proyecto que traía, en realidad no implicaba mucha inversión de dinero, sino tal vez de tiempo y esfuerzo, aun así mi amigo dudaba de intentarlo. En la charla con él comentó lo que era evidente, y que de hecho es evidente para toda la vida: la probabilidad de no tener el éxito que esperaba. Le comenté que en efecto, cabía esa posibilidad y jugando con los números le pregunté que si que probabilidad le daba al evento de resultar exitoso, después de pensar un rato le asignó apenas un 20% de probabilidad, ante esto le dije “¿sabes una cosa? El no intentarlo cambia esa probabilidad a cero y el no lograrlo se vuelve una certeza”.

Es algo natural en nosotros ese temor a la incertidumbre y, en muchos casos, ese temor al fracaso, pero pensemos una cosa: si solo intentáramos aquello en lo que tenemos certeza de éxito prácticamente nunca haríamos nada. Pero también piensa que prácticamente todo lo que hacemos, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos (e incluso el inter de nuestro dormir) es incierto, nunca sabemos que es lo que va a pasar. Aceptémoslo: la vida es incierta y tenemos que aprender a vivir así, pensar de otro modo es un ejercicio banal e improductivo.

Ahora bien, no estoy diciendo que todo debe intentarse sin ton ni son, sin evaluar ni recursos, capacidades o riesgos. Nada más alejado de la realidad. Es importante, incluso necesario, el utilizar nuestra capacidad de razonamiento, de análisis, de síntesis y de inferencia, para planear lo que queremos hacer. Lo que  estoy diciendo es que en esa fórmula que sustenta nuestra toma de decisiones la variable “miedo a la incertidumbre” debe ser excluida. No debe ser el miedo el que tenga el peso decisivo en las decisiones que tomemos, menos el miedo a lo que pudiera pasar, sino más bien el peso debe estar en nuestro carácter, nuestra voluntad y en la pasión que nos mueva a realizar las cosas.

Te propongo dos ejercicios. El primero es que pienses en una de las cosas que consideres importante que hiciste el día de hoy, la que quieras. Pregúntate del para qué hiciste eso. Ahora pregúntate si estabas realmente seguro, con una certeza del 100% que ibas a lograr eso. No es así ¿verdad? Y sin embargo lo hiciste. El segundo ejercicio es parecido: piensa en uno de los mayores logros que hayas tenido en tu vida hasta la fecha, ¿estabas seguro con una certeza del 100% que lograrías eso cuando estabas en pos de ello? Tampoco, ¿verdad?, pero gracias a tus acciones a pesar de la incertidumbre lo lograste. Por último, el cierre de los dos ejercicios tiene que ver con contestar la pregunta: si no hubieras hecho absolutamente nada en los dos casos, ¿qué probabilidad habrías tenido de logarlo?

Hay quienes buscan vivir sin esa incertidumbre normal de nuestra existencia y por ello rehúyen todo lo que implique riesgos cuando lo único que logran es cancelar la posibilidad de lograr sus sueños después de todo hay que entender que no todo es incierto en la vida: no intentar algo te da 100% de garantía de no lograrlo.

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/n9kEOOpGfjI


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viernes, 3 de julio de 2020

En la vida, correr volteando hacia atrás solo te hará ganar un tropezón



El ser humano es una serie de hechos y potencialidades, los hechos se refieren a nuestra historia, las potencialidades a nuestro futuro, en tanto sepamos diferenciar ambos y no permitamos que uno interfiera con el otro, estaremos en plenitud de facultades para desarrollar todo nuestro potencial.

Una pregunta: ¿conoces a alguien que siempre esté recordando algo de su pasado con odio, tristeza o pesadumbre?, otra pregunta: cuándo esa persona hace eso, ¿la ves en plenitud de sus potencialidades o menoscabada en ellas? Es un hecho demostrado que las personas estamos hechas de energía, energía que cotidianamente debe renovarse vía la alimentación o el descanso. De la misma forma es un hecho demostrado que cualquier actividad que realicemos, sea esta física, mental o emocional, requiere un aporte de energía, energía que se desgasta independientemente de si la actividad es noble o no lo es.

Piensa en la energía que tienes como un tesoro que posees, ¿en qué lo gastarías? Hay quienes lo gastan (e incluso justifican el gastarlo así) en cuestiones negativas como odios o amarguras, hay otras personas que se regodean en recuerdos que les hacen mal sin percatarse que están usando su reserva de energía en alimentar ese aspecto negativo de ellos mismos. Te pregunto: ¿puedes cambiar el pasado? Sé tú respuesta, pero ¿cuánta gente conoces que se la pasa recordando el pasado, haciéndolo más bien un presente, cuando incluso ese pasado por su propia negatividad le resta, le quita, no le aporta sino que la disminuye.

Sé que ya habrás escuchado eso de olvidar, de dejar ir, en esta ocasión no quiero argumentar a favor de ese olvidar, ¿sabes por qué? Porque simple y sencillamente no podemos olvidar, pero lo que si podemos es ver las cosas en perspectiva y usar incluso ese pasado para impulsarnos hacia un mejor futuro.

Pero no vayamos tan lejos, seguro estoy que conoces gente que le ha pasado en su vida cosas realmente dramáticas y que aun así pudieron salir adelante. Eso demuestra que incluso los peores errores que hayamos cometido o las peores injurias o daños que los demás nos hayan ocasionado, no son factores que nos definan como personas ni mucho menos que definan nuestro futuro.

Pero bueno, no podemos controlarnos siempre. Habrá momentos en que esos recuerdos negativos que nos restan energía (y nos quitan tiempo), afloren en nuestra mente, ¿qué hacer en ese momento? Lo primero es darte cuenta de ello, a lo mejor pasan minutos u horas hasta que caigas en la cuenta de cómo tu mente está detenida en un momento del pasado quejándose, justificándose o autocomplaciéndose, no importa el tiempo que haya pasado, el darte cuenta de eso es el primer paso; el segundo es no juzgarte, no condenarte por estar destinando tiempo y energía en recuerdos banales que en nada te aportan, todos somos personas y es una tendencia natural esa; lo tercero es que analices y te respondas si ese recuerdo, si ese sentimiento, te hace más o te hace menos, si te aporta o te resta, si te da energía o si te la quita.

Esos tres pasos, por su misma sencillez, son fáciles de hacer y asombrosos en sus resultados. Te permiten tener perspectiva y darte cuenta que el pasado no es para detenernos en él sino para impulsarnos hacia nuevos y mejores estadios de desarrollo.

La historia que hemos vivido es como un camino que hemos recorrido, no es deteniéndonos para ver lo andado como es que avanzaremos sino continuando con nuestros pasos, así que recuerda en la vida, correr volteando hacia atrás solo te hará ganar un tropezón.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/5H-Fn8UjNqY


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