La
eterna discusión entre lo correcto y lo conveniente, debe llevarnos a tomar la
decisión que creamos y que queramos, de una manera congruente con nuestro
pensar, sentir y hacer sobre la cual nos hagamos responsable.
Cuando
uno plantea la pregunta sobre qué es lo que cada quien decidiría ante una
situación, si lo correcto o lo conveniente, en la mayoría de los casos la
respuesta es lo correcto, pero luego cuando se ponen casos específicos la duda
no tarda en aflorar.
“Supongamos
que te dicen que hagas algo incorrecto pero que si no lo haces pierdes tu
empleo o incluso tu tranquilidad familiar”, ya no está tan fácil la decisión,
¿verdad? Cuando uno plantea en la generalidad la opción decisiva entre lo
correcto y lo conveniente la respuesta es lo primero, pero cuando presenta uno
casos concretos, sobre todo que lo afecten, la respuesta se vuelve más
complicada.
En
cuestión de política, y esto es entendible, las decisiones tienden más a estar
del lado de lo conveniente, ¿conveniente en cuanto a qué?, pues en cuanto a
las simpatías que tal decisión pueda
generar las cuales derivarán en apoyos subsecuentes. Un cerco que busca
delimitar esto, ya que de otra forma fuera una ley de la selva, son
precisamente las leyes. Pero cuestiones como propuestas, proyectos, posturas,
en política siempre valorarán que tan conveniente es.
Nuestra
vida no puede desligarse de aquello que nos conviene, todos tenemos necesidades
–físicas, cognitivas, emocionales, incluso espirituales-, de la misma forma
tenemos familia, amigos, conocidos, todo ello influye a la hora de tomar una
decisión, pero el costo de la misma siempre es personal, sea que la decisión
sea correcta o conveniente.
No
tiene caso argumentar a favor de decisiones correctas, la misma naturaleza de
la decisión es el mejor argumento, la argumentación más bien debe ir en el
sentido del efecto que cualquier decisión, correcta o conveniente, tendrá en tu
persona.
En
una ocasión, platicando con un amigo, comentaba que en el caso de las decisiones,
sobre todo cuando está en contraposición lo correcto y lo conveniente, el fiel
de la balanza era mi persona frente al espejo. Cuando digo espejo no me refiero
solo al espejo físico donde uno se observa, sino también al espejo de la
familia, los amigos, la sociedad, y la vida misma.
El
espejo físico nos refleja una imagen de nosotros, pero el espejo de la familia,
los amigos, la sociedad, y la vida misma nos refleja nuestra esencia, ¿cuál
queremos que sea ese reflejo? Al hablar sobre tal o cual tema, ¿queremos tener
la tranquilidad de que obramos de manera congruente y coherente o preferiremos
siempre tener la zozobra de que los demás tengan una idea diferente de
nosotros?
La
decisión de lo anterior, como todo en esta vida, es personal y lo que facilita
mucho lo anterior es tener una visión trascendental de nuestra existencia, no
solo en el sentido espiritual sino incluso material, esto último reflejado y
entendido en cuanto al efecto que nuestros actos tienen no solo en nosotros
mismos sino en los que nos rodean, en la sociedad misma e incluso en el futuro.
Si
puede uno tener esa visión trascendental de lo correcto y lo conveniente, y si
esa visión la usamos como el espejo sobre el que familia, los amigos, la
sociedad, la vida y nosotros mismos nos reflejaremos, la decisión puede no sea
más fácil, pero siempre será más satisfactoria.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo
puede verse en video en https://youtu.be/s8woh_YfUVc
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