El
ser humano es un ente complejo, bien podríamos decir multidimensional, en
nuestra persona confluyen elementos físicos, emocionales, intelectuales y
espirituales. Cada uno de ellos a su vez presenta facetas fascinantes que por
más que creamos saber acerca de ellos en realidad apenas hemos comenzado a
rasgarlos en su superficie, una de estas facetas tiene que ver entre lo que
sentimos, pensamos y hacemos.
Si
pensáramos en nosotros como en seres duales, podríamos decir que existen y
coexisten en nuestra vida dos mundos: el mundo externo y el mundo interno. El
mundo externo es lo que vemos, lo que nos rodea, todo aquello con lo que
interactuamos; el mundo interno son nuestros sentimientos, nuestros
pensamientos, nuestros deseos, nuestros temores, todo aquello que no podemos
dar ni compartir aunque sí evidenciar.
En
este orden de ideas podemos decir que lo que somos viene siendo ese punto donde
confluyen precisamente ese mundo interno con el mundo externo, y de la misma
forma podemos señalar como es que lo que hacemos afecta ese mundo externo, pero
la intención con lo que lo hacemos afecta nuestro mundo interno.
Pensemos
en algo que pudiéramos catalogar como una buena acción: dar de comer al
hambriento, consolar al afligido, vestir al desnudo, o simplemente luchar por
esto o por lo otro. La acción visible es clara y, por ende a la vista de todos,
loable, pero lo que no podemos ver ni saber es la intención con la que se hace
esa acción, eso permanece en el ámbito interno personal de cada quien.
Una
buena acción, como optamos por llamarla, puede estar fundamentada en los
sentimientos y pensamientos más nobles y altruistas así como en aquellos más
mezquinos y egoístas. Eso no lo podemos saber, no lo podemos ver, en ocasiones
lo podemos intuir, pero seríamos
demasiado presuntuosos sin le diéramos el peso de hechos consumados a ese
vislumbre que creemos percibir.
Pero
independientemente de lo anterior, la disertación actual no va en función de
tratar de adivinar las intenciones ocultas que los demás pudieran tener en sus
acciones, sino más bien voltear la mirada de manera personal a ese reino
privado que es nuestro interior para develar y develarnos las causas que están
detrás de nuestro actuar, ¿para qué?
simple y sencillamente para cuidar de ellas ya que éstas nos afectan como
personas independientemente de los efectos palpables que vean los demás.
Quiero
hacer un breve alto en este momento para aclarar que el peso no está en la
intención con que se hagan las cosas ni tampoco en los efectos visibles que ven
los demás de nuestras acciones, el peso está en el efecto que ambas
situaciones, no solo una sino ambas, tienen en nuestra persona.
Hay
quienes dicen que la intención es la que cuenta, pero si no muevo un solo dedo
para tal o cual cosa, por más buenas intenciones que tenga, no he logrado
convertir ese pensamiento en una fuerza dinámica que se ponga en movimiento a
través de la acción. De la misma forma por más que haga cosas que los demás
evalúen como buenas, positivas, de valor, si la intención es rastrera el efecto
en nuestras personas será negativo.
Y
en este punto la autoridad sobre ambos temas, lo externo y lo interno, recae
sobre nosotros. Nosotros somos los que sabemos la intención con la que hacemos
las cosas y también sabemos de los efectos de nuestro actuar, por lo que somos
los únicos que podemos emitir un juicio de valor, un juicio de valor que si es
negativo no busca ser condenatorio sino hacernos ver un área de oportunidad
para crecer, de la misma forma un juicio de valor que si es favorable no es
para regodearnos sino para reforzar nuestro andar en el camino de la
congruencia personal.
La
acción y la intención son dos facetas de nuestra persona que tienen que ver con
nuestro carácter, ambas no son inamovibles en el sentido que no puedan
mejorarse y mejorarnos, para esto se requiere la auto reflexión de manera
honesta, abierta, objetiva y veraz con la finalidad de crecer como personas y
llegar a ser el ser de luz que estamos llamados a ser, así que no lo olvides lo
que haces cambia al mundo, la intención con que lo haces te cambia a ti.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo
puede verse en video en https://youtu.be/BoQDlx4IUi8
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