viernes, 15 de mayo de 2020

Lo que haces cambia al mundo, la intención con que lo haces te cambia a ti



El ser humano es un ente complejo, bien podríamos decir multidimensional, en nuestra persona confluyen elementos físicos, emocionales, intelectuales y espirituales. Cada uno de ellos a su vez presenta facetas fascinantes que por más que creamos saber acerca de ellos en realidad apenas hemos comenzado a rasgarlos en su superficie, una de estas facetas tiene que ver entre lo que sentimos, pensamos y hacemos.

Si pensáramos en nosotros como en seres duales, podríamos decir que existen y coexisten en nuestra vida dos mundos: el mundo externo y el mundo interno. El mundo externo es lo que vemos, lo que nos rodea, todo aquello con lo que interactuamos; el mundo interno son nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestros temores, todo aquello que no podemos dar ni compartir aunque sí evidenciar.

En este orden de ideas podemos decir que lo que somos viene siendo ese punto donde confluyen precisamente ese mundo interno con el mundo externo, y de la misma forma podemos señalar como es que lo que hacemos afecta ese mundo externo, pero la intención con lo que lo hacemos afecta nuestro mundo interno.

Pensemos en algo que pudiéramos catalogar como una buena acción: dar de comer al hambriento, consolar al afligido, vestir al desnudo, o simplemente luchar por esto o por lo otro. La acción visible es clara y, por ende a la vista de todos, loable, pero lo que no podemos ver ni saber es la intención con la que se hace esa acción, eso permanece en el ámbito interno personal de cada quien.

Una buena acción, como optamos por llamarla, puede estar fundamentada en los sentimientos y pensamientos más nobles y altruistas así como en aquellos más mezquinos y egoístas. Eso no lo podemos saber, no lo podemos ver, en ocasiones lo podemos intuir, pero  seríamos demasiado presuntuosos sin le diéramos el peso de hechos consumados a ese vislumbre que creemos percibir.

Pero independientemente de lo anterior, la disertación actual no va en función de tratar de adivinar las intenciones ocultas que los demás pudieran tener en sus acciones, sino más bien voltear la mirada de manera personal a ese reino privado que es nuestro interior para develar y develarnos las causas que están detrás de nuestro  actuar, ¿para qué? simple y sencillamente para cuidar de ellas ya que éstas nos afectan como personas independientemente de los efectos palpables que vean los demás.

Quiero hacer un breve alto en este momento para aclarar que el peso no está en la intención con que se hagan las cosas ni tampoco en los efectos visibles que ven los demás de nuestras acciones, el peso está en el efecto que ambas situaciones, no solo una sino ambas, tienen en nuestra persona.

Hay quienes dicen que la intención es la que cuenta, pero si no muevo un solo dedo para tal o cual cosa, por más buenas intenciones que tenga, no he logrado convertir ese pensamiento en una fuerza dinámica que se ponga en movimiento a través de la acción. De la misma forma por más que haga cosas que los demás evalúen como buenas, positivas, de valor, si la intención es rastrera el efecto en nuestras personas será negativo.

Y en este punto la autoridad sobre ambos temas, lo externo y lo interno, recae sobre nosotros. Nosotros somos los que sabemos la intención con la que hacemos las cosas y también sabemos de los efectos de nuestro actuar, por lo que somos los únicos que podemos emitir un juicio de valor, un juicio de valor que si es negativo no busca ser condenatorio sino hacernos ver un área de oportunidad para crecer, de la misma forma un juicio de valor que si es favorable no es para regodearnos sino para reforzar nuestro andar en el camino de la congruencia personal.

La acción y la intención son dos facetas de nuestra persona que tienen que ver con nuestro carácter, ambas no son inamovibles en el sentido que no puedan mejorarse y mejorarnos, para esto se requiere la auto reflexión de manera honesta, abierta, objetiva y veraz con la finalidad de crecer como personas y llegar a ser el ser de luz que estamos llamados a ser, así que no lo olvides lo que haces cambia al mundo, la intención con que lo haces te cambia a ti.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/BoQDlx4IUi8


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