No
hay duda que nuestra vida es un constante buscar: buscar nuestras metas, buscar
nuestro camino, buscar nuestro destino. Las constantes preguntas que nos
hacemos sobre nuestra existencia nos impelen a buscar una respuesta no solo que
nos satisfaga sino incluso que nos trascienda.
Cuenta
una historia que una persona estaba buscando algo en la calle, en eso se le
acerca alguien y le pregunta que si qué busca, el otro le responde que un
anillo y el recién llegado se ofrece a buscarlo junto con él para ayudarlo.
Dicen que así estuvieron buen tiempo hasta que el recién llegado le preguntó
que más o menos dónde lo había perdido, a lo que el que buscaba le dijo que fue
como a tres cuadras de ahí. Asombrado el otro por la respuesta le dice que si
lo perdió como a tres cuadras que si por qué lo está buscando ahí, a lo que el
que originalmente buscaba le responde que simple y sencillamente que por qué
ahí hay más luz.
El
relato anterior, medio en serio medio en broma, es una alegoría de lo que nos
sucede en la vida cuando nos empecinamos en buscar en el lugar incorrecto
acusando a la vida o el destino de no poder encontrar lo que deseamos cuando en
eso nadie más que nosotros tenemos la responsabilidad de ello.
En
otras participaciones hemos hablando de la tenacidad en nuestro andar, de no
cejar en el esfuerzo, pero eso no quiere decir empecinarse en una sola forma de
alcanzar lo que nos proponemos. Debemos tener la flexibilidad de adaptarnos a
las circunstancias e incluso de ver las señales que nos da la misma vida para
avanzar hacia nuestra realización.
En
una ocasión, en el receso de un taller de administración del tiempo para el
logro de metas y objetivos que daba, una persona me comentó de sus deseos por
avanzar en su vida profesional, pero que eso se le estaba haciendo mucho muy
pesado. Al preguntar un poco el por qué de ello me comentó que para avanzar en
su vida profesional había decidido estudiar un posgrado, una maestría, pero que
no le gustaba para nada. Le pregunté que si no le gustaba por qué entonces la estaba
estudiando, la respuesta fue que la estudiaba para adquirir las habilidades y
conocimientos necesarios para avanzar en su carrera profesional. No le comenté
más pero me quedé pensando en cómo avanzaría más adelante en su carrera
profesional cuando tendría necesariamente que aplicar lo aprendido en una
maestría que por lo visto no le gustaba para nada.
Todos
tenemos metas, sueños, objetivos. La mayoría tenemos las maneras en que creemos
que podemos lograr esas metas y objetivos, y aunque, como dice el dicho, todos
los caminos conducen a roma, unos son más agradables de caminarlos. Por
ejemplo, el caso anterior, dejando la meta establecida (cursar un posgrado) y
el deseo subyacente en la misma (avanzar profesionalmente) está el camino que
recorría la persona del relato (una maestría que le desagradaba) o el camino
que le hubiera dado mayor gozo y disfrute y por ende mayor dinamismo a su
potencial que es cursar una maestría que sí le agradara.
Del
otro lado tenemos aquellas personas que a las primeras de cambio, a las
primeras dificultades, dejan todo y avientan por la borda no solo sus sueños,
metas y objetivos sino incluso el tiempo y esfuerzo que ya le pudiesen haber
dedicado a ello. Esta actitud conduce a una certeza fatal: la de no lograr lo
que uno desea, busca o requiere.
La
cuestión es buscar, pero manteniendo ese espíritu de apertura a las opciones y
oportunidades que se puedan presentar y si no se logra lo que se obtiene,
intentarlo de otra forma, después de todo si no has encontrado lo que buscabas,
la respuesta no es dejar de buscar sino buscar en otro lado.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo
puede verse en video en https://youtu.be/BfMScCugB_o
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