viernes, 10 de abril de 2020

Ante lo corto de la vida tienes dos posibilidades: aprovecharla o desperdiciarla, tú decides



Hay un dicho que señala que nadie experimenta en cabeza ajena, pero este dicho, aunque verdadero, no es una sentencia fatal que no pueda revertirse; si logramos esto, un gran logro será escuchar, entender y experimentar lo que dicen nuestros mayores cuando señalan que la vida se va como un suspiro por lo que depende de nosotros aprovecharla.

No sé si les ha pasado (a mí sí), encontrarse con personas que prácticamente desean que sea uno quien las cargue por su vida, no solo esperan que uno les diga el hacia donde, por qué y para qué, sino incluso que esperan de uno que casi las haga avanzar a empujones.

Si te han tocado ejemplos como los anteriores sabrás que, independientemente de los altruistas y buenos deseos que inicialmente lo muevan a uno a tratar de ayudar a esas personas, lo único que logra es una dependencia de ellos y un detenerse de uno.

No estoy criticando esa loable actitud que nos permite en ocasiones ser factor de cambio, de éxito, de dinamismo en la vida de otras personas, estoy señalando lo negativo de pretender ser uno quien dé los pasos en el camino de la vida que requieren ser dados por otro.

Si nos fijamos, hasta aquí ya hemos tocado dos personajes: el que desea uno le haga prácticamente todo y aquel que aprovecha el empujoncito que uno pudiera darle para emprender el vuelo. Ambos son ejemplos de la actitud que podemos tomar ante la vida de aprovecharla o desperdiciarla, de la misma forma ambas actitudes dependen de nosotros, no de los demás.

Relativo a este último punto, me ha tocado en ocasiones escuchar gente que se queja de cómo le ha ido en su vida señalando las personas, factores o instancias que dieron al traste con su proyecto o tal o cual meta u objetivo trazado. Cuando tengo la confianza para, le digo a esa persona “muy bien, ya me explicaste y entendí todas aquellas cosas que en su momento estuvieron en tu contra para tal o cual proyecto, ahora dime, ¿ante tales circunstancias de qué manera tú redoblaste tus esfuerzos para salir avante de ellas?"

Obvio que si se quejan es porque no salieron avante, pero la pregunta va más bien en el sentido de señalarle la responsabilidad inherente que tiene –y todos tenemos- de actuar o no ante cualquier reto que la vida nos presente, siendo esto la diferencia entre el lograr o no.

Entiendo, comprendo y lo he experimentado: no todo es cuestión de querer, poder y hacer, a veces en efecto las circunstancias nos sobrepasan, pero la única forma de decir que de nuestra parte no quedó nada por hacer es precisamente demostrando que se hizo todo lo que estaba a nuestro alcance, todo e incluso más, de otra forma solo es una argumentación para justificar nuestro estado y buscar así deslindar la responsabilidad personal de nuestras acciones o inacciones.

Cuando me toca estar en algún evento relacionado con cuestiones de liderazgo o emprendedurismo, me gusta preguntar lo siguiente: si no somos eternos, ¿por qué comportarnos como si lo fuéramos? Detente un momento, mira tu vida que tan aprisa ha transcurrido. Los mayores señalan que la vida es un suspiro, solo que nos damos cuenta de ello ya que se ha ido. Pero si eres capaz ahorita de ver eso, bien puedes usar esa reflexión para la siguiente vez que tengas una decisión de importancia en tu vida.

Me gusta pensar en la vida como un breve interludio consciente que se nos ha permitido experimentar, tal vez más que breve, brevísimo. En ese contexto lo que hagamos o dejemos de hacer dependerá de nuestro deseo y actitud por aprovechar el momento, así que recuerda: ante lo corto de la vida tienes dos posibilidades: aprovecharla o desperdiciarla, tú decides.

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/Vd4sMXIRAZU


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