Hay
un dicho que señala que nadie experimenta en cabeza ajena, pero este dicho,
aunque verdadero, no es una sentencia fatal que no pueda revertirse; si
logramos esto, un gran logro será escuchar, entender y experimentar lo que
dicen nuestros mayores cuando señalan que la vida se va como un suspiro por lo
que depende de nosotros aprovecharla.
No
sé si les ha pasado (a mí sí), encontrarse con personas que prácticamente desean
que sea uno quien las cargue por su vida, no solo esperan que uno les diga el
hacia donde, por qué y para qué, sino incluso que esperan de uno que casi las
haga avanzar a empujones.
Si
te han tocado ejemplos como los anteriores sabrás que, independientemente de los
altruistas y buenos deseos que inicialmente lo muevan a uno a tratar de ayudar a
esas personas, lo único que logra es una dependencia de ellos y un detenerse de
uno.
No
estoy criticando esa loable actitud que nos permite en ocasiones ser factor de cambio,
de éxito, de dinamismo en la vida de otras personas, estoy señalando lo negativo
de pretender ser uno quien dé los pasos en el camino de la vida que requieren
ser dados por otro.
Si
nos fijamos, hasta aquí ya hemos tocado dos personajes: el que desea uno le haga
prácticamente todo y aquel que aprovecha el empujoncito que uno pudiera darle
para emprender el vuelo. Ambos son ejemplos de la actitud que podemos tomar
ante la vida de aprovecharla o desperdiciarla, de la misma forma ambas actitudes
dependen de nosotros, no de los demás.
Relativo
a este último punto, me ha tocado en ocasiones escuchar gente que se queja de
cómo le ha ido en su vida señalando las personas, factores o instancias que
dieron al traste con su proyecto o tal o cual meta u objetivo trazado. Cuando tengo
la confianza para, le digo a esa persona “muy bien, ya me explicaste y entendí
todas aquellas cosas que en su momento estuvieron en tu contra para tal o cual
proyecto, ahora dime, ¿ante tales circunstancias de qué manera tú redoblaste
tus esfuerzos para salir avante de ellas?"
Obvio
que si se quejan es porque no salieron avante, pero la pregunta va más bien en
el sentido de señalarle la responsabilidad inherente que tiene –y todos tenemos-
de actuar o no ante cualquier reto que la vida nos presente, siendo esto la
diferencia entre el lograr o no.
Entiendo,
comprendo y lo he experimentado: no todo es cuestión de querer, poder y hacer,
a veces en efecto las circunstancias nos sobrepasan, pero la única forma de
decir que de nuestra parte no quedó nada por hacer es precisamente demostrando
que se hizo todo lo que estaba a nuestro alcance, todo e incluso más, de otra
forma solo es una argumentación para justificar nuestro estado y buscar así
deslindar la responsabilidad personal de nuestras acciones o inacciones.
Cuando
me toca estar en algún evento relacionado con cuestiones de liderazgo o emprendedurismo,
me gusta preguntar lo siguiente: si no somos eternos, ¿por qué comportarnos
como si lo fuéramos? Detente un momento, mira tu vida que tan aprisa ha
transcurrido. Los mayores señalan que la vida es un suspiro, solo que nos damos
cuenta de ello ya que se ha ido. Pero si eres capaz ahorita de ver eso, bien
puedes usar esa reflexión para la siguiente vez que tengas una decisión de importancia
en tu vida.
Me
gusta pensar en la vida como un breve interludio consciente que se nos ha permitido
experimentar, tal vez más que breve, brevísimo. En ese contexto lo que hagamos
o dejemos de hacer dependerá de nuestro deseo y actitud por aprovechar el momento,
así que recuerda: ante lo corto de la vida tienes dos posibilidades:
aprovecharla o desperdiciarla, tú decides.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo
puede verse en video en https://youtu.be/Vd4sMXIRAZU
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