Toda
nuestra vida no es más que un camino hacia la maestría, hacia la excelencia, en
ese camino el término medio nos da la sobriedad necesaria que se contrapone a
los excesos y permite lucidez de visión y claridad de percepción.
Todas
las cosas que existen poseen características que les permiten desarrollar todo
su potencial, un cambio en las mismas vendría a trastocar no solo su utilidad
sino incluso su existencia misma.
¿Te
has fijado en las características de una flor o de un escarabajo? si la flor
fuera mucho muy alta su tallo se doblaría y se rompería, de la misma forma si
el escarabajo fuera del tamaño digamos de un elefante su peso haría que se
colapsara sobre sí mismo. Ambos tienen el tamaño idóneo.
¿Te
has fijado en una presa o en una casa? Si la presa fuera mucho muy pequeña no
serviría prácticamente para nada pues le sería casi imposible contener las
aguas, de la misma forma una casa muy pequeña no serviría como lugar para ser
habitado, cuando mucho tal vez para estar unas horas. Ambos tienen el tamaño
idóneo.
Hay
una expresión coloquial que dice sabiamente que en todo “ni tan tan, ni muy
muy”. Independientemente de si este es un modismo regional, supongo que todas
las culturas han de tener alguna expresión que llame al justo medio en todas
las cosas, incluso en vivir tu vida.
El
ser humano tiene como referente a sí mismo y a los demás, constantemente
estamos viéndonos, comparándonos, y evaluándonos en función de la información
que sobre nosotros mismos y sobre los demás tenemos. En ese vernos y ver a los
demás podemos detectar diferentes
momentos en nuestra vida: valles y cimas así como logros y fracasos que
vienen a representar el zenith y nadir de nuestra misma existencia, y en todos
los casos el objetivo al experimentarlos es el mismo: el justo medio.
Antes
de explicar lo anterior te propongo un ejercicio que desarrollo en mis talleres
de motivación: piensa en un logro personal que te haga sentir sumamente
orgulloso, ahora piensa en cinco personas cuyos logros sean superiores con
mucho a ese logro que te hace sentir orgulloso. Ahora piensa en algo que te
haga sentí apenado por ser un “fracaso” de vida, ahora piensa en cinco personas
cuyos errores o fracasos sean considerablemente mayores comparados con el tuyo.
Siempre
habrá alguien que tenga un mejor logro o resultado de aquel nuestro que pudiera
llegar a enorgullecernos, así que esa vanidad que nos dice al oído que somos lo
mejor nunca antes visto no debe ser tomada en cuenta, pero de la misma forma
ante los fracasos podemos ver personas que han estado en mucho peor situación
que nosotros, por lo que tampoco es válido juzgarnos de manera contundente y
condenarnos de manera irremediable.
Otro
ejercicio es el siguiente: de nueva cuenta recuerda un logro que te haga sentir
orgulloso, ahora piensa en todas aquellas personas que de una forma u otra
colaboraron para que tu pudieras lograr eso que te hace sentir bien; por otro
lado, piensa de nuevo en algo que te avergüence de tu vida, pero de la misma
forma piensa en todas las circunstancias que se dieron para llevarte a eso que
no te gusta.
Como
podemos ver en los logros siempre hay gente detrás de nosotros que de una forma
u otra, directa o indirectamente, nos apoyó a lo largo de nuestra vida hasta
llegar el momento en que obtuvimos lo que queríamos. De la misma forma en
nuestros errores o fracasos están tantas circunstancias externas, algunas
incluso incontrolables, que no es dable el hacernos completa y totalmente
responsables de los mismos.
Estos
dos ejercicios llevan la misma finalidad: hacerte ver que los triunfos no son
total y completamente tuyos pero tampoco tus fracasos, ambos te sirven para
mostrarte el camino y para señalarte la clase de persona en que te estás
convirtiendo, así que no lo olvides: en el camino a la excelencia dos cosas
debes cuidar: creerte más que los demás y que los demás hagan creerte menos.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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