Afortunadamente como humanos estamos propensos (yo diría
que muy propensos) a caer en nuestro andar por la vida, y digo afortunadamente
pues las caídas, aparte de enseñarnos humildad y empatía, pueden permitirnos no
solo aprender sino fortalecer nuestro carácter, siendo que esto dependerá en
parte de nosotros.
Cuando se señala que esto del aprender y fortalecer
nuestro carácter dependerá “en parte de nosotros” se refiere a que como seres
libres e independientes podemos influir en nuestra vida y nuestro destino, pero
que no todo depende de nosotros, imaginemos simplemente si nuestro crecer en la
vida dependiera de nuestra inteligencia, nuestra voluntad o nuestra conciencia
¡realmente sería algo mucho más complicado de lo que ya es!, así que podemos
influir en nosotros y nuestro andar pero en parte. La otra “parte” es la
naturaleza misma de nuestra vida, la forma en que por el simple hecho de
existir y estar vivo nos va sometiendo a pruebas que de manera a veces
imperceptible y otras violentamente, van haciendo pequeños y grandes cambios en
nosotros.
En el primer caso,
cuando participamos de nuestro crecimiento de manera libre y voluntaria nuestra
colaboración es activa, es decir, nosotros decidimos y cooperamos con nuestro
propio crecimiento; en el segundo caso, cuando es la vida misma la que va
haciendo cambios en nosotros, nuestra participación es pasiva, es decir,
podemos cuando muchos darnos cuenta de esos cambios si nos prestamos atención.
Pero independientemente de ello en los dos casos la conciencia de nuestro andar
nos puede hacer encontrarnos esos diamantes en el camino, incluso ante las
caídas de la vida.
Hagamos un ejercicio que propongo en los talleres de desarrollo
humano, piensa en un evento que pudiéramos enmarcar como una caída o un error
en tu vida pero que haya sucedido hace cinco años o más, ¿qué aprendiste de
ello?, ¿cómo te ves ahora?, ¿qué cambios se han dado en tu persona a raíz de
ese evento?
Ahora vamos sobre la segunda parte del ejercicio.
Recuerda con detalle cómo te sentías en el momento en que se dio esa caída,
tropiezo o error, ¿cómo te sentías?, ¿qué pensabas de ti mismo?, ¿qué pensabas
de la vida y los demás?
El ejercicio tiene que hacerse de esta manera ya que si
se voltea la secuencia retrospectiva (hacer primero la segunda parte), no te
permite ver lo aprendido, pero por la forma en que está configurado te permite
ver la sabiduría adquirida pero también como es que en el momento ésta no era
perceptible.
¿Piensas que te voy a decir que a la siguiente vez que
caigas en vez de quejarte, llorar o maldecir veas que has aprendido? Pues no,
esto último viene una vez que la lección se ha asimilado y esta asimilación es frustrante y dolorosa, así
que primero quéjate, llora o maldice pero después no dejes de recoger el
diamante con el que te has tropezado, después de todo de cada caída solo hay
una pregunta que tiene sentido: ¿qué puedo aprender de esto?
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
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del Shabat”, desde www.rocefi.com.mx (Menú
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