viernes, 30 de junio de 2017

Paradójicamente, si quieres éxito... prepárate primero para muchos fracasos


Salvo contadas excepciones, la mayor parte de los caminos que uno recorre en pos de las metas, sueños y objetivos que nos hemos fijado, presentan caídas, fracasos, grandes o pequeños, pero que serán parte de nuestro andar y de nuestra experiencia.

Cuando en mis conferencias y talleres de emprendedurismo, liderazgo y motivación surge la pregunta de cómo hacerle para lograr lo que uno se propone, mi respuesta, antes de pasar a las sugerencias prácticas para ello, es prepararse para las caídas que sufriremos en nuestro andar.

Si uno toma los diferentes libros que existen para lograr esto o para lograr lo otro, tipo “la X cantidad de pasos para Y”, en la mayoría de ellos, si bien es cierto que contienen consejos prácticos para lograr las metas, sueños y objetivos, adolecen de la concientización y el manejo de lo que serán los pequeños fracasos que enfrentemos.

Todo andar hacia lo que uno se propone, sobre todo si eso que uno se propone vale la pena, estará lleno de batallas, grandes y pequeñas, que en ocasiones ganaremos pero que en otras ocasiones no.

Es importante saber, entender, y ¿por qué no? aceptar este hecho ya que de lo contrario la frustración, la desesperación, y el tirar todo por la borda serán las ideas que comiencen a imperar en nuestro ánimo ante los reveses que uno experimente.

Curiosamente, y a diferencia del logro de metas, sueños y objetivos, el lidiar con el fracaso no tiene una serie de pasos sino más bien una serie de condiciones. La primera y tal vez la única es la aceptación. Aceptar las caídas, aceptar que somos falibles, aceptar el sentimiento ominoso ante el fracaso, si: aceptar, pero también aceptar que la meta sigue en el horizonte y nos está esperando.

No me gusta rechazar, estigmatizar, esos estados de ánimo, o más bien de desánimo, que surgen ante el fracaso. Son estados normales como personas que deben ser conocidos, aceptados e incluso valorados. ¿Qué tipo de valoración? Pues nada menos que esos estados de ánimo son los que nos van templando para que, incluso contra ellos mismos, volver a ponernos de pie y continuar nuestro andar.

Las caídas, los fracasos, estarán al orden del día mientras uno avance en pos de nuestras metas, pero los mismos irán desarrollando nuestro carácter como los triunfadores que estamos llamados a ser, así que no lo olvides: paradójicamente, si quieres éxito... prepárate primero para muchos fracasos



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/h4m5UUQjink


También puede descargarse gratis el libro "Un sólo Dios, el Padre; un sólo Señor, Jesucristo", desde www.rocefi.com.mx  (Menú “Libros” Sección “e-book gratis”)


viernes, 23 de junio de 2017

Todo en nuestro cuerpo está hecho para ir hacia adelante... lo mismo y con mayor razón en nuestra mente y en nuestra alma


Cuando uno reflexiona sobre la vida le vienen a la mente imágenes como camino, recorrido, senda; lo anterior ya que las similitudes entre un largo viaje y la vida misma son recurrentes: avanzar, tropezar, detenerse, aprender, conocer, y conocerse. Da la misma forma reflexionar en el camino y el caminante nos hace ver que si bien son diferentes en el fondo son la misma cosa.

La manera en que físicamente estamos hechos es una reflexión que podemos extrapolar a todos nuestros niveles, no nomás el físico. Si prestamos atención veremos cómo es que los ojos, los brazos, los oídos, las piernas, e incluso nuestra nariz, está todo diseñado físicamente para permitirnos ir hacia adelante

El americano Anthony Thornton estableció un record al caminar hacia atrás 153.5 kilómetros, tal vez no sea mucho pero las condiciones de hacerlo en sentido contrario es lo que le da la relevancia, y ¿sabes por qué? por lo difícil de hacer esto. Intenta en una ocasión caminar hacia atrás y lo comprobarás, ¿sabes por qué de esto?, pues porque estamos hechos para ir hacia adelante: nuestros ojos ambos están viendo hacia adelante, nuestros oídos se enfocan hacia adelante, nuestras piernas y brazos nos empujan hacia adelante, ¡incluso nuestra nariz con su forma de punta rompe el aire para facilitar nuestro avance!

De la misma forma podemos extrapolar esas observaciones a nuestra mente y nuestra alma: la necesidad imperiosa de tener, de ser, de hacer, de crecer, todo nos impulsa hacia adelante, a avanzar, a hacer y buscar que nuestros esfuerzos sean fructíferos. La necesidad de ser siempre más de lo que somos radica profundamente en nosotros mismos. El logro de metas, de objetivos, de resultados está presente en nuestra mente; el sentirnos mejor, autorrealizados, completos está grabado en nuestra alma.

Solo que hay una cosa que hay que tener en cuenta: si uno solo cuida la parte tangible del aquí y el ahora sentirá que le hace falta algo, es por ello que en nuestro avanzar, la realización material de los objetivos de nuestra mente debe ir de la mano de la realización trascendental de las necesidades de nuestra alma.

El darnos tiempo para nosotros mismos, el pensar, reflexionar, desarrollar la conciencia, ayudar a los demás y sobre todo tratar de cambiar este mundo para bien nos dará ese sentido de trascendencia y complementariedad que nuestro espíritu necesita.

De la misma forma, en ese caminar, las metas y objetivos prácticos y tangibles que nos planteemos nos irán conduciendo cada día por el camino del logro y la conquista que anida en nuestra mente.

Claro que cuando estemos cansados podemos descansar, eso podemos verlo reflejado en el andar físico, pero una vez que se han recuperado las fuerzas viene de nuevo el andar. De la misma forma, mientras se descansa, uno puede recapitular en todo lo que el andar le ha traído, todo lo que le ha permitido conocer, todo lo que le ha permitido llegar a ser; esto para valorar en su justa dimensión no solo el esfuerzo de nuestro andar sino también los resultados, tangibles e intangibles de ello.

Con este tipo de reflexiones podemos entonces abordar esos momentos en que querremos desistir, abandonar y retroceder y entender porque nuestra mente y nuestra alma se resisten a ello: porque no estamos hechos para la derrota sino para el triunfo, no estamos hechos para la mediocridad sino para la excelencia, no estamos hechos para ser un remedo de persona sino una persona en su totalidad, con luces y sombras pero con un andar constante hacia la autorrealización, después de todo: todo en nuestro cuerpo está hecho para ir hacia adelante... lo mismo y con mayor razón en nuestra mente y en nuestra alma




Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/BpT0z0t_rLM


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viernes, 16 de junio de 2017

Créeme: el desánimo, la desilusión, el enojo... ni resolverán un problema ni lo harán más llevadero


Todos en alguna ocasión nos hemos sentido desolados, frustrados, deprimidos, generalmente la reacción casi involuntaria a estos estados de ánimo ha sido el desánimo, la desilusión, el enojo, esto es normal, natural, pero de igual manera debemos ser capaces de saber y reconocer que tal reacción no nos ayuda en nada.

Sentirnos desolados sobreviene cuando, contra una idea, sino utópica al menos idealista que nos hemos fijado en la mente, se le contrapone una realidad contraria, y no solo contraria sino generalmente desagradable. Esa desilusión, en vez de ser sólo de lo que en nuestra mente nos habíamos imaginado generalmente se extiende a todos los ámbitos de nuestra vida, incluso los sueños, metas y objetivos que aún estamos procurando.

La frustración surge cuando, a pesar de todo el esfuerzo que hemos puesto en lograr algún sueño, meta u objetivo, este permanece inalcanzable, siendo nuestro avance casi nulo y en ocasiones incluso contrario. Esta frustración impregna nuestros pensamientos y socava los demás estados de ánimo que pudieran de manera positiva ayudarnos en nuestras peleas cotidianas.

La depresión es una mezcla de los dos estados anteriores donde el sentirnos desolados y frustrados dan al traste con nuestro buen ánimo manteniéndonos en un estado permanente de desgano, tristeza, incluso desesperación, con la diferencia de que, en vez de que este estado nos lleve a salir de él por sentirnos mal en él, lo que hace es que nos hunde más y más en sus sensaciones negativas y sus resultados contrarios a nuestro proyectos de vida.

Imagínate esas situaciones en tu vida, lo más normal, natural, es que sobrevengan reacciones como el desánimo, la desilusión, el enojo reacciones que no quiero en este momento juzgar si son buenas o malas en sí mismas sino más bien si te sirven de algo o no en cuanto a lo que quieres hacer de tu vida. Piensa, así, en esto un momento: el desánimo, la desilusión, el enojo, ¿te sirven en tu andar por la vida o te lo dificultan y hacen más pesado?

Dado lo anteriormente comentado ¿quiero decir que esos estados de ánimo, esas reacciones personales, no deben ser tenidos? La respuesta es no, no quiero decir eso. ¿Por qué? Por la simple y sencilla razón que como te dije son reacciones normales, naturales, y por lo tanto no se trata de ir contra la naturaleza, pero sí no dejarse arrastrar por ella.

Mira, te pongo un ejemplo. Nadie intentaría detener un río que viniera crecido, pero tampoco se pondría uno en su camino para que la crecida lo arrastrara a uno ahogándolo. Lo mismo pasa con los sentimientos anteriores.

El desánimo, la desilusión, el enojo, tarde que temprano harán presencia en tu vida. Puedes sentirlos, experimentarlos, ¿por qué no? incluso detener tu andar para descansar y recobrar fuerzas. Pero nunca permitas que esos sentimientos, esas reacciones te avasallen.

Puedes pensar, como lo hemos hecho, que dichos sentimientos, dichas reacciones, ni te sirven, ni te ayudan, ni hacen tu andar más ligero o mejor, así que con esa perspectiva, en tanto los mismos sentimientos, las mismas reacciones, terminan por salir de tu vida así como entraron, uno no les da cabida para que permanezcan en nosotros de manera definitiva.

La lucha que día con día emprendemos para lograr nuestros sueños, metas y objetivos no siempre tienen el resultado deseado, pero esto no quiere decir que hemos fracasado al grado de sentirnos desolados, frustrados, deprimidos. Créeme: el desánimo, la desilusión, el enojo... ni resolverán un problema ni lo harán más llevadero.

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/6cpjtOj5dZQ


También puede descargarse gratis el poemario del mismo autor "Perfectos son tus caminos” -50 poemas en la línea del pensamiento cristiano-, desde www.rocefi.com.mx  (Menú “Libros” Sección “de-book gratis”)

viernes, 9 de junio de 2017

Recuerda: usa las cosas para llegar a ser... no al revés


En nuestro andar por la vida en pos de nuestras metas, sueños y objetivos, debemos tener cuidado de poner las cosas en orden y en prioridad y no sacrificar lo más importante por lo menos.

En ocasiones me da la impresión que quienes trabajamos las cuestiones de liderazgo, emprendedurismo y motivación, podemos dejar en quienes nos prestan atención, una falsa o errónea idea de que los objetivos, sueños y metas que uno tenga en la vida lo son todo y que merecen cualquier sacrificio para alcanzarlos.

Pero si uno piensa un poco en eso podemos ver que todos esos sueños, metas y objetivos que perseguimos están fuera de nosotros (nunca perseguiríamos algo que está dentro y que por lo tanto ya es nuestro), es decir, no son nosotros, pero en ocasiones tendremos que sacrificar algo que sí sea nuestro (tiempo, vida, esfuerzo) por conseguirlo.

De lo anterior podemos ver que lo que sacrificamos es lo que somos, mientras que lo que obtenemos es lo que tenemos, siendo así que es nuestra persona la que estamos entregando a cambio de lo que queremos.

Todo bien hasta aquí, incluso lógico, pero ¿qué pasa cuando lo que obtenemos es de menor valía que lo que entregamos? En ocasiones podemos dar tiempo, esfuerzo, nuestra propia vida, por tener algo, pero ¿vale la pena el esfuerzo, el sacrificio?

Cuando uno no tiene correcta esta perspectiva, una vez pasado el momento de euforia por haber conseguido lo que deseábamos, es entonces cuando viene ese sentimiento de vacío pues es cuando caemos en cuenta, consciente o inconscientemente, de que lo que dimos era de mayor valor que lo que obtuvimos.

De todo esto podemos sacar la premisa de analizar aquellas metas, sueños y objetivos en pos de los cuales vamos y ponerlos en la perspectiva de lo que daremos a cambio, repito: generalmente nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestra persona misma; y sacar así, por decirlo en cierta forma, las cuentas para ver si la inversión compensará el rendimiento.

Una sugerencia que nos puede ayudar en la operación anterior: revisa si al final, lo que entregues, aparte de ayudarte a lograr las metas, sueños y objetivos que te plantees, te permitirán ser una mejor persona.

No estamos llamados para simple y sencillamente acumular cosas en nuestra vida terminando al final con mucho pero sin nada. Si vemos hacia atrás podemos identificar que esos momentos de realización no tienen nada que ver con las cosas, sino con la persona, de ahí que el llamado individual es llegar a ser la persona de excelencia que estamos llamados a ser.

Las metas, sueños y objetivos tienen una función muy noble que es de dinamizar en nosotros aquellas fuerzas que nos permiten avanzar hacia la excelencia, siendo así que por lo tanto las primeras deben estar siempre en segundo lugar, después de todo recuerda: usa las cosas para llegar a ser... no al revés


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 2 de junio de 2017

Recuerda: no hay problemas imposibles de resolver, solo problemas que requieren de más tiempo para ello


Las batallas que uno enfrenta en la vida pueden parecer largas, interminables, a tal grado que pensemos que es mejor dejar de pelear. Sólo que si dejamos la contienda nunca sabremos si hubiésemos podido alcanzar lo que buscábamos, luego entonces, y para continuar nuestra lid, lo mejor es pensar que lo único que ocupamos es de más tiempo para lograr nuestro éxito.

Nuestra época se caracteriza por dos circunstancias nunca antes vistas: rapidez y facilidad. Casi todo tiene o está imbuido de estas circunstancias. Los adelantos tecnológicos han hecho posible que muchas de las actividades del ser humano ahora sean más rápido y más fáciles de hacer, tanto como nunca antes era posible si quiera pensarlo.

Lo anterior ha adaptado nuestra persona a esperar que casi todo tenga ese mismo comportamiento, lo cual no es así. Menos cuando hablamos de las batallas que enfrentamos en nuestra vida, las cuales pueden llevar no digo solo días, semanas o meses, sino incluso algunos años en concluirse satisfactoriamente.

Aprender a tocar un instrumento tal vez nos lleve algunas semanas, tal vez algunos meses, pero concluir una carrera universitaria bien puede llevarnos varios años. Independientemente de la diferencia de tiempos en los ejemplos anteriores, hay que ver una cosa en común: ambas requieren de tiempo, no son ni fáciles ni mucho menos rápidas.

Luego entonces, ¿qué podemos sacar como lección de vida de lo anterior? Pues que de la misma forma y en muchas de las ocasiones, las luchas que en nuestra vida enfrentemos, sobre todo cuando se extienden en su consecución, solo ocupan de mayor tiempo para alcanzarlas.

¿Y si incluso con ese pensamiento uno da tiempo, uno lucha, y al final no alcanza lo que buscaba? Incluso en ese escenario tu persona sí habrá sufrido cambios en cuanto al carácter, la entereza, la capacidad, tus habilidades, aspectos que si bien no buscabas vinieron con la lucha y que quedaran contigo habilitándote para nuevas batallas.

Es así como el logro o no de los objetivos, aunque generalmente se consideran como las metas prioritarias, en realidad son circunstanciales porque dependen de muchos factores que no controlamos, pero lo que se refiere a nuestra constancia, disciplina, esfuerzo y pasión esas sí son cosas que dependen de nosotros y que nos van llevando poco a poco, esfuerzo a esfuerzo, lucha a lucha, hacia la persona de excelencia que estamos llamados a ser.

Cuando en tu andar por la vida enfrentes retos cuyas luchas tardes en concluir exitosamente, no pienses que tal situación implica que hay que desistir y dejar la batalla, sino que tal vez simplemente se requiera de mayor esfuerzo para alcanzar el triunfo, así que recuerda: no hay problemas imposibles de resolver, solo problemas que requieren de más tiempo para ello.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
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