Cuando escuchamos la palabra éxito
generalmente la asociamos a un cúmulo de logros externos que permiten
evidenciar el logro de nuestras metas, y es una acepción del mismo que es correcta
y aceptada pero no completa como tal ya que existe otro ámbito, en ocasiones
más rico y totalizador, que tiene que ver con la persona en la que nos vamos
convirtiendo.
En un taller de liderazgo pedí a los
asistentes que escribieran en un papel el más grande logro que hubieran tenido
el año pasado y, si podían, los tres más grandes logros que hubieran tenido en
su vida. Igual tú puedes hacer este ejercicio. La mayoría de los presentes
anotó cuestiones laborales, empresariales e incluso sociales que dejaban
patente un esfuerzo que se había convertido en resultado, lo cual está bien,
pero ¿y la persona dónde queda?
El mundo actual se ha vuelto cada vez más
competitivo y en ese sentido las personas en ocasiones pasan a formar parte de
una maquinaria que reconoce lo que hacen antes que lo que son. No hay que ser
ingenuos y pretender que las cosas no son así, pero tampoco tan fatalistas como
para pensar que de todo eso no pueden rescatarse cuestiones de valor para cada
uno como personas.
El logro de metas, la obtención de
resultados, es algo que es inherente a nuestra naturaleza y con mucho a nuestra
sociedad actual, pero eso no debe ser pretexto para perder de vista lo que
somos y, más aún, lo que podemos llegar a ser.
En otras ocasiones he escrito sobre las grandes
personalidades del cine, la industria, la política, cuyos logros pudiéramos
tomar como referentes de vida, pero que al final terminan de maneras
deplorables evidenciando un tremendo vacío existencial. ¿Qué fue lo que pasó?
Que olvidaron la persona que eran, con todo el potencial que tenían, y se
enfocaron en lo que no eran, es decir, en cosas externas a ellas.
Con esto no estoy haciendo una apología del
desarrollo interior en detrimento de los logros externos que podemos llegar a
obtener, nada más lejos de la realidad, pero sí estoy abogando por ese
equilibrio necesario que permita desarrollarnos hacia afuera y hacia adentro y
lograr completarnos y totalizarnos como personas.
El ser humano es un ente eminentemente complejo y
multidimensional. Complejo ya que debe equilibrar los logros externos, loables,
necesarios y perseguibles, con sus logros internos relacionados con su persona,
sus deseos, sus gustos. Multidimensional en el sentido que no solo es un ente
material sino que como persona también tiene aristas intelectuales, emocionales
e incluso espirituales que deben ser atendidas.
En una ocasión que apliqué el mismo ejercicio
inicial, después de la reflexión que he plasmado aquí, uno de los que estaban
participando me preguntó que si entonces qué debía hacerse, pero no lo preguntó
con un sentido de sugerencias generales sino más bien de una serie de pasos que
esperaba se le dieran para lograr ese equilibrio. Tal vez tú estés pensando lo
mismo así que quiero aclarar este punto tal como lo hice en aquel entonces.
No puedes pretender transferir la responsabilidad de
lo que significa tu proyecto de vida a las directrices de otra persona, pensar
algo así es injusto tanto para ti como el otro. Es injusto para ti porque dejas
de lado tus gustos, ideas, potencialidades para someter tu proyecto de vida a
la concepción que tenga otra persona, y es injusto para la otra persona por que
la miras como lo que no es dándole un lugar privilegiado por encima de ti
cuando es alguien que como tú está en la lucha diaria.
Pero para responder a esa inquietud comienza
planteándote en los aspectos material, intelectual, emocional y espiritual qué
es lo que quisieras. Ese “qué es lo que quisieras” se refiere a identificar eso
que en esos planos te llene, te queme por dentro, te regocije solo el pensar en
ello. Una vez identificado eso que quieres ser, tener u obtener, el siguiente
paso es que establezcas las acciones para lograrlo, pero tú, no otra persona, y
cada día pongas empeño en avanzar hacia la meta.
En la medida que llegues a ser todo lo que puede ser
podemos hablar de que tu proyecto de vida ha sido exitoso, después de todo
éxito no es lograr todo lo que quieres, sino convertirte en la persona de
excelencia que estás llamado a ser.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/CsfTH2ixVvQ
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