La cuestión de las nuevas oportunidades para intentar algo, hacer algo o lograr algo, es una idea que nos parece de inicio difícil de aceptar. Difícil por el simple y sencillo hecho del peso que significa el pasado cuando de intentos fallidos hablamos, pero si lo vemos de otra forma esos intentos fallidos pueden ser la experiencia, el entrenamiento, la capacitación necesaria para el intento que en sí mismo lleve la simiente del éxito.
En una ocasión en un taller de liderazgo le
pedí a los asistentes (y ahora te lo sugiero a ti) que escribieran un gran
fracaso que hubieran tenido, sea en el ámbito personal, profesional, familiar o
social, y que después se hubiese convertido en éxito al intentarlo de nuevo.
Este ejercicio de inicio se aclaró no llevaba la intención de ser expuesto o
comentado públicamente, sino que era para sí mismos. Luego les pedí que, sin
decirnos que fracaso-éxito había sido el que escribieron, quien quisiera
señalara que fue lo más difícil del segundo, tercer o cuarto intento antes del
éxito. La mayoría coincidió en que era el peso del fracaso anterior.
La vida, o más bien la percepción que de la
vida tenemos, requiere de que exista una continuidad. Imagínense como sería el
mundo y nuestra vida si cada día, por no decir cada momento, se estuviera
reiniciando nuestra memoria partiendo en cada reinicio de cero, realmente sería
un caos. Pero esa característica de nuestra mente funciona lo mismo para
ordenar nuestro mundo que para atarnos a él.
Considera esto: constantemente te estás
regenerando física, intelectual, emocional e incluso espiritualmente hablando.
En cuestión física cada día se regeneran
miles de células de tu cuerpo, incluso tus huesos que es lo más duro del cuerpo
a los siete años se han regenerado por completo. En cuestión intelectual,
emocional o espiritual solo necesitas ver hacia atrás digamos unos cinco o diez
años para que veas el contraste de tus ideas, de tus emociones y del
aspecto religioso. Todo cambia, y
paradójicamente todo permanece.
Aunque todo en ti sea un cambio continuo
nuestra mente nos da la sensación de continuidad, de estabilidad, de
permanencia, es por ello que los fracasos o errores cometidos pesan tanto ya
que permanecen en el presente como algo real, tangible, existente. Es decir, en
vez de tomar esos eventos como la oportunidad de crecer, de aprender, los
usamos como ancla para no movernos de donde estamos ni de lo que somos.
La segunda parte del ejercicio consistió en
ver a la luz del logro que finalmente se había conseguido qué tan real era la
percepción del fracaso que se cargaba, igual ahora te lo pregunto a ti. La
respuesta generalizada es que ese fracaso que impedía avanzar o que al menos
pesaba para avanzar a la meta era más bien algo irreal, inexistente, creado y
alimentado por la mente, lo cual quedaba palpable una vez que se conseguía el
éxito y se le miraba en retrospectiva.
No quiero terminar esta reflexión sin darte
una herramienta básica pero práctica para remontar esos pesos que implican los
fracasos o errores en el camino de la vida, la herramienta cuando sobrevengan
esas nubes de duda e incertidumbre es que analices como tú no eres ya la misma
persona que tuvo ese fracaso o ese error (por todos los cambios que se dan en
ti y que ya han sido previamente comentados), y con esa imagen te niegues a
cargar con el peso de “otra persona” que eras tú en el pasado, pero que no eres
más en el presente.
En el camino de la vida no estamos exentos
de las caídas, los fracasos y los errores, pero tampoco condenados a cargar
siempre con ellos, después de todo cada día es un nuevo comenzar, una nueva
oportunidad, un nuevo intentar y lo
que es mejor ¡es todo tuyo!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/qjW57IkDAjE
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