Las
acciones que uno emprende siempre tienen una intencionalidad, pero si la mirada
solo está puesta en la meta, el camino hacia ella puede parecernos bastante
largo, penoso y por lo tanto desalentador ¿Alguna vez te has preguntado el por
qué en un viaje siempre nos parece que el regreso es más corto que la ida? Te
sorprenderás al saber que para esto hay una base seria porque según los
científicos existe el llamado “efecto del viaje de regreso” que hace que el
retorno parezca entre 17% y 22% más rápido que cuando nos desplazamos al lugar
que visitamos. ¿Sabes por qué sucede esto? Porque, según las investigaciones,
la gente espera que el viaje de ida sea más corto de lo que será. Por ello el
viaje de regreso se siente más rápido.
Ahora
extrapola esa sensación al caminar por la vida, imagínate la expectativa generada
por nuestras acciones, nuestras luchas, nuestro andar. Piensa en todas las
cosas que hacemos y que en mayor o menor medida tienen un objetivo fijado. Ahora
de esas fíjate en aquellas que son de peso y valor para ti, la mayoría de ellas
implicará tiempo y esfuerzo para ser alcanzadas. Si la expectativa está en lo que
falta para llegar, el camino parecerá más largo.
Lo
anterior no quiere decir que no pensemos en la meta, al contrario, significa
que no pensemos en ella con ánimo aprensivo que nos impida disfrutar del camino
mientras avanzamos en él. Henry Ford decía que los obstáculos es lo que llegas
a ver cuando quitas tu mirada de la meta.
El avanzar en la vida requiere decisión, para ello
se necesitan metas de valor fijadas en nuestro camino y acciones decididas que
nos conduzcan hacia ellas, pero curiosamente la vista debe estar puesta en la meta
y las acciones en nuestro andar, el camino que falta por recorrer, lo aún no
logrado u obtenido, no debe ser el parámetro para evaluar nuestro andar, ¿por
qué? porque siempre será más lo que nos falte por hacer que lo que ya hayamos
hecho, incluso cuando se alcance la meta se abrirán nuevos caminos los cuales
por lógica aún no habrán sido recorridos.
Pero lo peor es que, aunque tengamos en claro lo que
queremos lograr y cómo vamos a alcanzarlo, el camino nunca es como lo pensamos,
hay situaciones inesperadas o contingencias que lo hacen más largo o más corto,
así que, si no podemos saber exactamente cuánto nos falta para llegar, pensar
en eso solo nos desgastará.
¿A qué viene esto? Precisamente a hablar de ese
sentimiento de abatimiento que en ocasiones todos experimentamos cuando,
quitando la vista de la meta, vemos (o más bien creemos ver) el camino que aún
nos falta por avanzar.
¿Y qué hacer cuando sobreviene un sentimiento como
el anterior? Solo hay dos cosas por hacer, una pasiva y otra proactiva y las
dos deben hacerse. La pasiva es descansar, tomar un respiro, sentarse un
momento (metafóricamente hablando) para recuperar energías y continuar nuestro
andar. La otra cosa por hacer, la proactiva, implica el ver y valorar todo lo
que se haya logrado obtener hasta la fecha, no solo en el caminar hacia una
meta dada, sino en toda nuestra vida. Esto nos permitirá desahogar esa
frustración que en un momento dado nos llega a embargar a todos y al mismo
tiempo sacar fuerzas que se sustenten en nuestra capacidad de logro.
Lo único que te separa de la meta son las acciones
que tienes que dar para alcanzarla, y lo único que puede detenerte es que te
fijes en lo que falta aún por hacer más que en la meta que deseas logar, así
que concéntrate en tu meta y avanza con decisión, después de todo el nadador no
se pregunta cuánto le falta para la orilla, se concentra en nadar y cuando
menos lo piensa ha llegado a su meta.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/3kmJLYGLdrI
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