jueves, 31 de octubre de 2024

Sueños sin acciones es como tener la semilla de un árbol muy frondoso ¡en un cajón!


 Cuando hablamos de la vida todos tenemos en mente lo que quisiéramos lograr, lo que quisiéramos llegar a tener, lo que quisiéramos llegar a ser; ese deseo nos señala el potencial que todos como personas tenemos, potencial que requiere de nuestro esfuerzo para verse fructificado.

 

Vamos caminando por la calle, de repente vemos en el aparador de una tienda una camisa, un pantalón o un vestido que nos llama la atención. Su corte es tal cual nos gusta, lo mismo sus colores y la hechura en sí, entonces decidimos comprarlo pero cuando preguntamos por el precio simplemente nos desanimamos y nos vamos.

 

Esa historia que tal vez en más de una ocasión nos haya pasado, la experimentamos también, y en mayor escala por los efectos de la misma, en nuestra vida cotidiana. Metas que deseamos alcanzar, pero cuyo precio no estamos dispuestos a pagar.

 

Al igual que la historia inicial, todo en esta vida, sino es que la mayoría, puede ser alcanzado; al igual que la historia inicial, todo en esta vida que puede ser alcanzado, tiene un precio. Cuando hablamos de precio no nos estamos refiriendo necesariamente a una cuestión monetaria sino a esa contraprestación que necesaria y forzosamente deberemos dar a cambio de lo que deseamos lograr.

 

¿Cuál puede ser este precio?, puede ser dinero, claro, pero también tiempo,

esfuerzo, sacrificio.

 

Pensemos una dieta para llegar al peso o figura deseado, ¿qué implica? Pues mucha disciplina y sacrificio para contener el deseo de comer y poder así lograr la meta deseada. Ahora pensemos en algo de más alcance como una carrera profesional, ¿cuál sería ahí el precio a pagar?, claro está que hay una parte monetaria implícita referida a las colegiaturas que se paguen, pero más allá de eso está el tiempo y el esfuerzo dedicado a aprender los contenidos de las asignaturas y desarrollar las habilidades profesionales requeridas para ello. +

 

¿Y en nuestra vida?, ¿qué situaciones de valor familiar, social o comunitario consideramos relevantes como para ser alcanzadas y, más importante aún, qué se requiere para ello? La familia, los amigos, la sociedad, cualquier tipo de relación necesaria y forzosamente de inicio requerirá de tiempo y en segundo lugar disposición, tiempo para dedicarle a la relación y disposición para crecer en ella.

 

En una ocasión, en un taller de emprendedurismo, les pedí a todos los presentes – y ahora te lo sugiero a ti- que en la mitad de una hoja pusieran diez, tan solo diez cosas que quisieran lograr en la vida antes de que ésta terminara. Obvio que con la perspectiva de conclusión de la vida todos pusieron metas de extrema relevancia para ellos. Después de que concluyeron esta primera parte del ejercicio les pedí que en la segunda mitad de la página, relacionada con cada una de las metas primarias, pusieran las acciones que estaban realizando para conseguir dichas metas. No es necesario decir que esta segunda parte estuvo más que deficiente en cuanto a contenidos. ¡Todos tenían metas de relevancia que lograr en la vida, pero pocos eran los que estaban dando los pasos correctos para ello!

 

Te sugiero hagas ese mismo ejercicio. Para no abrumarte pon cinco metas y de esas cinco escoge la que consideres más importante y ponle acciones, pasos concretos que tengas que dar para alcanzarla y–obvio- dale seguimiento digamos una semana para ver que tanto avanzas hacia la meta. Si en una semana no has dado un paso concreto, es necesario revisar tus acciones para que éstas te lleven a la meta deseada.

 

Dice un dicho que “nada en esta vida es gratis” y tiene razón, incluso la vida misma no es gratis. La vida y los sueños que compartimos en ella requieren de lo que hagamos para concretizarlos, para hacerlos realidad, para hacerlos nuestros, después de todo sueños sin acciones es como tener la semilla de un árbol muy frondoso ¡en un cajón!

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/b8Zspb-fbBI

 

 

También del mismo autor: Curso internacional para el mundo de habla hispana  “¿Tu helado se derritió? -Construcción dinámica de liderazgo trascendental-”. Más información en: https://bit.ly/3YjYptw

 

 


jueves, 24 de octubre de 2024

La constancia del aire erosiona hasta la roca, la constancia en tus acciones vencerá cualquier obstáculo


 

Cuando uno avanza por la vida, la vida misma se encarga de darnos las lecciones requeridas para ello. Es una relación dinámica donde la vida nos da lecciones, pero las lecciones nos dan vida. Es así como en el aprender está el avanzar y en el avanzar el aprender.

 

Cuando vemos los grandes fenómenos naturales, es palpable la manera en que éstos reconfiguran el entorno. Un huracán, un tsunami, un terremoto, son fuerzas descomunales que pueden cambiar todo el entorno de un momento a otro. Pero de la misma forma hay fuerzas de la naturaleza que no le apuestan a la cantidad de energía requerida, sino más bien a la constancia de la misma.

 

Por ejemplo, el viento, con su acción constante, puede llegar a erosionar la roca más dura, solo que no sería en cuestión de días, meses o años, sino más bien de décadas o centurias. Así como el viento otras fuerzas como el agua e incluso el andar de los seres vivos, van haciendo cambios que de inicio se antojan imperceptibles pero cuyos resultados son visibles en el largo plazo.

 

De la misma forma, cada uno de nosotros tiene en sí ambas posibilidades: fuerzas considerables para generar resultados en el corto plazo, pero también la fuerza de la constancia para alcanzar resultados en el mediano y largo plazo.

 

En lo que respecta a nuestra personalidad, los cambios duraderos surgen en este segundo escenario, ¿por qué?, porque de la misma forma que la roca, nuestra personalidad tiene esquemas de pensamiento y comportamiento fuertemente arraigados que requieren de tiempo para ser modificados.

 

En una ocasión, en un taller de capacitación, le pedí a quienes participaban en él que nos dijeran una gran meta que tuvieran en la vida. Todos pusieron una meta de valor, a veces personal a veces profesional. La siguiente pregunta fue que si que requerían para lograr eso. Las respuestas fueron variadas, algunos decían que dinero, otros que tiempo, otros que tal o cual estudio, otros más que tal o cual paso o acción y demás. Mi comentario final fue el siguiente: “todos esto que acaban de señalar es correcto, se requiere para lograr las metas que han señalado todo lo que han dicho, pero de entre todo hay un ingrediente que no han mencionado y que es finalmente el que permite que todo suceda: constancia.”

 

La constancia es ese ingrediente que no puede ni debe faltar en ninguno de los proyectos que uno emprenda, es la fuerza interna que nos habilita para dar los pasos necesarios para alcanzar nuestras metas, es lo que nos mantiene cuando cansados nos sentimos y lo que nos empuja cuando andar más no queremos. Esa constancia no es algo emocional, pero tampoco eminentemente racional, es una mezcla de lo que sentimos y de lo que sabemos. Esas dos fuentes le permiten a la constancia existir y subsistir a las pruebas que pudiera enfrentar. Las emociones nos llevan hacia lo que queremos, la razón hacia lo que necesitamos, y en momentos de prueba uno puede acudir a una de las dos o a ambas para sacar de nuevo energía.

 

Por ejemplo, si existe un momento de desilusión o depresión en el camino a la meta, la mente –fría, analítica y objetiva-puede entrar al quite para mostrarnos los por qué debemos seguirlo intentando. De la misma forma si racionalmente vemos obstáculos imposibles de conquistar, la parte emotiva puede surgir para motivarnos a seguir en el camino.

 

En el andar por la vida muchas veces la constancia logra resultados que racional o emocionalmente parecían imposibles de lograr, ya que la misma va generando sus propios caminos para hacer realidad las metas, después de todo la constancia del aire erosiona hasta la roca, la constancia en tus acciones vencerá cualquier obstáculo.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/eT_x64iJHJw

 

 

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miércoles, 16 de octubre de 2024

Llegar a tus metas te hace exitoso, pero además ayudar que otros lleguen a las suyas te hace trascendente


 

El caminar por la vida exige un esfuerzo considerable; los retos, las caídas, los problemas que uno enfrenta requieren en ocasiones no solo de toda nuestra energía sino incluso un cambio en nuestra persona, si a esto le sumamos las manos de otros que se extienden buscando ayuda para conseguir sus metas nos

daremos cuenta que ser líder es un esfuerzo que nos trasciende.

 

Toda persona, desde el momento mismo de tomar conciencia de ello, emprende a voluntad un camino lleno de sueños, deseos, y metas. Este camino está lleno de obstáculos que tienen la finalidad, no de desanimar a quien lo transita, sino de habilitarlo para cada vez mayores empresas.

 

Esta habilitación a veces tarda un poco más de tiempo y en ocasiones puede frustrarse si quien se enfrenta a los problemas se deja abatir por ellos. Independientemente la vida seguirá su curso y nos dará una y otra vez la oportunidad de demostrarle y demostrarnos de lo que somos capaces.

 

Y es en este demostrar y demostrarnos de lo que somos capaces donde se obra el milagro. El milagro de llegar a ser más de lo que creíamos, esperábamos o siquiera intuíamos. El milagro de terminar el camino completamente diferentes a como lo empezamos pero siendo los mismos. El milagro de convertir alquímicamente los más grandes momentos de oscuridad en una luz radiante.

 

Pero tal vez el milagro más grande sea el de darnos cuenta que, aún muchas

veces en nuestra miseria, somos capaces de ayudar, apoyar, soportar y enriquecer la vida de los demás.

 

La reflexión anterior a veces puede parecer demasiado optimista, sobre todo por el último párrafo expresado, así me pasó una vez cuando pregunte en un taller de motivación que si quienes de los que estaban ahí presentes creían que podían ser luz y faro para los demás, no sé si por falsa humildad o de plano por no creerlo, ¡nadie levantó la mano! Viendo eso mi pregunta siguiente fue que si quien creía que un empleado bancario, aunque ganara el mínimo, podría otorgarles un prestamos por miles de pesos, todos levantaron la mano. Luego entonces, les dije, si alguien sin un solo peso puede dar tanto dinero, ellos con tanto a su favor– salud, trabajo, familia, amigos, ¡sueños!- como no iban a poder dar mucho más. ¿Qué el símil no es lo mismo? Claro que sí: el empleado bancario dispone de dinero que no es suyo pero que puede administrar, nosotros disponemos de dones que no son nuestros, en el sentido de haberlos diseñado o creados, pero que sí podemos administrar, y en esa administración tender lazos hacia los demás que nos permitan una dinámica de apoyo mutuo y superación.

 

¿Te parece, como hemos comentado en párrafos anteriores, milagroso esa transformación que experimentas en tu andar? ¡Ahora imagínate que tú mismo seas parte de la causa de la transformación de otros! Que los ayudes, orientes, y apoyes. Lo mejor de todo: que no necesites hacer algo extraordinario sino vivir tu vida con congruencia, carácter y rectitud.

 

La verdadera maravilla de la vida es que siempre detrás de lo ordinario se esconde algo extraordinario y de lo rutinario algo asombroso, y que tú puedes llegar a ser más de lo que creías ser e incluso ayudar a otros a brillar, y no olvides: llegar a tus metas te hace exitoso, pero además ayudar que otros lleguen a las suyas te hace trascendente.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/ly9pam35DiI

 

 

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miércoles, 9 de octubre de 2024

El nadador no se pregunta cuánto le falta para la orilla, se concentra en nadar y cuando menos lo piensa ha llegado a su meta

 


Las acciones que uno emprende siempre tienen una intencionalidad, pero si la mirada solo está puesta en la meta, el camino hacia ella puede parecernos bastante largo, penoso y por lo tanto desalentador ¿Alguna vez te has preguntado el por qué en un viaje siempre nos parece que el regreso es más corto que la ida? Te sorprenderás al saber que para esto hay una base seria porque según los científicos existe el llamado “efecto del viaje de regreso” que hace que el retorno parezca entre 17% y 22% más rápido que cuando nos desplazamos al lugar que visitamos. ¿Sabes por qué sucede esto? Porque, según las investigaciones, la gente espera que el viaje de ida sea más corto de lo que será. Por ello el viaje de regreso se siente más rápido.

 

Ahora extrapola esa sensación al caminar por la vida, imagínate la expectativa generada por nuestras acciones, nuestras luchas, nuestro andar. Piensa en todas las cosas que hacemos y que en mayor o menor medida tienen un objetivo fijado. Ahora de esas fíjate en aquellas que son de peso y valor para ti, la mayoría de ellas implicará tiempo y esfuerzo para ser alcanzadas. Si la expectativa está en lo que falta para llegar, el camino parecerá más largo.

 

Lo anterior no quiere decir que no pensemos en la meta, al contrario, significa que no pensemos en ella con ánimo aprensivo que nos impida disfrutar del camino mientras avanzamos en él. Henry Ford decía que los obstáculos es lo que llegas a ver cuando quitas tu mirada de la meta.

 

El avanzar en la vida requiere decisión, para ello se necesitan metas de valor fijadas en nuestro camino y acciones decididas que nos conduzcan hacia ellas, pero curiosamente la vista debe estar puesta en la meta y las acciones en nuestro andar, el camino que falta por recorrer, lo aún no logrado u obtenido, no debe ser el parámetro para evaluar nuestro andar, ¿por qué? porque siempre será más lo que nos falte por hacer que lo que ya hayamos hecho, incluso cuando se alcance la meta se abrirán nuevos caminos los cuales por lógica aún no habrán sido recorridos.

 

Pero lo peor es que, aunque tengamos en claro lo que queremos lograr y cómo vamos a alcanzarlo, el camino nunca es como lo pensamos, hay situaciones inesperadas o contingencias que lo hacen más largo o más corto, así que, si no podemos saber exactamente cuánto nos falta para llegar, pensar en eso solo nos desgastará.

 

¿A qué viene esto? Precisamente a hablar de ese sentimiento de abatimiento que en ocasiones todos experimentamos cuando, quitando la vista de la meta, vemos (o más bien creemos ver) el camino que aún nos falta por avanzar.

 

¿Y qué hacer cuando sobreviene un sentimiento como el anterior? Solo hay dos cosas por hacer, una pasiva y otra proactiva y las dos deben hacerse. La pasiva es descansar, tomar un respiro, sentarse un momento (metafóricamente hablando) para recuperar energías y continuar nuestro andar. La otra cosa por hacer, la proactiva, implica el ver y valorar todo lo que se haya logrado obtener hasta la fecha, no solo en el caminar hacia una meta dada, sino en toda nuestra vida. Esto nos permitirá desahogar esa frustración que en un momento dado nos llega a embargar a todos y al mismo tiempo sacar fuerzas que se sustenten en nuestra capacidad de logro.

 

Lo único que te separa de la meta son las acciones que tienes que dar para alcanzarla, y lo único que puede detenerte es que te fijes en lo que falta aún por hacer más que en la meta que deseas logar, así que concéntrate en tu meta y avanza con decisión, después de todo el nadador no se pregunta cuánto le falta para la orilla, se concentra en nadar y cuando menos lo piensa ha llegado a su meta.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/3kmJLYGLdrI

 

 

También del mismo autor: Curso internacional para el mundo de habla hispana  “¿Tu helado se derritió? -Construcción dinámica de liderazgo trascendental-”. Más información en: https://bit.ly/3YjYptw

 


miércoles, 2 de octubre de 2024

Recuerda joven que el resultado de la justicia será paz


 

Todos anhelamos un mundo donde la paz sea la constante, más que la excepción, ya que un ambiente de paz permite enfocar nuestras energías en actividades productivas y de desarrollo, pero también hay que tener muy claro que para lograr

esa paz se necesita trabajar la justicia.

 

Caminando por las calles de mi ciudad me encontré la otra vez un mensaje en una pared, un mensaje que rezuma sabiduría, esa sabiduría que por ser popular nos dice mucho más por su cariz social: “Recuerda joven que el resultado de la justicia será paz y su labor reposo y seguridad para siempre”. La simplicidad del mensaje no le quita grandeza, al contrario, de una manera sencilla señala de manera concreta y correcta el proceso para lograr la paz el cual pasa a través de implementar la justicia.

 

Es curioso como esta sabiduría popular parece olvidarse cuando la gente que uno supone tiene características de mayor alcance en cuanto a miras, educación o responsabilidad, pervierten el proceso creyendo que la paz es el paso para la justicia, es decir, que colocan a la paz no como la consecuencia de la justicia sino como la causa de esta.

 

Recientemente nos hemos enterado de los escándalos de abusos sexuales a niños que durante años realizaron algunos sacerdotes, tan solo en Irlanda, donde desde los años 30’s hasta el 2005, de acuerdo con el informe oficial Ryan & Murphy, se estima que 35 mil niños fueron violados por sacerdotes. Lo aberrante de esto (obvio después del abominable crimen señalado) es que cuando la propia  glesia Irlandesa pidió permiso a la Santa Sede para denunciar penalmente a los culpables, se le ordenó evitar cualquier acción legal, pues se pondría en riesgo la reputación de la religión Católica.

 

¿A qué viene lo anterior? Precisamente al daño que se hace cuando se pervierten las cosas: no es generando una paz ficticia como se generará la justicia, al contrario, se requiere la acción decidida de quienes realmente (no de dientes hacia afuera) están de parte de la justicia para que, implementando ésta, se llegue a la paz.

 

Recuerdo el caso de una institución donde se detectaron robos, fraudes y corruptelas pero las autoridades se negaban a actuar decididamente aduciendo no violentar el ambiente de paz (releer la postura de algunos de la Iglesia católica que se negaron a actuar para no afectar el ambiente de esa institución). En esa ocasión uno de los promotores de la “paz y el perdón” me trató de convencer durante horas de las bondades de “olvidar los agravios”, después de oírlo le dije que si un día llegara él a su casa y viere a alguien que se está robando no digo un carro o un aire acondicionado sino un foco de la cochera ¿acaso siquiera no le gritarías para que no se lo llevara? A la respuesta afirmativa le repliqué ¿entonces porque aquí que el daño patrimonial es mayor, excesivamente mayor, nos hablas de perdón? Antes que contestara me respondí diciendo que la respuesta era sencilla, simple y sencillamente no le dolía la institución, al menos no como su propia casa, pues mientras allá no permitiría ni siquiera que le robaran un foco, aquí aceptaba que fraudes mayores se consumaran.

 

¡Ah, pero que bonito habla alguien que promueve la paz siempre y cuando esto no implique luchar por ella! Solo que sus dichos son falsos, mentirosos, manipuladores. Son como esa imagen de los lobos disfrazados de ovejas que convencen con su labia de una acción contraria al bien común pues anteponen su bien personal a ello. La Biblia identifica a estos como “falsos apóstoles”: “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, transfigurándose en apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel de luz” (2Corintios 11:13-14, Reina Valera, 1909). Quitando a lo anterior toda connotación religiosa la idea principal permanece: no creas, ni sigas, ni confíes en alguien que no es congruente en su pensar, decir y hacer. Volviendo al caso anteriormente comentado ¿crees que esos que promovían paz, perdón y olvido actuarían así si se tratará de su casa, su familia o su integridad? claro que no, pero todo mundo puede ser magnánimo en lo que no es suyo, en lo que no le duele, en lo que no le importa.

 

Quien desea que la paz sea “previa a”, en realidad es un mentiroso que no desea la paz sino que no hagan olas y llevar la fiesta tranquilamente. Tú joven, heredero de un mundo que se convulsiona en la injusticia, la corrupción y la mediocridad, debes saber que eso no es todo lo que hay: mucha gente realmente honesta, de buen corazón pero también de carácter y entereza lucha día a día para lograr que lo mejor de nosotros forme una sociedad mejor.

 

Joven: Si quieres seguridad, trabaja por la justicia; si quieres equidad, trabaja por la justicia; si quieres oportunidades, trabaja por la justicia; si quieres tranquilidad, trabaja por la justicia; y en todo ello recuerda joven que el resultado de la justicia será paz.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/FQ8MRzIOFpo

 

 

También del mismo autor: Curso internacional para el mundo de habla hispana  “¿Tu helado se derritió? -Construcción dinámica de liderazgo trascendental-”. Más información en: https://bit.ly/3YjYptw