miércoles, 25 de septiembre de 2024

Dice un dicho que si una puerta se cierra, se abre una ventana... y yo agregaría: y si no ¡hay que abrirla!


 

Así como la vida está hecha para vivirla, los problemas que la vida traen están hechos para ser resueltos, y en esto lo primero a resolver es nuestra propia actitud

precisamente ante estos retos.

 

Un común denominador en todos los temas de ayuda y auto-ayuda es que el primer paso para superar un problema es precisamente el querer superarlo. En ocasiones los retos de la vida son de tal magnitud que la persona que los vive, si bien está inconforme con ellos, se encierra en sí misma con una imposibilidad de avanzar en su situación.

 

Hay un chiste que dice que estaba una persona vendiendo manzanas y en eso llega un señor y después de preguntarle cuánto costaban las manzanas le dice que le comprará todas las que tiene, entonces dicen que el que las vendía se negó a venderle todas las manzanas ya que ¡después no tendría nada que vender!

 

En ocasiones nuestra actitud ante los problemas se parece a la del vendedor de la historia ya que si cambiamos de actitud ante los problemas para resolverlos ¡no tendríamos ya justificación alguna para sentir lástima por nosotros mismos!, es decir, nos quedaríamos sin las manzanas de la autocompasión que nos permiten tirarnos, deprimirnos, detenernos, estancarnos, lo cual siempre será una actitud más cómoda que esforzarnos, luchar y salir adelante.

 

Ahora bien, esa actitud positiva requerida y de la cual hemos venido hablando no quiere decir para nada una actitud de auto-engaño, que quede claro: los problemas no se van a resolver solo por una buena actitud, pero una buena actitud es requerida para dinamizar esa solución.

 

Dicen que una persona perdió su casa en un incendio y que mientras veía arder su hogar se acerco un vecino al cual le asombro lo optimista que se veía el primero, el vecino le pregunta que si como es que estaba tan optimista a lo que el otro le respondió que su tranquilidad se sustentaba en dos cosas, una era que una actitud negativa no cambiaría las cosas y la otra era que una actitud negativa sí le quitaría su buen ánimo, así que no había motivo para no tener una actitud positiva.

 

Esa actitud positiva nos conduce a una plenitud de recursos para encarar los problemas que enfrentamos, contrariamente a cuando nos dejamos estar mal y que prácticamente cerramos la posibilidad de buscar formas de alzarnos sobre los retos que enfrentamos, y siendo extremadamente pragmáticos, incluso en el caso de que es actitud positiva no pudiera resolver nada, al menos nos hace estar bien con lo cual ya es ganancia.

 

Esa actitud positiva es el primer paso, el siguiente es la actitud pro-activa que nos permite iniciar acciones para buscar las respuestas a los problemas que enfrentamos. Esa pro-actividad es como buscar a tientas en la oscuridad un interruptor, no sabemos dónde está pero si no lo buscamos nunca lo encontraremos y por lo tanto seguiremos en tinieblas.

 

La actitud positiva más la actitud pro-activa es esa búsqueda a tientas de la solución a nuestros problemas. El tenerlas no los resuelve, así como el buscar en la oscuridad a tientas el interruptor de luz no lo localiza automáticamente, pero en ambos casos son las acciones y las actitudes correctas que permitirán conseguir conquistar nuestros retos.

 

No podemos esperar a que los problemas que enfrentamos se resuelvan solos, esperarlo solo nos consume tiempo valiosísimo de nuestra vida, la actitud correcta implica un optimismo y una pro-actividad que nos permita pelear con éxito las batallas que se nos presenten, después de todo dice un dicho que si una puerta se cierra, se abre una ventana... y yo agregaría: y si no ¡hay que abrirla!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/LVurIvL4Rsg  

 

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