El ser humano ante los demás está definido, y ¿por qué no decirlo? evaluado constantemente, en función de lo que piensa, lo que dice y lo que hace. Cuando existe esta congruencia entre estos tres aspectos podemos decir que estamos ante alguien no solo íntegro y de carácter sino incluso trascendente.
Existe
un dicho que señala que “las palabras mueven, pero el ejemplo arrasa” y tiene
razón en el sentido de que lo que uno hace finalmente es lo que tiene efectos sociales
por los cuales somos o no reconocidos, pero también es cierto que cuando uno
dice una cosa y hace otra, por más loable que sea la acción, genera en quienes
nos rodean una reacción desfavorable por la incongruencia visible de nuestro
ser.
De
la misma forma cuando lo que decimos y hacemos está en consonancia con lo que
pensamos podemos decir que el ejemplo no solo arrasa siguiendo el dicho comentado
al principio, sino que incluso esa fuerza se vuelve transformadora, no solo de
nosotros mismos y los demás sino incluso del mundo en que vivimos.
Referente
a esto último vemos constantemente comentarios en el sentido de cómo es que en
la actualidad la falta de confianza de unos para con otros es una tónica permanente,
la palabra no tiene el peso que tenía antes, es más incluso los compromisos
firmados pueden ser incumplidos, por lo que podemos esperar de los demás
cualquier cosa, incluso la traición a sus propios dichos y pensamientos.
Si
bien lo anterior puede ser verdad en mayor o menor medida, también es cierto que
la adversidad, es decir, las circunstancias anteriormente comentadas, pueden dar
como resultado que una acción íntegra acompañada de un decir y pensar congruente
sea de impacto para el mundo en que vivimos.
“Que
tu si sea si y que tu no sea no”, estas palabras de La Biblia (Santiago 5:12) hace
énfasis en esa congruencia que se requiere para construir relaciones personales
viables. ¿Por qué decir una cosa, engañando al otro, para finalmente actuar con
otra? De esto último el mundo está lleno, desafortunadamente, solo es cuestión
de voltear a ver los políticos que para ganar llenan de promesas que finalmente
desconocen o incumplen.
Es
cierto que sin esas mentiras tal vez esas personas no llegarían a donde están, pero
de la misma forma es cierto que llegar con mentiras no nos vuelve más grandes
ni mejores sino que nos empequeñece como personas y lastima a la sociedad.
También
es cierto que nuestros escrúpulos en ocasiones nos llevan a no querer quedar
mal o lastimar con negativas o verdades a los demás pero eso solo extiende el
engaño hasta un punto donde la verdad echa por tierra los dichos colocándonos
en posiciones bastante incómodas.
Pero
tal vez lo más importante, más allá incluso de lo anteriormente dicho, es la cuestión
de incongruencia personal, de nosotros mismos para con nosotros. Los demás si
bien son importantes son tan solo un referente de nuestra vida, lo mayormente
importante somos nosotros y, para empeorar las cosas, no podemos engañarnos a
nosotros mismos, así que cualquier incongruencia entre el pensar, decir y hacer
es algo que tarde o temprano nos cobra factura con los demás, es cierto, pero
también con nosotros mismos.
No
tengas miedo pensar por ti mismo, hablar por ti mismo y actuar por ti mismo, y de
la misma forma no temas a la congruencia de estos tres elementos, al contrario,
procúrala como algo que te lleva por el camino de la excelencia, después de
todo el carácter de una persona está dado por el equilibrio entre lo que
piensa, lo que dice y lo que hace.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/GyYMxHqjwtM
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