Nuestro
andar por la vida nos exige en ocasiones un esfuerzo extra, tanto físico, como mental
e incluso espiritual, sobre todo cuando consideramos situaciones inesperadas
que sirven para resaltar le verdadera esencia de lo que estamos hechos.
Cuenta
una historia que un niño no quería estudiar y cuando le preguntaban que si por qué,
señalaba que por que aún no sabía que quería ser de grande. Dicen que después,
ya de joven, no quería trabajar, cuando le preguntaban por qué, señalaba que
por que aún no estaba seguro a qué quería dedicarse. Ya de adulto de igual
forma no se dedicaba a nada con el pretexto que aún no sabía a ciencia cierta
qué quería hacer de su vida. Finalmente dicen que al final de su vida, al voltear
en retrospectiva, lo único que pudo decir fue: “cuántos caminos, y ninguno recorrí”.
La
historia anterior tiene un símil parecido en la vida de muchos los cuales, por estar
esperando esa seguridad en cuanto a lo que viene, dejan pasar muchas oportunidades,
pero peor aún, ni siquiera se preparan para las oportunidades que están por
venir, es decir, no aprovechan lo que la vida les ofrece pero tampoco se preparan
para lo que les puede ofrecer.
El
hecho de reflexionar sobre nuestra vida, fugaz, efímera y momentánea, nos debería
de motivar a prepararnos para estar listos para cuando la oportunidad se presente.
Dice un dicho que a la oportunidad la pintan calva, ese dicho va en el sentido
que a veces la oportunidad pasa tan veloz que ni siquiera da tiempo a asirla de
los cabellos (como en el caso de alguien calvo). Luego entonces la cuestión es
estar preparado como quien se agazapa para atrapar a un animal salvaje.
Juega
un poco en tu mente con la imagen del animal salvaje, imagínate por un momento
que fueras a África a atrapar a un animal salvaje, ¿qué harías?, supongo que
pensarás que previamente tendrías que prepararte, no solo con los materiales que
necesitarías para ello sino también con una condición física y mental que te permitiera
esa faena. Después, ya en el lugar, supongo verías cuál es la parte idónea para
lo que quieres lograr y, tal vez lo más importante, que estarías en todo tiempo
a la expectativa por si surge otra oportunidad, tal vez otro animal más grande,
más ágil o más veloz.
Pues
esa imagen es la misma que debes aplicar en tu vida ¿y sabes por qué?, porque
de la misma forma nuestra vida es como estar en un lugar salvaje: no sabemos
qué pasará, todo es cambiante, todo es riesgoso, y no solo eso sino que también
hay otros que están cazando, muchas veces incluso lo mismo que tú, por lo que
lo no puedes confiarte y creer que el conejo caerá en la bolsa con solo abrirla
(y eso que no estamos atrapando conejos ¡sino tu futuro, tus sueños y tu misma
realización!).
No
se trata de vivir en una tensión constante, pero tampoco de comenzar el esfuerzo
hasta que la claridad de las metas y objetivos sea tal que prácticamente esté
garantizada su consecución. El esfuerzo es constante y cansa, en ese momento
puede uno descansar, pero no con el ánimo de dejar la lucha sino más bien de
recargar fuerzas.
La
vida por su misma naturaleza cambiante en muchas ocasiones se nos presentará
con oportunidades imprevistas, oportunidades que si las tomamos con fuerza como
si nuestra vida dependiera de ello nos permitirán desarrollarnos e ir a un
lugar más allá de los límites que en muchas ocasiones nos autoimponemos, un lugar
que es precisamente donde nuestros sueños se hacen realidad.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/xvHJW5IutqE
También del mismo autor: Curso internacional para
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