El
caminar por la vida, sin duda alguna, presenta tramos donde el cansancio
físico, mental o espiritual hacen muy pesado el avanzar, es en ese momento
donde el sentido común debe llevarnos a tomar las decisiones que nos permitan,
sin dejar de avanzar, recobrar las fuerzas necesarias para continuar nuestro
andar.
Imagínate
un viaje de varios días con temperaturas congelantes, con vientos que te azotan
constantemente, con una falta creciente de oxigeno y con un esfuerzo cada vez
más exigente, esto es lo que vivió Sir Edmund Percival Hillary durante su ascenso
durante varios días de 8.848 metros al Everest, del cual alcanzó su cima el 29
de mayo de 1953.
Al
igual que el ejemplo anterior, durante nuestra vida enfrentamos retos que en ocasiones
parecen insalvables y que no son conquistados de manera inmediata sino que
requieren días e incluso en ocasiones años. De la misma forma que el ejemplo
anterior, esa lucha requerirá por salud física, mental y espiritual, el que se tomen
descansos en el inter con la finalidad de recargar fuerzas.
El
tema del descanso, del detener un momento la marcha, de tomarse un respiro, es
un tema que pocas veces se aborda en las cuestiones de motivación ya que las mismas
están enfocadas en dinamizar a la persona para que alcance la meta, pero un
buen entrenador, un buen líder, un buen guía sabe que es necesario e incluso
indispensable el tomarse un descanso y esto por una razón muy práctica: el
rendimiento no es el mismo estando cansados.
Todos hemos oído el consejo apremiante de no
conducir cansados cuando viajamos en vehículo por carretera, la razón es que
los reflejos disminuyen y el riesgo de sufrir un accidente se incrementa. De la
misma forma en la vida el conducir cansados, es decir, el querer seguir
avanzando a pesar del cansancio que se experimente, puede conducir a una
disminución de los reflejos, entendiendo por reflejos la capacidad de tomar
buenas decisiones, de resistir los embates de la vida, y de actuar de manera
oportuna.
Ahora bien, este descansar no es sinónimo de
claudicar, volviendo a la historia inicial de la conquista del Everest, vemos
como es que el ascenso de varios días era intercalado con descansos
programados, pero una vez recargadas las fuerzas, el viaje continuaba pues en
la mira se tenía lo que de inicio motivó la odisea.
De la misma forma, cuando iniciamos algo, lo que
sea, un proyecto, una meta, un sueño, se establece un objetivo más o menos
claro, pero detrás del objetivo en su momento hay una serie de motivaciones
intangibles, internas, personales, que hacen iniciar ese andar. Esas
motivaciones pueden ser traídas de nuevo a la mente cuando el cansancio se haga
presente para hacer ver y revalorar el caminar.
Lo anterior es un poco complicado porque las mismas
motivaciones tienen un carácter emocional muy fuerte, carácter que puede verse
diluido con el tiempo dejando solo la parte racional del objetivo, es decir, lo
que queremos lograr, pero el por qué o para qué es aquello emocional que de
inicio nos empujó a iniciar la conquista de ese sueño.
Luego entonces, la sugerencia práctica es que antes
de, como coloquialmente se dice, tirar la toalla, tomarse un tiempo para con
calma recordar los motivos internos que nos movieron hacia el reto que se
enfrenta.
La conquista de todo sueño lleva dos fuerzas, la que
nos impele al logro de la meta trazada y aquella que nos jala para detener
nuestro avance, cuando este balance tienda al cansancio, el desánimo y la
desazón, hay que recordar, tener muy en cuenta y reavivar los motivos iniciales
que nos empujaron nuestro caminar, en otras palabras, cuando te canse el
camino, recuerda qué fue lo que te hizo iniciar tu andar.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/MXwUaxPzkik
También del mismo autor: Curso internacional para
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