miércoles, 24 de abril de 2024

Cuando te canse el camino, recuerda qué fue lo que te hizo iniciar tu andar


 

El caminar por la vida, sin duda alguna, presenta tramos donde el cansancio físico, mental o espiritual hacen muy pesado el avanzar, es en ese momento donde el sentido común debe llevarnos a tomar las decisiones que nos permitan, sin dejar de avanzar, recobrar las fuerzas necesarias para continuar nuestro andar.

 

Imagínate un viaje de varios días con temperaturas congelantes, con vientos que te azotan constantemente, con una falta creciente de oxigeno y con un esfuerzo cada vez más exigente, esto es lo que vivió Sir Edmund Percival Hillary durante su ascenso durante varios días de 8.848 metros al Everest, del cual alcanzó su cima el 29 de mayo de 1953.

 

Al igual que el ejemplo anterior, durante nuestra vida enfrentamos retos que en ocasiones parecen insalvables y que no son conquistados de manera inmediata sino que requieren días e incluso en ocasiones años. De la misma forma que el ejemplo anterior, esa lucha requerirá por salud física, mental y espiritual, el que se tomen descansos en el inter con la finalidad de recargar fuerzas.

 

El tema del descanso, del detener un momento la marcha, de tomarse un respiro, es un tema que pocas veces se aborda en las cuestiones de motivación ya que las mismas están enfocadas en dinamizar a la persona para que alcance la meta, pero un buen entrenador, un buen líder, un buen guía sabe que es necesario e incluso indispensable el tomarse un descanso y esto por una razón muy práctica: el rendimiento no es el mismo estando cansados.

 

Todos hemos oído el consejo apremiante de no conducir cansados cuando viajamos en vehículo por carretera, la razón es que los reflejos disminuyen y el riesgo de sufrir un accidente se incrementa. De la misma forma en la vida el conducir cansados, es decir, el querer seguir avanzando a pesar del cansancio que se experimente, puede conducir a una disminución de los reflejos, entendiendo por reflejos la capacidad de tomar buenas decisiones, de resistir los embates de la vida, y de actuar de manera oportuna.

 

Ahora bien, este descansar no es sinónimo de claudicar, volviendo a la historia inicial de la conquista del Everest, vemos como es que el ascenso de varios días era intercalado con descansos programados, pero una vez recargadas las fuerzas, el viaje continuaba pues en la mira se tenía lo que de inicio motivó la odisea.

 

De la misma forma, cuando iniciamos algo, lo que sea, un proyecto, una meta, un sueño, se establece un objetivo más o menos claro, pero detrás del objetivo en su momento hay una serie de motivaciones intangibles, internas, personales, que hacen iniciar ese andar. Esas motivaciones pueden ser traídas de nuevo a la mente cuando el cansancio se haga presente para hacer ver y revalorar el caminar.

 

Lo anterior es un poco complicado porque las mismas motivaciones tienen un carácter emocional muy fuerte, carácter que puede verse diluido con el tiempo dejando solo la parte racional del objetivo, es decir, lo que queremos lograr, pero el por qué o para qué es aquello emocional que de inicio nos empujó a iniciar la conquista de ese sueño.

 

Luego entonces, la sugerencia práctica es que antes de, como coloquialmente se dice, tirar la toalla, tomarse un tiempo para con calma recordar los motivos internos que nos movieron hacia el reto que se enfrenta.

 

La conquista de todo sueño lleva dos fuerzas, la que nos impele al logro de la meta trazada y aquella que nos jala para detener nuestro avance, cuando este balance tienda al cansancio, el desánimo y la desazón, hay que recordar, tener muy en cuenta y reavivar los motivos iniciales que nos empujaron nuestro caminar, en otras palabras, cuando te canse el camino, recuerda qué fue lo que te hizo iniciar tu andar.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/MXwUaxPzkik

 

 

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miércoles, 17 de abril de 2024

Prepárate desde ya para que cuando encuentres tu camino es que tengas la capacidad, coraje y fortaleza de seguirlo


 

Nuestro andar por la vida nos exige en ocasiones un esfuerzo extra, tanto físico, como mental e incluso espiritual, sobre todo cuando consideramos situaciones inesperadas que sirven para resaltar le verdadera esencia de lo que estamos hechos.

 

Cuenta una historia que un niño no quería estudiar y cuando le preguntaban que si por qué, señalaba que por que aún no sabía que quería ser de grande. Dicen que después, ya de joven, no quería trabajar, cuando le preguntaban por qué, señalaba que por que aún no estaba seguro a qué quería dedicarse. Ya de adulto de igual forma no se dedicaba a nada con el pretexto que aún no sabía a ciencia cierta qué quería hacer de su vida. Finalmente dicen que al final de su vida, al voltear en retrospectiva, lo único que pudo decir fue: “cuántos caminos, y ninguno recorrí”.

 

La historia anterior tiene un símil parecido en la vida de muchos los cuales, por estar esperando esa seguridad en cuanto a lo que viene, dejan pasar muchas oportunidades, pero peor aún, ni siquiera se preparan para las oportunidades que están por venir, es decir, no aprovechan lo que la vida les ofrece pero tampoco se preparan para lo que les puede ofrecer.

 

El hecho de reflexionar sobre nuestra vida, fugaz, efímera y momentánea, nos debería de motivar a prepararnos para estar listos para cuando la oportunidad se presente. Dice un dicho que a la oportunidad la pintan calva, ese dicho va en el sentido que a veces la oportunidad pasa tan veloz que ni siquiera da tiempo a asirla de los cabellos (como en el caso de alguien calvo). Luego entonces la cuestión es estar preparado como quien se agazapa para atrapar a un animal salvaje.

 

Juega un poco en tu mente con la imagen del animal salvaje, imagínate por un momento que fueras a África a atrapar a un animal salvaje, ¿qué harías?, supongo que pensarás que previamente tendrías que prepararte, no solo con los materiales que necesitarías para ello sino también con una condición física y mental que te permitiera esa faena. Después, ya en el lugar, supongo verías cuál es la parte idónea para lo que quieres lograr y, tal vez lo más importante, que estarías en todo tiempo a la expectativa por si surge otra oportunidad, tal vez otro animal más grande, más ágil o más veloz.

 

Pues esa imagen es la misma que debes aplicar en tu vida ¿y sabes por qué?, porque de la misma forma nuestra vida es como estar en un lugar salvaje: no sabemos qué pasará, todo es cambiante, todo es riesgoso, y no solo eso sino que también hay otros que están cazando, muchas veces incluso lo mismo que tú, por lo que lo no puedes confiarte y creer que el conejo caerá en la bolsa con solo abrirla (y eso que no estamos atrapando conejos ¡sino tu futuro, tus sueños y tu misma realización!).

 

No se trata de vivir en una tensión constante, pero tampoco de comenzar el esfuerzo hasta que la claridad de las metas y objetivos sea tal que prácticamente esté garantizada su consecución. El esfuerzo es constante y cansa, en ese momento puede uno descansar, pero no con el ánimo de dejar la lucha sino más bien de recargar fuerzas.

 

La vida por su misma naturaleza cambiante en muchas ocasiones se nos presentará con oportunidades imprevistas, oportunidades que si las tomamos con fuerza como si nuestra vida dependiera de ello nos permitirán desarrollarnos e ir a un lugar más allá de los límites que en muchas ocasiones nos autoimponemos, un lugar que es precisamente donde nuestros sueños se hacen realidad.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/xvHJW5IutqE

 

 

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jueves, 11 de abril de 2024

No seas tú quien te ponga límites... y no dejes que sean los demás quienes lo hagan


 Como seres humanos experimentamos constantemente las limitaciones, sobre todo físicas, propias de nuestra condición, pero de la misma forma, la voluntad, la tenacidad y la perseverancia son condiciones que si bien son humanas pueden conducirnos al mundo de lo ilimitado.

 

Philippe Croizon, tal vez su nombre no te diga mucho, pero lo que él ha hecho retumbará en tu mente: sin brazos ni piernas ha logrado cruzar a nado tramos de mar entre continentes mostrando que nada es imposible. En 1994 Philippe Croizon perdió sus cuatro extremidades tras un accidente en el que resultó electrocutado cuando reparaba la antena del techo de su casa; hoy la historia es totalmente asombrosa: Usando unas patas de rana colocadas sobre sus prótesis, Philippe Croizon recorrió a nado las aguas heladas del estrecho de Bering entre la isla estadounidense de Diómedes Menor y Diómedes Mayor, uniendo de este modo Asia y América. Durante los últimos tres meses pasó a nado de Papúa Nueva Guinea (Oceanía) a Indonesia, enlazando así Oceanía y Asia. Luego unió Asia con África cruzando el Mar Rojo, y pasó el estrecho de Gibraltar que separa África de Europa.

 

Ejemplos como el anterior vemos todos los días, ejemplos que nos dicen que los límites no existen, que podemos llegar mucho más allá de lo que creemos, y que lo único que en ocasiones lo impide somos nosotros. Pero de la misma forma vemos constantemente (y en ocasiones experimentamos) actitudes derrotistas ante las adversidades que prácticamente ponen en estado de postración ante la vida a quién las permite.

 

Y fíjate que digo “permite”, porque de eso depende todo, de permitir o no que se impongan límites a nuestras aspiraciones. Y en esto de limitar hay dos fuentes: la externa, es decir de los demás, y la interna, es decir de nosotros mismos.

 

La fuente externa son esas opiniones que incluso bienintencionadas limitan con mucho los alcances de nuestras acciones, de esto hay que aclarar que curiosamente estas opiniones limitadoras “bienintencionadas” son a veces más difíciles de captar y de rechazar pues en su forma y en su fondo buscan y creen hacer un bien cuando en realidad no nos permiten llegar a donde deseamos y podemos.

 

La otra fuente, la interna, es cuando nosotros mismos, por nuestros miedos, nuestra historia, nuestra zona de confort, nos limitamos en nuestras acciones por miedo a perder o simplemente a actuar sin lograr. Lo curioso de esta forma, es como los argumentos que crea nuestra mente para “justificar” las limitaciones que nos autoimponemos pueden llegar a ser muy lógicos, correctos y convincentes. Independientemente de que las limitaciones vinieran de fuentes externas o internas, ambas nos impiden en muchas ocasiones intentarlo y hay que reconocer que tienen tal fuerza que fácilmente pueden socavar cualquier intento por remontarla, ¿qué hacer ante esto?

 

Técnicas para superar nuestras limitaciones hay muchas, te propongo una fácil de hacer: cuando estés por iniciar algo y sientas esas voces de fuera o de dentro que te dicen no hacer, no actuar, no avanzar, escribe los argumentos que se te vengan para ello, pero –y aquí está el truco- comienza escribiéndolos con esta frase: “No intentaré alcanzar mi sueño, la vida se me va, se me acaba, y aún así ni siquiera me voy a permitir luchar por lo que quiero por…”, en esta parte tu completas la frase escribiendo la “razón” por la que creas no puedes hacer lo que quieres. Una vez escrito debes leerlo en voz alta frente a un espejo.

 

No uses la lógica para entender lo anterior, experiméntalo. La mente es otra cuando se siente observada, y más cuando se siente expuesta. Exponla frente a ti mismo para que veas como eso que temes no es tan grande como crees o al menos no tan grande como tus sueños, tu fuerza y tu capacidad de lograr lo que quieres.

 

La vida es una danza eterna entre lo que podemos hacer y las limitaciones que se nos ponen para no hacerlo, en la medida que aprendamos poco a poco ir más allá de esos límites, nos daremos cuenta que nunca existieron, pero que eran necesarios para permitirnos crecer y alcanzar las estrellas.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/FKyp_SQxHxA

 

 

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miércoles, 3 de abril de 2024

El mediocre siempre se andará justificando del por qué no hizo las cosas, el excelente dejará que sus resultados hablen

 


El hacerse dueño de nuestra propia vida no solo se refiere a tomar por uno

mismo las decisiones que considere pertinentes, sino –y más importante aun hacerse responsable de las consecuencias de ello. Ambas acciones, el decidir con madurez y el aceptar los resultados de las decisiones, forman parte del carácter y de la verdadera libertad con responsabilidad.

 

Dicen que una vez existió una persona que constantemente se ponía metas y las lograba. Mientras más ambiciosas las metas más empeño le ponía y los éxitos se acumulaban uno tras otro. La gente estaba intrigada del dinamismo y fuerza que esta persona ponía en sus planes y se cuestionaba sobre la fuerza interna que lo facultaba a lograr todo lo que se proponía. Cuentan que ya en la vejez un reportero que hacía la reseña de su vida le hizo la pregunta que todos tenían en mente “¿Cómo era posible que aún y cuando las cosas parecían imposibles, él se las arreglaba para hacer realidad sus metas?”, la respuesta no pudo ser más sencilla a la vez que sorprendente: “Sabes, ahora que veo en retrospectiva me doy cuenta de eso que me dices, pero en su momento nadie me dijo que eso era imposible y yo tampoco lo pensé”.

 

Es curioso cómo cambia la percepción de las cosas y la motivación de nuestras acciones cuando la palabra imposible o difícil aparece en el horizonte. No quiere esto decir que todo lo que uno piense que es fácil por ese simple hecho lo sea, pero sí que el andar cobra otro dinamismo cuando queremos, sabemos y creemos que se puede hacer.

 

Y en esa dinámica de querer y poder, la parte de aceptar los resultados es sumamente importante. ¿Cuánta gente conocemos que constantemente tiene para cada fracaso o inacción una justificación, la cual generalmente es una justificación externa? Yo creo que hemos de conocer varias: cuando no es el gobierno, es la familia, son los amigos, es la vida, la mala suerte o Dios quienes se han confabulado para hacer irrealizable las metas propuestas.

 

Si uno observa a los niños, estos tienen dos facetas: son muy libres (hacen lo que les da la gana y por eso uno debe guiarlos) y son fácilmente manipulables por la falta de carácter y conciencia que tienen. Conforme uno va creciendo ambas facetas tienden a un desarrollo pleno donde ese “hacer lo que le venga en gana” se transforma en un actuar libre pero responsable, donde el egoísmo deja paso a la solidaridad, de la misma forma ese carácter altamente manipulable cede para dejar ver un carácter donde uno toma las decisiones y se hace responsable de las acciones.

 

Esta última parte es sumamente importante pues el peso que la sociedad actual da sobre la libertad es claro y contundente, pero el peso en cuanto a la responsabilidad de las acciones es difuso y leve. La responsabilidad es hacerse dueño de nuestro propio destino, no dejando en actores externos (aunque sí considerándolos), las decisiones que tengan que ver con nuestro desarrollo, superación y excelencia.

 

Puedes ir por la vida señalando que tal o cual cosa o persona es la responsable de tu desdicha o estancamiento, pero la realidad ha sido, es y será, que eres tú quien es responsable de tu destino, tu felicidad y de eso que dura un momento pero que trasciende hacia la eternidad y que llamamos vida.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/uCpj8Jd5pOk

 

 

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