La motivación o mejor dicho la automotivación, no tienen nada que ver con hacer solamente las cosas que nos gusten sino en tener la capacidad de encontrarle sentido y valor a todo lo que tengamos que hacer independientemente si nos gusta o no.
Cuando
trabajo cuestiones de liderazgo, motivación o emprendedurismo, a veces me da la
impresión de que se ha confundido a la gente cuando se les señala que se
dediquen a aquello que les guste como si siempre se pudiera escoger o como si
la vida no fuera a presentarnos retos que no nos sean tan agradables.
Tener
la filosofía de solo hacer aquello que nos guste no nos hace dueño de nuestro
destino sino al contrario nos somete a los dictados que de fuera provienen. Yo
esto lo menciono y lo comparo como la fábula del burro, la zanahoria y el palo.
Para que un burro avance puedes o bien colocarle una zanahoria en frente para
que se mueva o bien darle con un palo para que avance, pero al igual que el burro
si uno solo hace lo que le gusta o rechaza lo que no entonces son los factores
externos los que dominan nuestro andar.
Un
carácter de madurez ante la vida implica el reconocer que en muchas ocasiones
no podremos elegir aquello que tengamos que enfrentar pero que aún siempre
estaremos en la disposición de hacerlo con el ánimo y la actitud que nosotros
decidamos.
Sé
que en ocasiones lo que nos toca vivir son circunstancias o situaciones por demás
adversas o difíciles, pero de la misma forma sé que uno puede ser más que esas
circunstancias o situaciones y decidiendo como enfrentarlas volverse entonces
sí dueño de su propio destino.
Y
bueno, ¿cómo podemos hacer esto?, tal vez se pregunten. Quiero aclarar que de
inicio no es fácil, más fácil es dejarse llevar por las circunstancias. Mira,
te pongo este ejemplo. Para quien dirige un barco será infinitamente más fácil dejarse
llevar por el viento y por las olas, que arriar incluso contra viento y marea y
trazar por sí mismo la ruta a seguir.
Pero
el hecho de que sea difícil no quiere decir que sea imposible, y lo que es mejor,
con el uso de tus facultades, igual que si hicieras ejercicio, cada vez tendrás
mayor fuerza para enfrentar con carácter las pruebas que te ponga la vida.
Dicho
esto va una dinámica que puedes implementar cuando el camino de la vida no te
guste del todo y aun así te decidas a andarlo: no te preguntes el qué, sino el por
qué y el para qué. Así es. El preguntarse el qué es ocioso ya que sabemos que
eso es precisamente el caminar por la vida, solo que a veces queremos que ese
qué sea agradable, pero lo interesante de esto es precisamente cuando no lo es.
El preguntarse el por qué y el para qué de nuestro andar no implica que buscamos
fuera las respuestas a estas preguntas sino que por el contrario buscamos
dentro de nosotros las respuestas que se vayan a convertir en nuestra motivación.
Siempre
habrá un por qué y un para qué que podamos adjudicar a nuestro andar aunque el
camino no nos guste, y ¡mira! esto ya es un comienzo ya que no esperaste a que
de fuera vinieran las respuestas a estas preguntas sino que tú mismo las
contestaste, tu creaste esas respuestas, y dado que en función de ellas decides
caminar comienzas a hacerte dueño de tu destino.
Nuestro
andar por la vida nos pondrá constantemente a prueba sobre todo cuando de
situaciones no tan agradables se trate, aun así, y aunque no puedas cambiar lo que
se enfrenta si puedes decidir hacerlo con una actitud de triunfo, después de todo
tal vez tu no escojas el camino, pero si puedes elegir caminarlo.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/gDGdy_8MLv4
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