El avanzar por la
vida hacia nuestras metas implica una fuerza de voluntad interior que va
adquiriendo carácter conforme nos enfrentamos a las pruebas y obstáculos
inherentes a la lucha por alcanzar nuestros sueños, esta lucha en ocasiones
deviene en caídas que no deben verse como fracasos sino como la oportunidad de
aprender tanto sobre el mundo como sobre nosotros mismos.
Cuando algo falla es
que hubo algo que salió mal. Este aforismo no es banal sino que nos permite
entender que una caída en la vida no debe verse como un fracaso pues un fracaso
implica la derrota total y no podemos hablar de una derrota total cuando solo
una parte del todo fue la que falló.
Por ejemplo,
supongamos que vas a hacer un pastel por primera vez. Para ello sigues los
pasos e instrucciones contenidos en una receta. Cuando sacas el pastel del
horno resulta que éste no quedó como se suponía. Tal vez no se infló, tal vez se
infló de más, tal vez quedó duro o demasiado blando, quemado o crudo, pero el resultado
final deja mucho que desear del esperado. Revisando los pasos te das cuenta de tu error: un ingrediente lo
agregaste en una cantidad indebida.
¿Podemos decir que el
hacer pasteles para ti debe considerarse como un fracaso y por lo mismo dejarse
para siempre de lado? Claro que no, nadie pensaría eso, cuando mucho se
aprendería de esto, tanto del proceso como de uno mismo, y a la otra se tendría
más cuidado para que el pastel resultara como se supone debe resultar.
La vida es igual que
ese pastel, solo que más personal para uno. Una caída no implica una derrota
completa, total y permanente, sino que debe ser vista como un momento para
entender qué falló con la intención de mejorar la lucha y mejorarnos como persona.
Así que en vez de esa crítica severa al momento de fallar, hay que ver la caída
con esa sabiduría que nos permita arrojar luz sobre lo que somos y lo que
podemos llegar a ser.
Pero hay un factor
oculto en todo esto, un factor con un potencial todavía más enriquecedor como
persona si podemos darnos cuenta de ello: la cuestión de la humildad. Cada
caída, como hemos dicho, nos permite entender el mundo y a nosotros mismos y a
partir de ahí mejorarlo y mejorarnos, pero cuando hablamos de excelencia
personal la sencillez, característica de una persona que se sabe finita y
falible no tiene precio, a eso es a lo que llamo humildad.
Esa humildad nos va
revistiendo de un carácter de tolerancia, paciencia y empatía para con los
demás ya que nos hemos visto a nosotros mismos en circunstancias adversas por
lo que podemos no solo saber qué es sino incluso como se siente cuando uno
tropieza por la vida.
Luego entonces el
mantener la lucha sobre nuestros objetivos sean estos materiales, emocionales,
intelectuales o espirituales, incluso cuando viene una caída, nos va
fortaleciendo como personas en nuestra voluntad y nuestra intención, y al mismo
tiempo nos va dotando de lo necesario para potencializar nuestra humanidad y
llegar a ser excelentes en la medida que somos completos ya que no solo
hablamos de logros externos sino de conquistas internas.
La lucha diaria por
lo que deseamos implica en ocasiones caer, caer que en muchas ocasiones depende
de factores ajenos a uno mismo, pero el levantarnos solo depende de nosotros y
los frutos de ello en ocasiones supera a la meta en sí, después de todo cada
caída de la que te levantas te acerca más a la persona de excelencia que estás
llamada a ser.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/3563R5-wPnQ
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