jueves, 28 de enero de 2021

Para vislumbrar un sueño valioso hay que estar bien despierto y para realizarlo, bien activo


 

Así como el árbol más frondoso nace de una pequeña semilla, de la misma forma nuestras más grandes metas nacen de los sueños que sobre ellas tenemos, y siguiendo el símil del árbol, los frutos de éste serán los logros que obtengamos de realizar nuestros sueños a través de trabajar por ellos.

 

Cuando en liderazgo, motivación y emprendedurismo hablamos de sueños, no nos referimos a ese estado onírico propio de cuando dormimos, sino a la ideación activa en nuestra mente de las metas y objetivos que queremos lograr. El término sueño dota a esas metas y objetivos de una íntima esencia personal diferente a las metas y objetivos aunados con cosas ya que éstos, nuestros sueños, implican deseos, anhelos y esperanzas que tienen que ver con nuestra propia esencia y nuestro más grande potencial.

 

Con todo y todo y aunque suene contradictorio, al hablar de estos sueños, es decir, de esas metas y objetivos que no solo buscan tener más sino hacernos ser más, estamos hablando de una situación donde la característica validadora de estas ideaciones mentales requieren estar lúcidos, es decir, bien despiertos.

 

Cuando digo que se requiere estar bien despiertos me refiero a que más allá de los castillos en el aire, hablando coloquialmente, nuestros sueños para ser vistos como partes de un proceso de logro y conquista, requieren claridad en cuanto a los qué, cómo, dónde, con qué, por qué y para qué.

 

Un buen ejercicio es que a esas metas y objetivos que te propongas les apliques la “prueba de fuego” de pasar las preguntas mencionadas anteriormente, de no ser así tal vez se requiera trabajar un poco más con el sueño para tener claridad en cuanto a él antes de emprender las acciones que creamos convenientes. Ahora bien, no quiere decir que las preguntas que hemos mencionado deben tener en todos los casos respuestas concretas, amplias, detalladas, pero al menos una aproximación a ellas que nos permitan guiar con sentido nuestras acciones.

 

Y ya que hablamos de acciones, la realización de todo sueño requiere de una extrema actividad. De la misma forma quiero aclarar que esa actividad, contrariamente a lo que pudiera pensarse, no se refiere solo a las acciones que emprendamos sino también a los pensamientos y las emociones que comprometamos con las mismas.

 

Es por eso que al referirnos a la realización de los sueños hablamos de estar bien activos, ya que esa actividad incluye, claro, las acciones que emprendamos, pero también las ideas y sentimientos que pongamos en ello.

 

Por esto último es que en muchas ocasiones lo que las personas emprenden no llega muy lejos: porque se tiene, eso sí, una meta bien clara así como acciones necesarias para lograrlas, pero no hay ese compromiso mental y emocional por lo que a la primera de cambios o ante el desgaste de las pruebas que se presentan se desiste de buscar el sueño.

 

Así como las preguntas que podemos hacernos para evaluar la claridad de nuestros sueños, de la misma forma la “prueba de fuego” para evaluar la calidad de nuestras acciones consiste en analizar las ideas y emociones que subyacen en las mismas, si dichas acciones carecen de ese nivel de compromiso habrá que tener mucho cuidado pues faltaría un ingrediente clave para conseguir lo que nos proponemos y que yo llamo pasión.

 

¿Cuál sería la solución de esos dos aspectos, es decir, de los sueños y de las acciones si no pasan las pruebas de fuego mencionadas aquí? Una solución que desde siempre se nos ha dicho: más que tratar de crear ese fuego interno que nos impela a avanzar en la vida, debemos de seguir aquellos andares que en cada paso nos hagan vibrar, sentirnos vivos, y saber que estamos llamados a soñar y lograr eso que nos propongamos.

 

La claridad de nuestros sueños y la calidad de nuestras acciones nos permiten evaluar el camino que hemos decidido andar y evaluarnos como personas en cada paso que damos, después de todo para vislumbrar un sueño valioso hay que estar bien despierto y para realizarlo, bien activo.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/HMsrdjll4uA

 

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jueves, 21 de enero de 2021

El triunfo es más cuestión de tenacidad que de casualidad


 

Para lograr lo que nos proponemos, no hay nada mejor que la acción. Muchas frases son las que señalan esto y no están equivocadas. De la misma forma hay que señalar que esa acción debe ser constante para terminar por triunfar ante las adversidades que se nos presenten.

 

Si vemos cualquier proceso que implique lograr una meta, un objetivo, podremos ver tres momentos: el inicio, el inter, y el logro. El inicio es ese primer paso que se da, la fase primera que abre la puerta a todas las acciones que posteriormente se desarrollaran. No es el momento mismo en que se piensa la meta u objetivo o se vislumbra el sueño que se pretende lograr, sino más bien se refiere a la primer acción necesaria para hacerlo realidad. El logro es precisamente cuando la meta, objetivo o sueño se ha conquistado, cuando ya hemos conseguido lo que nos habíamos propuesto. El inter es el período que está entre el inicio y el logro y engloba en sí todas las acciones que hacemos para avanzar del primer punto al segundo. ¿Cuál de estos tres momentos crees dure más?

 

Dado que el inter es el período de mayor duración de los tres momentos anteriores es precisamente en ese donde debemos enfocar nuestras energías y estar conscientes de que dada la mayor duración que presenta, nuestra constancia y disciplina debe ser también extrema para poder cumplir con él.

 

Sé que habrá casos de gente que por pura suerte obtuvo lo que siempre deseó en la vida, pero también sé que esos casos son contados. La mayoría de todas las personas que pudiéramos analizar se pondrían en el grupo de los que tuvieron que luchar por lo que querían y esas personas podrían dar fe de que el no cesar en esforzarse para conseguir lo que deseaban fue lo que marcó la diferencia.

 

Piensa en un logro que te haga sentir orgulloso, un logro que también haya implicado en su momento grandes esfuerzos de tu parte. ¿Qué hubiera pasado si en uno de esos esfuerzos te hubieras sentido derrotado y hubieras abandonado la lucha por lograr lo que querías? La historia para ti en este momento sería bastante diferente, ¿verdad?

 

Pero bueno, eso es el pasado, tu pasado, un pasado que nos permitir ver ciertas correlaciones de variables y sacar ciertas conclusiones, como la que acabamos de hacer, pero lo más importante es que ese conocimiento lo podemos traer al presente para que nos sirva en lo que actualmente estamos esforzándonos por conseguir, ¿cómo?, mira, te explico.

 

Como ya tienes el referente de logros que has conseguido y que si hubieras cesado en tu esfuerzo mientras luchabas no hubiera sido así, piensa en eso cuando estés en la actualidad o en el futuro en una lucha que esté tan pesada que pienses en desistir. Capaz y ese momento es el último que requieres para lograr la meta y tirar todo por la borda te dejará con esa meta al alcance de tu mano pero sin poder lograrla.

 

¿Quién dice que ese esfuerzo necesario que está a punto de derrotarte no es el que hará la diferencia entre la conquista o el fracaso? Así como en tu pasado hay esfuerzos que marcaron la diferencia, hoy o mañana eso puede presentarse de nuevo en la forma de nuevas luchas por alcanzar tus sueños y viendo hacia atrás podemos tomar la firme determinación de seguir en la pelea hasta conquistar lo que deseamos.

 

Yo siempre digo que cada paso que damos nos acerca más a la meta que nos hemos fijado, así que el seguir esforzándonos por conseguir algo que deseamos es una mejor inversión que darnos por vencido, después de todo el triunfo es más cuestión de tenacidad que de casualidad.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/TWiIwwT3JtY

 

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miércoles, 13 de enero de 2021

La voluntad logra sueños que para la razón parecieran irrealizables


 

Si todas nuestras decisiones se basaran únicamente en lo que podemos medir, saber o conocer a ciencia cierta, pocas serían las acciones que realizaríamos y menos aún las metas, objetivos y sueños que conquistaríamos, afortunadamente tenemos la voluntad que nos permite ir adelante incluso cuando tenemos todo en contra y lograr lo que parecería imposible.

 

“Ya no puedo más”, ¿cuántas veces has dicho o escuchado esto?, más aún ¿cuántas veces después de haber dicho o escuchado esto has visto cómo es que se puede ir más allá y lograr lo que uno se propone?

 

El ser humano le ha dado un peso enorme en la actualidad a la razón y el conocimiento. Esto no tiene propiamente nada de malo, pero hay cuestiones que la sola razón o el conocimiento no pueden resolverse y que en muchas ocasiones son las que hacen la diferencia entre avanzar o no avanzar, entre lograr o no lograr. Una de estas cosas es la voluntad.

 

Si vemos la historia de la humanidad y sus grandes logros, tanto individuales como comunitarios, podremos encontrar un sinfín de ejemplos donde el sentido común indicaba desistir. Cuestiones de recursos, tiempo, opinión, etc. pudieron en su momento, usando la razón y el conocimiento, indicar que lo mejor era no continuar, pero el tiempo (y los logros que se obtuvieron) han demostrado lo equivocado que pudieron estar estos razonamientos.

 

Todavía en la actualidad, y a lo mejor te ha pasado, hay cuestiones por las que las personas, de manera individual o social, estamos luchando, cuestiones que prácticamente parecen irresolubles pero que algo en nuestro interior nos dice que no podemos aspirar a menos, y ese aspirar a menos es conformarnos con lo que tenemos, con lo que somos.

 

El ser humano es un ente constantemente inconforme. Siempre quiere tener más, ser más, lograr más. Esto está bien pero debe mesurarse para no perder en este perseguir cosas la esencia de uno, es más, puede uno usar esto para avanzar hacia estado de desarrollo como persona, y por ende como comunidad, cada vez mejores, cada vez más excelentes.

 

En una ocasión hablando con un amigo sobre algo que quería él emprender, comenzó diciéndome lo mucho que le gustaba la idea, la pasión que sentía por lo que quería hacer al grado de a veces no dormir de la emoción, luego comenzó a enumerarme los contras que la idea tenía. Eran contras muy claros, muy concretos, cuestiones de tiempo y dinero encabezaban la lista. Al terminar de platicarme eso le comenté cómo es que yo había notado su voz diferente, visto sus facciones diferentes, cuando hablaba de lo mucho que le emocionaba la idea y luego cuando habló de todo lo que tenía en contra. “¿Con cuál es esos dos estados de ánimo te quedarías?” –le pregunté. “Con el primero” -me contestó.

“Entonces no la pienses tanto –le dije- haz lo que desees con tal ímpetu que, como me has dicho, no puedes ni dormir, ya que incluso aunque no lo logres te sentirás satisfecho de haberlo intentado, de otra forma no solo no logras sacar eso que ahorita te quema por dentro, sino que ni siquiera darás una oportunidad de alcanzar lo que deseas”.

 

La voluntad se refiere a esa fuerza que todos en un momento u otro de nuestra vida hemos sentido en nuestro interior y que pasa incluso por encima de esas voces racionales que en nuestra cabeza nos dicen “no”, logrando que avancemos teniendo todo incluso en contra. Esa fuerza no es ajena a nosotros, no es extraña o externa, dado que es nuestra podemos hacer uso de ella, todo estriba en apagar un poco la razón, por decirlo en cierta forma, y enfocarnos, como mi amigo del relato, en el fuego interno que nos motiva a andar, a luchar, a lograr.

 

Optar solo por la razón para resolver todo en nuestra vida es como querer caminar solo con una pierna, es posible, aunque difícil, pero si a ese andar lo dotamos de razón y voluntad nuestro andar no solo es más suave, sino más decidido, después de todo la voluntad logra sueños que para la razón parecieran irrealizables.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/wSiZPWvfC_U

 

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jueves, 7 de enero de 2021

Cada caída de la que te levantas te acerca más a la persona de excelencia que estás llamada a ser


 

El avanzar por la vida hacia nuestras metas implica una fuerza de voluntad interior que va adquiriendo carácter conforme nos enfrentamos a las pruebas y obstáculos inherentes a la lucha por alcanzar nuestros sueños, esta lucha en ocasiones deviene en caídas que no deben verse como fracasos sino como la oportunidad de aprender tanto sobre el mundo como sobre nosotros mismos.

 

Cuando algo falla es que hubo algo que salió mal. Este aforismo no es banal sino que nos permite entender que una caída en la vida no debe verse como un fracaso pues un fracaso implica la derrota total y no podemos hablar de una derrota total cuando solo una parte del todo fue la que falló.

 

Por ejemplo, supongamos que vas a hacer un pastel por primera vez. Para ello sigues los pasos e instrucciones contenidos en una receta. Cuando sacas el pastel del horno resulta que éste no quedó como se suponía. Tal vez no se infló, tal vez se infló de más, tal vez quedó duro o demasiado blando, quemado o crudo, pero el resultado final deja mucho que desear del esperado. Revisando los pasos te das  cuenta de tu error: un ingrediente lo agregaste en una cantidad indebida.

 

¿Podemos decir que el hacer pasteles para ti debe considerarse como un fracaso y por lo mismo dejarse para siempre de lado? Claro que no, nadie pensaría eso, cuando mucho se aprendería de esto, tanto del proceso como de uno mismo, y a la otra se tendría más cuidado para que el pastel resultara como se supone debe resultar.

 

La vida es igual que ese pastel, solo que más personal para uno. Una caída no implica una derrota completa, total y permanente, sino que debe ser vista como un momento para entender qué falló con la intención de mejorar la lucha y mejorarnos como persona. Así que en vez de esa crítica severa al momento de fallar, hay que ver la caída con esa sabiduría que nos permita arrojar luz sobre lo que somos y lo que podemos llegar a ser.

 

Pero hay un factor oculto en todo esto, un factor con un potencial todavía más enriquecedor como persona si podemos darnos cuenta de ello: la cuestión de la humildad. Cada caída, como hemos dicho, nos permite entender el mundo y a nosotros mismos y a partir de ahí mejorarlo y mejorarnos, pero cuando hablamos de excelencia personal la sencillez, característica de una persona que se sabe finita y falible no tiene precio, a eso es a lo que llamo humildad.

 

Esa humildad nos va revistiendo de un carácter de tolerancia, paciencia y empatía para con los demás ya que nos hemos visto a nosotros mismos en circunstancias adversas por lo que podemos no solo saber qué es sino incluso como se siente cuando uno tropieza por la vida.

 

Luego entonces el mantener la lucha sobre nuestros objetivos sean estos materiales, emocionales, intelectuales o espirituales, incluso cuando viene una caída, nos va fortaleciendo como personas en nuestra voluntad y nuestra intención, y al mismo tiempo nos va dotando de lo necesario para potencializar nuestra humanidad y llegar a ser excelentes en la medida que somos completos ya que no solo hablamos de logros externos sino de conquistas internas.

 

La lucha diaria por lo que deseamos implica en ocasiones caer, caer que en muchas ocasiones depende de factores ajenos a uno mismo, pero el levantarnos solo depende de nosotros y los frutos de ello en ocasiones supera a la meta en sí, después de todo cada caída de la que te levantas te acerca más a la persona de excelencia que estás llamada a ser.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/3563R5-wPnQ

 

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