miércoles, 17 de junio de 2020

Recuerda: El esfuerzo es momentáneo, el triunfo es para siempre



Todo en esta vida requiere esfuerzo, de la misma forma todo esfuerzo por su misma naturaleza es desgastante; puede llegar incluso ese momento de quiebre donde nuestra decisión sea lo único que haga la diferencia entre lograr nuestra meta o desistir de ello.

Imagínate que hubiera sido de la historia si Edmund Hillary hubiera desistido de conquistar el Everest, o Roald Amundsen en llegar al Polo Sur, o Neil Armstrong en poner su pie en la luna, necesariamente la historia hubiera sido diferente, otros se hubieran colgado esos logros, pero no ellos.

Así como estos ejemplos, todos los grandes logros de la humanidad, tanto en su forma individual como colectiva, han implicado esfuerzo, esfuerzo que es proporcional en cuanto magnitud al de la meta que se desea alcanzar; de la misma forma, esfuerzo que por su naturaleza puede llegar a desgastar a cualquiera en el camino hacia la meta.

Este desgaste no solo es físico o emocional sino también puede ser intelectual e incluso espiritual. Desgastarse implica que la energía motivadora llega a niveles mínimos poniendo en riesgo nuestra lucha por conquistar la meta.

En otras ocasiones he señalado que en estos momentos de desgaste, igual que cuando uno toma una siesta reparadora, es válido, y no solo válido sino incluso necesario, el tomarse un breve respiro para recuperar nuestras energías sin pretender con ello el desistir de conquistar nuestra meta. Aun así, el riesgo tanto del desgaste como del descanso, es que en el primero no encontremos fuerzas para continuar nuestro andar mientras que en el segundo por comodidad no queramos reiniciar la lucha. Ese momento llegará. A todos nos llega en alguna ocasión. Y la diferencia entre desistir y continuar forma parte del milagro de ser humano: nuestra voluntad.

Cuando tenemos una reserva de motivación para avanzar podemos continuar  nuestro andar ya que esa reserva funciona como el combustible en un vehículo, pero cuando esa reserva ha desaparecido, lo único que queda es continuar el camino solo porque así lo deseamos, es decir, por que ejercemos nuestra voluntad para ello.

Volvamos a los ejemplos anteriores, o incluso trae a tu mente cualquier ejemplo de logro que quieras; date cuenta de cómo es que todos los logros permanecen en el tiempo, incluso cuando las personas que los obtuvieron ya se han ido. De la misma forma reflexiona como es que el esfuerzo que ellas imprimieron en conseguir esa meta ya ceso, no sigue existiendo en la actualidad. Ahora compara ambas situaciones: esfuerzo-logro.

Si hiciéramos una analogía pensaríamos en ese binomio esfuerzo-logro como el de una moneda y un producto; el esfuerzo es la moneda y el logro es el producto, pero si vemos que el esfuerzo es de un instante y que el logro es para siempre, podemos imaginar ese producto que es el logro como algo que excede con mucho el valor de la moneda que es el esfuerzo. Luego entonces si desistimos de conseguir nuestra meta porque el esfuerzo nos parece demasiado pesado, pensemos que estaríamos pagando un costo demasiado alto ya que el producto valiosísimo que es el logro lo estaríamos cambiando por la moneda de mucho menor valor que es nuestro esfuerzo.

En esos momentos de cansancio piensa que no hay esfuerzo que dure para siempre, pero que la meta que conquistes te pertenecerá para toda la vida; así que recuerda: El esfuerzo es momentáneo, el triunfo es para siempre.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/oC71HckbqHU


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