jueves, 4 de junio de 2020

Para volar, primero correr; para correr, primero andar; para andar, primero gatear; para gatear, ¡primero soñar!



La manera en que los seres humanos estamos constituidos nos obliga a todos a someternos al tiempo: nuestro desarrollo, nuestro crecimiento, nuestros logros, todo ello conlleva esfuerzo y compromiso en mayor o menor medida, pero en todos los casos requerirá de tiempo, y ese tiempo solo será valioso en la medida que vayamos camino a lo que deseamos.
           
Todos hemos tenido durante nuestros procesos formativos, sean del nivel que sean, alguna materia que nos era sumamente difícil de dominar: matemáticas, inglés, historia, español, etc. Pero de la misma forma creo que podemos ver cómo es que el dominio de la misma implicaba el ir avanzando poco a poco en el entendimiento de los conocimientos que la integraban.

De la misma forma, toda meta lleva una serie de pasos, los iniciales, curiosamente contra lo que puede creerse, se asemejan más a un gatear. Es cierto que siempre que uno empieza algún proyecto tiene más optimismo y energía que al final, esto por el mismo desgaste y cansancio en la consecución de la meta, pero ese gatear al que nos referimos no tiene que ver con la fuerza que se le imprima a nuestro andar sino más bien a los efectos que éste tenga.

Cuando uno inicia un proyecto está lleno de energía y tal vez se vea envuelto en una vorágine de actividad, pero el mismo hecho de que vaya iniciando ese proyecto, lo mantiene entretenido en muchas actividades no indispensables para avanzar en el proyecto, pero necesarias para poder abordarlo.

Imagínate un barco que va a zarpar. Momentos antes de esto toda la tripulación está en una dinámica de actividad extrema, pero el barco no se mueve. No es sino una vez que el barco se hace a la mar que éste comienza a avanzar, pero al mismo tiempo el ritmo inicial de actividad de la tripulación disminuye, es más, habrá momentos de letargo incluso, por ejemplo al dormir, cuando sea un mínimo de tripulantes quienes vigilen el avance de la nave.

Tus proyectos al inicio implican esa misma actividad pero debes entender que en los primeros pasos, aunque haya mucha actividad, serán pocos los resultados que encontraras. Más sin embargo eso no tiene porque desanimarte, son cosas necesarias. Volviendo al ejemplo del barco, el soltar amarras (desatarlo de puerto) no es un acto en sí que impulse a la nave, pero se requiere para que ésta avance, de la misma forma muchas cosas iniciales que haces en todos los proyectos puede que no solo aporten poco al mismo proyecto sino incluso que ni siquiera lo empujen adelante, pero serán cosas que se requerirán para dejar las condiciones que te permitan avanzar en tus sueños.

Y aquí llegamos a la palabra que inicia todo ese proceso: soñar. Si bien en la argumentación que hemos dado el gatear inicial está acompañado de mucha actividad (contrastando con el volar al final que puede ser acompañado sino de poca actividad al menos sí de menor esfuerzo), ese gatear inicial requerirá que sueñes con tu meta.

Y aquí es donde está un verdadero milagro porque al soñar has llegado en un solo momento, en un solo instante, a la meta final, has recorrido todo el camino de gatear, caminar, correr, volar en un solo instante. Esa vislumbre de la meta es curiosamente lo que te da el impulso inicial para comenzar todo tu camino, así es como el final se vuelve el principio y el principio se vuelve final.

Si consideramos el impacto que puede tener en nuestra vida un sueño, veremos que no hay sueños pequeños pues cualquier sueño puede lograr en el tiempo grandes efectos en nuestra vida y la de los demás, lo importante es comenzar, así que recuerda para volar, primero correr; para correr, primero andar; para andar, primero gatear; para gatear, ¡primero soñar!

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/OL-YVanGXnI


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