viernes, 26 de junio de 2020

Triunfar pero perder la esencia de uno es pagar un precio muy alto por el éxito



Cuando se menciona la palabra éxito, generalmente se le asocia con el logro de una meta, meta que puede ser personal, profesional, social, etcétera así como material, económica, intelectual, etcétera; pero en esa perspectiva no debemos perder la visión que el origen y destino de todos nuestros esfuerzos somos nosotros mismos por lo que conseguir la meta no debe pasar por perder nuestra esencia.

Siempre he dicho que la vida nunca deja de sorprendernos… ni de enseñarnos. Cuando nacemos somos como un lienzo en blanco donde se irán plasmando todas nuestras experiencias, tanto nuestros aciertos como nuestros errores, pero ese lienzo blanco que de inicio no está supeditado más que a vivir conforme crecemos comienzan a definirse ciertas metas a las cuales supeditamos nuestro esfuerzo.

Todos conocemos el caso de gente que pudiéramos señalar como de éxito: cantantes, actores, magnates, de los cuales luego nos consterna las noticias de los escándalos de drogas o alcohol en los que se ven envueltos por no decir otros desenlaces aún más impactantes. Cuando uno descuida su parte interna, ese esfuerzo por el logro y la conquista, aun cuando las metas sean logradas, se transforma en un vacío que avasalla y termina por doblegarnos.

Todos tenemos gustos, deseos y necesidades que se transforman en los objetivos que queremos lograr, de la misma forma esas metas que nos ponemos requerirán que le dediquemos tiempo y esfuerzo, por decir lo menos, tiempo y esfuerzo que será la moneda con la que paguemos por lo que deseamos obtener. Solo que en ambos casos lo que está detrás de ese tiempo y ese esfuerzo no es otra cosa más que la vida misma. Así es: nuestra vida. ¿Qué precio le podrías a eso?

Esa pregunta tiene la intención de hacerte reflexionar sobre las metas y objetivos que persigues, dado que tu vida es algo a lo que no puede ponérsele precio es obvio suponer que las metas y objetivos que nos pongamos deben ser lo más trascendentes posibles, de otra forma haremos un mal negocio y no solo eso sino que nos sentiremos vacíos al final.

Esa sensación de vacío se da precisamente porque nos vaciamos en nuestro andar hacia lo que queríamos lograr. Tal como se expresa en el párrafo anterior: dimos nuestra vida a la que no puede ponérsele precio por algo que tal vez es de valor ínfimo si comparamos con la vida por lo que al final nos quedamos con menos (si no es que con nada) de cómo comenzamos.

¿Cómo puede uno siquiera intuir si va por buen camino? Un indicador es la forma en que te sientes. De la misma manera que cuando uno come algo en mal estado, si en tu vida vas avanzando por el camino incorrecto tendrás esa sensación de que algo no está bien. Por el contrario, si en cada paso sientes un gozo, o al menos el balance entre las sensaciones buenas y las malas es positivo, puedes confiar que vas por buen camino.

Pero no somos solo seres de instinto, sino también de razón, así que otra forma que complementa lo anterior es pensar sobre lo que hacemos, por qué lo hacemos y para qué lo hacemos. Saber, entender y comprender el sentido que tiene nuestra vida y el sentido que queremos darle.

Esas dos maneras, el instinto (la sensación relativa a nuestro andar por la vida) y la razón (el sentido racional que le damos a nuestra existencia), son dos maneras  en la que podemos ir tomando la temperatura de nuestra vida para garantizar una vida no solo plena sino trascendente, después de todo recuerda que triunfar pero perder la esencia de uno es pagar un precio muy alto por el éxito.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/4texk5NIQ-o


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miércoles, 17 de junio de 2020

Recuerda: El esfuerzo es momentáneo, el triunfo es para siempre



Todo en esta vida requiere esfuerzo, de la misma forma todo esfuerzo por su misma naturaleza es desgastante; puede llegar incluso ese momento de quiebre donde nuestra decisión sea lo único que haga la diferencia entre lograr nuestra meta o desistir de ello.

Imagínate que hubiera sido de la historia si Edmund Hillary hubiera desistido de conquistar el Everest, o Roald Amundsen en llegar al Polo Sur, o Neil Armstrong en poner su pie en la luna, necesariamente la historia hubiera sido diferente, otros se hubieran colgado esos logros, pero no ellos.

Así como estos ejemplos, todos los grandes logros de la humanidad, tanto en su forma individual como colectiva, han implicado esfuerzo, esfuerzo que es proporcional en cuanto magnitud al de la meta que se desea alcanzar; de la misma forma, esfuerzo que por su naturaleza puede llegar a desgastar a cualquiera en el camino hacia la meta.

Este desgaste no solo es físico o emocional sino también puede ser intelectual e incluso espiritual. Desgastarse implica que la energía motivadora llega a niveles mínimos poniendo en riesgo nuestra lucha por conquistar la meta.

En otras ocasiones he señalado que en estos momentos de desgaste, igual que cuando uno toma una siesta reparadora, es válido, y no solo válido sino incluso necesario, el tomarse un breve respiro para recuperar nuestras energías sin pretender con ello el desistir de conquistar nuestra meta. Aun así, el riesgo tanto del desgaste como del descanso, es que en el primero no encontremos fuerzas para continuar nuestro andar mientras que en el segundo por comodidad no queramos reiniciar la lucha. Ese momento llegará. A todos nos llega en alguna ocasión. Y la diferencia entre desistir y continuar forma parte del milagro de ser humano: nuestra voluntad.

Cuando tenemos una reserva de motivación para avanzar podemos continuar  nuestro andar ya que esa reserva funciona como el combustible en un vehículo, pero cuando esa reserva ha desaparecido, lo único que queda es continuar el camino solo porque así lo deseamos, es decir, por que ejercemos nuestra voluntad para ello.

Volvamos a los ejemplos anteriores, o incluso trae a tu mente cualquier ejemplo de logro que quieras; date cuenta de cómo es que todos los logros permanecen en el tiempo, incluso cuando las personas que los obtuvieron ya se han ido. De la misma forma reflexiona como es que el esfuerzo que ellas imprimieron en conseguir esa meta ya ceso, no sigue existiendo en la actualidad. Ahora compara ambas situaciones: esfuerzo-logro.

Si hiciéramos una analogía pensaríamos en ese binomio esfuerzo-logro como el de una moneda y un producto; el esfuerzo es la moneda y el logro es el producto, pero si vemos que el esfuerzo es de un instante y que el logro es para siempre, podemos imaginar ese producto que es el logro como algo que excede con mucho el valor de la moneda que es el esfuerzo. Luego entonces si desistimos de conseguir nuestra meta porque el esfuerzo nos parece demasiado pesado, pensemos que estaríamos pagando un costo demasiado alto ya que el producto valiosísimo que es el logro lo estaríamos cambiando por la moneda de mucho menor valor que es nuestro esfuerzo.

En esos momentos de cansancio piensa que no hay esfuerzo que dure para siempre, pero que la meta que conquistes te pertenecerá para toda la vida; así que recuerda: El esfuerzo es momentáneo, el triunfo es para siempre.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/oC71HckbqHU


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jueves, 4 de junio de 2020

Para volar, primero correr; para correr, primero andar; para andar, primero gatear; para gatear, ¡primero soñar!



La manera en que los seres humanos estamos constituidos nos obliga a todos a someternos al tiempo: nuestro desarrollo, nuestro crecimiento, nuestros logros, todo ello conlleva esfuerzo y compromiso en mayor o menor medida, pero en todos los casos requerirá de tiempo, y ese tiempo solo será valioso en la medida que vayamos camino a lo que deseamos.
           
Todos hemos tenido durante nuestros procesos formativos, sean del nivel que sean, alguna materia que nos era sumamente difícil de dominar: matemáticas, inglés, historia, español, etc. Pero de la misma forma creo que podemos ver cómo es que el dominio de la misma implicaba el ir avanzando poco a poco en el entendimiento de los conocimientos que la integraban.

De la misma forma, toda meta lleva una serie de pasos, los iniciales, curiosamente contra lo que puede creerse, se asemejan más a un gatear. Es cierto que siempre que uno empieza algún proyecto tiene más optimismo y energía que al final, esto por el mismo desgaste y cansancio en la consecución de la meta, pero ese gatear al que nos referimos no tiene que ver con la fuerza que se le imprima a nuestro andar sino más bien a los efectos que éste tenga.

Cuando uno inicia un proyecto está lleno de energía y tal vez se vea envuelto en una vorágine de actividad, pero el mismo hecho de que vaya iniciando ese proyecto, lo mantiene entretenido en muchas actividades no indispensables para avanzar en el proyecto, pero necesarias para poder abordarlo.

Imagínate un barco que va a zarpar. Momentos antes de esto toda la tripulación está en una dinámica de actividad extrema, pero el barco no se mueve. No es sino una vez que el barco se hace a la mar que éste comienza a avanzar, pero al mismo tiempo el ritmo inicial de actividad de la tripulación disminuye, es más, habrá momentos de letargo incluso, por ejemplo al dormir, cuando sea un mínimo de tripulantes quienes vigilen el avance de la nave.

Tus proyectos al inicio implican esa misma actividad pero debes entender que en los primeros pasos, aunque haya mucha actividad, serán pocos los resultados que encontraras. Más sin embargo eso no tiene porque desanimarte, son cosas necesarias. Volviendo al ejemplo del barco, el soltar amarras (desatarlo de puerto) no es un acto en sí que impulse a la nave, pero se requiere para que ésta avance, de la misma forma muchas cosas iniciales que haces en todos los proyectos puede que no solo aporten poco al mismo proyecto sino incluso que ni siquiera lo empujen adelante, pero serán cosas que se requerirán para dejar las condiciones que te permitan avanzar en tus sueños.

Y aquí llegamos a la palabra que inicia todo ese proceso: soñar. Si bien en la argumentación que hemos dado el gatear inicial está acompañado de mucha actividad (contrastando con el volar al final que puede ser acompañado sino de poca actividad al menos sí de menor esfuerzo), ese gatear inicial requerirá que sueñes con tu meta.

Y aquí es donde está un verdadero milagro porque al soñar has llegado en un solo momento, en un solo instante, a la meta final, has recorrido todo el camino de gatear, caminar, correr, volar en un solo instante. Esa vislumbre de la meta es curiosamente lo que te da el impulso inicial para comenzar todo tu camino, así es como el final se vuelve el principio y el principio se vuelve final.

Si consideramos el impacto que puede tener en nuestra vida un sueño, veremos que no hay sueños pequeños pues cualquier sueño puede lograr en el tiempo grandes efectos en nuestra vida y la de los demás, lo importante es comenzar, así que recuerda para volar, primero correr; para correr, primero andar; para andar, primero gatear; para gatear, ¡primero soñar!

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
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A veces la vida podrá no ser lo que uno espera, pero siempre será lo que uno necesita



Hablar de desarrollo y superación, sea esto desde el punto de vista personal o profesional, necesariamente tiene que hacer alusión a la vida ya que es en ese escenario donde cual si fuéramos actores nos desenvolvemos, de la misma forma para interpretar nuestro papel nunca se nos dará el guion por adelantado, pero el resultado siempre será una grandiosa obra

En ocasiones como consultor tengo que enfrentarme a solicitudes para trabajar con personas y equipos en pos de un objetivo o meta empresarial, institucional, social y demás; estas solicitudes en ocasiones son muy específicas como lograr esto o aquello, pero el reto previo que tengo que enfrentar es el de hacerle ver al solicitante que antes de trabajar la meta deseada se tiene que trabajar la persona.

Lo anterior quiere decir que antes de pretender lograr esto o aquello debemos cerciorarnos que contamos con el elemento humano idóneo para ello y esto implica que éste entienda su papel primero en su vida personal y luego en su vida profesional, institucional o social.

Uno de estos aspectos es el de reflexionar para por lo menos percibir, que la vida de cada quien es algo grandioso por sí mismo y con fines tan espectaculares que escapan a nuestra imaginación. Obvio este punto es en extremo difícil, sobre todo si con quienes trabajamos son personas que enfrentan problemas o frustraciones de vida.

En este punto hay tres maneras de actuar, la primera es darle su espacio a esa persona en tanto no resuelva sus problemas ya que de otra forma participando en el proyecto que se le proponga no estaría en condiciones de aportar e incluso tal vez lo obstaculizaría; la segunda es trabajar el aspecto personal del individuo para, sin resolverle sus problemas, al menos ponerlo en una situación donde pueda moverse hacia estadios de colaboración y desarrollo; por último, la tercera, opción que por cierto no recomiendo ni aplico pero que curiosamente es la que más veces se aplican en las organizaciones, es involucrar al individuo en el proyecto así tal como está, lo cual generalmente redunda en retrasos, problemas o simplemente no conseguir la meta.

Ahora bien, ¿cómo poder hacerle ver a alguien lo grandioso de su vida? Si bien esto implica varias actividades quisiera compartirles dos que van concatenadas: la primera es una actividad que consiste en que la persona de manera confidencial analice su vida e identifique un problema que haya experimentado, el peor problema que hasta ese momento haya enfrentado, un problema de tal magnitud que creyó nunca saldría avante ni mucho menos se recuperaría.

La idea es que escriba el problema así como todas las razones por la que pensó nunca lo superaría de la misma forma que sea tan descriptivo como pueda en cuanto a la manera en que ese momento se sentía. Una vez escrito eso debe leerlo y después escribir, con la perspectiva del tiempo transcurrido, como ve las cosas y como las siente.

En todos los casos que he efectuado este ejercicio los participantes se dan cuenta que las cosas no eran tan malas como las veían y que generalmente hay aspectos positivos que rescatar de esa vivencia.

El otro ejercicio, que se hace en otro momento una vez efectuado el anterior para no mezclar sentimientos ni pensamientos, es que escriban en un papel todas las cosas que puedan por las que se sienten agradecidos con la vida, deben ser todas las que recuerden y deben ser tan específicas como puedan.

Una vez que han hecho esta lista se les pide que señalen de todas las cosas que escribieron aquellas que no dependieron de sus acciones, es decir, que se dieron por una serie de circunstancias en la vida, que tal vez implicaron obviamente su participación, pero que no puede decirse que se debe todo a ellos.

Generalmente el resultado de este ejercicio muestra cómo es que grandes cosas de su vida no dependieron de ellos sino que fue la vida misma la que permitió surgieran y sucedieran.

Los problemas de la vida no son de la magnitud en que los percibimos y con el tiempo hasta cosas positivas nos traen, de la misma forma muchas cosas buenas de la vida simplemente llegan a nosotros mientras andamos nuestro camino, así que recuerda: a veces la vida podrá no ser lo que uno espera, pero siempre será lo que uno necesita


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/JN5HL36FxPo


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