viernes, 29 de mayo de 2020

Cuando trabajas en equipo no sumas voluntades... ¡las multiplicas!




Sin duda alguna que en ocasiones todos hemos experimentado ese deseo o necesidad de que más personas nos apoyarán en los  proyectos que nos hemos planteado,  este apoyo redituaría en conseguir antes y con menor esfuerzo la meta a la vez que potenciaría el alcance de los resultados, pero para ello, quienes se sumen a nuestro esfuerzo, deben sentirse identificados con nuestro sueño.

En una ocasión, en un taller sobre trabajo en equipo, uno de los participantes planteó una pregunta muy directa: “¿cómo puedo hacer para que la gente trabaje con gusto y disposición en equipo?”, como la pregunta era directa mi respuesta también lo fue: “sencillo, no busques que colaboren para una meta, sino que colaboren para su meta”.

En muchas ocasiones me ha tocado ver en los “trabajos de equipo” un error muy básico, el cual es de establecer una meta y buscar sumar gentes para lograr esa meta. Esta manera de ver las cosas es errada desde el mismo momento en que la gente no identifica la meta como suya con lo que su apoyo estará bastante condicionado.

En otras ocasiones, queriendo paliar el error anterior, se busca que “entre todos” se establezcan las metas, pero generalmente resultan que esas metas ¡ya están en cierta forma señaladas! Por lo que más bien el ejercicio se torna en un “dado que queremos lograr esto, dime tu cómo lo plantearías como meta personal y de grupo y cómo podríamos conseguirlo”.

Ambos planteamientos no apuntan correctamente a la manera de manejar el trabajo en equipo, y no lo digo solo como forma de pensar sino basado en la experiencia: si una persona no sabe y siente que en realidad se está trabajando por su meta (no por una meta de grupo, sino por su meta), la fuerza que éstas aporten al equipo será mínima.
Ejercicios hay muchos para entender esto y llegar a desarrollarlo, yo tengo los míos propios, pero una cosa sí te digo: todas las personas tienen metas, sueños, deseos, lo importante en un líder no es plantear una meta (ni siquiera aunque esta meta sea consensada en equipo) para luego ver como motiva a su gente a trabajar por ella, la verdadera destreza del líder consiste en identificar qué es lo que quiere cada integrante del equipo y configurar la dinámica del logro de la meta en común como un efecto residual de los logros de las metas individuales.

Quiero hacer énfasis en esto que acabo de señalar pues generalmente la exposición de ideas cuando se trabaja en equipo es al revés: “si trabajas por la meta común te verás beneficiado”; lo que yo planteo cambia este pensamiento para ir de lo particular a lo general: “al hacer esto o lo otro te beneficiaras directamente, y como consecuencia de ello se conseguirá la meta común”.

Si bien sutil, el cambio en la forma de pensar es considerable. Créeme. Lo he visto. Y planteado de otra forma podríamos decir que en vez de llegar con alguien en lo individual o en lo colectivo para “venderle” la idea de la nobleza de una meta, lo realmente retador pero mayormente redituables es ver qué es lo que esa persona quiere e incorporar sus acciones para lograr su meta como parte de las acciones para empujar al grupo hacia la meta común.

En tu vida tendrás necesidad de que más voluntades se incorporen a la consecución de tus metas, metas que desde ese momento se tornarán grupales, en ese momento lo que debes tener en mente al mover a los demás en pos de la meta común es la idea de que cada participante entienda que trabaja para sus etas y que como efecto de ello se logra el objetivo grupal, después de todo cuando trabajas en equipo no sumas voluntades... ¡las multiplicas!

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/2GCX1hIDKdo


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viernes, 22 de mayo de 2020

Lo único mejor que lograr un sueño es ¡compartirlo!



Todos hemos tenido alguna meta u objetivo en la vida que nos ha hecho sentir al conseguirlo no solo orgullosos y satisfechos con nosotros mismos sino alegres a un nivel que nos ha motivado a compartir ese logro, ese mismo gozo incluso a un nivel mayor se experimenta no solo al compartir un triunfo sino al aglutinar voluntades diversas para conseguirlo.

En una ocasión mi hijita me preguntó que si quién era el responsable de haber llevado el hombre a la luna, si bien la respuesta generalmente es sencilla quise explayarme para hacerla ver las cosas en perspectiva. Le comenté que no había sido el logro de una sola persona, es más ni siquiera el logro exclusivo del equipo que estuvo a cargo de la misión, ya que ellos usaron fórmulas matemáticas, diseños ingenieriles, avances electrónicos y de comunicación que son el cumulo de cientos de años de historia humana y por lo tanto mérito de las cientos de personas que permitieron el avance de la ciencia hasta ese preciso momento.

Todos los grandes logros humanos, esos logros que han modificado la historia, siempre tienen que ver con equipos, con grupos, con voluntades. La tarea inacabable que es nuestro mundo, nuestra sociedad y nuestra vida es de tal alcance que solo uniendo  manos, mentes y espíritus podemos abordar los problemas y alcanzar los sueños.

Nuestras metas personales son importantísimas para nuestro avanzar en la vida y nuestra transformación personal, de la misma forma, cuando esas metas inciden en la vida de otras personas y nuestra propuesta atrae gentes que colaboran, la misma propuesta trasciende y nos trasciende para hacerse colectiva y por ende ser más y hacernos más.

Todos tenemos metas personales, pero seguro estoy que de las 10, 20, 30 o más metas que podamos tener en nuestra vida habrá al menos una que pudiera aglutinar más personas pues su valor estriba no solo en lo que nosotros obtendremos en lo individual sino lo que la sociedad obtendrá en lo colectivo.

Metas lúdicas, deportivas, sociales, educativas, políticas, religiosas, económicas… sé que en tu interior hay una idea que tal vez no hayas trabajado aún pero cuyo alcance puede trascender tu persona y tu momento. Mi sugerencia sería que no la dejaras, que cada día, cada semana, cada mes, la abonaras con tus pensamientos, con tus sentimientos y con tus acciones, que poco a poco avances hasta que se vaya concretizando.

Para esto puedes usar cualquiera de las técnicas administrativas para establecer una meta y avanzar hacia ella, lo importante es que las acciones fluyan en tu ser y que en las mismas consideres el ir aglutinando otras voluntades para avanzar de manera colectiva hacia la meta. Esta forma de trabajo te permitirá ver el valor de las ideas que posees, pero también el alcance de las mismas. A diferencia de los logros personales la satisfacción en este caso será exponencial pues no solo te beneficiará a ti sino a los demás.

Ahora bien, supongamos que nunca te has puesto a pensar en una meta como la que estamos hablando, ¿qué puedes hacer? Algo muy sencillo: este próximo fin de semana, sin falta, organízate para adquirir un árbol (o conseguirlo donde los donan) y ve a sembrarlo en el espacio comunitario más cercano que tengas (plaza, área verde, etc.) Haz este sencillo ejercicio y veras el sentimiento que surge en ti y la perspectiva que se abre ante tus ojos de lograr metas por ti y por los demás. Lo demás comentado vendrá después.

Compartir un sueño permite que los sentimientos, pensamientos y acciones aunados a él nos trasciendan y se multiplique en las voluntades de las personas que lo compartan, y cuando esto sucede el mundo entero puede prepararse incluso para un milagro porque en ese momento nada nos es imposible, después de todo lo único mejor que lograr un sueño es ¡compartirlo!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
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viernes, 15 de mayo de 2020

Lo que haces cambia al mundo, la intención con que lo haces te cambia a ti



El ser humano es un ente complejo, bien podríamos decir multidimensional, en nuestra persona confluyen elementos físicos, emocionales, intelectuales y espirituales. Cada uno de ellos a su vez presenta facetas fascinantes que por más que creamos saber acerca de ellos en realidad apenas hemos comenzado a rasgarlos en su superficie, una de estas facetas tiene que ver entre lo que sentimos, pensamos y hacemos.

Si pensáramos en nosotros como en seres duales, podríamos decir que existen y coexisten en nuestra vida dos mundos: el mundo externo y el mundo interno. El mundo externo es lo que vemos, lo que nos rodea, todo aquello con lo que interactuamos; el mundo interno son nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestros temores, todo aquello que no podemos dar ni compartir aunque sí evidenciar.

En este orden de ideas podemos decir que lo que somos viene siendo ese punto donde confluyen precisamente ese mundo interno con el mundo externo, y de la misma forma podemos señalar como es que lo que hacemos afecta ese mundo externo, pero la intención con lo que lo hacemos afecta nuestro mundo interno.

Pensemos en algo que pudiéramos catalogar como una buena acción: dar de comer al hambriento, consolar al afligido, vestir al desnudo, o simplemente luchar por esto o por lo otro. La acción visible es clara y, por ende a la vista de todos, loable, pero lo que no podemos ver ni saber es la intención con la que se hace esa acción, eso permanece en el ámbito interno personal de cada quien.

Una buena acción, como optamos por llamarla, puede estar fundamentada en los sentimientos y pensamientos más nobles y altruistas así como en aquellos más mezquinos y egoístas. Eso no lo podemos saber, no lo podemos ver, en ocasiones lo podemos intuir, pero  seríamos demasiado presuntuosos sin le diéramos el peso de hechos consumados a ese vislumbre que creemos percibir.

Pero independientemente de lo anterior, la disertación actual no va en función de tratar de adivinar las intenciones ocultas que los demás pudieran tener en sus acciones, sino más bien voltear la mirada de manera personal a ese reino privado que es nuestro interior para develar y develarnos las causas que están detrás de nuestro  actuar, ¿para qué? simple y sencillamente para cuidar de ellas ya que éstas nos afectan como personas independientemente de los efectos palpables que vean los demás.

Quiero hacer un breve alto en este momento para aclarar que el peso no está en la intención con que se hagan las cosas ni tampoco en los efectos visibles que ven los demás de nuestras acciones, el peso está en el efecto que ambas situaciones, no solo una sino ambas, tienen en nuestra persona.

Hay quienes dicen que la intención es la que cuenta, pero si no muevo un solo dedo para tal o cual cosa, por más buenas intenciones que tenga, no he logrado convertir ese pensamiento en una fuerza dinámica que se ponga en movimiento a través de la acción. De la misma forma por más que haga cosas que los demás evalúen como buenas, positivas, de valor, si la intención es rastrera el efecto en nuestras personas será negativo.

Y en este punto la autoridad sobre ambos temas, lo externo y lo interno, recae sobre nosotros. Nosotros somos los que sabemos la intención con la que hacemos las cosas y también sabemos de los efectos de nuestro actuar, por lo que somos los únicos que podemos emitir un juicio de valor, un juicio de valor que si es negativo no busca ser condenatorio sino hacernos ver un área de oportunidad para crecer, de la misma forma un juicio de valor que si es favorable no es para regodearnos sino para reforzar nuestro andar en el camino de la congruencia personal.

La acción y la intención son dos facetas de nuestra persona que tienen que ver con nuestro carácter, ambas no son inamovibles en el sentido que no puedan mejorarse y mejorarnos, para esto se requiere la auto reflexión de manera honesta, abierta, objetiva y veraz con la finalidad de crecer como personas y llegar a ser el ser de luz que estamos llamados a ser, así que no lo olvides lo que haces cambia al mundo, la intención con que lo haces te cambia a ti.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 8 de mayo de 2020

No puedes desandar tus pasos, pero si puedes caminar mejor



La vida humana, si bien corta para todo lo que quisiéramos hacer, no deja de ser toda una experiencia donde hay aciertos y errores, los aciertos nos impulsan mientras que loe errores en muchas ocasiones funcionan como lastres para avanzar, pero ¿y si pudiéramos deshacernos de esa carga negativa y así aligerar nuestro andar?

Sin caer en lo trivial y aunque suene a verdad de perogrullo, podemos decir que en el caso de los errores hay de errores a errores. Permíteme explicarme. Errores todos cometemos, incluso pudiera decir todos los días, pero hay errores cuyo efecto en nuestra vida es mínimo, por ejemplo, olvidar un lápiz en tal o cual parte, pero hay otros errores que pudiéramos señalar incluso de errores con mayúsculas que afectan de manera definitiva nuestra vida, por ejemplo, un accidente grave de tráfico.

Si haces una breve recapitulación de tu vida, seguro estoy que podrás identificar dos o tres errores, si quieres llamarlos así, que te afectaron de manera definitiva. Este afectar se refiere a los efectos que dicho error pudo haber tenido en tu vida, efectos sobre los cuales en muchas ocasiones no tenemos manera de incidir porque son las consecuencias lógicas de nuestro actuar.

Pero el problema no es ese, el verdadero problema es el efecto emocional que nuestros errores, sobre todo los grandes, tienen en nuestra vida. Hay personas que, por decirlo así, no terminan de perdonarse esos errores, otras andan por la vida cargándolos y sintiéndose menos, también están los que queriendo superar un error son constantemente vilipendiados por los demás con lo cual no terminan de sobreponerse.

Esa actitud yo la ejemplifico como si te quebraras una pierna y, mientras está enyesada, usaras unas muletas para apoyarte en tu caminar, pero que una vez que el hueso sana y se te retira el yeso, sigues usando las muletas incluso sin apoyar completamente el pie.

Ahora quiero que veas este problema de las cargas emocionales negativas por los errores que cometemos desde una perspectiva completamente nueva y diferente, es más, de una forma como nunca antes la habías visto: como los errores de otra persona cuya carga negativa no tienes que cargar tú.

Me explico. Todo lo que nos constituye está en constante renovación. A nivel físico las células son constantemente reemplazadas por nuevas, los huesos, que es lo más resistente, se renuevan cada siete años, así que para ese entonces podemos decir que te has renovado en una persona enteramente diferente.

En cuanto a lo emocional e incluso lo intelectual, tus emociones y tus pensamientos de la misma forma van cambiando. Recuerda un momento hace unos diez años y como sentías y pensabas de tal o cual tema y verás cómo es que ahora lo ves diferente.

Si física, emocional e intelectualmente podemos decir que cada siete, o diez años si gustas, estas siendo renovado cambiando en una persona enteramente diferente, ¿por qué debes cargar los errores de la persona anterior? Piénsalo, tu no cargarías los errores de alguien ajeno a ti, digamos un amigo, un vecino, un conocido o un desconocido, pues es exactamente lo mismo con los errores que has cometido y entre los cuales la vida ha puesto tiempo de por medio ¡ya no eres el mismo que en su momento cometió esos errores! Eres alguien enteramente diferente.

Este razonamiento no es para deslindarte de las responsabilidades inherentes a nuestras acciones, así no funciona nuestro mundo, sino más bien para liberarte de esa condena perpetua que en muchas ocasiones nos autoinfligimos y que nos impide crecer, madurar, fructificar y avanzar como persona.

El caminar por la vida no se vuelve más ágil si en ese andar cargamos con los errores que pudimos cometer en el pasado, pero si aprendiendo de ellos soltamos el lastre emocional que nos implica habremos avanzado en nuestra evolución hacia la trascendencia como personas.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 1 de mayo de 2020

Decide con sabiduría y valor: lo conveniente a veces no es correcto y lo correcto a veces no es conveniente



La eterna discusión entre lo correcto y lo conveniente, debe llevarnos a tomar la decisión que creamos y que queramos, de una manera congruente con nuestro pensar, sentir y hacer sobre la cual nos hagamos responsable.

Cuando uno plantea la pregunta sobre qué es lo que cada quien decidiría ante una situación, si lo correcto o lo conveniente, en la mayoría de los casos la respuesta es lo correcto, pero luego cuando se ponen casos específicos la duda no tarda en aflorar.

“Supongamos que te dicen que hagas algo incorrecto pero que si no lo haces pierdes tu empleo o incluso tu tranquilidad familiar”, ya no está tan fácil la decisión, ¿verdad? Cuando uno plantea en la generalidad la opción decisiva entre lo correcto y lo conveniente la respuesta es lo primero, pero cuando presenta uno casos concretos, sobre todo que lo afecten, la respuesta se vuelve más complicada.

En cuestión de política, y esto es entendible, las decisiones tienden más a estar del lado de lo conveniente, ¿conveniente en cuanto a qué?, pues en cuanto a las  simpatías que tal decisión pueda generar las cuales derivarán en apoyos subsecuentes. Un cerco que busca delimitar esto, ya que de otra forma fuera una ley de la selva, son precisamente las leyes. Pero cuestiones como propuestas, proyectos, posturas, en política siempre valorarán que tan conveniente es.

Nuestra vida no puede desligarse de aquello que nos conviene, todos tenemos necesidades –físicas, cognitivas, emocionales, incluso espirituales-, de la misma forma tenemos familia, amigos, conocidos, todo ello influye a la hora de tomar una decisión, pero el costo de la misma siempre es personal, sea que la decisión sea correcta o conveniente.

No tiene caso argumentar a favor de decisiones correctas, la misma naturaleza de la decisión es el mejor argumento, la argumentación más bien debe ir en el sentido del efecto que cualquier decisión, correcta o conveniente, tendrá en tu persona.

En una ocasión, platicando con un amigo, comentaba que en el caso de las decisiones, sobre todo cuando está en contraposición lo correcto y lo conveniente, el fiel de la balanza era mi persona frente al espejo. Cuando digo espejo no me refiero solo al espejo físico donde uno se observa, sino también al espejo de la familia, los amigos, la sociedad, y la vida misma.

El espejo físico nos refleja una imagen de nosotros, pero el espejo de la familia, los amigos, la sociedad, y la vida misma nos refleja nuestra esencia, ¿cuál queremos que sea ese reflejo? Al hablar sobre tal o cual tema, ¿queremos tener la tranquilidad de que obramos de manera congruente y coherente o preferiremos siempre tener la zozobra de que los demás tengan una idea diferente de nosotros?

La decisión de lo anterior, como todo en esta vida, es personal y lo que facilita mucho lo anterior es tener una visión trascendental de nuestra existencia, no solo en el sentido espiritual sino incluso material, esto último reflejado y entendido en cuanto al efecto que nuestros actos tienen no solo en nosotros mismos sino en los que nos rodean, en la sociedad misma e incluso en el futuro.

Si puede uno tener esa visión trascendental de lo correcto y lo conveniente, y si esa visión la usamos como el espejo sobre el que familia, los amigos, la sociedad, la vida y nosotros mismos nos reflejaremos, la decisión puede no sea más fácil, pero siempre será más satisfactoria.

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
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