Un
hecho de la vida es que siempre el decir será mucho más fácil que el hacer,
afortunadamente tenemos en nuestro andar y en el de los demás pruebas de vida
que permiten decantar la palabrería y quedarnos con los hechos claros,
concretos y objetivos que finalmente nos definirán como personas.
Cuando
se habla de las pruebas de la vida, me gusta pensar en ello como la acción del
viento en los arboles: en el segundo ejemplo la acción del viento permite tirar
las hojas y ramas secas, sin vida, sin provecho alguno, permitiendo así surjan
nuevos brotes; de la misma forma, y retomando la cuestión de la vida, las
pruebas nos permiten deshacernos de lo que no necesitamos, fortalecer lo que
nos es valioso y crecer como personas en carácter, congruencia y actitud.
En
una ocasión, en un evento, me tocó escuchar el caso de una madre cuyos hijos
habían pasado las peores pruebas. La madre nos relató que mientras que uno de
sus hijos había salido avante y llegado a ser una persona de bien y de éxito,
el otro se había derrumbado y que aún en esos días no había podido salir de los
vicios y la degradación. Dado que era un tema sumamente sensible y personal no quise
dar mi comentario sino que más bien le pregunte a ella que si a qué creía se
debía esa diferencia cuando los dos habían pasado por cuestiones muy fuertes.
La respuesta sencilla pero clara nos dio una lección que difícilmente puede
aprenderse con horas y horas de cursos y seminarios: “amo a mis hijos, nunca
los dejaré de amar sean lo que sean, de la misma forma yo creo firmemente que
lo que cada uno pasó no fue lo que vino a hacerlos lo que son, sino más bien
que sacó a relucir lo que ya eran”.
Todos
conocemos casos de gente que ha pasado pruebas durísimas y han salido adelante,
incluso llegando a ser ejemplos de vida, fortaleza y superación. De la misma
forma conocemos casos de personas que no han podido superar ningún obstáculo
cayendo lo más bajo que pueden en su vida. Si bien esto depende en cierta forma
de las circunstancias que cada quien vive y de los recursos que cada quien
posee (cosas ambas que no podemos cambiar), hay una parte que depende de cada
uno y que solo surge con el entendimiento y la conciencia.
A
diferencia de los animales los humanos poseemos el don de la inteligencia, es
decir, de la capacidad de razonar, inferir, análisis, sintetizar y de la misma
forma de soñar, de plantearnos metas, de vivir con propósito. Pero no solo
tenemos inteligencia, sino en un nivel superior tenemos conciencia, es decir,
esa capacidad de ver más allá de lo evidente, de trascender el tiempo y el
espacio con nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras acciones,
de llegar a vislumbrar los por qué y para qué de nuestra existencia.
Ambos
elementos, inteligencia y conciencia, nos permiten interactuar tanto con el
destino como con el libre albedrío, nos habilitan a entender el sentido de las
vivencias incluso aquellas que no podemos cambiar y nos permiten decidir con
congruencia y carácter cuando la vida nos da esa oportunidad, es así como nos
volvemos al mismo tiempo tanto un efecto de la vida como una causa de la misma.
Volviendo
a los casos de personas que han salido avante de las pruebas volviéndose
verdaderos ejemplos vivientes, te sugiero pienses en uno de ellos, alguno que
tengas a la mano sea porque lo conozcas o por que estés muy enterado de sus
vivencias. Visualiza a esa persona,
tanto antes de la prueba que consideras la definió como lo que es actualmente
como después de la misma. Vela tal cual es, con lo que sepas de ella. Ahora por
último, pregúntate y contéstate ¿qué tiene esa persona que tú no tienes que le
permitió hacer de su vida un ejemplo? La conclusión es obvia: nada. Son
personas como tú, con defectos y cualidades, con fortalezas y debilidades, con
valentías y temores, solo que independientemente de las circunstancias y de lo
que eran, optaron con inteligencia y con conciencia ir más allá de ello
trascendiéndose incluso a ellas mismas como personas.
A
nadie nos gustan las pruebas de vida, son incómodas, molestas e incluso
frustrantes, pero gracias a ellas tenemos la oportunidad de ser más de lo que
creemos incluso de lo que podemos y llegar convertirnos en ejemplos vivientes
de carácter, luz y trascendentalidad. Así que ante las pruebas de vida
recuerda: se requiere de la tempestad para probar la fortaleza de un barco.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo
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