Cualquier
cosa que nos propongamos, cualquiera, implica un esfuerzo y en ocasiones incluso
una lucha, pero una vez obtenido eso que deseábamos, algo en nuestro interior
nos dice que siempre fue nuestro, por eso lo deseábamos, pero había que
ganárnoslo
Una
paradoja es “una proposición en apariencia verdadera que conlleva a una
contradicción lógica o a una situación que infringe el sentido común”, ejemplo
de esto son las expresiones tales como “es de mala suerte ser supersticioso”
(rechaza la superstición porque es de mala suerte, lo cual ya es una
superstición) o “esta oración es falsa” (¿si es falsa no es verdadera, pero si
es falsa si es verdadera?). En este
orden de ideas el título de este artículo es una contradicción en sí, una
paradoja, si el mundo te pertenece ¿por qué debes luchar por él?
Quienes
ya llevamos algo de camino en esta vida, sabemos que la vida misma es una
paradoja en sí. Constantemente nos estamos contradiciendo a nosotros mismos,
logrando cosas que parecían imposibles y no consiguiendo otras que
parecían más que alcanzables. Es así
como la cuestión paradójica de la vida nos acompaña constantemente, por lo que
la frase no extraña, aunque implica un análisis más profundo.
Pensemos
en nuestra infancia. Creo que en algún momento de la misma nuestros padres nos
condicionaron algo a lo que teníamos derecho: “no sales hasta que no termines
tu tarea” o “no hay postre si no terminas todas tus verduras”. La salida a
jugar era nuestra, ahí estaba para nosotros, lo mismo el postre, incluso puede
que el plato con el postre ya estuviera servido. Pero no era hasta que
cumplíamos una obligación que teníamos cuando se nos proporcionaba o permitía
lo condicionado.
Algo
así pasa con la vida. Todo en ella es nuestro, está ahí para nosotros, pero al
igual que los ejemplos anteriores de la infancia, tenemos que –paradójicamente-
hacernos merecedores de lo que procuramos, solo así podremos decir que es
nuestro.
La
situación paradójica nos dice que necesitamos luchar por lo que ya es nuestro
para que un milagro se forje en nuestro interior: el milagro de crecer en
carácter, visión y conocimiento. Entonces lo que obtenemos, además de su
particularidad externa, nos dinamiza el cambio interno hacia algo mejor, con lo
que las raíces del mismo se hunden profundamente en nuestro ser. Así no solo
obtenemos lo que deseamos, sino que lo hacemos nuestro.
Más
allá de la cuestión paradójica, esta presentación de ideas va a lo siguiente:
¿por qué has de renunciar a algo cuando de inicio te pertenece? Regresemos al
ejemplo de la infancia. ¿Por qué permitirías que ese postre se desperdiciara
cuando de inicio es tuyo y solo debes comerte las verduras que se te han
servido? o ¿por qué debes privarte de salir a jugar cuando es tu derecho y para
ello solo debes cumplir tus deberes?
Esa
misma pregunta háztela cuando ante la búsqueda de un objetivo, una meta o un
sueño tropieces de tal manera que pienses en desistir de logar lo deseado, ¿por
qué habrías de renunciar a eso que quieres cuando de inicio es tuyo y solo
debes luchar por él?
Un
ejercicio de visualización que te propongo, cuando se de la situación anterior,
es el siguiente: en vez de ver el objetivo, meta o sueño como algo por lo que
estás luchando simplemente te digas “¿pero por qué debo renunciar a tener eso
cuando es mío?”. Así, es, repítete “eso es mío, eso es mío” y aunque aún no lo
tengas verás cómo lo ves diferente y le das fuerzas renovadas a tu lucha.
No
es lo que aún no obtenemos lo que puede dibujarnos como personas, sino lo que
con nuestro potencial podemos alcanzar, lo cual de inicio es ilimitado, así que
siempre ten en mente que el mundo te pertenece... pero debes luchar por él
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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