La tendencia natural del ser humano es a evaluar lo que
se es y lo que se hace en función de lo que se logra, pero si lo pensamos un
poco, esto último no depende totalmente de nosotros sino que hay muchos
factores externos que inciden en ello, pero las motivaciones, nuestras
intenciones, la fuerza que nos mueve a tratar de conseguir algo, eso sí es de
nosotros.
Sin duda alguna que cuando uno logra algo existe en
nosotros un satisfacción interna por haber alcanzado lo que nos propusimos, de
igual forma cuando la conquista de lo planteado se frustra no podemos menos que
sentir desasosiego en nuestro interior, tristeza o depresión, pues
prácticamente la consecución del objetivo era lo que nos daba razón de ser.
Lo anterior, hay que aclarar, es un sentir y un actuar
muy natural propio del ser humano, después de todo la relación esfuerzo-logro
es algo sin lo cual la misma vida no tiene sentido, bueno al menos así nos
parece a nosotros.
Pero si analizamos la situación, si somos objetivos,
podremos darnos cuenta de que en realidad, tras cada logro o cada fracaso,
podremos identificar un sinfín de factores de externos, de variables ajenas a
nosotros, que tienen incidencia en lo buscado.
Si la conquista de cualquier meta, sueño u objetivo
dependiera enteramente de nosotros, inequívocamente el logro o no de eso sería
nuestra entera responsabilidad, por lo que las emociones comentadas
anteriormente estarían más que justificadas, pero siendo que conseguir o no
algo tiene muchas más variables externas, factores ajenos a nosotros, ¿cómo
podemos responsabilizarnos en su totalidad si logramos algo o no?
Lo anterior no busca quitar la responsabilidad que
tenemos de luchar en nuestra vida por lo que queremos, sino poner las cosas en
su justa dimensión para no exacerbar el sentimiento aunado a una conquista o a
un fracaso, pero de igual forma busca poner el foco en aquello de lo cual sí
somos responsables: nuestras motivaciones, nuestras fuerzas, nuestras
intenciones.
Nuestras motivaciones, nuestras fuerzas, nuestras
intenciones sí son algo que nos pertenecen y de las cuales somos responsables,
y en última instancia, de ellas, por lo que a nosotros corresponde, dependerá
el logro o no de metas, sueños y objetivos loables, trascendentales.
Si no hay motivaciones, fuerzas o intenciones superiores
en nosotros, difícilmente podremos esperar grandes logros, de igual forma
aunque las halla no podemos asegurar que conseguiremos lo esperado, pero la
sola existencia de ello implica que en nosotros hay grandeza, grandeza que
tarde que temprano se hará concreta, visible, palpable.
Si bien la vida está llena de retos, luchas y desafíos y
nuestro andar motivado por alcanzar metas, sueños y objetivos, no son estos
últimos los que de manera contundente nos definen, sino aquellas motivaciones,
fuerza e intenciones que nos mueven a ir en pos de lo que nos hemos planteado,
así que no te preocupes tanto por tener grandes logros, mejor preocúpate por
tener grandes intenciones
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo
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