viernes, 1 de junio de 2018

No es tan malo tropezarse: cada error te vuelve más sabio



Sin duda alguna a ninguno de nosotros nos gustan los errores, las caídas que en nuestro andar por la vida experimentamos, pero, siendo honestos, ¿qué sería de nosotros si no pudiéramos aprender de esa experiencia?

Supongo habrás conocido a personas para las cuales un error casi significa como si se les acabara el mundo. Son altamente exigentes consigo mismas al grado de no perdonarse esos tropiezos que nuestra propia inexperiencia nos acarrea en el andar cotidiano.

Lo anterior no es una crítica a ese sentimiento negativo que experimentamos al caer en nuestro andar, de hecho ese sentimiento negativo significa que estamos funcionando bien, y no sólo eso sino que nos declara que no estamos hechos para el fracaso.

Pero una cosa es sentir malestar ante los errores que cometemos y otra muy distinta maximizar a tal grado esos errores que los mismos prácticamente terminen por definirnos.

Cuando hablo de que los errores pueden llegar a definirnos me refiero a que ese poder que le damos a nuestras caídas, en vez de ser utilizadas para aprender, sean usadas para boicotear nuestro proyecto de vida.

Considerarse un fracasado, alguien que no sirve, una persona sin valor y condenada a no  lograr nada en la vida son los resultados de considerar un fracaso como la norma que rija el resto de nuestra vida.

Obvio que no podemos, ante un fracaso, una caída, optar por simplemente sacudirnos el polvo y seguir caminando. Existen una serie de sentimientos y pensamientos encontrados que deberemos resolver, pero sólo podremos avanzar en esa resolución si así lo establecemos y la mejor manera de ello es plantarnos frente al fracaso y ver que podemos sacar de él en provecho nuestro.

Tal vez esta opción de sacar del fracaso algo en provecho nuestro pueda parecer algo absurdo, después de todo el fracaso lo sentimos como algo negativo ¿cómo sacar de él algo positivo? Pero si lo piensas bien el fracaso, la caída, tuvo que haber ocurrido por algo que no sabías, por algo que no sentías, por algo que, dado aún no lo usabas en construir tu carácter, te tomó de sorpresa terminando por abatirte.

Es ahí donde puedes comenzar  a sacar algo bueno de esa caída, de ese tropiezo, después de todo no puede uno caminar sin nunca trastabillar, la única forma de nunca caer sería negarnos a caminar por la vida, lo cual sería peor pues terminaríamos tirando por la borda este momento del que disponemos para llegar a ser lo que estamos llamados a ser.

La próxima vez que experimentes una caída, un tropiezo en tu andar por la vida, en medio de la vorágine de sentimientos y pensamientos encontrados que puedas experimentar, date un espacio de tiempo para ver qué puedes aprender de ello, después de todo no es tan malo tropezarse: cada error te vuelve más sabio.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/a3svuzD6XyU


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