Hay una frase que sabiamente señala que si de que vale
ganar el mundo cuando se pierde el alma, creo que la respuesta es obvia: de
nada, sería tanto como comprar un billete de cien pesos pagando por ello mil.
Pues en la vida es igual, las metas deben estar pensadas en función de uno
mismo, y no al revés.
El mundo pragmático actual hace un énfasis en el
pensamiento de que “el fin justifica los medios”, este pensamiento ejerce una
presión considerable sobre los principios y los valores de las personas pues en
ocasiones estos últimos son considerados prescindibles sobre todo si se
interponen entre uno y lo que se desea. En este orden de ideas hay que tener
muy claro que las acciones para lograr una meta no necesariamente dependen de
la meta misma, es así que una meta noble puede tener acciones que no lo sean,
un ejemplo de esto sería la intención de dar de comer al hambriento, meta
noble, pero que si se busca conseguir robando a los demás para alcanzarla
pierde todo su mérito.
La simulación, la mentira, la traición, la conveniencia
pueden llegar en su momento a presentarse como atajos tentadores para lograr la
meta propuesta, y ahí es donde intervienen los valores. Desafortunada y tristemente
hay ejemplos de sobra de gente que propone cambios, formas diferentes, mejores,
de hacer las cosas, y cuando se les confía simple y sencillamente cambian dando
paso a los antivalores pues la meta se vuelva de mayor importancia que su
propia persona.
Pensemos esto: la meta es algo externo, los principios y
valores son algo interno. Sacrificar en el altar de la meta los principios y
valores es reconocerle a aquella mayor importancia que uno mismo, tan así que
uno es capaz de traicionar lo que siente y lo que piensa en función de lo que
quiere.
Pero también está el otro lado de la moneda, aquellas
personas que hacen de su andar motivo de orgullo por la congruencia entre sus
ideas y sus acciones. En ocasiones ese andar se vuelve pesado, es más, tal vez el
camino se vuelva un poco más largo, pero al final trae más satisfacciones,
sobre todo personales ya que la esencia de uno no se pone en venta para
alcanzar las metas que se propongan. Ahora bien, este análisis tiene un sentido
también mucho muy práctico, ya que cuando uno es capaz de defender sus ideas,
sus principios y valores incluso a costa de alcanzar de manera rápida y fácil
la meta, puede entonces estar seguro que cuenta con un carácter a toda prueba y
que no habrá factor externo que condicione su andar y la vida misma.
Pero, el gran pero, para lograr lo anterior primeramente
es necesario que uno tenga muy claro aquello en lo que cree. La justicia, la
verdad, la paz, no son cuestiones abstractas sino eminentemente prácticas que
matizan las ideas, los sentimientos y las acciones de uno, siendo que el
discurso queda de lado cuando lo que se hace es congruente, claro y palpable.
El caminar hacia las metas que uno se plantea puede
hacerse a través de diferentes caminos, en ese sentido hay que escoger aquellos
caminos que fortalezcan nuestro carácter y definan nuestro espíritu, después de
todo cuando uno tiene bien claras sus metas y sus valores, es mucho más difícil
perder el rumbo
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo
puede verse en video en https://youtu.be/oiJRJf5G0Gc
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